El camino al infierno XXVIII

jueves, 14 de abril de 2011

Rodrith dejó escapar un gruñido a causa de la intensidad del Fuego Blanco del que no apartaba las manos.

- ¡IRANION!- bramó ¡SÁCALA DE AQUÍ YA!

Desorientada y embargada por un desasosiego que no entendía, Celebrinnir vio a Iranion entrar en la tienda sin perder un momento, un soldado presto a entrar en combate ¿No había terminado todo ya? Sin mediar palabra, Iranion se agachó a su lado y recogiéndo las mantas sobre las que yacía, la alzó en brazos y la estrechó contra su pecho. Celebrinnir vio su cabello blanco alzarse como si flotara, y el modo en que apretaba los dientes. Las runas en su rostro parecían incluso más aberrantes en aquel aura blanca que bañaba el interior de la tienda y Celebrinnir supo que el dolor debía ser atroz.

No intercambiaron palabras, Iranion abandonó la tienda raudo y solo se detuvo cuando estuvo a varios metros en el exterior. Un estallido pequeño y desagradable provino del interior y Celebrinnir se encogió reprimiendo un gañido. Supo que había terminado. La incosciencia tiraba de ella, pero no quería desaparecer ahora, exhausta y empapada en sudor como estaba. Luchó por mantener los ojos abiertos, por saborear todavía el sabor agridulce de aquel triunfo. Los brazos de Iranion la rodeaban con fuerza y podía ver, entre nieblas, como sus labios se movían sin cesar, rezando. Sabía que Bheril estaba allí, tan sobrecogido como Iranion, pero no tenía fuerzas siquiera para volverse y mirarle. Se limitó a recostar la cabeza contra el pecho de Iranion, exhausta.

- Lo hice- susurró- lo hice, Iranion.

Él apoyó la frente sobre su cabeza con un leve gesto de alivio que no corresponía con la tensión con que la apretaba contra su pecho.
Su voz, cuando le habló al oído, reflejaba dolor y un matiz de orgullo.

- Lo has hecho.- dijo.

Fuera de la tienda, el universo había continuado su rutina despreocupadamente, ajeno a lo que había sucedido en aquel rincón oscuro de los bajos fondos. A´dal, sin embargo, había demostrado que nada escapaba a su atención entre los muros de la Ciudad de la Luz, y mucho menos la lucha de dos almas bendecidas contra la corrupción de la oscuridad. A medio camino de la inconscienca, Celebrinnir quiso preguntar a Iranion si también él había escuchado su canción, pero entonces la lona de la tienda se abrió y de ella salió Rodrith albagrana, arrastrando una bolsa de arpillera cargada con los deshechos. Estaba despeinado pero no parecía cansado, y se había vuelto a poner la armadura y el tabardo. El aura en él resplandecía con fuerza, aunque ya no era la llamarada blanca que había sido durante el ritual. Sus ojos ya no destellaban: el licor dorado de la luz era casi translúcido, pero no  cegaban.

- Voy a quemar la basura.- dijo, deteniéndose frente a ellos.-  Yo soy bastante escrupuloso, quemaría los cojines, la tienda y la ropa que lleva Celebrinnir, pero es más una cuestión de gustos que otra cosa.

Iranion miró a Rodrith y asintió. La emoción había logrado por fin asomar a su rostro y le brillaban los ojos con intensidad.

- No hay peligro- continuó Albagrana haciendo un gesto con la cabeza hacia la tienda- Está todo como una patena.

- Gracias.- respondió Iranion con la voz contenida.

El elfo quitó importancia al caso con un gesto casual.

-No hay de qué.- Entonces se enderezó como si hubiera recordado algo- Coño, la maza.

Volvió a entrar a la tienda y salió amarrando la maza a su cinturón.
Se acercó entonces a Celebrinnir, que se aferraba a la consciencia con toda su fuerza de voluntad aunque el agotamiento mermaba sus fuerzas.

- Vendré mañana a ver como estás ¿Vale, tía dura? - le dijo guiñándole un ojo- Lo has hecho muy bien.

Quería darle las gracias, bendecirle por el don que había vertido sobre ella, por el regalo que le había hecho. Pero no tenía fuerzas siquiera para hablar ya, de modo que le dedicó un parpadeo más largo de lo habitual y él lo entendió, devolviéndole una sonrisa satisfecha.

- La Luz os guarde.- se despidió, y Celebrinnir apreció aquel deseo en toda su magnitud.

- Belore esté contigo.- fue la formal respuesta de Iranion, descargando al fin la tensión que le atenazaba los hombros.

El cruzado se alejó con el tintineo de su armadura, arrastrándo el saco con los restos del ritual. Cuando Iranion se volvió para verle marchar, Celebrinir se sorprendió de no ver dos poderosas alas de luz brotando de su espalda. Permanecieron así durante una eternidad, en silencio y Celebrinnir se solazó en el abrazo de Iranion, ahora exento de toda tensión y temblando de alivio.

Por fin aquella pesadilla había terminado, no había más corrupción e Iranion no la había apartado de su lado. La Luz que Rodrith Albagrana había derramado sobre ella y que había acuchillado su carne había sido al mismo tiempo bendición y penitencia y había dejado su cuerpo tembloroso, exhausto y resplandeciente de pureza. Por eso no dijo nada de la desesperación de la criatura, ni de su miedo ni su desamparo, ni de como había llorado por ella cuando había mandado todo su odio para herirla, ni de las palabras de Abrahel en su mente. Se quedó dormida al fin con el alivio de haber resistido aquella lucha y con una tristeza indefinible envolviendo su corazón.

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