El camino al infierno XXX

domingo, 17 de abril de 2011

Los días que siguieron fueron días tranquilos, sumidos en una apacible rutina a modo de premio y descanso por los sucesos del último mes. Esta rutina discurría entre charlas banales e interesantes, tazas de te a media tarde y discusiones filosóficas y teológicas a la luz de la hoguera, o un concurso de réplicas mordaces con las que Bheril y Celebrinnir se desafiaban a conseguir perturbar el impretérito gesto de Iranion, ya fuera con un ceño fruncido, una mueca de desdén o una sonrisa furtiva.

Celebrinnir, por su parte, no podía sentirse más dichosa dadas las circustancias. Por primera vez desde que fuera enviada a Quel´danas en calidad de novicia del culto, no había disfrutado jamás de una compañía fraternal tan cercana y estimulante. Tampoco recordaba, en cualquier caso, que hubiera compartido aquella sencilla intimidad con nadie, tan solo con su padre cuando era una niña, o con Nevena en los años en que todavía ambas eran criaturas. Pero no era lo mismo, no tenía ni atisbo de comparación la alegría de una niña pequeña y despreocupada con la tranquilidad de espíritu y el optimismo de una mujer adulta que ha visto los rostros de la guerra y de la muerte y que pese a todo, puede sonreir. Iranion era para ella ese hermano que siempre había envidiado a Leriel, que había cautivado a Nevena conquistando así el corazón de su única hermana. Con su gravedad y solemnidad, siempre atento y de gesto serio, Celebrinnir sentía por primera vez lo que suponía, habían sentido en el pasado Leriel y Nevena, aquella cercanía en la distancia, todo lo cerca que él permitía estar. En cuanto a Bheril, siempre tenía una sonrisa bailándole en el rostro, alguna historia divertida que contar o sencillamente la amabilidad de una taza de te.

No les habló, sin embargo, de aquello que había sentido durante el ritual, ni de los temblores que todavía asaltaban sus manos, ni de las pesadillas. Tampoco de la tristeza que había anidado en su corazón. Sabía que aquellas circustancias les preocuparían y no quería romper aquel espejismo de paz, tan frágil como una pompa de jabón trémula en el aire. Sin embargo algo perturbaba la paz de su espíritu, una pregunta que temía formular y de la que temía la respuesta, pero que no podía olvidar. Tanto Iranion como Bheril se habían mostrado circunspectos a la hora de tratar los sucesos de los últimos días, como si tuvieran la verdad en la boca y la paladearan con la lengua, con un caramelo que uno no se decide a escupir. Corría el riesgo de que pronunciar aquella incógnita significara el fin del espejismo pero no era una niña pequeña que desea vivir siempre en su pequeño mundo de ilusión. Se encontraba más fuerte, podía pensar con claridad y empezaba a cansarse de aquella languidez y falta de actividad sabiendo que Abrahel seguía suelta por Azeroth.

Con eso en mente decidió al fin asentar los pies en el suelo y comenzar a planificar lo que sería a partir de entonces. Y una tarde, mientras tomaba el té en compañía de Iranion en el interior de la tienda, decidió que había llegado el momento.

Habían estado charlando de algún asunto banal cuando Bheril se asomó al interior de la tienda y dedicó una sonrisa a Celebrinnir, que sostenía su taza con las dos manos y soplaba un poquito para enfríar la infusión.

- Hola, Niré.- saludó poniéndose cómodo.- Ten cuidado no te quemes

- En ello estoy.- respondió ella devolviéndole la sonrisa.- Hola, Bheril

Celebrinnir dio un sorbo pequeñito de te de las islas y se estremeció de placer. Iranion miró a su compañero, que se asomaba tras uno de los mástiles de madera y suspiró. Nunca parecía participar de los juegos de sus dos acompañantes, aunque supieran a ciencia cierta que tras su rostro impretérito a veces incluso sabía sonreir.

- ¿Puedo hacer algo por tí?- inquirió Bheril cruzando los brazos sobre uno de los barrotes y apoyando la cabeza.

Ella levantó la vista de su taza sin prisa y le miró con una sonrisa tranquila que dirigió a ambos.

- Podríais decirme desde cuando lo sabíais y por qué no me lo dijisteis.

Bien, la pregunta estaba hecha. No sabía como reaccionarían, si se enfadarían o si rehuirían la respuesta. Ella no quería que lo tomasen como un ataque, de modo que puso toda su voluntad en permanecer tranquila. Como había supuesto, Bheril negó incómodo con la cabeza.

- Iranion notó algo... pero no estaba seguro.- dijo, como si no quisiera contar algo que no le correspondía a él.

Para su sorpresa, Iranion también habló, tranquilo.

- No sabía lo que era- explicó- Noté algo y quise que el paladín lo comprobase.

No parecía una evasiva, ni tampoco una mentira. Las marcas de su rostro permanecían tranquilas, de modo que tampoco estaba tenso. O decía la verdad o era un mentiroso formidable. Asintó lentamente, por ahora iban bien. Formuló la siguiente pregunta con el tono más casual que pudo conseguir.

- ¿Y qué va a pasar ahora?- preguntó, dando un segundo sorbo a su taza de te.

Iranion se puso en pie para estirar las rodillas y sacudió con desinterés su pantalón.

- He avisado a Leriel- dijo- quiero que te consiga un permso para que puedas recuperarte con tranquilidad en la Grada Arúspice.

"No, un momento".

No podía recurir a la Grada Arúspice, no después de haber desertado de sus filas para unirse a los Aldor. Celebrinnir frunció el ceño, deseando que lo que se temía no estuviera sucediendo en realidad.

- ¿Y vosotros?

Fue tan sutil que podría haber parecido casual.

- Vamos a hacer que ese demonio desee haberse quedado en el Torbellino.- había incluso el punto justo de rabia en su voz.

Estaba sucediendo.

- ¿Solos?- preguntó tal vez demasiado deprisa, pero también él asintió demasiado deprisa. Había estado esperando aquella pregunta.

"Ah no, Iranion. Esto no funciona así."

- Quiero ayudar.- sentenció ella con firmeza, alzando el mentón.

Si era cuestión de orgullos, Iranion le llevaba décadas de ventaja. Echó los hombros hacia atrás, irguió la orgullosa frente en una estudiada pose de autoridad y sus ojos relampaguearon.

"No te atreverás.."

- Lo harás desde aquí.- se atrevió- Quiero que te quedes con Leriel. Si necesitamos tu ayuda, te la pediremos.

Su tono fue la réplica exacta del que había visto de niña que usaba con Leriel cuando no deseaba que se le discutiera una decisión. Fue como una bofetada en la cara. No, peor. Como una azotaina. La indignación ascendió desde su estómago y le mantuvo la mirada con firmeza pero rabiando por dentro. La temperatura en la tienda descendió algunos grados.

"Relájate, Niré"

Bheril, tal vez más consciente de lo que sucedía más allá de las palabras y evidentemente incómodo, apretó los dientes y se volvió hacia Iranion.

- Um..- carraspeó, dubitativo, haciendo una inclinación cortés hacia Celebrinnir- ¿Nos disculpas un momento?

La voz de Bheril le obligó a apartar la mirada. Dio el sorbo de te más casual que se hubiera dado en el mundo de la diplomacia internacional.

- Claro.

Casi arrastró a Iranion fuera de la tienda. Les oía susurrar, pero no distinguía las palabras. Podía oir el tono más conciliador de Bheril, al que respondía terquedad de Iranion. Casi podía adivinar lo que decían: Bheril intentaba convencerle de que recapacitara su decisión e Iranion se negaba en rotundo a cualquier replanteamiento, aduciendo las causas de la tan manida culpa. Apretó los dientes, sus manos apretaron la taza que sujetaban hasta que el té comenzó a temblar en ondas en el interior. No podía ser verdad, no podían estar pensando en dejarla allí ¡No era una criatura que pudieran dejar de lado con la excusa de su propio bien!

Cuando volvieron a entrar, Bheril trataba de parecer impasible e Iranion se irguió cuan alto era, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada altiva.

- ¿En qué crees que puedes ayudarnos?- inquirió, como si fuera un instructor evaluando el nivel de un aprendiz. La temperatura de la tienda bajó todavía unos grados más.

"No puede ser verdad"

No quería sonar tan fría, pero el orgullo había brotado de nuevo del cuarto trastero de su alma.

- Soy sacerdotisa de Belore por derecho propio desde hace casi cien años.- enunció despacio, con cuidado, por si hubieran pasado algo por alto, mirando a los ojos a Iranion y sin dejarse arredrar por su arrogancia- He servido a la Luz desde que era una niña y hasta alcanzar uno de los rangos más altos entre los Aldor, pese a ser una sin dorei, al servicio de los Sha´tar. Soy maestra en el combate con varias armas y con la Luz. Combatí en Quel´danas con el Sol Devastado hasta la recuperación de la Fuente del Sol. He pasado largos años estudiando a la Legión Ardiente en las bibliotecas más antiguas del mundo conocido, su origen, sus fortalezas, sus debilidades y luchando contra ella en el Valle de Sombraluna y en la Península del Fuego Infernal. Estoy al cargo de tres destacamentos de purificación del Templo de Karabor y , por encima de esto, Belore me ha encontrado digna de mantenerme en este mundo y con sus dones pese a mis flaquezas ¿Y tú me preguntas cómo puedo ayudar?

El gesto de Iranion era de pura obstinación.

- Te lo estoy preguntado.

El suspiro de Bheril fue audible para todos. Celebrinnir entrecerró los ojos, decidida a no dejar que su desdén la dejara en evidencia.

- Tengo el conocimiento y la fuerza necesaria para devolver a esa puta al vacío abisal.- insistió- No sois los únicos con cuentas pendientes con ella.

Iranion negó con un gesto breve y conciso. Los argumentos chocaron contra su arrogancia como si fuera un escudo invisible.

- No.- rotundo- Si quieres ayudarnos lo harás desde aquí.

"No puedo creerlo"

Pero la comprensión se abrió paso en su mente y sus ojos se estrecharon. Inspiró.

- Vais a dejarme aquí diga lo que diga.- dijo, y no era una pregunta.

Pensó que Iranion volvería a sentenciar alguna de sus verdades inamovibles, pero fue Bheril quien dio un paso al frente y la miró con gesto suplicante. No, ni siquiera eso. También él intentaba que la niña pequeña entendiera la lección.

- Niré ¿Cómo te ha ocurrido esto? - inquirió.

"Ah, tu también, Bruto, hijo mío".

- Yo no sé nada de la Legión Ardiente,- continuó el guerrero, gesticulando con las manos- solo sé luchar. Tú has participado en el combate y la purificación de Karabor, y a pesar de todo lo que eres y de... te han tocado. Y al tocarte a tí, ha sido como si golpearan nuestras piernas. Si tocaran a mi hermana... no sé de qué sería capaz. Y a partir de ahí vendrían los errores. Para que podáis ayudarnos, necesitamos que ante todo estéis a salvo y nos apoyéis, en tu caso, con el conocimiento y la sabiduría de tu experiencia. ¿Puedes garantizar tu propia seguridad si vienes con nosotros?

Celebrinnir miró con descaro las marcas verdes y ahora relampagueantes en el rostro de Iranion.

- ¿Podéis vosotros garantizar la vuestra?

Fue Iranion quien respondió esta vez.

- Sí, podemos.

"Ya, claro"

- Yo puedo garantizar la suya.- de nuevo la traición de Bheril.

No, no traición. Su lealtad.

- Nos hemos enfrentado a ella- continuó Iranion sin descruzar los brazos- y hemos salido íntegros. Está buscando a aquellos que nos importan para golpear. Porque en un enfrentamiento no se atreve a dar la cara aún. Si te expones, eres un objetivo, y va a seguir intentando tocaros a ti y a todo lo que nos rodea, por eso queremos que permanezcáis aquí. Porque centrados en vosotros no podemos darle caza y terminar con esto de una vez.

"Ah, ahí está"
- Bien - asintió lentamente para sí, comprendiendo.- Ya lo has dicho.

La rabia descendió de nuevo por su estómado y se quedó allí, convertida en un bloque de hielo.

"Así hablaba el hierro al imán: Te odio más que a nada, porque atraes sin ser demasiado fuerte para sujetar".

- Tu puedes ayudarnos mucho, Niré, ya lo has hecho- continuó Iranion- Sin tener que abandonar la ciudad...

