III

miércoles, 7 de marzo de 2007

"And you have been kind to be mine for the taken
a part of this terrible mess that I´m making...
"

Claro de la Luna, a quince días de Ostara


Las copas de los árboles formaban una cúpula tan densa que los rayos del sol parecian delgados dedos de luz asomando tímidamente por entre las hojas. A pesar de estar todavía en invierno, la temperatura era cálida como si Elune, consciente de los días aciagos que se avecinaban tras la apertura del Portal Oscuro, quisiera bendecir a sus criaturas con unos últimos tiempos de bonanza; sin embargo, en aquel remanso de paz que era Claro de la Luna nadie hubiera podido sospechar la terrible guerra que se desarrollaba al exterior al escuchar la voz dulce y sosegada de sus habitantes, y observar los bailes de las criaturas de todo Azeroth en el Festival Lunar. Aquí y allá la música resonaba entre los troncos milenarios y las aguas cristalinas del lago, como si los propios árboles cantaran uniéndo sus voces al canto de las ondinas, hamadríades y silfos que habitaban aquella tierra mágica.

Liessel palmeó el lomo de Jazeira y sonrió mientras pasaba junto al claro de las celebraciones, a orillas del lago Elune´ara, dejando que las sombras que proyectaban los árboles dibujaran extraños diseños en su piel. Había gente conocida allí, viejos compañeros que descansaban en aquel remanso de paz antes de retornar a la batalla y al árido mundo exterior, y saludó aquí y allá con un leve gesto de reconocimiento antes de proseguir su camino. Más allá, en el primer desvío del camino, estaba Trisaga.

En todo el tiempo que se conocían, que se remontaba ya a varios años, la joven no había cambiado nada, eran los mismos ojos curiosos que la miraban ávida de nuevas historias aquella vez en el templo, diez años atrás, el mismo gesto amable, la misma trenza gruesa como una serpiente de plata, la misma sonrisa que le había hecho entender la primera vez que acababa de encontrar uno de los fragmentos perdidos de su alma, si hacía caso de las leyendas de los elfos. Liessel detuvo la yegua junto a la joven sacerdotisa y sonrió desde la altura.




- Veo que ya te dejan calzarte- dijo al ver las discretas botas que llevaba la joven. Trisaga sonrió con timidez y se miró las puntas de los pies.

- La Suma Sacerdotisa dice que he servido bien a Elune.- alzó el rostro para mirar a su amiga- ¿Qué tal el viaje?

Liessel desmontó de un salto y se sacudió la ropa.

- Largo, como siempre, sobre todo si sé que tu me estás esperado al final.

Trisaga sonrió de oreja a oreja.

- ¡Sobre todo si pasas la noche con un hombre y no duermes nada!

Ambas rompieron a reir y se fundieron en un cariñoso abrazo.

- Es bueno verte de nuevo, Trisaga.- susurró Liessel- Gracias, por todo, por siempre, gracias...

La sacerdotisa murmuró una bendición en darnassiano y se inclinó en una cortés reverencia. Liessel devolvió el saludo inclinándose con las manos juntas contra el pecho, y dio las gracias por la bienvenida en la lengua de los elfos, que tanto tiempo atrás había aprendido.Trisaga cogió las riendas de la yegua y palmeó con cariño el morro del animal.

- ¿Quieres ir primero a casa a dejar todo?- inquirió sacándo de su bolsillo unas extrañas bolas que Jazeira comió con fruición.

Liessel asintió.

- ¿Quieres montar conmigo?

La sacerdotisa negó amablemente con la cabeza y sonrió con dulzura.

- Debo aprender a caminar por mí misma, a sentir el suelo bajo mis pies. No me estará permitido montar hasta dentro de mucho tiempo, Liss, ya lo sabes.

La mujer humana asintió y descargó su bolsa del caballo.

- Entonces iremos andando.

Caminaron con paso tranquilo deleitándose en la calma del lugar. Liessel escuchó durante el camino la dulce voz de Trisaga hablando de como todo su clan se había reunido para el Festival Lunar y como la Suma Sacerdotisa de su Orden le había permitido abandonar el templo para rendir culto a los ancestros.

- A veces creo que es Elune encarnada- dijo la sacerdotisa en una ocasión, respecto a la Suma Sacerdotisa- tiene tantos rostros como la Diosa.

