El sol se ponía, su luz agonizante apenas lograba filtrarse entre las densas ramas del bosque de Frondavil, pero aún así el resplandor mortecino servía para dilucidar si era noche o día. Llevaban avanzando todo el día pero llegaba la hora del crepúsculo y no había ni rastro del refugio que debían encontrar en aquella zona.
Averil miró a su alrededor y después a Kluina´i. La Tauren olisqueaba discretamente en todas direcciones, incómoda. Llevaba el yelmo calado y parecía alerta. Ella misma estaba inquieta y cansada, muy cansada. Bostezó.
- ¿Está muy lejos todavía el próximo asentamiento?- inquirió recostándose sobre el cuello de su montura.
Kluina´ai negó con la cabeza.
- No lo estaba.
La muchacha asintió y espoleó a su montura para seguir avanzando. No tenía ganas de hablar, se sentía huraña y todavía no acababa de discernir si estaba dormida o no. Estaba tan cansada... Y Klui era a veces tan sobreprotectora, siempre encima, siempre preguntando... Continuaron avanzando en silencio por el camino bordeado de árboles muertos. Sus monturas se movían pesadamente, como si aquel ambiente las afectara también a ellas. Ninguna dijo nada, se limitaron a caminar pero Averil sentía la mirada atenta de Kluina´ai en ella y aquello le molestaba. ¿Por qué tenía que estar siempre tan pendinte? El solitario aullido de un lobo atravesó el bosque desde la lejanía y Averil detuvo a su montura casi involuntariamente, presa de un escalofrío.
- Este sitio me da escalofríos- gruño para sí, irritada. El verde pútrido del bosque parecía interpelarla directamente - ... me recuerda....
Recordó el bosque corrupto de su sueño ¿Quería eso decir que estaba despierta? ¿Podía un sueño recordar a otro sueño? Sacudió la cabeza para sacar aquellos pensamientos de su mente, e iba a espolear de nuevo a su montura cuando escuchó la voz de Kluina´ai tras ella.
- ¿Averil?
Respiró hondo, armándose de paciencia.
- ¿Hm?
La montura de Kluina´ai avanzó hasta situarse a su lado.
- ¿Cómo te sientes?
Averil puso los ojos en blanco en el refugio de su capucha.
- Cansada- sentenció, y como aquello podría interpretarse como una invitación a seguri preguntando, añadió- Me duele la cabeza.
Si había esperado que Kluina´ai entendiera que no quería seguir hablando, la decepción no tardó en hacerse patente. La tauren la miraba con genuina preocupación en los ojos.
- Escucha... Necesito saber todo lo que puedas decirme. Yo... yo voy a ciegas.
Algo en su voz hizo que una punzada de culpabilidad la aguijoneara. Estaba siendo injusta con la chamana. Kluina´ai la había rescatado de Krog´nash y había cuidado de ella durante todo el camino sin pedir nada a cambio. Desconocía sus motivaciones pero la tauren siempre estaba allí con su infusión de hierbas cuando despertaba de una pesadilla. Pagar su cansancio y su mal humor con ella no era justo en absoluto. Respiró hondo.
- No duermo bien desde que llegamos, pero eso ya lo sabes- explicó, tratando de que su voz no sonara tan tajante- Y todo esto me recuerda demasiado a... bueno, a mi sueño.
Oyó el peculiar suspiro de Kluina´ai.
- Háblame de tu sueño.
Reemprendieron el paso tranquilamente mientras Averil trataba de explicar en sencillas palabras la complejidad de aquel primer sueño en el que todo había comenzado.
- Bueno, yo...- comenzó- Sé que suena ridículo, pero era un pájaro, iba volando y vi un dragón. Quise seguirle y llegamos a una zona como... enferma, de un verde oscuro, malsano como este bosque- hizo un gesto que abarcaba la fronda a su alrededor- Allí había un árbol, un árbol inmenso, y parecía que toda la enfermedad salía de allí. De allí salían los lobos... Así empezó todo, supongo.