"Se desvanece la magia. Ya no deseo volar, vuelvo a echar raíces en la tierra que conozco."

Celebrinnir alzó una mano pidiéndole silencio.

- Déjalo, Iranion, ya has dicho lo único que podías decir.- dejó la taza de te ya frío en el suelo- Ahora necesito descansar.

Fue Bheril quien, para su dolor, tomó la palabra.

- No seas manipuladora. Si quieres venir, demuestra que puedes y no vas a ser un estorbo.

No podía ser verdad, sencillamente no podían estar dándole la espalda de aquella manera.Negó con la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo, las excusas tan frágiles, tan baratas...

- No, Bheril- suspiró- Ya ha quedado bastante claro que esto queréis hacerlo solos y que cualquiera que quisiera ir con vosotros sería un estorbo, independientemente de sus capacidades.

Bheril contuvo un gesto de exasperación.

- No se trata de tus capacidades, se trata de que eres un objetivo y esas capacidades no han impedido que te pase lo que te ha pasado. Niré, razona más allá de la vehemencia de tu corazón.

Tuvo que apartar la mirada, no podía soportar sus reproches.

- No se trata de que queramos. En esta situación, lo que uno quiera importa bien poco. Se trata de lo mejor par atodos los implicados. Eso es lo que buscamos. No se trata de... excursiones ni estupideces del estilo. Ni siquiera de confianza.

"Ha vuelto el tiempo de la fría razón, nada me perturba."

Iranion dio un paso al frente.

- Puedes ayudarme mucho, Niré.- sus palabras sonaban a sentencia- Eres sacerdotisa, puedes ayudarme a... a fortalecerme ante ciertas cosas... Pero no me pidas que te lleve, no me ayudarías con eso... me debilitarías. Aquí me fortaleces... y puedes fortalecerme por lo que ha de venir.

Celebrinnir apretó los dientes, sin atreverse a mirarle a los ojos para que no delataran el dolor que le inflingían sus palabras. Bheril suspiró y salió de la tienda sin decir nada más. Ella siguió mirando por una ventana que no existía, dignamente, con las manos descansando sobre el regazo.

Iranion dejó escapar un suspiro impaciente y decepcionado.

- Será mejor que descanses , mañana hablaremos.

Abrió la lona y entonces le llegaron las palabras, flotando desde los labios fríos de Celebrinnir.

"Ya no pediré nada especial de ti. Y no soñaré contigo, ni te recordaré apenas."

- Tu padre estaría orgulloso de tí.

Le vio detenerse acusando el golpe y sintió un deje de satisfacción y una punzada de culpabilidad, pero cuando recobró el movimiento y dejó la tienda, la lona se cerró tras de él con la gravedad de un telón.


Fin del acto primero.

"Si me necesitas, ya sabes dónde estoy: los árboles no caminan"

El camino al infierno XXIX

jueves, 14 de abril de 2011

Era de noche en Shattrath y la primavera en Terrallende era tan cálida como en Azeroth, a pesar de sus varias lunas y el éter tornasolado que cruzaba el cielo cuajado de estrellas. Había pasado apenas un día desde que finalizara el ritual, habían quemado todas las mantas y la ropa de Celebrinnir, había tirado abajo la tienda y vuelto a montarla y ahora estaban sentados fuera, junto a su pequeña hoguera, mientras Celebrinnir descansaba en el interior.

- ¿No se supone que la fe protege a los que creen en... en cosas, contra los demonios y eso? - preguntó Bheril, lanzando una piedrecita al fuego y sacudiendo la cabeza con incomprensión- Es injusto.

Iranion tenía las piernas flexionadas y los brazos apoyados en las rodillas. Mantenía la mirada fija en el fuego y no se volvió hacia su amigo para responder.

- No soy sacerdote. No sé responder a eso.- dijo en voz baja- Es injusto que le haya ocurrido a ella. La fe... Supongo que nos sostiene, pero no nos inmuniza. Es injusto que pague por mis errores.

- Sostiene, ya - Bheril chasqueó la lengua con escepticismo.- Lo que le ha pasado es una burla a la dedicación de alguien que... que ha defendido la elección que hizo para su vida con honestidad. Eso dijo ella ¿Recuerdas? Es la vida que he elegido... Si yo fuera un dios, no permitiría que aquellos que se entregan a mí pasaran por esto.

Suspiró al fin e hizo un gesto con la mano, inclinando la cabeza en señal de disculpa por si lo que acababa de decir era una blasfemia o algo parecido, pero Iranion no pareció notarla si es que existía.

- Belore bendice, pero intercede- sentenció.- Así nos hace fuertes.

Otra piedrecita en el fuego.

- A eso yo lo llamo no mojarse- renegó y se incorporó para recoger la tetera que se calentaba al fuego con ayuda de un palo.

- Por eso hemos sobrevivido a tanto.- continuó Iranion frunciendo el ceño- Los que mueren bajo su bendición encuentran la paz junto a Él. Los que viven, lo hacen fortalecidos por su Luz. Él mismo es la representación de... la regeneración, la superación. Es la inspiración. La acción está en nuestras manos.

Bheril rellenó con cuidado dos tazas de té. Una era de metal abollado y con rozaduras. La otra, de porcelana pintada. Tendió la más fina a su jefe y compañero. Iranion la tomó con elegancia y el gesto relajado tras varios días todavía sobrecogido por lo que había pasado.

- Cada uno elige en qué creer, supongo.- concedió Bheril volviendo a sentarse con la taza entre las manos- O no creer en nada, o hacerlo solo en uno mismo. Pero creo que Niré no ha dedicado su vida a un símbolo abstracto o a una teoría filosófica... o a un ideal de superación. Si no, le daría igual llamarlo Belore que Señor Manuel.

Tras dar un sorbo a su taza, Iranion alzó una mano para indicar que quería apuntar algo a la declaración de su amigo.

- Ha dedicado su vida a Él y todos nosotros sabemos cuales son las recompensas y qué cosas solo están en nuestras manos.- declaró con gravedad- El mudno sigue siendo el que es, yo no soy quien para juzgar por qué los dioses han permitido ciertas cosas ni qué papel jugamos. Recibir la Bendición de su Luz es algo a lo que la gran mayoría no podemos ni aspirar... Él nos enseña, pero el camino es nuestro, las personas como Niré nos hacen llegar su luz a todos... Y cuando ha llegado el ocaso,  ni ellos se han podido salvar de la noche, como tampoco Él lo hace.

Bheril escuchó sus palabras con el gesto serio y la mirada fija en las llamas, reflexiva. Durante unos segundos solo se escuchó el crepitar del fuego y el cantar de los grillos en la noche, como si su mente divagara a cientos de leguas de allí.

- Entonces- preguntó al fin- ¿Qué diferencia hay entre él y nosotros?

Iranion suspiró.

- Él es un dios.- explicó- No conozco a nadie que pueda iluminar el cielo ni hacer crecer las semillas. Pero si conozco a quien porta su Luz en la mirada. Bendecido o no.

Bheril abrió la boca como si fuera a decir algo, pero pareció pensarselo mejor y la volvió a cerrar. Apretó los dientes y dio un largo sorbo a su taza. Iranion no pareció percibir el gesto y continuó.

- Creo que hace lo posible por hacernos llegar Su Gracia... y que al final del camino podamos reunirnos con Él. Pero en este mundo de materia, todo queda en nuestras manos.

- Supongo que quieres decir.- interrumpió Bheril, pero cerró los ojos y negó con la cabeza- No, olvídalo.

Iranion dio un trago a la taza y se volvió hacia él, los ojos le brillaban con intensidad.

- ¿Qué... qué querías decir?- inquirió.

Su compañero se encogió de hombros.

- Nada... no debería comportarme así.

- ¿Así cómo?

Bheril resopló brevemente. Tiró otra piedrecita al fuego.

- No quiero ofender tus creencias- dijo- Lo de Niré me ha molestado.

Las runas de Iranion se iluminaron más intensamente, frunció el ceño.

- Lo de Niré no es culpa de ningún dios.- afirmó con fatalismo.


***

Celebrinnir abrió los ojos, traída de vuelta por las voces que provenían del exterior, un tanto desorientada. Reconoció entonces las voces y se tranquilizó. Suspiró al orientarse y escuchó con atención.

- No es culpa suya, desde luego.- decía Bheril, estaba tranquilo pero parecía frustrado- Ni tuya, pero... ¡Demonios! O belore no existe o no tiene corazón ni vergüenza, es un ser pasivo, un.. un... modelo de inspiración como podría serlo un árbol bonito o un condenado pájaro azul ¿Y qué maldito sentido tiene adorar a eso?

Recostada entre los cojines y al resguardo de las miradas, Celebrinnir arqueó una ceja roja como el pelaje de un zorro.

"¿Blasfemando en la Ciudad de la Luz, Bheril?" dijo para sí con una sonrisa.

La voz de Iranion denotaba impaciencia.

- Es el Sol, Bheril, - dijo - No es un pájaro ni un árbol bonito. Ni tú, ni yo, ni nadie estaríamos vivos de no ser por él.

- El sol debería brillar para todos- protestó Bheril- O para nadie...

Celebrinnir esperaba una intervención exasperada de Iranion y no se hizo esperar, aunque con un tono calmado que le sorpredió.

- Y brilla para todos- insistió- pero lo que ocurre bajo su calor solo es responsabilidad de los vivos, de lo que hacemos con nuestro hálito...

La voz de Bheril llegaba indignada, respetuosa e inevitablemente blasfema.

- Es una piedra ardiendo, no tiene conciencia. El no intervencionismo divino es una excusa sensacional para justiciar las desgracias que se suceden en un mundo en el que...

- No estoy justificando nada.- intentó atajarle Iranion, pero Bheril no le dejó seguir.

- ... en el que todo termina siendo una suma de irónicas casualidades o tropezones más o menos contenidos. No hay derecho a que los Aldor hagan lo que han hecho. No hay derecho a que los Sha´tar hagan lo que han hecho. No hay derecho a que Belore, la Luz y... todos los malditos dioses injustos...

Las palabras se le enredaron en los labios con su apasionamiento y se calló. Estaba enfadado, aunque su voz fuera cálida y Celebrinnir sintió que su indignación la conmovía. Ah, Bheril, Bheril...

- No, no lo hay- llegó la voz tranquila y paciente de Iranion como un susurro- Todo está en nuestras manos. Antes pensaba que se me había castigado... que todo era una burla del destino. Y se me ha castigado, me he castigado con mis acciones, y cuando he caído me han llegado bendiciones de las que soy absolutamente inmerecedor.

"Eso es mentira" pensó con rabia Celebrinnir.

- Creo que en este mucho hay muchas fuerzas disputándose nuestras almas y no sé las reglas del juego, Bheril- continuó él-  pero hace lo que puede por que encontremos el camino.

Bheril dijo algo, pero había empezado a hablar en voz muy baja y lo que llegó hasta ella era una frase incompleta.

- ... Que me digas... que todo está en manos de uno... o que el sol brilla para todos, que tenga que ver a Niré así... que tenga que verte a TI así...

- Eso tiene que ver conmigo- sentenció Iranion con aquel tono de penitente resignado que empezaba a ser patéticamente frecuente en él y que no admitía réplica- No con Belore, ni con nadie más...

También Bheril detectó que estaba en un callejón sin salida en cuanto Iranion ostentaba su culpa como argumento y no insistió. El silencio que reinó a continuación destilaba una tensión incómoda y violenta. Desde el interior de la tienda, Celebrinnir se aseguró de que no había nada de beber a mano y se lanzó al salvamento de aquel desencuentro junto a la hoguera.

El camino al infierno XXVIII

Rodrith dejó escapar un gruñido a causa de la intensidad del Fuego Blanco del que no apartaba las manos.

- ¡IRANION!- bramó ¡SÁCALA DE AQUÍ YA!

Desorientada y embargada por un desasosiego que no entendía, Celebrinnir vio a Iranion entrar en la tienda sin perder un momento, un soldado presto a entrar en combate ¿No había terminado todo ya? Sin mediar palabra, Iranion se agachó a su lado y recogiéndo las mantas sobre las que yacía, la alzó en brazos y la estrechó contra su pecho. Celebrinnir vio su cabello blanco alzarse como si flotara, y el modo en que apretaba los dientes. Las runas en su rostro parecían incluso más aberrantes en aquel aura blanca que bañaba el interior de la tienda y Celebrinnir supo que el dolor debía ser atroz.

