XLXV

viernes, 17 de diciembre de 2010

- ¡Atrás! ¡No quiero haceros daño!- jadeó Kluina´ai, que echaba en falta su escudo de una manera particularmente intensa.

Tenía un corte encima de la ceja y le sangraba profusamente sobre el ojo. Había conseguido invocar un totem de nexo terrestre que había ralentizado ostensiblemente su carga, pero seguía sin tener acceso a su tienda, donde esperaban sus armas y armadura. Ahora el totem empezaba a perder poder y los druidas no tardarían en darle alcance. Una rana saltaba frenéticamente en las cercanías, pero no tenía tanta energía como para transformarlos a todos.

"Tengo que salir de aquí"

Los druidas inmovilizados cortaban cualquier via de escape hacia el bosque y todos trataban de acercarse a ella aunque la energía del totem se lo impidiera. Buscó frenéticamente con la mirada algún lugar por el que poder escapar, no quería hacerles daño.

- ¡Esto no estaba en mi contrato!- gritó una voz chillona al tiempo que una bola de fuego brotaba del fondo del campamento directa a los druidas.

- ¡No!- pero su grito no sirvió de nada. La bola de fuego explotó en el centro de los durmientes lanzando a unos por los aires. El aire se llenó del olor a carne quemada, pero aquello no era lo peor. La fuerza de la explosión había dañado el totem y su fulgor empezaba a desvanecerse- ¡No! ¡Diblis! ¡No les hagas daño!

El diablillo apareció brincando con los ojos brillantes como ascuas mientras en sus manos se formaba una segunda bola de fuego.

- ¿Que no les haga daño? - rió, histérico- ¡Quieren sacarte los ojos y usar tus entrañas para tejer atrapasueños y me pides que no les haga daño?

Los primeros druidas se liberaron de la presa del totem y avanzaron pesadamente hacia ella. Tendían los brazos para alcanzarla y arrastraban los pies con pesadez. Una segunda bola de fuego explotó demasiado cerca y la ola de calor la alcanzó de pleno. Otros cinco druidas cayeron al suelo con la piel abrasada.

- ¡No lo entiendes!- bramó- ¡Están dormidos! ¡Dormidos!

El diablillo preparó una tercera bola fuego.

- Dormidos o no, no se van a andar con chiquitas ¿sabes?

Kluina´ai trazó un símbolo con las manos al tiempo que murmuraba una plegaria. Extendió los brazos como si fuera a golpear la tierra y como si obedeciera sus órdenes, la tierra se alzó con estruendo trazando un camino hasta el núcleo de los druidas y haciéndoles caer desequilibrados. La bola de fuego de diblis pasó sobre sus cabezas y fue a estrellarse contra una de las columnas de las ruinas.

- ¡Ni se te ocurra lanzar otra!- gritó a Diblis mientras alzaba los brazos- ¡Sal de aquí! ¡Márchate! ¡Rápido!

Diblis la miró frenético sin comprender.

- ¿Que me marche? ¡Y tu vas a poder con todos! ¿No? ¡Ja!

Kluina´ai murmuró una plegaria, sintió como la energía acudía a sus manos.

- Márchate.- repitió, respirando hondo, sin apartar la vista de los druidas que se ponían en pie torpemente.

El diablillo observó la energía azulada que empezaba a enroscarse en los brazos de la chamana y tragó saliva ruidosamente. Luego miró aterrado a los druidas que se levantaban y se escabulló a toda prisa entre los cuerpos caídos para desaparecer en la espesura. La tauren respiró hondo e invocó al espíritu del Lobo. Su esencia se fundió con la de la chamana apartándola del plano físico y con un aullido triunfal, se deslizó entre los druidas incapaces de detenerla y se internó en el bosque a la carrera.

Corrió sin descanso incluso cuando supo que ya no la seguían, pero no quería arriesgarse a llevarlos ante Bellota. El bosque se deslizaba a su alrededor a una velocidad vertiginosa, pero ni las ramas ni las raíces podían dañarla en aquella forma. Tenía que encontrar a Averil, tenía la poderosa sensación de que todo aquello estaba relacionado con la muchacha. Tenía que haberlo sabido, tenían que haber buscado otro camino para llegar a Claro de la Luna... Tenía que encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.