Recordaba muy vívidamente la mirada cruel y amarilla de aquellas bestias cuando abatieron al dragón y se fijaron en el pequeño pájaro azul que contemplaba la escena paralizado por el miedo. Recordaba su propio miedo, la sensación de un corazón tan rápido como un zumbido, el dolor en su ala cuando el primero de ellos cerró sus fauces sobre ella. Se estremeció y detuvo su montura de nuevo.
- Esto está lleno de lobos, Klui...- suspiró- Tengo miedo...
Kluina´ai desmontó de su inmenso kodo y se acercó a ella.
- No estás sola.- dijo sujetando las rieda sen la mano- Y el miedo es bueno, Bellota, pero no permitas que te domine.
Averil respiró profundamente. Las palabras de Kluina´ai volvían a aguijonear una sensación que no le gustaba nada, le irritaba que pensara que seguía siendo una cría sin fortaleza alguna.
- Lo intento, créeme- espetó- el miedo no es el único aquí dentro que intenta hacerse con el control.- se caló la capucha profundamente- Vayamos al refugio, tal vez esos druidas conozcan al Guardián.
Liberó sus riendas de la mano de Kluina´ai y espoleó a su montura para seguir avanzando.
No tardaron en avistar por fin el refugio en una loma a la derecha del camino, verde sobre verde. Estaba medio oculto por la espesura, pero Kluina´ai sabía donde buscar con la mirada y supo localizarlo para señalárselo a su compañera. Averil se aseguró de que su rostro se perdiera en la profundidad de la capucha y se puso los guantes. No olvidaba las palabras de la mujer que habían encontrado en Vallefresno, no estaba segura de que los druidas del Círculo Cenarion fueran a recibirla de brazos abiertos. Había tomado la resolución de no revelar su condición a nadie hasta que encontrara al Guardián.
El Refugio Esmeralda en Frondavil contaba de unas pocas construcciones de madera, con un vallado para los exóticos hipógrifos de los elfos. El lugar, que había pasado casi desapercibido desde el camino, bullía en realidad con una intensidad que no tenía nada que ver con lo que uno pudiera esperar de un emplazamiento druídico, al menos según decían los libros. Averil jamás había visto tantos elfos juntos, ni siquiera en Dalaran. Estos vestían largas túnicas decoradas con motivos boscosos casi como si se hubieran tejido con hojas en lugar de con hilo. Había tauren también, desperdigados aquí y allá, ora hablando entre ellos, ora preparándo algún tipo de ritual. Vio que Kluina´ai alzaba la mano para saludar a alguien entre todas aquellas personas.
- ¡Ah!- exclamó la chamana- Hay aquí algunos conocidos, de hace tiempo. Estaremos bien.
Averil buscó con la mirada a aquel que había saludado su compañera, pero todo el mundo parecía inmerso en sus propios asuntos. Sintió entonces la pecular sensación de saberse observado y se revolvió inquieta en su silla mientras buscaba el origen de aquella mirada. Se trataba de un druida kal´dorei de cabellos oscuros como el cielo de noche, que se decoraba con un colgante de cuentas ambarinas y plumas y la miraba intensamente, con una fijeza nada casual. Se sentía escrutada bajo aquella mirada, amenazada.
- Vamos dentro, Klui.- dijo en voz baja pero para que su compañera pudiera oirla- Por favor...
La chamana, alertada por un temblor en la voz de la muchacha, se volvió hacia el druida de las cuentas de ámbar y le miró con dureza durante unos segundos. El elfo no dijo nada, tampoco se movió, pero siguió mirándolas mientras avanzaban por la explanada en busca del refugio, una pequeña edificación en el extremo norte del emplazamiento.
Este era un pequeño y acogedor edificio casi en penumbra. Había algunas personas descansando en futones en el suelo, y se oían algunos cuchicheos, pero se respiraba un aire tranquilo. Averil avanzó tratando de acostumbrarse a la oscuridad mientras Kluina´ai se encargaba de amarrar las monturas en el exterior. Encontró un rincón vacío y dejó caer su petate con un sonido sordo y un suspiro de agotamiento. Se sentía extramañente alerta en aquel lugar, tensa. Permaneció de pie contra la pared mirando a su alrededor hasta que Kluina´ai regresó.