No intercambiaron palabras, Iranion abandonó la tienda raudo y solo se detuvo cuando estuvo a varios metros en el exterior. Un estallido pequeño y desagradable provino del interior y Celebrinnir se encogió reprimiendo un gañido. Supo que había terminado. La incosciencia tiraba de ella, pero no quería desaparecer ahora, exhausta y empapada en sudor como estaba. Luchó por mantener los ojos abiertos, por saborear todavía el sabor agridulce de aquel triunfo. Los brazos de Iranion la rodeaban con fuerza y podía ver, entre nieblas, como sus labios se movían sin cesar, rezando. Sabía que Bheril estaba allí, tan sobrecogido como Iranion, pero no tenía fuerzas siquiera para volverse y mirarle. Se limitó a recostar la cabeza contra el pecho de Iranion, exhausta.

- Lo hice- susurró- lo hice, Iranion.

Él apoyó la frente sobre su cabeza con un leve gesto de alivio que no corresponía con la tensión con que la apretaba contra su pecho.
Su voz, cuando le habló al oído, reflejaba dolor y un matiz de orgullo.

- Lo has hecho.- dijo.

Fuera de la tienda, el universo había continuado su rutina despreocupadamente, ajeno a lo que había sucedido en aquel rincón oscuro de los bajos fondos. A´dal, sin embargo, había demostrado que nada escapaba a su atención entre los muros de la Ciudad de la Luz, y mucho menos la lucha de dos almas bendecidas contra la corrupción de la oscuridad. A medio camino de la inconscienca, Celebrinnir quiso preguntar a Iranion si también él había escuchado su canción, pero entonces la lona de la tienda se abrió y de ella salió Rodrith albagrana, arrastrando una bolsa de arpillera cargada con los deshechos. Estaba despeinado pero no parecía cansado, y se había vuelto a poner la armadura y el tabardo. El aura en él resplandecía con fuerza, aunque ya no era la llamarada blanca que había sido durante el ritual. Sus ojos ya no destellaban: el licor dorado de la luz era casi translúcido, pero no  cegaban.

- Voy a quemar la basura.- dijo, deteniéndose frente a ellos.-  Yo soy bastante escrupuloso, quemaría los cojines, la tienda y la ropa que lleva Celebrinnir, pero es más una cuestión de gustos que otra cosa.

Iranion miró a Rodrith y asintió. La emoción había logrado por fin asomar a su rostro y le brillaban los ojos con intensidad.

- No hay peligro- continuó Albagrana haciendo un gesto con la cabeza hacia la tienda- Está todo como una patena.

- Gracias.- respondió Iranion con la voz contenida.

El elfo quitó importancia al caso con un gesto casual.

-No hay de qué.- Entonces se enderezó como si hubiera recordado algo- Coño, la maza.

Volvió a entrar a la tienda y salió amarrando la maza a su cinturón.
Se acercó entonces a Celebrinnir, que se aferraba a la consciencia con toda su fuerza de voluntad aunque el agotamiento mermaba sus fuerzas.

- Vendré mañana a ver como estás ¿Vale, tía dura? - le dijo guiñándole un ojo- Lo has hecho muy bien.

Quería darle las gracias, bendecirle por el don que había vertido sobre ella, por el regalo que le había hecho. Pero no tenía fuerzas siquiera para hablar ya, de modo que le dedicó un parpadeo más largo de lo habitual y él lo entendió, devolviéndole una sonrisa satisfecha.

- La Luz os guarde.- se despidió, y Celebrinnir apreció aquel deseo en toda su magnitud.

- Belore esté contigo.- fue la formal respuesta de Iranion, descargando al fin la tensión que le atenazaba los hombros.

El cruzado se alejó con el tintineo de su armadura, arrastrándo el saco con los restos del ritual. Cuando Iranion se volvió para verle marchar, Celebrinir se sorprendió de no ver dos poderosas alas de luz brotando de su espalda. Permanecieron así durante una eternidad, en silencio y Celebrinnir se solazó en el abrazo de Iranion, ahora exento de toda tensión y temblando de alivio.

Por fin aquella pesadilla había terminado, no había más corrupción e Iranion no la había apartado de su lado. La Luz que Rodrith Albagrana había derramado sobre ella y que había acuchillado su carne había sido al mismo tiempo bendición y penitencia y había dejado su cuerpo tembloroso, exhausto y resplandeciente de pureza. Por eso no dijo nada de la desesperación de la criatura, ni de su miedo ni su desamparo, ni de como había llorado por ella cuando había mandado todo su odio para herirla, ni de las palabras de Abrahel en su mente. Se quedó dormida al fin con el alivio de haber resistido aquella lucha y con una tristeza indefinible envolviendo su corazón.

El camino al infierno XXVII

miércoles, 13 de abril de 2011

La Luz la estremeció como un escalofrío recorriendo toda su espina dorsal, se abrió paso en las nieblas de su mente llevándose la angustia, apartándola como una cortina y permitiendo a su conciencia regresar del exilio que le había impuesto para no agonizar de desesperación.

"¿Qué estás haciendo, Celebrinnir?"

El rezo mudo murió en sus labios, sus dedos crispados se estremecieron. Una inspiración. Un parpadeo.

- Luz Sagrada, fuente de toda virtud...

La voz llegó suave y pausada como una caricia en su conciencia, trayendo la oración del fondo de su alma.

Parpadeó y volvió a mirar el mundo, borroso ante sus ojos. Había dos fuegos cerca, dos fuegos blancos y cegadores ante su vista. Parpadeó. Era un único fuego. El otro era la figura de Rodrith Albagrana imbuido de Luz como una llama blanca. Estaba sentado junto a ella y tenía los ojos cerrados. Se había quitado la armadura y esta reposaba un poco más allá, fuera de lo que ella podía percibir claramente como un suelo sagrado. También el tabardo esperaba más allá. Ella misma sentía la caricia de la Luz traspasándola como un leve estremecimiento de placer y dolor por igual. Podía sentir su cabello flotar suavemente a causa de la energía que la recorría, el cosquilleo en las puntas de los dedos.

Poco a poco fue adquiriendo conciencia de lo que sucedía y la realidad se recontruyó a su alrededor como una serie de imágenes difusas aunque en su mente reinara poco a poco más claridad. Comprendió, poco a poco, que el exorcismo había comenzado sin esperarla porque sencillamente no podía demorarse más y una chispa de orgullo brotó del cuarto trastero de su alma e hizo que se avergonzara.

No era ella una débil novicia sin fuerza de voluntad ni una niña atemorizada incapaz de afrontar sus propios errores. Ella era una Venerable, una Consagrada a Belore, una Sacerdotisa de Quel´Danas y, salvando sus errores, una de las sacerdotisas de más alto rango en las huestes del Alto Aldor durante las últimas décadas. Era la última de la estirpe Lerathien, la llamaban Celebrinnir del Sol Devastado.

Las palabras brotaron de su garganta con resolución.

- Ilumina mi senda en la hora oscura que me acecha- respiró hondo mientras se volvía para yacer de espaldas- No me abandones aunque yo te deje, no me pierdas aunque yo me pierda.

Rodrith seguía murmurando a media voz hasta que el rezo solo delató su presencia en los labios del cruzado. Las reliquias seguían brillando a su alrededor y la Luz era una energía tangible y perceptible dentro del círculo. La oración terminó. Abrió los ojos, con la Luz ambarina resplandeciendo en ellos, y la miró.

- ¿Preparada? - Celebrinnir asintió sin dejar de rezar, aunque en su voz se perfilara en ocasiones un leve matiz de dolor, fruto de la caricia de la Luz en la infección del Vil.

El paladín cabeceó firmemente, no había burla en sus ojos, solo determinación, solo Luz.

- vamos a obligarle a salir por donde entró- avisó, separando las palmas de las manos y dejando que las salamandras Luz danzaran entre sus dedos - No te mentiré, te va a doler, pero repartiremos ese peso.

Colocó las manos formando un triángulo sobre la frente de Celebrinnir y ella sintió que la piel escocía allí donde la había tocado. De repente, el dolor pareció menos pesado y comprendió que él había tomado una parte de él para liberarla. La invadió una profunda sensación de gratitud.

- Descúbrete el vientre - susurró Rodrith con firmeza- Alza las rodillas, mantén las piernas abiertas.

Ni pudor ni la lascivia, Celebrinnir no dudó: eran dos Elegidos en la labor de expulsar un demonio. Desató los cordones de su túnica con manos temblorosas y descubrió el cuerpo que había debajo. Separó las piernas como había visto hacer a las parturientas en el hospital de campaña, flexionando las rodillas y apoyando bien los talones en el suelo. Se irguió apoyándose sobre los codos. No era una enferma, quería participar en aquella purificación.

- Muy bien- aprobó Rodrith sacando una esponja de su bolsa- voy a ascenderte a soldado. Ten.

Celebrinnir la tomó y comprobó que olía a bourbon, pero no pensaba usar narcóticos para suavizar el paso. El dolor era un pequeño precio para la purificación de su cuerpo, para la redención de su pecado. Dejó la esponja a un lado. Rodrith se secó las manos con un paño y las depositó sobre el vientre de la sacerdotisa, tanteando con los dedos, buscando.

Se tensó. El contacto de aquellas manos envueltas en Luz fue como si los dedos del paladín se clavaran en su carne en un trazo ardiente, pero era solo Luz, Luz bullente como una lanza afilada en busca de la impureza. La Luz era solaz, era calor y era placer, pero había fuerza en el tacto de Rodrith que la volvía ofensiva, como si hubiera utilizado su esencia para golpear.

Algo se revolvió en su interior, pero era débil, como el leve tirón de la costra en una herida. De algún lugar de su interior le llegó la poderosa sensación de ser observada con insidioso resentimiento. No era más que una sensación, pero no hacía más que confirmar que realmente estaba allí, o que efectivamente estaba volviéndose loca. El miedo le atenazó la garganta.

- Si duele mucho, muerde la esponja- dijo Rodrith interpretando erróneamente su gesto- Vamos otra vez.

Con la respiración temblorosa, Celebrinnir negó con la cabeza y retomó sus oraciones con voz acosada. Rodrith clavó más los dedos en el vientre y ella pudo ver que tenía las manos amplias y sólidas, curtidas por el uso de las armas ¿Quién era aquel hombre? Tenía el ceño fruncido en un gesto de ira tal que parecía querer destrozar a alguien a dentelladas y la Luz de sus pupilas parecía relampaguear.

- Este es un lugar sagrado.- gruñó el cruzado, con la vista fija en el vientre corrupto, con más bien poca ceremonia.- Este cuerpo lo es y vamos a echarte, engendro asqueroso.

La señal de la Luz siseó sobre el cuerpo de Celebrinnir y el latigazo luminoso hizo que sus tejidos se contrajeran dolorosamente con un sobresalto. No pudo evitarlo, el gruñido brotó profundo de su garganta, como una bestia acosada, en una mezcla de dolor y placer sublimados por el miedo.

- Concédenos fuerza, Señor Áureo, Rey Celestial. - La voz de Iranion llegó flotando desde el exterior con determinación.- para alzarnos victoriosos como se alza Tu Corona tras el sendero de la noche oscura.

Rodrith parecía contrariado por la falta de efectividad del último choque. Aquello no era un exorcismo, era una batalla. Clavó dolorosamente los dedos en la carne y Celebrinnir dejó escapar un jadeo. No estaba funcionando, estaban perdiendo terreno. Su corazón se disparó y una lágrima aterrorizada se deslizó por su mejilla.

- Sé que puedes oirnos.- siseó Albagrana con rabia, como si realmente pudiera ver al engendro frente a él.- No tienes nada que hacer.

La voz de Iranion seguía llegando del exterior con fuerza y Celebrinnir se aferró a ella como un náufrago aferrado al tablón que le impide ahogarse.

- Concédenos integridad para caminar sin vacilar a través de las tinieblas y alcanzar tu gloria...

- Te sacaré.- escupía Rodrith- Y cuando lo haga, quemaré tu alma en el fuego purificador, así que deja de esforzarte. No puedes estar aquí. En nombre de la luz ¡Vas a salir!

Casi gritó las últimas palabras y clavando con fuerza los dedos, desató un fuerte torrente de energía que sacudió por complero el cuerpo de la sacerdotisa. Celebrinnir se encogió de dolor al sentir como la criatura se aferraba a su carne, retorciendo sus entrañas. Contra la piel de su vientre, entre los dedos de Rodrith, se definió la ominosa silueta de su siniestro pasajero. Y esta vez gritó, la voz brotó con fuerza y con desesperación antes de desvanecerse en ungañido. Respondiendo a su miedo, Iranion alzó la voz para que pudiera oirla.

- No temo al enemigo que mora en la noche- declamaba con devoción- ni a la malignidad que se agazapa en el corazón impuro. No temo a la flecha que vuela de día ni al mal que se rebela a Tu Verdad.

Celebrinnir sintió que la presencia que habitaba su matriz dirigía todo su odio hacia Rodrith y su Luz, consciente de algún modo de quien era aquel que le castigaba.

- No tienes donde huir, no puedes escapar- respondió a ese odio el paladín con la voz temblorosa por la rabia y la determinación, con las manos ardientes en fuego blanco apoyadas sobre la silueta infernal que se mostraba en el vientre de la sacerdotisa.- Este es el Reino de la Luz, yo soy la Luz y hablo ahora: este cuerpo es sagrado. Sal. Obedece.

De su espalda brotaron de pronto dos poderosos haces luminosos, dos alas doradas y resplandecientes imbuidas de Luz, y presionó con fuerza al huésped.

El dolor de la descarga fue atroz. Celebrinnir aulló y Rodrith gruñó cuando comprobó que el bulto, aún vibrando a causa de las descargas, se revolvía y ascendía hacia la parte alta del vientre, no hacia donde debería. Dirigió rápidamente los dedos hacia el hueco bajo las costillas y marcó allí otra Señal de la luz.

- Joder, como os odio cuando hacéis caso, hijos de puta.- masculló.

Celebrinnir se aplastó contra los cojines, aterida de dolor y de miedo, exhausta, cegada por los destellos, embelesada por la Luz.

- Padre Celestial, Escudo que Protege y Espada que Defiende- la voz de Iranion era un bastión inexpugnable enarbolando su campo de batalla- Bajo tus alas mis pasos solo conducen a la victoria.

Rodrith retiró las manos un instante, entrecerró los ojos y tomó aire. Una tregua. Celebrinnir respiró hondo. Si ella estaba agotada, la criatura no debía estar mucho mejor. Sentía su inquietud y su aterradora sensación de desconcierto y rechazo. No podía ser cierto, no podía ser consciente del mundo, aquella criatura era un engendro antinatural. Tenía que rehacerse, no podía, no debía sucumbir. Respiró pausada y rítmicamente, se irguió de nuevo y afianzó de nuevo los pies en el suelo. Inspirando profundamente, Rodrith volvió a posar los dedos formando un triángulo sobre el vientre de la sacerdotisa.

- Échalo, Celebrinnir- susurró, con los ojos brillantes y la voz henchida de firmeza mientras tanteaba con los dedos en busca del engendro- Dile que se vaya, haz patente tu voluntad. Eso puede ayudar.

Celebrinnir apretó los dientes y entrecerró los ojos. Un gesto de determinación se abrió paso en su rostro desplazando el dolor y el miedo. Asintió y envió a aquel pasajero diabólico todo su odio y su rechazo, el asco que le inspiraba, la rabia que desataba su existencia. Lo envió en oleadas hasta que casi pudo sentir como la criatura las percibía, obligándo a revelar su posición, a soltar su presa. Luchó contra la punzada de culpabilidad que le traspasó el corazón al percibir el desamparo de la criatura y su miedo. La oración de batalla de Iranion parecía reforzar aquel ataque.

- Señor Áureo, Padre Celestial...

Un nuevo embate. Rodrith tomó aire y descargó parte de su peso sobre los dedos clavados en el vientre de la sacerdotisa. Las oleadas de Luz manaron de él con una fuerza devastadora, la traspasaron como oleadas de dolor que amenazaron con quebrar su concentración. El aire se cargó de estática y restalló. Celebrinnir gruñó con fuerza, ayudando a su cuerpo a empujar fuera de sí a aquella criatura, luchando contra la sensación de traición que la embargaba, ignorando las lágrimas que derramaba por ella. Las oledas de Luz y las oledas de odio sacudieron al engendro con un golpe constante y brutal. Se clavó dolorosamente en su carne, desesperado pero cada vez más débil y Celebrinnir sollozó. Las oleadas no se detuvieron, siguieron enviándole Luz y odio con una intensidad tal que Celebrinnir solo quería morir.

Y entonces lo sintió, sintió como cedía, sintió una suerte de pavor, entrelazado con odio terrible que llegaba desde la presencia infecta e invisible, ahora claramente dominada por la desesperación. Impelida por aquella certeza y sollozante, Celebrinnir afianzó sus codos en el suelo, se incorporó con resolución y empujó con fuerzas renovadas, con los ojos brillantes de rabia y los dientes apretados. Rodrith la observó de soslayo, apretó los dientes al comprender lo que sucedía y reaccionó rápido. Celebrinnir se sobresaltó al sentirle entrar con fuerza mientras mantenía la otra mano sobre el vientre enviando oleadas de Luz que comenzaban a agotarle. Una gota de sudor brotó de la sien del paladín y se deslizó por su cuello tenso y enrojecido.

Celebrinnir sintió de repente que de la conciencia oscura del engendro que luchaba se desprendía otra que por un momento pareció parpadear como el reflejo de unos ojos verdes y terribles. La voz de Abrahel resonó en su mente.

"Gracias, lo has hecho muy bien. Justo como quería"

Las carcajadas resonaron en su cabeza, ominosas e interminables. Aterrada, Celebrinnir dejó escapar un jadeo y sus ojos se abrieron dolorosamente, congelando las lágrimas sobre su piel.

- Luz Sagrada- rezó con desesperación- fuente de toda virtud, ilumina mi senda en la hora oscura que me acecha.

Con el gesto de quien demuestra tener la razón pintado en el rostro, Rodrith sacó al engendro encerrado en la mano. Tenía el tamaño de un pequeño renacuajo y había salido arrastrándose, envuelto en flujos de color verdosos. Celebrinnir contempló con desasosiego a la criatura le había enviado aquellas emociones y que se retorcía en la mano del paladín.

- Hijo de perra.- susurró Rodrith, y sin perder un instante, metió las manos en el blandón sacralizado. En su rostro se reflejó el arrebato de dolor y placer del Fuego Blanco de la Luz. Sobre el constante zumbido de las reliquias sagradas se escuchó un chirrido desagradable por encima del zumbido suave de la Luz..

De repente, el silencio cayó sobre Shattrath.

"Bien hecho" cantó la voz de A´dal en la mente de Celebrinnir "Bienvenida"

Celebrinnir se dejó caer exhausta contra los cojines con el alivio recorriéndola en oleadas agotadoras y una nota de tristeza acongojando su corazón.

El camino al infierno XXVI

"Sacadlo ya. Sacadlo. Sacadlo. Sacadlo ya..."

Rota. Su mente había sido incapaz de soportarlo y algo se había roto en su interior. La rigidez había hecho presa en su cuerpo, todavía en brazos de Iranion, pero con la mirada fija en nada, prendida del vacío, y su mente arrasada. Los labios secos apenas se movían, exhalando las palabras ahogadas de su letanía.

"Sacadlo. Por favor, sacadlo"

- No te dejes hundir.- murmuró Iranion, recostado el rostro contra su frente, con los dientes apretados y la runas glaucas destellando contra su piel - Va a pagar por esto, Niré. Te lo juro.

Bheril llegó a la carrera, entró en la tienda casi sin aliento, y contempló con desasosiego el estado de la sacerdotisa.

- Ya viene,- dijo a Iranion, que alzó la vista para mirarle y asintió.- dice que necesita espacio.

Reunieron los cojines y la recostaron con cuidado sobre ellos, cuidando de que estuviera cómoda y descansando su cuello contra los almohadones. Iranion se inclinó sobre ella una vez más antes de ponerse a trabajar.

- Sé fuerte, por favor.- susurró, y las runas viles de su rostro resplandecieron con fuerza.

Bheril se encargó de acabar de disponer las mantas y cojines para acomodarla mientras Iranion apilaba los libros a toda prisa y salía de la tienda sosteniéndolos bajo el mentón. Los fue apilando en el exterior, creando una réplica desordenada de la calidez que les había ofrecido el interior. Albagrana no tardó en llegar y mantuvo abierta la lona con un pie, aguardando a que la zona estuviera despejada. Ajena a todo, Celebrinnir continuaba tumbada sobre los cojines, rígida en la misma posición en que la había dejado Iranion, y movía los labios en silencio aunque a veces el aire escapara de su garganta delatando el sonido de sus pensamientos.

"Por favor, por favor, sacadlo"

Al fin el espacio quedó despejado. Tan solo los mástiles y el cuerpo de la propia sacerdotisa ocupaban el interior de la tienda e Iranion se reunió al fin con Albagrana en la entrada.

- La tienda está lista.- anunció con el cuerpo tenso y la garganta cerrada.

Rodrith asintió y sostuvo aún un instante la lona para que saliera Bheril.

- Quedaos aquí fuera y que no entre nadie- dijo el cruzado son seriedad- oigáis lo que oigáis.

No esperó a que Iranion asintiera, entró en la tienda y cerró tras de sí con un fuerte tirón de los cordones para ajustar la lona. Iranion permaneció fuera junto a Bheril, sin pronunciar una palabra, con la fría tensión congelada en su gesto y las runas resplandeciendo con fuerza contra su piel.

En el interior reinaba la penúmbra del crepúsculo, con el silencio solo roto por las palabras sueltas que brotaban de los labios de Celebrinnir. La sacerdotisa yacía en el centro, recostada de lado, ovillada sobre sí misma y de espaldas a la puerta. Rodrith sorteó los mástiles con fastidio y se arrodilló junto a ella.

- Celebrinnir - dijo con voz firme- ¿Me oyes?

No obtuvo respuesta. La mujer no acusó siquiera el haberle escuchado, con los brazos recogidos contra el pecho y la mirada perdida. Los labios continuaban enunciando aquel rezo vano sin que su sonido alcanzara el exterior más que a retazos. Los ojos de Albagrana centellearon con un reflejó de acero, rápido y mordaz.

- Pff, vaya plan- se burló con desinterés irguiéndose de nuevo y comenzando a sacar de su bolsa lo que parecía un blandón dorado que dejó en el suelo, cerca de la convaleciente. - En fin, niña floja, si pasas de todo y te abandonas al shock, el demonio que tienes dentro igual se escapa de su envoltura y decide poseerte, así que ayudarías manteniéndote consciente y atenta, pero si no eres capaz, a lo tuyo. No puedo usar anestesia para evitar eso.

Estaba disponiendo una serie de reliquias alrededor del lecho de la mujer, objetos varios algunos de manufactura simple y otros de más cuidada elaboración y de aspecto eminentemente sacro. Formó un cuadrado con ellos en el reducido espacio de la tienda, cerrando el trazado con el blandón, junto al que se arrodilló. Alzó entonces las manos y formó con ellas un triángulo sobre el blandón al tiempo que cerraba los ojos y respiraba profundamente. Como el agua escurridiza de un arroyo, la Luz bailó en sus dedos y se derramó sobre blandón encendiéndo en él un fuego blanco y resplandeciente. Respondiendo al ritual, se iluminaron las reliquias con un fulgor algo más ténue pero delimitando los límites de aquel nuevo espacio sagrado que incluían al cruzado y a la sacerdotisa, como máculas en la ínfima gota del resplandor que emanaba del Bancal de la Luz, en la parte alta de la ciudad.

La Luz relampagueó en los ojos del Albagrana y un leve zumbido ascendió del suelo.

En el centro, Celebrinnir se estremeció.

El camino al infierno XXV

Despertó sobresaltada y vio que estaba sola en la tienda. Le había parecido sentir un movimiento en su bajo vientre, como un burbujeo y se llevó las manos allí, inquieta. El vientre estaba inmóvil, tan liso como siempre. No sabía cuanto tiempo había dormido, pero oyó la voz de Iranion y Bheril en el exterior y se serenó. No podía dejar que el miedo la venciera. Necesitaba descansar, debía estar lista para el ritual del día siguiente, cuando Rodrith Albagrana expulsara a aquella presencia, todavía pequeña e inofensiva, de su cuerpo. Había visto aquellos rituales antes, improvisados en el suelo corrupto de Karabor tras una posesión a causa de los muchos espectros y demonios sin cuerpo que habitaban aquel lugar. Eran experiencias terribles, duras prueba de voluntad y toda la fe del sujeto y del exorcista era requerida. Albagrana parecía competente, estaba evidentemente en sintonía con la Luz y ella quería contar con todas sus energías para entonces. Respiró hondo y cerró los ojos de nuevo.

Esta vez el movimiento fue evidente y dio un violento respingo que le arrancó todo el sopor de golpe. Lo había notado, estaba despierta, no había sido un sueño. Con gestos frenéticos, abrió la toga por el abdomen y observó la superficie lisa del vientre con la mirada desorbitada. Lo había sentido, no era una imaginación, no era un sueño. Se había movido, lo había notado reptar en sus entrañas. Como para confirmar su presencia, una silueta delgada y sinuosa presionó la piel desde el interior antes de volver a sumergirse en sus entrañas. El grito que nació en su pecho brotó como un débil gemido aterrado. Sintió una punzada de dolor que le arrancó un jadeo y de nuevo aquella silueta escalofriante presionó con fuerza desde el interior, levantando la piel y definiendo su forma.

Sintió un nuevo aguijonazo de dolor atroz y se le heló la sangre al comprender que aquello estaba abriéndose paso a mordiscos para salir al exterior. Gritó, y esta vez el grito fue potente, agudo y desgarrado de miedo. Golpeó con fuerza la protuberancia en su vientre, dispuesta a matarlo, y la silueta se hundió de nuevo en sus entrañas arrebatándole el aire de los pulmones. Arañó la piel frenética, pero le habían cortado las uñas rotas por la escalada y no consiguió más que rasgarla en algunos puntos, haciendo asomar la sangre en delgadas líneas rojas. Arañó más fuerte, se clavó los dedos en la carne, desesperada. Buscó con la mirada algo que pudiera servir, algún trozo de loza rota, un cuchillo de los que habían usado en el desayuno, pero no encontró nada. Tenía que abrir la piel, tenía que sacar a aquella cosa de sí misma antes de que la matara. La criatura volvió a presionar, podía ver si silueta infame como una aberrante protuberancia en su propio vientre. Una grieta se abrió en la piel cediendo ante la presión, la sangre oscura comenzó a manar sobre la piel blanca...

Alguien entró precipitadamente en la tienda, alertado por su grito. Iranion le sujetó las manos con fuerza para que no se lastimara y la alzó en vilo con urgencia. Ella se revolvió para liberarse, pero era débil y la sola fuerza de sus brazos bastó para contenerla. El cabello blanco cayó sobre su rostro con una caricia.

- Tranquila- susurró con urgencia en su oído. Podía sentir su corazón martillearle en el pecho- Por Belore, tranquila, Niré.

 En aquel preciso instante la silueta se desvaneció ante sus ojos, desapareció la grieta, se borró la sangre y el dolor se esfumó como un sueño. Solo quedó la piel arañada por sus uñas cortas y comprendió que había sido un delirio, un engaño de su mente como lo había sido Nana allá en el poblado. Un delirio, solo un delirio. Pero estaba ahí, sabía que estaba ahí, aunque no pudiera sentirlo más que en sueños...

"Belore" gimió en su interior una parte de lucidez, aterrada "me estoy volviendo loca..."

- Sacadlo- gimió sin aliento- Por favor, sacadlo ya. Sacadlo...

- ¡TRAE A RODRITH!- bramó Iranion desde el interior, y los pasos de Bheril se perdieron a la carrera.

El camino al infierno XXIV

Como si alguien le hubiera golpeado tan fuerte que le hubiera arrebatado el aliento, quedó inmóvil en su conmoción, con los labios entreabiertos y la mirada perdida. La fina piel blanca de la frente se frunció despacio, muy despacio, y las delicadas cejas pelirrojas se arquearon en un gesto de conmoción.

"No le digas a nadie que te has dejado follar por un demonio"

Alguien le preguntó si estaba bien, pero en su mente volvió a oír las palabras de Aelaith, el fuego de su piel, el deseo insaciable. Las caricias de sus manos ardieron como si se las hubiera marcado con un hierro al rojo. La había sentido entrar en su interior, podía recordar el brusco tirón separándole las rodillas, la fuerza y la rudeza, y ahora lo entendía todo. Ahora entendía aquel remanente del ansia constante que jamás se desvanecía, la debilidad creciente.Ahora entendía lo que Iranion había dicho en el sueño. De la misma sangre, hermanos.

Familia.

Asintió sin ser consciente de lo que hacía, aturdida. Alguien la obligó a recostarse con suavidad, murmurando con voz cálida, y se dejó llevar como una muñeca sin voluntad. De pronto no podía hablar, ni tan siquiera podía pensar. Solo podía revivir una y otra vez el ominoso encuentro con Aelaith, sintiendo como su cuerpo traicionaba el asco hacia sí misma que la inundaba. Se encogió sobre si misma para que no pudieran apreciar la reacción de su piel ante el recuerdo. En su mente volvía a sentirse indigna, mancillada, sumergida en inmundicia. Quería arañarse la piel para borrar el rastro de las caricias, quería raspar hasta desollarse por completo, no importaba, solo quería borrar el rastro de su cuerpo. Y ahora era demasiado tarde...

Tenía que haber saltado aquella noche, tenía que haber matado a aquella criatura aunque aquello significara también su muerte. Un demonio en sus entrañas, la corrupción máxima, su alma sucia, mancillada ante la mirada de Belore. Condenada, condenada por siempre. Algo le atenazaba el corazón, como un cascarón de sombra engullendo cualquier atisbo de esperanza que hubiera podido albergar sobre su recuperación. Sintió que le faltaba el aire, que alguien le había arrebatado el suelo bajo los pies...

Alguien le sujetó las muñecas para aplacar el violento temblor que la había invadido. El tacto era gentil pero firme y la trajo de vuelta al presente. Seguía en la tienda, estaba recostada en su lecho e Iranion estaba con ella, mirándola con la preocupación en sus ojos y los dientes apretados por la rabia. Tras él, aguardaba Rodrith Albagrana en silencio. La razón se abrió paso en su mente, le hizo ser consciente del modo en que Iranion la veía. Se obligó a respirar hondo, no podía delatarse más ante él y descubrir su debilidad.

- Todo va a ir bien, Niré.- murmuró Iranion en su oído  y ella asintió- Sé fuerte.

Se obligó a reaccionar. Asintió con gestos rígidos, sacudió las muñecas para librarlas de la presa de Iranion, y las retorció contra su regazo, pero el temblor permaneció allí. La visión se enturbió, la imagen parpadeó en sus ojos. Cerró los párpados y volvió abrirlos: la imagen aparecía desdibujada. Su cuerpo se rebelaba, quebrándose,incapaz de soportar la tensión.

"Otra crisis no, por Belore. Ahora no"
Respiró hondo, se obligó a si misma a seguir las mismas pautas que había marcado para Bheril e Iranion durante las sesiones de hipnotismo en el Alto Aldor. El aire parecía temblar en sus pulmones con cada inspiración, escapárse de los labios entreabiertos. Su corazón bien habría podido atravesar la piel de su pecho y perderse en las angostas calles del Bajo Arrabal, tal era el frenesí que la embargaba. Debía tranquilizarse, era imprescindible si no quería sacudirse cual títere en el suelo ante los ojos de Iranion y Rodrith Albagrana. Inspiró, obligó al aire a permanecer en su pecho durante diez latidos interminables y lo dejó ir. El ritmo de su corazón se aplacó un tanto.

"Relájate, por lo que más quieras"

Se obligó a pensar en lo que había dicho Albagrana, tras anunciarle que su matriz albergaba un demonio que parecía crecer a un ritmo creciente. Había dicho que podía sacar aquello de su cuerpo, purificarla con la Luz, que solo necesitaba un día para preparar el ritual, que no todo estaba perdido...

No fue consciente del momento en que Rodrith se despidió, asegurando que volvería al día siguiente con todo lo necesario para el ritual. Iranion se quedó junto a ella, silencioso y vigilante como un lobo, hasta que por fin el agotamiento pudo con ella y se sumió estado de duermevela inquieto.

El camino al infierno XXIII

Le oyó hablar con Iranion y Bheril en el exterior de la tienda y había en su forma de comportarse una soltura y una naturalidad tan fresca que tuvo por seguro que Iranion se contenía para no arrugar la nariz. No acababa de entenderlo: cuando Iranion le había dicho que habían solicitado la ayuda de Rodrith Albagrana para conocer la gravedad de la influencia de Abrahel, había pensado que se trataría de un sacerdote solemne y encorvado. En parte se había sentido aliviada de que no hubieran hecho venir a ningún miembro experimentado de Karabor: solo pensar en reconocer en alta voz lo sucedido ante uno de ellos la llenaba de amargura y vergüenza. ¿Y si Iranion preguntaba al fin qué había sucedido?  ¿Y si acababa descubriendo que le había drogado para poder entrar en su regresión, que había traicionado su confianza de manera flagrante para luego dejarse seducir por el torbellino del vil y retozarcon su demonio particular? Era consciente de que si lo descubriera dejaría de culparse por sucedido, de torturarse pensando en qué modo había fallado. Del mismo modo era consciente de que entonces le perdería para siempre.

Se dio cuenta de que se había quedado absorta mirando el libro, sin pasar de página, y que las letras se habían convertido en un borrón. Parpadeó repetidas veces y aún tardó un instante en recuperar la nitidez de la vista.

- Niré -llamó con cortesía la voz de Iranion desde el exterior de la tienda- ¿Estás visible?

- Sí -Respiró hondo, se obligó a relajarse- adelante.

La lona se abrió y entró un hombre que no conocía pero que resplandecía tenuemente ante sus ojos con el particular aura de los tocados por la Luz. Tras él entró Iranion y Bheril permaneció en el umbral. Dejó el libro descansar sobre su regazo y recibió a los dos hombres con una sonrisa apacible, esperando las presentaciones.

Iranion tomó la palabra.

- Celebrinnir,-comenzó, tan digno y solemne como un padre presentando a su hija a un prestigiado mentor- este es el hombre del que te hablé. Señor Albagrana, esta es Celebrinnir Lerathien.

Se dio cuenta de que Iranion no había reconocido su parentesco con ella y se preguntó si detrás de aquella máscara de perfecta cortesía no habría descubierto algo de lo que ella se cuidaba tanto en no desvelar. Dirigió entonces su atención al recién llegado.   

Rodrith Albagrana no era un sacerdote, de hecho, no era ningún tipo de erudito ni exorcista encorvado. Era un elfo bien parecido, de porte marcial, de cabellos rubios recogidos en una práctica coleta de guerrero y los ojos brillantes, dorados y con un destello de descaro que su rostro serio no podía enmascarar. Vestía armadura de mallas que tintineaban cuando se movía y lucía en su tabardo un sol dorado sobre fondo blanco. El arma le pendía de un costado, contra la pierna. Hubiera esperado cualquier cosa de Iranion, pero no un cruzado. Y de hecho aquel cruzado en particular le resultaba familiar, aunque era incapaz de recordar de donde. En cualquier caso, si el señor Albagrana había sentido alguna extrañeza por lo insólito de la situación, no lo demostró. Saludó con cortesía y una sonrisa casi privada bailándole en los labios, escondida. A su alrededor, el aura sacra de la Luz se deslizaba sobre su armadura como los juguetones rayos de sol filtrándose entre las ramas, como si estuviera viva.

- Señor Albagrana- concedió ella con una leve inclinación de cabeza y de repente tuvo la impresión de que bien hubieran podido encontrase en la antesala de un refinado salón de baile y no en una tienda de campaña instalada en los barrios bajos de una ciudad alienígena.

El elfo dejó su maza en el suelo. Se movía con seguridad y esa destreza común a los acostumbrados al combate, sin embargo en sus ojos no ardía la llama impretérita y arrogante de los Caballeros de Sangre. Un auténtico soldado de la Luz, no uno de los paladines de Belore, que para su sorpresa le guiñó un ojo furtivamente antes de volverse hacia Iranion.

- Creo que a partir de aquí será preferible algo de intimidad.- le dijo.

Vio a Iranion enderezarse imperceptiblemente y alzar el mentón, pero aunque era evidente que verse excluido no entraba en sus planes, no replicó y asintió con un gesto escueto lleno de gravedad.

- Aguardaremos fuera.- concedió, y él y Bheril abandonaron la tienda sin más y dejaron que la lona se cerrara tras ellos.

"Lo sabe", Celebrinnir sintió desfallecer, "Belore, apiádate de mí. Lo sabe".

Rodrith Albagrana se volvió hacia ella. El aura danzó sobre su rostro un instante y se preguntó si también ella seguía resplandeciendo.

- Tiéndete, por favor- dijo el cruzado arrodillándose a su lado- Solo llevará un momento.

No tuvo temple para responder siquiera. Apartó el libro, se recostó e inspiró hondo, dispuesta a conocer la profundidad de su deshonra.

El camino al infierno XXII

Al día siguiente llegó la carta de Leriel indicando que se encontraba retenida a causa de las operaciones en el Bosque de Terokkar y que no podría acudir. Iranion había arrugado la fina página de vitela en el puño hasta que quedó reducida a un borrón, con los dientes apretados por la frustración que le reportaba aquella contrariedad.

Cada día que pasaba era un día que perdían en la batalla contra Abrahel y aquella presencia en el cuerpo de Celebrinnir les daba la fuerte convicción de que tenía al menos un rehén contra ellos. No podían seguir esperando, necesitaban identificar lo que fuera que significara aquella presencia. Las incógnitas iban surgiendo y a cada hora eran más y más. ¿Cómo la había encontrado? ¿Cómo, por todo lo que era sagrado, había conseguido doblegar la fuerza de su fe y de su disciplina? ¿Era realmente Celebrinnir o a cada día que pasaba la perdían un poco más en una lucha entre la pureza de la sacerdotisa y la corrupción del demonio? ¿Por qué temía tanto Niré dormir? ¿Con qué terribles pesadillas la había acosado Abrahel para aterrarla de aquella manera?

Por su parte, Celebrinnir parecía sentirse mejor cada día, tenía algo más de color y comía con más apetito. Todavía no podía ponerse en pie, pero bromeaba con Bheril de buen humor y no reprimía las respuestas mordaces para el propio Iranion. Era evidente que había pasado demasiado poco tiempo como para poder valorar su evolución tras la privación de sueño al que se había sometido y a todo lo que había sucedido, según entendían. Los síntomas eran pocos, pero inequívocos: las blancas manos se veían sacudidas por temblores aunque estuvieran descansando tranquilamente en su regazo, y algo sucedía con su vista. Celebrinnir parecía tener complicaciones para enfocar la mirada, parpadeaba repetidas veces y ladeaba el rostro como si corrigiera el ángulo de un cristal. Cuando ella les permitió mirar de cerca sus ojos, comprobaron que la pupila azul cobalto, ahora mucho más limpia que cuando la encontraron, vibraba y se movía nerviosa a izquierda y derecha para luego volver al centro. Era un movimiento muy sutil y desde lejos no habían podido apreciar más que el temblor, pero al mirarlo detenidamente, aquel movimiento resultaba incluso inquietante.

¿Qué era aquello? ¿Eran secuelas de la privación de sueño? ¿De la corrupción de Abrahel? ¿De la abstinencia de su adicción? Ni Iranion ni Bheril tenían los conocimientos suficientes para poder analizar aquellos síntomas y ahora aquella que podía ayudarles, se revelaba inalcanzable. Necesitaban un sacerdote que no fuera la misma Celebrinnir y los mejores en aquel campo rezaban sus devociones en el Alto Aldor, donde ella tenía prohibida la entrada y donde nadie querría brindarle ayuda después de lo sucedido. Tampoco en la Grada del Arúspice gozaba ahora de simpatías: al labrar su reputación entre los seguidores de la Luz tras la deserción de las filas del príncipe Kael´thas, sus compatriotas también le habían dado la espalda. Los soldados del Sol Devastado se habían trasladado a la Isla de QUel´danas tras la recuperación de la Fuente del Sol y no quedaba ninguno en Shattrat. No había nadie más a quien pudieran recurrir.

- Es la vida que yo elegí- había dicho ella, resignada.

No le dijeron nada de sus sospechas, ni siquiera de la presencia que detectaban en ella. No querían alarmarla, ya había sufrido suficiente, y preferían primero que alguien con más autoridad y capacidades en aquel campo investigase su caso. De este modo mientras Bheril entretenía a la convaleciente con historias, bromas y tazas de té de las islas, Iranion agotaba todas las posibilidades en su mente en la frenética búsqueda de alguien que pudiera ayudarles.

Y de este modo había acabado recordando a Rodrith Albagrana.

El camino al infierno XXI

El entramado de la lona parecía vibrar ante sus ojos pero no intentó enfocar la vista, sabía que no serviría de nada. Siguió con la mirada prendida de cada fibra sin mirarla realmente, perdida en sus pensamientos. El cristal le había aliviado de manera muy eficiente y ahora se sentía falsa al fingir que dormía, pero no podía hablar con Iranion después de lo sucedido por la tarde. Ambos eran demasiado orgullosos para agachar la cabeza y ceder, y le sorprendió descubrir lo parecido de sus carácteres aunque su trato en el pasado se hubiera limitado a unas pocas visitas de cortesía.

Escuchó los susurros provinientes del otro lado de la tienda y sintió de nuevo aquel puño infame oprimirle el corazón cuando oyó la voz de Iranion y el agotamiento que traslucía. Apretó los dientes. Iba a tener que hacerlo mejor: su aparente recuperación no era lo suficientemente convincente o bien era directamente insuficiente por sí misma. Había muerto con cada palabra de sus labios cuando la despertó por el dolor que escondían, por la culpa que callaban pero que flotaba sobre ellas. Había visto su rostro luchando por permanecer impasible pero traicionado por sus ojos, cuyo brillo verde no hacía sino contrastar todavía más con su mirada torturada. Había decidido entonces no permitir que siguiera usándola como un puñal contra su propia carne, había decidido ser fuerte por los dos, negar su propia tribulación, su propio miedo y su dolor para que él no pudiera cargarlos sobre los hombros como si fueran culpa suya. Había comido aunque hubiera querido vomitar, había sonreido aunque solo quería llorar. Tenía que hacerlo, debía ser fuerte por los dos, demostrarle que no era una carga, sino un pilar sobre el que apoyarse. No podía engañarse a sí misma en aquel punto, pero tenía disciplina de sobra para engañarle a él, por su bien.

- Cuando no podía dormir- dijo la voz de Bheril en un susurro al otro lado de la tienda- solía imaginarme que estaba en el acantilado, las gaviotas chillando y las olas rompiendo en la isla. No te doy más detalles porque entonces lo pensaré y me dormiré, pero tú tienes imaginación de sobra...

Celebrinnir sintió una punzada de nostalgia. También ella podía recordar el embate de las olas y el chillido de las gaviotas, y lo excelsa y maravillosa que le había parecido Quel´danas cuando desembarcó allí la primera vez acompañada de su pariente, Autindana Fulgorceleste. Habían sido tiempos maravillosos, pero ahora todo se había desvanecido en una nube de polvo y cenizas. Recordó la mirada de su tío, jovial y brillante. Recordó como le guiñó un ojo antes de inmolarse en la plaza junto a sus hijos. No habían gritado y después no había quedado nada de ellos que pudiera enterrar. Sintió nauseas al recordar el olor que había invadido el aire. La voz de Iranion la devolvió al presente.

- ¿Puedes recitarr? - parecía adormilado, como si el sueño le rondara insistentemente pero no pudiera alcanzarlo con las manos.

- ¿Qué te gustaría?- respondió en un susurro la voz de Bheril.

- Era cenora hora...-comenzó Iranion.

No pudo evitar sonreir. Había adorado aquel poema cuando era niña, cuando Nevena la sentaba sobre sus rodillas sin que ninguna de las dos hubiera dado siquiera un breve paso al universo adulto. Se acurrucaba contra ella en la cama y Nevena la rodeaba con el brazo y leía el libro de tapas verdes en voz alta y clara para su pequeña hermana que todavía no podía leer por sí misma hasta que se retorcía presa de la risa sobre el colchón de pluma.

- Era cenora hora- retomó Bheril en voz baja- y los flexosos tovos, en los relonces giroscopiaban, perfibraban. Mísvolos vagaban los vorogovos, y los verdiranos extrarrantes bruchisflaban.

<-Ocúltate, hijo mío, de Jabberwock brutal, - leía Nevena a la luz del orbe, con voz cristalina, reprimiendo la risa que también le sobrevenía al aturullarse con las palabras- de sus dientes de presa y de su zarpa altiva;huye al ave Jubjub y por último esquiva a Bandersnatch feroz, humérico animal.

El silencio reinaba en la casa y ambas se sentían un tanto furtivas al dedicarse a las lecturas a tales horas de la noche. Se habían cubierto con la colcha como si fuera una tienda de campaña y habían enterrado con ellas el orbe luminoso para alumbrarse.>

- El muchachó empuñó la espada vorpalina, buscó con mucho ahínco al monstruo manxiqués- recitaba Bheril con voz soñadora- llegado a un árbol tántum se apoya y se reclina, no se qué, no sé cuantos pensativo a sus pies.

- ...pensativo, un buen rato, sin moverse, a sus pies.- ayudó Iranion casi como en sueños, al mismo tiempo que Celebrinnir pronunciaba en silencio el verso errado.

Bheril, superado aquel pequeño bache, siguió recitando. Su voz sonreía.

- Y en tanto cavilaba el joven foscolérico, se acercó Jabberwock con mirada de roca: resoplaba en su avance por el bosque quimérico, de tanta rabia espuma arrojaba su boca.

<- ¡Uno y dos! ¡Uno y dos!- exclamó Nevena agitando la mano frente a ella como si tuviera una espada mientras con la otra sujetaba el libro- Y de uno a otro lado la vorpalina espada corta y taja, tris-tras: lo atravesó de muerte. Trofeo cercenado, su cabeza exhibía galofante al compás.>

- ¿Lograste, dijo el padre, matar al Jabberwock? -recitó en silencio Celebrinnir en la tienda, mientras escuchaba la voz de Bheril pronunciar aquellas mismas palabras- ¡Déjame que te abrace, solfulgente hijo mío! ¡Oh día frabuloso! Clamó: ¡Calú...! ¡Caloc! Y el viejo runquirriaba con placentero brío.

< - Era cenora y los flexosos tovos- Nevena cerró el libro. Ella y la pequeña Nienna recitaron de memoria la última estrofa que tan bien conocían- en los relonces girscopiaban, perfibraban. Mísvolos vagaban los borogovos y los verdirranos extrarrantes gruchisflaban. 

Aquella vez habían conseguido recitarla sin atascarse ni una sola vez y todo el sigilo que tan cuidadosamente habían mantenido se desvaneció cuando ambas rompieron a reir bajo la colcha por la emoción, enredándose en las sábanas y despertando así a toda la casa.>

- No ha estado mal- murmuró Iranion, emergiendo del sueño solo para demostrar el debido desdén, y volver a dormirse.

En el silencio de la tienda, Celebrinnir mordió con rabia las mantas para que no la oyeran llorar.

El camino al infierno XX

Era noche cerrada y el Bajo Arrabal estaba en silencio, con el crepitar de algunas hogueras y antorchas y el susurro del bosque mucho más presente que durante el día. Iranion llegó entrada la madrugada con el rostro grave y cansado, y encontró a Bheril sentado sobre el tonel, leyendo a la luz de una discreta hoguera. Entró en la tienda en silencio y se sintió aliviado al comprobar que Celebrinnir estaba dormida, o que al menos lo fingía. No se veía con la presencia de ánimo para retomar la conversación que habían dejado abruptamente por la tarde. Desenvolvió con cuidado el pequeño fardo que había traído de su expedición a la Grada del Arúspice. Un cristal del tamaño de un puño, tallado en facetas como un diamante, arrojó una luz blanquecina sobre el rostro dormido de la sacerdotisa. No había olvidado el descubrimiento que habían llevado a cabo en las habitaciones de Celebrinnir cuando desapareció: el pequeño cofre lacado y los cristales de vil, algunos repletos y otros ominosamente agotados. También había visto el conflicto que había supuesto para ella reconocer, aunque de manera sucinta, su adicción. Sabía por lo que estaba pasando y no pensaba tolerar que sufriera más de lo que ya había sufrido. No podía quitarle sus pesadillas ni borrar lo que había sucedido, fuera lo que fuera, con Abrahel. Pero al menos esto sí podía hacerlo. Con cuidado deslizó el cristal de energía pura entre sus dedos dormidos y relajados, la miró aún un instante intentando discernir si dormía o no y salió de nuevo al exterior.