En aquella forma el rastro de Averil era fácil de seguir. El espíritu del Lobo detectaba su particular olor a través del bosque con facilidad, aunque se había alejado mucho más de lo que pensaba. Otro olor la alcanzó cuando dejó atrás Jaedenar, un olor que recordaba bien. Maldijo para sí cuando alcanzó el lugar en el que ambos olores se concentraban de manera intensa y siguió el rastro que compartían desde allí. Sus patas fantasmales flotaban sobre la tierra corrupta del bosque mientras dejaba atrás más ruinas y pozas envenenadas. Un puente de madera podrida, a medio derruir, le permitió cruzar un lago de aspeco claramente vil sin acusar siquiera su peso. Algunos cocroliscos corrompidos chasquearon las mandíbulas a su paso pero ninguno pudo seguirla durante demasiado trecho.

El camino principal estaba desierto y avanzaba más rápido por él. Hubiera temido encontrarse con alguien, pero algo le decía que cualquier habitante del bosque bien podía encontrarse en el mismo estado que los druidas del Refugio Esmeralda. Bajo su inagotable carrera, el camino ascendió y viró ligeramente hacia el este. Redujo el paso para asegurarse de que no perdía el rastro. Alcanzó una zona en la que se distinguían los particulares perfiles de las tiendas de campaña kal´dorei y se agazapó por si allí hubieran más druidas durmientes. El rastro allí era particularmente intenso. Arrastrando la fantasmagórica panza por la tierra, ascendió la cuesta que llevaba a las tiendas prestando atención a cada sonido y movimiento. Alcanzó la primera tienda y comprobó que estaba desierta, y cuando miró las demás, vio que el campamento entero estaba desierto. Tal vez los druidas se hubieran marchado como habían hecho los del Refugio...

- ¡Condenado pollo del infierno! ¿Quieres estarte quieto de una vez?

El Lobo-Klui se agazapó en las sombras de una de las tiendas y trató de ubicar el origen de aquella maldición. Se deslizó en silencio fuera de la tienda y se mantuvo al resguardo de las rocas. Un estrecho sendero ascendía desde allí. Si tenía alguna duda del origen del sonido, el bramido contrariado de un hipógrifo élfico llenó el silencio de la noche. Se acercó para ver mejor, pero un intenso olor a putrefacción invadió sus fosas nasales confirmando todas sus sospechas.

La mujer de la gruta estaba en lo alto, enfundada en cuero oscuro y con la perenne capucha echada sobre el rostro. Se debatía con violencia con un hipógrifo de plumaje oscuro que se revolvía bajo su mano con rabia. En un lateral, en el suelo, descansaba Averil. Tenía los ojos cerrados pero no parecía herida. La mujer, ajena a todo, parecía decidida a enjaezar al grifo contra su voluntad. Era evidente que el grifo ponía todas sus fuerzas en evitarlo, a todas luces repelido por el inconfundible aura de la no-muerta.

- ¡Te caigo tan bien como tú a mi, creeme!- escupió la mujer tratando de pasar una lazada por la cabeza astada del animal.- ¡Estate quieto de una !**#!%!# vez o acabaremos con esto por las malas!

Kluina´ai despidió con agradecimiento al espíritu del Lobo y permaneció agazapada al resguardo de las rocas. Si la mujer conseguía dominar al grifo, perdería el rastro de Averil tal vez para siempre. Aunque el animal no parecía poner mucho de su parte, no quería arriesgarse a que la asesina cumpliera su objetivo. Se acercó un poco más, en silencio.

- ¡Agh!- gruñó la mujer con desesperación- ¡Que bien le vendrían a algunos un ligero toque de Bálsamo, eh, bestia inmunda?

La tauren se detuvo. En su mente las piezas comenzaron a ordenarse precariamente pero con coherencia. Era poco probable, pero cuanto más lo pensaba, más sentido cobraba todo.

-¡Ah! ¡Ahí!- el tono aliviado y triunfal de la mujer sobresaltó a la chamana- Ahora quietecito ¿Entendido?

El grifo se había detenido, agotado al parecer. Sin apartar al mirada recelosa de él, la mujer se agachó para cargar con el cuerpo inconsciente de Averil. Lo izó con dificultad pero no sin cuidado y lo deslizó sobre el lomo del grifo sin dejar de susurrarle maldiciones en un tono afable y cordial. Kluina´ai supo que no disponía de más tiempo, debía detenerla de inmediato. Sus armas se habían quedado en el campamento de Delaris y no quería arriesgarse a lastimar a Averil con una invocación del rayo.

Alzó los brazos y sus labios formularon el hechizo.

Una rana croó en la noche.

No hay comentarios: