XVLII

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Averil se incorporó, sudorosa, y tomó el cuenco caliente que Kluina´ai le tendía. Se demoró un instante con la mano en la madera, tratando de dilucidar si todavía estaba en el sueño o si había despertado por fin. Se sentía invadida por una especie de abandono despreocupado, como si después del último sueño ya nada pudiera hacerle daño ¿Qué más podía enseñarle la Pesadilla?

- Bebe.- dijo Kluina´ai, mirándola con una paciencia infinita. Parecía no haber pegado ojo- Te hará bien.

Estaban en el pequeño claro junto a la hoguera en la que habían encendido el fuego, el claro del que se había marchado cuando había escuchado el ruido. Dio un sorbo al cuenco aromático que le había preparado Kluina´ai. El líquido caliente, algún tipo de infusión de hierbas, se deslizó por su garganta reconfortándola un tanto y un furtivo suspiro de alivio escapó de sus labios.

De inmediato, sin embargo, se sintió intranquila de nuevo. Ya no podía fiarse de su propia percepción: la pesadilla había replicado con exactitud cualquier sensación que pudiera imaginar. Había sentido el aliento de Angeliss en su piel, había oído el latido de su corazón, había visto las llamas, hasta entonces tan fiables. Tal vez siguiera en el sueño, no tenía manera de saberlo y preguntar a Kluina´ai si era real o solo un delirio carecía de sentido. Dio otro sorbo a la infusión, acusando la calidez de la madera en sus manos y clavó la mirada en el fuego. Era el mismo fuego que había visto en el primer despertar, cuando pensaba que las llamas eran la única cosa que la pesadilla no podía replicar. Hubiera podido tratar de tocar a la tauren ver si pasaba a través suyo, pero eso tampoco era fiable. A Angel había podido tocarlo.

Apuró la infusión.
De modo que no tenía manera de saber si dormía o si había despertado... Una carcajada breve, amarga y cansada sacudió su pecho sin estallar en sus labios. Dudaba que nada pudiera herirla más de lo que la había herido la visión del asesinato de Bálsamo Trisaga. En cualquier caso, dormida o despierta, la decisión estaba tomada: Mataría al bastardo de Krog´nash. Una parte de sí misma se sorprendió al descubrirse pensando en aquellos términos tan tétricos y oscuros, pero parecía una voz empequeñecida ante aquella sombría y nueva certeza. En cualquier caso, no ganaría nada quedándose quieta tratando de distinguir la realidad del sueño.

- ¿Cuanto falta para el próximo refugio?

Kluina´ai se incorporó pesadamente. Una leve sacudida en su oreja derecha delató su inquietud. La miró un instante antes de responder, evaluándola con la mirada y luego resopló, rasgo que Averil había aprendido a entender como un suspiro humano.

- No estamos lejos -respondió al fin- si salimos con el amanecer podremos llegar al Refugio Esmeralda antes de que caiga el sol.

Averil alzó la vista, aprovechando que estaban en el claro, y vio el cielo oscuro cuajado de estrellas que se desavanecían hacia el este, donde se intuía el leve resplandor del amanecer. Klui siguió su mirada y asintió.

- No falta mucho, podemos ir recogiendo ¿Cómo te sientes?

La muchacha se puso en pie, dolorida.

- No lo sé.

Se acercó a su montura y amarró el cuenco de madera a las alforjas. Realmente no había mucho que recoger, apenas una manta y los cacharros de la cena. Lo reunieron todo en silencio, con eficiencia pero sin prisa. Averil se mantuvo atenta durante todo el procedimiento por si llegaba a percibir alguna irregularidad que delatara su permanencia en el sueño. Cuando estuvieron listas montaron y dejaron atrás el pequeño claro en busca del camino que cruzaba aquel bosque maldito.

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