La noche le recibió con una orquesta de susurros en el bosque y el aire fresco de la noche primaveral acariciándole el rostro.

- ¿No duermes?- inquirió, sentándose con pesadez al lado de su compañero.

Bheril negó sin apartar la mirada de las líneas que leía, pero posó una mano reconciliadora en el hombro de su amigo.

- Tengo el sueño cambiado.- reconoció.

- Yo no tengo.

A su alrededor, los grillos parecían estar sitiando la ciudad y su rabioso rasgar llenaba la noche.

- Niré es fuerte.- dijo entonces Bheril en voz baja, apenas un ápice por encima del crepitar del fuego- Y tú. Poco a poco las cosas se ajustarán. Y lo que tenga arreglo, se arreglará.

Iranion asintió y miró de soslayo a su amigo, permitiendo que el cansancio se filtrara a sus rasgos. En aquel momento, incluso el sentido de culpa parecía adormecido bajo el hambre y la fatiga.

- Has aguantado bien- le animó Bheril en voz baja, pero Iranion frunció el ceño, perdiendo la mirada en algún punto invisible frente a él.- Creo que es mejor así.

- No me siento honesto...- susurró- pero no puede salirse con la suya.

Bheril descartó un instante su lectura y levantó la vista hacia su atribulado compañero.

- Escucha, si lo miras desde cierto ángulo- convino recordando los avances de la tarde- No ha perdido el carácter, ha comido y hasta la he visto sonreir. Eso ya es mucho, yo no tengo ni la mitad de su coraje. ¿Está dormida?

Iranion negó imperceptiblemente con la cabeza. Luego se encogió de hombros o más bien los dejó caer, agotado.

- No lo sé- admitió al fin en un susurro- Le he dejado el cristal, le ayudará a relajarse.

Dejando el libro de lado, Bheril asintió y se puso en pie.

- Ven, tú también tienes que descansar, aunque no duermas.

Iranion suspiró y se levantó también. Abrieron la lona con precaución y entraron en la tienda intentando no hacer ruido. Bheril acechó un instante a Celebrinnir para asegurarse de que estaba dormida. Aparentemente, lo estaba: durante el sueño su gesto severo se había relajado y parecía mucho más joven. O seguramente todo lo joven que era en realidad. El cristal había resbalado de sus dedos y descansaba junto a ella. Su fulgor había disminuido un tanto. Iranion observó con satisfacción que el sustitutivo de los cristales viles había funcionado. Con silencio y eficiencia, Bheril se sirvió de unas mantas y algunos cinturones, para crear una improvisada cortina entre los mástiles que delimitara la zona de descanso de Celebrinnir y la suya propia.

- No creo que Niré soporte vernos la cara de manera gratuita cada vez que se despierte.- explicó en susurros ante la mirada de extrañeza de Iranion.- Siempre me había preguntado si cuando me dormía tenía cara de tonto. He visto dormir a mucha gente y es algo bastante común.

- Ya sabes que no.-gruñó Iranion preparando sus mantas.

- Me alegro deque despejaras esa duda- reconoció Bheril con optimismo mientras colgaba la vaina de la espada en un gancho no demasiado lejos-Tú tampoco. Sólo la tienes cuando estás despierto.

Le observó de reojo, esperando que le mirara con asco, pero Iranion apenas le dirigió la mirada, solo se sacó las botas y se sentó sobre los cojines sin quitarse el resto del equipo. Sus armas descansaban cerca. Cuando fue a quitarse los guantes, el cabello blanco se deslizó sobre sus hombros y le veló el rostro, pero ni siquiera hizo amago de retirarlo. Bheril frunció el ceño y se sentó a su lado rápidamente. Si no recibía la característica mirada dedeñosa o de perdonavidas, Iranion debía estar realmente agotado y desanimado. Pateó un par de cojines y encontró la postura enseguida. Abrió un instante la lona para asegurarse de que Celebrinnir dormía y la cerró de nuevo para permitir que Iranion ocupara su sitio.

Celebrinnir abrió los ojos, suspiró, y siguió mirando la lona.

El camino al infierno XIX

martes, 12 de abril de 2011

Pudieron convencerla al cabo para que comiera algo, pues confirmaron sus sospechas de que su debilidad había llegado a un punto temprano en el que no pudo encaramarse a las ramas de las olembas para descolgar los frutos. Sirvieron zumo de bayas, pan de centeno y frutas, bollería fresca y cualquier otra cosa que pudieron encontrar en el mercado y que fuera susceptible de apetecer a su convaleciente amiga. No se equivocaron: la comedida sacerdotisa se avalanzó sobre la comida con la finura de una piara de gorrinos.

- Despacio chica- dijo Bheril al ver que vaciaba de un trago el vaso de zumo, se atragantaba, tosía y a continuación cogía una manzana para llevársela a la boca.

Se levantó para buscar un cubo o una vejiga por si el cuerpo de la sacerdotisa se revelaba ante aquella ingesta y lo devolvía todo.
Celebrinnir no le escuchaba: la fruta era ambrosía en su boca y tenía la impresión de no haber comido en siglos. A cada bocado que daba, se sentía más fuerte. Devoró hasta el corazón de la manzana y cuando terminó de masticar se detuvo y respiró hondo como si tomara aliento para reemprender la carrera. Bheril regresó con un cubo y unos trapos. Iranion alzó las cejas.

- Te va a sentar mal...- reprendió.

Celebrinnir sintió una punzada de culpabilidad y les miró con la disculpa dibujada en los ojos.

- Tengo tanta hambre...- se disculpó.

Bheril se encogió de hombros. Al fin y al cabo él no era nadie para reprochar a ninguna otra persona el hecho de comer como una lima. Cogió con aire furtivo un bollo de la cesta y sonrió, sentándose un poco más cerca, medio escondido detrás de los mástiles, y se asomó como si fuera un balcón. Celebrinnir, que ponía todo su autocontrol en comer despacio y masticar una codorniz que sujetaba con los dedos, no pudo evitar devolverle la sonrisa. Terminó al fin con la codorniz, se limpió los dedos pulcramente en un trapo y apartó la bandeja suspirando y recostándose contra los cojines. Iranion miró de reojo a Bheril sin cambiar un ápice su expresión pero buscando algo en aquella mirada. Bheril, tranquilo y menos preocupado que antes, le guió un ojo con disimulo, orgulloso de su autocontrol. Iranion suspiró y volvió a mirar a Celebrinnir, perdiendo algo de la tensión de su postura.

- ¿Quieres té de las islas, Niré?- inquirió Bheril. La sacerdotisa sonrió y asintió- Te buscaré una taza chula, creo que hay una que no se me ha desportillado.

Las rojas cejas de Celebrinnir trazaron un hermoso arco.

- ¿Llevas tazas en la mochila?- inquirió con un brillo de diversión en aquellas pupilas inquietas que aún conservaban el temblor.

Bheril asintió, rebuscando en su petate. Se tenía a sí mismo por un elfo apañado y las llevaba envueltas en papel de estraza porque de este modo aguantaban más. Sacó una y la limpió con cuidado con un pañuelo azul.

- Y una colección de figuritas de cristal de Theramore- añadió a la lista de Celebrinnir, y recibió en recompensa la primera risilla, aunque débil y furtiva, de la sacerdotisa desde que la encontraran- Esas las llevo en las alforjas.

- ¿Y el mantel de encaje?- intervino Iranion, uniéndose al humor general.

- Me lo confiscaron al cruzar el Portal Oscuro- informó Bheril con total seriedad- Creían que podía romperse y causar daños.

Sirvió té en las tazas que había sacado para todos. Iranion inclinó la cabeza en un gesto de agradecimiento, cogiendo la taza en un intento fallido por disimular el temblor de sus manos. Tuvo que cogerla con ambas, aunque aquello fuera una falta de etiqueta flagrante. Celebrinnir por su parte miró un instante la taza que sostenía y al cabo de un instante respiró hondo y tomó un sorbo.

- ¿Te gusta nuestra tienda, Niré?- preguntó Bheril retomando la conversación.

Celebrinnir miró a su alrededor, parpadeando repetidas veces como si le costara enfocar. En su convalecencia no había prestado demasiada atención a su entorno, pero ahora lo estudiaba con cuidado. Era una tienda más propia de una comandancia militar, adornada con cojines y alfombras que le daban un toque elegante, y algunos libros e incluso una pipa de mána que la hacían más acogedora.

- Vaya, es... grande.- dijo asintiendo con la cabeza- ¿Dónde estamos?

- Estamos en el Bajo Arrabal.- Bheril pronunció aquellas palabras sin perder un instante de vista la expresión de Celebrinnir.

Ante aquellas palabras, la sacerdotisa se exaltó visiblemente. Abrió mucho sus ojos inquietos y la taza en su mano se zarandeó peligrosamente. Comenzó a mirar a su alrededor como una bestia encerrada.

- Yo...- jadeó angustiada.-- Me desterraron- e imprimió fuerza a aquella palabra- No puedo...

Bheril le posó una mano tranquilizadora en el brazo.

- Niré, tranquila. Tienes derecho a estar aquí. Los Sha´tar están de acuerdo.

Ella negó con la cabeza vehementemente, como si no estuvieran entendiendo algo muy básico.

- Pero Kuu...

Iranion cruzó los brazos sobre el pecho.

- No tiene nada que opinar.-sentenció con gravedad. Celebrinnir clavó en él sus ojos- Ya no eres Aldor.

- Hemos hablado con ella- explicó Bheril- también con los Sha´tar. Y tienes derecho a estar aquí.

Enmudecieron al ver el gesto que se dibujaba lentamente en el rostro de Celebrinnir. El suyo era un gesto del asombro más absoluto, del que acaba de descubrir un abismo insalvable en su interior. Con gesto ausente dejó la taza en el suelo y se miró las manos desnudas. La oyeron murmurar para sí.

- ¿Qué va a ser de mí?

Iranion cortó aquella línea de pensamiento.

- Ya no les necesitas.

Celebrinnir alzó la mirada lentamente hacia él, como si hubiera olvidado que se encontraba allí y lo acabara de recordar de nuevo.

- No... no lo entiendes, ellos...

- Ellos te han expulsado cuando necesitabas verdaderamente su apoyo- insistió, hablaba con contundencia o al menos Celebrinnir acusaba sus palabras como golpes de mazo- Hablan sobre compasión y la ayuda al prójimo, pero no han dudado en juzgarte con rapidez y desterrarte.

Celebrinnir respiró profundamente, tratando de tranquilizarse para hablar.

- Servir a lso Aldor me ayudaba- explicó con toda la serenidad que pudo reunir- Yo...

Iranion volvió a atajarla con brusquedad.

- No merecen que les sirvas y lo han demostrado.

Esta vez Celebrinnir no pudo contenerse.

- ¡No lo entiendes!-estalló- Ellos me ayudaban a contener.. me...

-Puedes hacerlo, Niré- susurró Bheril, animándola.

Pero Iranion no parecía dispuesto a darle tregua.

- No les necesitas para contenerte.- sentenció con dureza.

Celebrinnir sintió que aquello escapaba a su control. Se obligó a respirar pausadamente, como les había explicado en las sesiones. Cerró los ojos e inspiró. Ellos no lo entendían, no entendían nada...

- No es para tanto- dijo al cabo de un momento Bheril, con voz pausada, todavía asomado entre los mastiles- Tranquila. Sea lo que sea que hacías allí, puedes hacerlo en cualquier parte. Realmente solo te rodeaste de un entorno que te ayudaba a reprimir un deseo que te avergüenza. Ahora que no tienes ese entorno, tendrás que combatirlo. Ese es un buen camino hacia la perfección. El único verdadero en realidad.

Celebrinnir pareció avergonzarse ante aquellas palabras, se encogió levemente, apartó la mirada y entrelazó los dedos para contener el temblor de sus manos.

- ¿Cómo?- inquirió con un hilo de voz.

Bheril suspiró.

- Puede que sea una oportunidad que Belore te brinda- sugirió- o una prueba. Ese planteamiento te ayudaría mucho, en mi humilde opinión.

Ella frunció el ceño ante aquellas palabras.

- Belore toleró esto...

Iranion se acuclilló a su lado.

- Belore nos pone a prueba, cuesta entenderlo, Niré- dijo- pero se muestra en caminos en los que no es fácil reconocerle. Y su bendición no es solo la Luz que otorga a los elegidos.