- Ponte cómoda, Bellota- susurró, y al reparar en la tensión en los hombros de la muchacha- ¿Te incomodan?
Averil frunció el ceño e hizo un gesto hacia la puerta.
- ¿Has visto como me miraba el elfo de ahí fuera? ¿Y si la mujer del bosque tenía razón?
La tauren se quitó el yelmo y depositó maza y escudo en el suelo. Tomaron asiento y sus músculos agradecieron al fin el descanso, aunque ambas estuvieran demasiado en alerta como para aprovecharlo. Kluina´ai miró a la muchacha antes de hablar.
- Aunque así fuera, dime ¿Qué otra opción tenemos?
La muchacha resopló y se encogio de hombros.
- Escucha- continuó la chamana- Quería darte las gracias. Confías en mí, una desconocida.
Lo insólito de aquella afirmación atrajo toda la atención de la joven humana, que frunció el ceño sin entender.
- Trisaga confiaba en tí- trató de no pensar en los ojos del último Bálsamo al morir, ni el modo en que se había extinguido una luz que oscureció todo Azeroth- Y ella veía mejor que yo en las personas.
Kluina´ai arqueó las cejas y ensayó una sonrisa.
- Oh... Ella... Seguramente sacaba lo mejor de cada uno. -dijo con melancolía- No sé por qué confió en mí.
Guardaron silencio rememorando cada una sus encuentros con la joven sacerdotisa de Elune. Al cabo de unos minutos, Kluina´ai pareció no poder contener más lo que quería decir y miró fijamente a Averil.
- Necesito que me lo cuentes todo.- pidió- Perdóname, pero necesito saber. En el Pantano la cabeza quería estallarte, ¿verdad?
Averil asintió. Su mirada era grave y su gesto serio, y Kluina´ai supo que a pesar de su ingenuidad y su alegría, la muchacha había dejado un buen pedazo de su infancia en aquel pantano.
- ¿Sabes qué quería ese... ese... orco? ¿Qué te hizo, corazón?
La joven agitó la cabeza como si quisiera alejar algún pensamiento de su mente e inspiró profundamente.
- No lo sé, me hizo pruebas - dijo al fin- Me drogaba, no podía pensar con claridad.
Kluina´ai suspiró.
- Pero ahora puedes pensar ¿Verdad?
Los cordones de las botas parecieron atraer toda la atención de Averil, que comenzó a juguetear con ellos antes de responder.
- Sí, si, claro, pero los hechizos se me resisten y es como si fuera a explotar. Como si fuera una vaca sin ordeñar... sin ánimo de ofender. Y ahora es como si la energía estuviera aquí dentro, pulsando... Duele.
La chamana guardó silencio, invitándola a continuar.
- Me llevó al Nodo, quería saber qué pasaría.- prosiguió la muchacha- No hacía más que preguntarme qué sentía mientras nos acercábamos. Cuando aquello apareció...- su cuerpo se tensó involuntariamente, apretó los puños pero se obligó a continuar aunque había comenzado a temblar.
- Estaba dentro de mí ¿entiendes? Estaba contento y yo era tan pequeña allí dentro, tan débil. Quería entrar en aquellas ruinas, lo sentía... No recuerdo nada más... Desperté en la cueva ¿Y si finalmente entramos en el templo, Klui? ¿Qué hay allí? ¿Qué me hizo? Y lo que más miedo me da ¿Por qué nos dejó marchar?
Kluina´ai se acercó a la joven y la rodeó con sus brazos, protectora. Sus grandes manos acariciaron el cabello pajizo y susurró cadenciosamente en su oído para tratar de calmarla.
- Sh...- la acunó- Eso no puedo saberlo. Ojalá... Dime... Cuando despertaste... ¿Estabas... agotada como si hubieras sido pisoteada por un rebaño en estampida o algo así?
Averil asintió, era justo como se había sentido, aunque ella había pensado más bien en el tren subterráneo de Ventormenta en hora punta.Kluina´ai asintió, cualquiera hubiera dicho que su pelaje níveo se había tornado todavía más pálido si cabe.