Trisaga le habló de su familia, de como su padre había tomado la posición de patriarca en el clan y ahora cuidaba de todos, proveyéndolos de todo lo que pudieran necesidad sin mimarlos en exceso. Al oir a Trisaga hablar de él con tanta veneración, Liessel imaginó a un elfo solemne, arrogante, severo pero dondadoso, un auténtico líder. Todos se habían reunido para el Festival en Amparo de la Noche, y eran tantos que la gran casa del padre de Trisaga estaba a rebosar y no cabía ni un alma más.

- Pero puedes quedarte en la posada, pedí que te guardaran una habitación por si decides hacer noche aquí. ¡Ahora hablame del mundo, Liss!

Y Liessel habló de Azeroth, de sus gentes y sus lugares, a una Trisaga carcomida por la curiosidad desde que tenía prohibido abandonar Darnassus salvo por asuntos de máxima importancia y celebraciones. Cuando habló de la Cuna del Invierno, la joven sacerdotisa alzó la mirada hacia las montañas del este y suspiró, tratando de entender que los parajes de los que hablaba la hermana de su alma estaban solo al otro lado de aquel gigantesco muro de tierra y piedras.

- ¡Algún día yo también iré a esos lugares, Liss!- exclamó, y añadió con timidez- Cuando la Suma Sacerdotisa diga que estoy preparada...

Liessel lanzó una carcajada divertida y rodeó a Trisaga con un brazo mientras caminaban.
Como bien había dicho Trisaga, Amparo de la Noche estaba atestada de gente y de música. Allá donde mirara, los elfos reían, cantaban y bailaban vestidos con sus elegantes trajes de fiesta, y tal era su alegría que Liessel se vio enseguida contagiada por su ánimo y comenzó a canturrear aquellas canciones llenas de misticismo de las que no entendía ni la mitad de la letra. No tardaron mucho en dejar las cosas en la posada y de nuevo regresaron a la quietud del camino, aunque esta vez su charla fue mucho menos festiva y sí mucho más solemne.

- Mi prima es una druida poderosa, Liss, ha accedido a verte porque yo se lo pedí, pero hace años que decidió no volver a tener contacto con los humanos y vive en el Robledal desde entonces, con su hija. Ahora es una de las druidesas más reconocidas del culto. La chiquilla es una mestiza, como Arestes, y la niña de sus ojos. Mírala, ahí está.

Trisaga señaló a una niña elfa que esperaba en el desvío al Santuario de Rémulos. Tenía el cuerpo delgado como un junco y unos hermosos ojos verdes como la espesura que les rodeaba, y el cabello del mismo tono plateado que Trisaga, y corrió hacia ellas en cuanto las vio doblar el recodo del camino.

-¡Amarnä!- exclamó Trisaga corriendo a su encuentro, y cuando la alcanzó, la rodeó con los brazos y la alzó en el aire para dar vueltas con ella como si ambas fueran chiquillas. Cuando dejaron de girar, ambas con las mejillas arreboladas y la respiración agitada, la niña sonrió timidamente a Liessel, quien pareció de pronto recordar algo.

- ¡Tú me diste los dulces festivos!- exclamó- ¡Ya te recuerdo!

La niña asintió, visiblemente complacida de que una extranjera la recordara, y susurró algo al oído de Trisaga, que asintió.

- Tiene un don especial- dijo la sacerdotisa- y ve los fragmentos de las almas rotas. Cuando te vio, supo que eras mi hermana.

Liessel miró a la niña, una hermosa criatura que mezclaba en su rostro los rasgos afilados de los elfos y la solidez de un rostro humano. Esta debía ser la sobrina de la que había hablado Trisaga.

- ¿Dónde está tu madre, Amarnä?- inquirió la sacerdotisa. La niña señalió hacia la arboleda tras el Santuario.

Liessel buscó en su bolsa y le dio a la niña un núcleo de elementos que había recogido el día anterior en Roca Negra. La muchacha la cogió agradecida y salió corriendo en dirección al Santuario mientras Liessel y Trisaga caminaban tras ella mucho más tranquilas.

- Cuando la vi en Amparo de la Noche el otro día, supe que había algo en ella que me resultaba muy familiar- dijo la humana mientras seguían el camino.- Sois muy parecidas, Tris.

Trisaga asintió complacida.

- Mi madre y la madre de Finarä son hermanas.

Llegaron a la entrada del Santuario, donde dos centinelas custodiaban la arcada de acceso. Liessel no esperó instrucciones, sino que sacó sus dagas de las fundas y las metió en la mochila, y lo mismo hizo con el calzado. Trisaga asintió con aprobación y ambas entraron en el Santuario.

El Guardian Rémulos permanecía erguido allí, como una gigantesca escultura custodiando el Roble Sagrado, aquel maravilloso árbol con forma de mujer. Liessel miró los rasos perfilados en la corteza y supo que estaba mirando directamente al rostro de la Diosa. Sintió una poderosa sensación de reverencia y se inclinó ante el árbol en señal de respeto antes de seguir a Trisaga. La joven sacerdotisa se había detenido unos metros más adelante, en el robledal, junto a Amarnä. Liessel se reunión con ellas y Trisaga le hizo señal de guardar silencio antes de inclinarse sobre Amarnä para susurrarle algo al oído. La niña asintió y se deslizó entre los robles hasta desaparecer en la espesura.

- Ha ido a buscar a su madre- susurró Trisaga a Liessel- Solo ella tiene permiso para interrumpir la meditación de Finarä.

Liessel asintió, consciente del privilegio del que estaba a punto de ser objeto, y ambas guardaron silencio hasta que de entre la espesura del robledal surgió una elfa tan hermosa como la luna, con cabellos de plata y ojos de miel, de gesto altivo y andar regio. Vestía una túnica sencilla de antelina en los tonos de la tierra y llevaba hiedras trenzadas en el cabello. Sus pies descalzos caminaban como si cada paso besara el suelo y Liessel supo que, ahora sí, estaba viendo a Elune encarnada. La mujer se detuvo ante ellas y se inclinó con solemnidad ante Trisaga, que respondió al saludo con reverencia, y ambas intercambiaron algunas palabras en Darnassiano antes de que la druida se volviera hacia Liessel.




- Te conozco, Mush´al an an fandu.- dijo, y su voz era el trino de mil ruiseñores y el murmullo del arroyo- El viento me dijo que vendrías.

Liessel juntó las manos y se inclinó ante ella, sobrecogida ante aquella hermosura y solemnidad.

- Es un honor que hayas aceptado verme, Venerable Hija del Roble.- respondió en un darnassiano simple, sin pretensiones. Casi le parecía una herejía hablar en común en aquel sagrario...

Se adentraron en el robledal en silencio, dejando que los grandiosos árboles se alzaran como las columnas de una catedral hacia el cielo. Amarnä caminaba junto a su madre y Liessel se dio cuenta de que la niña se parecía más a Trisaga que a Finarä. La sacerdotisa cogió la mano de la hermana de su alma y la estrechó entre las suyas para infundirle ánimo. Llegaron entonces a un pequeño claro en mitad de la espesura, en el centro del cual había un gran roble que pese a estar agrietado y hueco el tronco, tenía retoños verdes en sus ramas. Un milagro.

- Este es Vesperion.- dijo Finarä con voz tan sosegada como las aguas de Cuiviennen- Él ve el interior de las personas, de sus almas. Él ve y habla conmigo, y solo yo entiendo el Lenguaje del Roble. Desvístete.

Liessel obedeció sin decir nada, y fue entregando su ropa a Trisaga mientras Finarä se desprendía de la túnica. La humana se sintió pequeña y desgarbada en comparación con aquella espléndida desnudez. Sus cicatrices de pronto se le antojaron grotescas, pero la druida puso una mano en su hombro y de pronto su inquietud desapareció. Liessel intentó mirarla a los ojos, pero de pronto Finarä retiró la mano como si ardiera y apartó la mirada.

- Entra conmigo.- dijo, y ambas desaparecieron en el interior del tronco hueco.

Dentro estaba oscuro y de un pequeño pebetero brotaba el humo de algunas hierbas aromáticas que ardían. Liessel sintió el escozor en los ojos pero supo de inmediato que aquellas hierbas tenían algunas propiedades místicas. Se sentaron en el suelo.

- Respira hondo- dijo Finarä con aquella voz de campanas, y Liessel obedeció. Inmediatamente sintió la respiración ligera y un mareo sutil.- Deja que Vesperion entre en tu alma. Respira hondo.

De pronto todo se volvió turbio y sintió que los pulmones le ardían. La sensación de asfixia era tan intensa que se sacudió y pataleó intentando liberarse de unas manos que no existían. Intentó gritar para pedir ayuda, pero la voz se le ahogaba en la garganta. Los ojos le lagrimeaban tanto que apenas veía nada en aquella penumbra y algo en su mente le dijo que tal vez fuera el efecto de las hierbas al entrar en contacto con la poción que había tomado aquella mañana. Trató de recuperar el aliento, pero los pulmones parecían a punto de estallar, solo podía sacudirse como una muñeca desmadejada, presa del terror, y sentir como poco a poco perdía la consciencia.

Oyó la voz de Finarä como un eco muy lejano y tendió las manos tratando de encontrarla, pero solo había vacío. Se fue hundiendo poco a poco en la negrura hasta que de pronto sintió una mano cerrarse entorno a su muñeca como una presa de acero, evitado que cayera. Poco a poco recuperó el aliento y el dolor y la asfixia se fueron desvaneciendo hasta dejar paso a una calma casi absoluta.

Respiró hondo como si no hubiera respirado en siglos y poco a poco la realidad volvió a construirse en torno a la mano que la sujetaba con fuerza: allí estaba el tronco hueco, y el pebetero con las hierbas. Sintió la hierba fresca bajo su cuerpo desnudo y de pronto se encontró mirando fijamente en los ojos dorados de Finarä. La elfa parecía exaltada, como si también ella hubiera sentido lo mismo.

- ¿Qué... qué ha pasado?- consiguió decir, tratando de incorporarse.

Finarä la soltó al ver que volvía en sí y la miró con una mezcla de desprecio, sorpresa y resignación.

Liessel se pasó la mano por la frente y se descubrió ardiendo. ¿Ya estaba todo? ¿Era aquello lo único que la Hija del Roble podía hacer por ella?

- ¿Qué has visto?- le preguntó a la elfa, poniéndose de rodillas, como un gato a la defensiva.

Finarä la miró en silencio y luego se puso en pie en toda su estatura. Su rostro volvía a ser aquella máscara insondable de rectitud y solemnidad.

- Estás maldita.- dijo, y salió del roble.

Fuera, la luz la cegó y Trisaga corrió hacia ella con gesto alarmado. También Amarnä parecía sobrecogida por lo que se había escuchado desde fuera, pero ella solo tendió a su madre la túnica y esperó con la mirada baja.

Trisaga se deslizó bajo el brazo de Liessel y la ayudó a ponerse en pie pues las rodillas le flojeaban, y con cuidado, la envolvió con la capa. Caminaron despacio y en silencio entre los robles durante una eternidad hasta llegar al lugar donde el arrollo formaba un pequeño remanso rodeado de rocas. Finarä se acercó a ella y se deslizó bajo su otro brazo para llevarla hasta el agua. Liessel sintió la mordedura helada pero aquello despejó su mente embotada y le devolvió una sensibilidad que no era consciente de haber perdido. Entre las dos elfas la sumergieron brevemente y al cabo de unos segundos, Liessel fue capaz de salir por su propio pie.

Estaba secándose con la capa bajo el sol cuando Finarä se sentó frente a ella con aquellos ojos dorados y la miró fijamente.

- ¿Por qué bebes veneno?- preguntó, pero Liessel sabía que ya tenía la respuesta.

Trató de mantener una mirada desafiante ante aquella elfa, pero de pronto la druida la sujetó de nuevo y la obligó a arrodillarse en el suelo. casi inmediatamente sintió las nauseas y se puso a cuatro patas para vomitar un líquido espeso y oscuro que humeó al tocar la hierba y desapareció. Trisaga retrocedió asustada, igual que Amarnä, que se refugió en los brazos, pero de pronto Liessel sintió que algo que estaba terriblemente mal había desaparecido de su cuerpo y supo que de alguna manera Finarä había hecho que su cuerpo expulsara el veneno que había ido ingiriendo.

- Yo no puedo curarte- dijo entonces la elfa- pues Elune te arrebató el Don como castigo por tu crimen.

Liessel sonrió con amargura, era lo que siempre había sabido y tampoco había tenido mucha fe en que nadie pudiera devolverle lo que había perdido. Se puso en pie lentamente y Trisaga miró confusa a su prima y a la hermana de su alma sin entender como podía haber terminado todo tan deprisa. Desconcertada, ayudó a la humana a vestirse de nuevo mientras Amarnä se sentaba junto a su madre.

Cuando estuvo vestida, Liessel se inclinó en respetuosa reverencia para darle las gracias, pero Finarä no parecía haber terminado. Rodeó con un brazo amoroso a su hija y miró a la humana con una mirada distinta, como si la evaluara.

- Quisiera poder ayudarte con esto, Mush´al an an fandu.- continuó- y si hay alguien a quién Elune escuche, esa soy yo...

Liessel la miró, perpleja ¿Acaso estaba aquella mujer diciendo que podía devolverle el Don? Finarä entrecerró los ojos y por un momento sonrió como un felino.

- Desde que hablaste a Dishmal de tu maldición,- continuó- ha venido a este lugar día sí, día también en busca de nuestra hija.- acarició el cabello plateado de Amarnä, deleitándose en el gesto desconcertado de Liessel, que se había quedado como clavada en el suelo.

- Te ayudaré si consigues que jure una cosa, Mush ´al an an fandu,-continuó con malicia- y he oído que puedes llegar a ser muy convincente...

Liessel se irguió con dignidad, encajando aquel golpe como los otros miles que el destino le había dado a lo largo de su vida. Asintió. Finarä se puso en pie despacio, con solemnidad, y de pronto ya no parecía descendida de los cielos o nacida de la tierra, sino una mujer como cualquier otra, una mujer con un alma y un corazón, una mujer que había amado y había perdido.

- Este es mi precio por ayudarte, Liessel -dijo, y la humana mantuvo la mirada a la elfa que se erguía ante ella, dispuesta a soportar un nuevo olpe del destino- Si consigo que engendres un hijo, él deberá olvidarnos para siempre a Amarnä y a mí, olvidar que existimos y que una vez nuestros caminos se cruzaron.

Finarä tendió la mano y la depositó en el hombro de Liessel. Murmuró unas palabras en un idioma que la mujer no conocía y de pronto todo a su alrededor comenzó a desdibujarse. Los árboles desaparecieron, convirtiéndose en columnas de piedra, y la hierba bajo sus pies, en frías baldosas. Reconoció el lugar: la abadía de Villanorte.

" Recuerda mi precio", dijo la voz de la elfa como un eco lejano, "Vuelve a mí cuando puedas pagarlo..."

***

Trisaga tomó con agradecimiento el cuenco con agua que Dremneth le tendía. Sentados en la cima de las colinas que rodean las Cavernas del Tiempo, contemplaban el desierto transcurrir bajo la luz plateada de la noche.

- La entrevista con Finarä fue el inicio de la bendición y la desgracia.

Tomó un sorbo y suspiró.

-Yo sabía que Finarä había tenido a Amarnä con un humano, pero por aquel entonces Liessel no me había dado el nombre de Dishmal. Para el mundo, él era solo un hombre más en la interminable lista. No convenía que se le reconocieran debilidades. Por eso mi sorpresa fue mayúscula cuando Finarä, haciendo gala de una crueldad inimaginable, le reveló la verdad. Al parecer, Dishmal también tenía secretos.

Sin embargo, pese a la revelación, Liessel no se hundió. Pero se negó en redondo a exigirle aquel precio a Dishmal: no podía hacerle renunciar a lo que ella ni siquiera podía acceder. Y continuó con el veneno. Fueron unos meses muy duros para ambos, como cuando Dishmal conoció los detalles del trato de Finarä, su precio. Estaba más que dispuesto a aceptarlo, por mucho que doliera, pero era ella quien no quería que lo aceptara. Al final, de algún modo, tras una noche de culpas y gritos, Liessel abandonó a Dishmal. Él creyó que pese a todo, ella había dejado de amarle, se hundió.

Pero en realidad, Liessel, peligrosamente encinta, volvió a Claro de la Luna para enfrentarse a Finarä. Lo que no había esperado fue la compasión de mi prima. Tampoco yo lo había esperado. Finalmente Finarä aceptó obrar su magia con Liessel sin demandarle ningún precio a cambio.

Finarä había sido una kal´dorei cosmopolita, que gustaba de los ambientes cortesanos y palaciegos, pero tras el nacimiento de su hija se había convertido en una eremita. Al principio fue solo una pose, gustaba del excentrismo de ser considerada una especie de oráculo entre los druidas. El Caer Visnu, una secta dentro del movimiento druídico, compuesto por kal´doreis antiguos, conocedores de oscuros secretos, y poseedores de una magia muy poderosa y desconocida, la toleró. El Caer Visnu hacía gala de un fundamentalismo agresivo: defendían la exclusividad del druidismo para los varones, pero Finarä era solo una mujer que jugaba a ser druida de modo que no le dieron importancia.

Lo que no sabían es que Finarä, contra toda sospecha, era mucho más de lo que parecía, y aprendió a utilizar la Magia Profunda, vetada fuera del Caer Visnu. Con su magia, ató el alma de Liessel al alma de Vesperion, el Roble Sagrado. Con ello, pretendía que la poderosa savia del árbol ayudara a fortalecer a Liessel para que pudiera conservar en el vientre el niño que portaba. Y funcionó. Meses después, aún dormida, Liessel dio a luz una niña. Una niña de cabello rubio e inmensos ojos verdes. Como los retoños verdes en las ramas de Vesperion.

Un milagro...