En la mirada de Celebrinnir se concentró toda la dignidad y severidad de los consagrados en Quel´danas y cuando le habló, su voz iba cargada de un desprecio y un orgullo insospechados.

- He pasado toda mi vida consagrada a Belore y a su voluntad, a entender sus designios y a cumplirlos con devoción.-espetó con dureza - No me hables de pruebas y bendiciones.

Iranion acusó el golpe. La miró en silencio, guardándose las réplicas como si hubiera entendido de pronto lo que estaba sucediendo. Se puso en pie y se sacudió la pechera. Luego pasó por detrás de Bheril y salió de la tienda.

El camino al infierno XVIII

Cuando Iranion regresó, Bheril estaba sentado en el exterior, bebiendo pausadamente una taza de té, y alzó la vista para verle llegar. Bajando el embozo que le cubría las runas, Iranion dirigió una mirada a la tienda con una tensión clara dibujada en la línea de su mandíbula. Tras los años que llevaban juntos, para Bheril era evidente que algo le preocupaba, algo con lo que no había contado. Algo debía haber ido mal con Gherion.

- ¿Qué ocurre?- inquirió dejando la raza en el suelo.

Iranion negó con la cabeza, el ceño fruncido.

- No lo sé.- contestó- Le hará llegar el mensaje pero no sabe cuando podrá venir.

Al ver que Iranion no daba más explicaciones, Bheril supo que tendría que tirar de él para conseguir algo más de información.

- ¿Leriel está bien?

- Sí, está bien.- y esa fue toda la información que consiguió. Asintió, rascándose la barba.

- Bien... ¿Quieres que busque algo o a alguien entretanto?

Iranion negó con la cabeza y apartó la mirada de la tienda para mirarle a él con el ceño levemente fruncido y una expresión algo severa que en él, sabía Bheril, no significaba más que preocupación.

- ¿Y Niré, ha despertado?- inquirió al fin.

Bheril suspiró y asintió, dando un largo trago a su taza. Se dio cuenta de que no estaban en posición de ser parcos en la comunicación.

- Volvió a dormirse.- añadió.

- ¿Ha comido? Tiene que comer.

Negó con la cabeza.

- No. Despertó algo aturdida... le pregunté si me reconocía, intenté comprobar si estaba lúcida.- explicó- ¿Recuerdas lo que hablamos ayer?

- ¿Qué punto?

- Sobre Niré y su estado.- Iranion asintió- No ha vuelto a mirarme desde que confirmó que estaba despierta. Se encogió sobre sí misma y lloró hasta dormirse.

Iranion dirigió a la tienda una mirada indescriptible.

- No voy a cargarla con más peso.- sentenció.

Bheril asintió frunciendo el ceño y desvió la mirada un tanto.

- También me preocupa lo contrario- dijo al cabo- Si quieres entrar, podemos despertarla y quizá se anime a dar un bocado.

- Tiene que comer- repitió Iranion.

El agotamiento estaba haciendo presa en los dos, empezaban a no poder pensar con claridad, les desorientaba. Tenían que hacer algo al respecto, pero primero Bheril necesitaba recordarle a su amigo que no estaba solo.

- Iranion - le dijo- no sé muy bien qué hacer, pero te cubro ¿De acuerdo?

Iranion le miró y la severidad se diluyó de sus ojos. Se le veía muy cansado, pero asintió pese a todo.

- Gracias

Cuando Bheril se puso en pie, se acercaron a la tienda e Iranion apartó la lona para entrar sin hacer ruido. Encendieron un orbe arcano para iluminar el interior y buscaron en silencio las bolsas en las que guardaban la comida. Cuando las tuvieron, se acercaron a Celebrinir que seguía dormida, hecha un ovillo. Iranion posó la mano en su hombro con suavidad, tratando de ignorar la huella de Abrahel todavía patente en ella. A su contacto, el cuerpo de Celebrinir dio un respingo y se estremeció, y supo que había abierto los ojos, aunque les daba la espalda y miraba hacia la lona.

- Tranquila - murmuró en su oído.

Ella no se volvió. Permaneció inmóvil, con el cuerpo tenso bajo su mano y mirando la lona en silencio. Iranion cerró los ojos un instante, tomó aire y apartó la mano. Vio entonces que Celebrinnir suspiraba. Vio el filo de sus pestañas abatirse y volverse a alzar. Bheril observaba desde la entrada conteniendo el aliento.

- Lo siento.- dijo ella entonces en un murmullo, sin volverse.

Iranion se inclinó sobre su oído.

- Nada de esto es culpa tuya, Niré - murmuró quedamente, con suavidad- No pidas perdón.

Celebrinnir sonrió con tristeza.

- Eso es lo que ella quiere que creas.

- No, voy a decirte lo que quiere, Niré- continuó él, tragándose su propia culpa- Nos ha golpeado y espera que sea nuestra culpa la que nos haga caer. Quiere que tú te sientas responsable, que yo me sienta culpable. Que el peso de las culpas nos empuje hacia abajo. Quiere que nos dejemos desangrar...

Sus pestañas seguían alzadas, sabía que seguía con los ojos fijos en la lona. Vio sus manos, trataban de apretar los puños pero les faltaba fuerza.

- Escúchame- insistó- No es cierto. La culpa es suya, ella es la que nos ha empujado a esta situación.

Vio como su nuez se deslizaba bajo la piel, tragando saliva. Cuando habló, supo que reprimía las lágrimas. Conociendo lo que conocía de ella, el punto que trataban le estaba resultando especialmente doloroso.

- ¿Cómo me encontratéis?- fue lo que preguntó, con un susurro quebrado.

Iranion respiró hondo, atisbando las fronteras de su conflicto pero sin estar seguro.

- Hace días que estamos peinando Terokkar. No tienes nada de qué avergonzarte.- susurró. Ella apretó los dientes, con los puños sencillamente no tenía fuerza- Nos han pisado y nos han hecho caer, pero vamos a levantarnos ¿Me oyes?

celebrinnir se volvió lentamente hasta quedar tumbada de espaldas y le miró a los ojos brillantes como ascuas verdes. Iranion vio que las pupilas azules destacadas bajo el rastro verde del vil temblaban nerviosamente. Celebrinnir parpadeó repetidas veces, como tratando de enfocar la imagen.

- Míranos, Iranion- dijo ella en voz baja, con tristeza- Estamos justo donde ella quería que estuviéramos. Por eso tenía que marcharme.

- No- atajó Iranion- Lo estaríamos si nos dejásemos arrastrar por su manipulación.

Ella bajó la vista y vio que sus ojos estaban fijos en las cicatrices tiernas de las muñecas. Apretó los dientes y Celebrinnir escondió los brazos bajo las mantas.

- Esta escoria no conoce a nuestra familia, Niré- continuó éñ, y ella se estremeció ante aquellas palabras- Cree que puede pisarnos y que nos quedaremos en el fango.

Celebrinnir alzó la vista, con el gesto serio pero una mirada suplicante en los ojos.

- ¿Por qué nos hace esto?

Iranion tragó saliva. Tenía buenas dotes interpretativas, pero no consideraba que le estuviera mintiendo, solo ocultándole la tremenda culpa que tenía sobre los hombros y que no pensaba convertir en un puñal. Aquella pregunta le hizo zozobrar y guardó silencio un instante.

- Me enfrenté a ella- respondió en un susurro al cabo, y le pareció una enumeración de sus culpas una a una- Una vez no quise doblegarme a sus deseos.La creía muerta, pero ha vuelto. Volvimos a enfrentarnos y tampoco estuve dispuesto. Me amenazó con buscaros a Leriel y a tí... También amenazó a Bheril y a su hermana. Llegué a tiempo de advertir a Leriel... pensaba que estarías con ella... Bheril preguntó por tí cada día en el Alto Aldor...

Enmudeció al apreciar la mirada extraña que con que le miraba Celebrinnir. Lentamente, la sacerdotisa sacó una mando de bajo la manta y la acercó con cuidado al rostro de Iranion para posar los dedos con delicadeza sobre sus labios, como rogándole que dejara de clavarse puñales. Luego la deslizó suavemente hacia su mejilla y la dejó descansar allí sin decir una palabra. Ante aquel contacto, Iranion cerró los ojos y la tensión se dibujó de nuevo en su mandíbula como un estremecimiento, pero no se apartó. Desde la entrada Bheril, mudo testigo, supo del esfuerzo que le requería un gesto tan nimio como no apartarse.

- Se hizo pasar por tí- murmuró Iranion con los ojos cerrados agachando la cabeza, con la mano blanca de Celebrinnir todavía en su mejilla- La descubrimos... y tuvimos la certeza de que algo había ocurrido... comenzamos a peinar el bosque.

Celebrinnir negó imperceptiblemente con la cabeza y volvió a posar la punta de sus dedos sobre los labios de Iranion. Él calló, tragándose las palabras que querían brotar pero que no servían para nada, recordando las palabras de Bheril la noche anterior y repitiéndoselas como si fueran un mantra. Su compañero, su hermano, era una presencia silenciosa en la penumbra del rincón, prestándole su mudo apoyo en aquel angosto tránsito.

Al cabo de unos instantes, Celebrinnir retiró lentamente la mano sin apartar la mirada de sus ojos. Iranion abrió los suyos. No había compasión en los ojos de Celebrinnir, solo una extraña comprensión que no necesitaba de palabras. La miró en la penumbra. Sabía que las marcas de su propia piel estaban encendidas y se dibujaban claramente a la luz del pequeño fanal.

- Te juro que van a pagar por esto- susurró- Que solo va a conseguir que la venganza caiga con más crudeza sobre ella.

Frente a él Celebrinnir inspiró profundamente y un gesto de determinación se dibujó en su rostro.

- Mi hermano. - dijo, con la voz cansada y pese a todo, firme.- No mi padre, no mi guardián.

Pronunció aquellas palabras lentamente, como si no confiara en su propia voz para imprimirles la fuerza que requerían.

- Mi hermano.- repitió.

Iranion cerró los ojos pero los volvió a abrir al instante y el fulgor de su mirada pareció intensificarse, avivado por unas emociones que no llegaban a expresarse en sus facciones impretéritas.

- No...- tuvo que tragar saliva porque sentía como si un puño se le hubiera cerrado sobre la garganta.- No voy a permitir que nos hunda, ni que permanezcas en el fango. Que no te haga creer que no puedes levantarte, eso es mentira, - sentenció con rabia- mentira...

El camino al infierno XVII

Al día siguiente:

Despertó de pronto y fue consciente al mismo tiempo de la arpillera que cubría el suelo sobre el que yacía, los cojines sobre los que descansaba la cabeza y la manta cálida que la cubría. Estaba recostada de lado, ovillada sobre sí misma y cuando abrió los ojos vio ante si la lona blanca de lo que parecía ser una tienda de campaña, aunque la imagen era borrosa. Oyó el rumor conversaciones lejanas en común, en orco y en otras lenguas que no entendía. Desorientada, comenzó a volverse y al instante percibió una presencia junto a ella.

- Niré- inquirió la figura temblorosa y fluctuante que se inclinaba sobre ella- Niré ¿Cómo te encuentras?

Algo malo sucedía con sus ojos, la imagen temblaba y se ondulaba como si los bordes no estuviean definidos. Parpadeó repetidas veces, pero el efecto no se desvaneció.

- Niré- insistió la figura, y reconoció el cabello rubio y la voz cálida- ¿Sabes quién soy?

Lo sabía: Bheril tenía aspecto cansado y parecía genuinamente preocupado. Recordó entonces lo sucedido antes de sumirse en aquel sueño sin sueños del que acababa de despertar y lo que significaba empezó a abrirse paso entre las brumas de su mente. Había fracasado, pese a todos sus esfuerzos Iranion la había encontrado. Se había convertido al fin en el puñal que tanto temía, en una carga.

- No estoy soñando.- murmuró, y no era una pregunta.

Bheril no contestó, se limitó a mirarla a los ojos con compasión. Poco a poco, su alma empezó a resquebrajarse. Tanto dolor no era posible. Dos lágrimas brotaron de los ojos temblorosos de Celebrinnir que, sin una palabra más, se ovilló sobre sí misma dándole la espalda y comenzó a llorar bajito. Cediéndole el espacio y la soledad que sabía que necesitaba, Bheril se puso en pie apretando los dientes y salió de la tienda sin hacer ruido.

Cuando volvió a entrar, Celebrinnir estaba dormida.