La Cena IV

martes, 14 de diciembre de 2010

En su primer acto en sociedad, Celebrinnir pudo permanecer al pie de la escalera junto a sus padres y su hermana mayor. Se sentía abrumada por el lujo y el poder desplegados en el salón de la Casa, ahora llena de invitados de las más altas esferas de Quel´thalas.

Había allí personalidades tan relevantes en la sociedad quel´dorei que incluso había leído sobre ellos en la nutrida biblioteca familiar, legado de su abuelo, que había compartido época con ellos en el pasado. Hombres y mujeres ataviados con los solemnes rojos y dorados que eran los colores de la nación, paseaban sobre las ancestrales alfombras desplegadas especialmente para la ocasión y sostenían con elegancia las delicadas copas de cristal que, si hacía caso de los cuentos de su ama, habían sido sopladas a partir de arena de las orillas del Pozo. Pero claro, su ama también decía que aquella misma toga dorada con la que la habían vestido para la celebración era la que había llevado su bisabuela cuando, aún de niña, había sido invitada a la corte de la Reina en Zin Azshari. No era tan ingenua como para creer a pies juntillas todo lo que su ama le contaba, pero lo cierto era que tampoco podía descartar la base de aquellas historias fácilmente.

Desde muy niña Celebrinnir, la pequeña Niré, había sido aleccionada por su padre en la antigüedad de su linaje, que si bien no era el más poderoso ni el más importante, si podía remontarse a los tiempos en que los primeros kal´dorei abrieron los ojos a las estrellas. Y precisamente por aquella cadena ininterrumpida, el linaje de los Lerathien se había convertido en una importante cantera de eruditos e historiadores, críticos testigos de las vicisitudes de su raza, valorados por su disciplina y la imparcialidad de su trabajo y que nunca cayeron en la recurrente adulación que tanto placía a la Reina Azshara. Todo aquello eran cuentos de tiempos remotos para ella, pero los retratos que coronaban los muros de la biblioteca parecían querer decirle que, en realidad, era todo real.

Celebrinnir sintió las manos de su institutriz adecentar la seda dorada con la que su madre había insistido en que se cubriera el cabello, que había sido cepillado cien veces tras el baño hasta parecer cobre líquido derramándose sobre su espalda. Le había parecido extraño que se tomaran tales molestias con su melena si al fin y al cabo iba a ir cubierta, pero también era la primera ocasión en que se le permitía asistir a un acto semejante y desconocía por completo las costumbres. Cuando la mano de su institutriz presionó la base de su espalda, comprendió que se acercaba a la familia alguien importante y que debía erguirse como una doncella digna.

Su padre, vestido del marfil pergamino y dorado viejo que eran los colores de su casa, se acercaba hacia donde se encontraba ella, en compañía de un elfo de aspecto imponente y andares regios. Debía ser alguien importante, puesto que su padre le trataba con deferencia y respeto, e iba presentándole a los invitados según avanzaban a través del salón. Cuando llegaron hasta ella, Celebrinnir bajó grácilmente la mirada como le habían instruido e hizo una ligera reverencia.

- ¿Esta es vuestra hija menor?- preguntó con gélida cortesía el elfo de cabello blanco y porte marcial, desviando hacia ella sus ojos como rubís.

Su ama retrocedió hasta casi fundirse con el decorado. Celebrinnir se enderezó y le devolvió la mirada con curiosidad: nunca había visto unos ojos semejantes, ni un cabello tan claro. Vestía de un blanco impoluto que resaltaba todavía más su riqueza por la sencillez de sus bordados de oro. Tras él había un hombre que se mantenía en un discreto segundo plano, y una mujer de rasgos exquisitos y cabellos de plata que apenas la miró un instante antes de dedicarse a la charla con otros invitados un poco más allá.

- Esta es la hermana de Nevena - dijo Duriner, posando la mano protectora sobre el hombro de su hija.- Es su primer evento en sociedad.

Los ojos de rubí la escrutaron. El elfo le habló respetuosamente.

- ¿Y cual es tu nombre, joven?

- Celebrinnir, señor.- respondió la niña bajando la mirada y haciendo una reverencia como le había enseñado su madre. Sintió el rubor en sus mejillas: nunca nadie ajeno a la familia se había dirigido a ella de aquel modo.

El caballero le dedicó una levísima inclinación de cabeza a modo de reconocimiento y se volvió hacia otro elfo que les acompañaba. Era un varón de alta estatura y gesto regio, de cabello castaño y ojos azules que vestía con la sobriedad de los militares. Tras hablar un instante, ambos siguieron caminando junto a su padre, que les iba presentando aquí y allá a parientes, sabios y personalidades relacionadas con los Lerathien de uno u otro modo.

- Sahenion Lamarth´dan es el padre de Iranion, Niré.- explicó su ama en voz baja, inclinándose discretamente sobre su oído cuando se hubieron alejado.- La dama que caminaba a su lado es su esposa, Eldara de Il´Theril, y el hombre que les acompaña es Beleth Hojazul, amigo de Sahenion.

Niré abrió mucho los ojos y los buscó con la mirada, pero ya habían desaparecido entre los invitados. Podía ver a su madre charlando animadamente con una pareja de nobles de ricas ropas pero entre todo el gentío tampoco pudo ver a su hermana. Al recuperar la compostura y volverse hacia el siguiente invitado, se encontró frente a frente con una muchachita apenas más joven que ella, con el cabello tan claro que parecía blanco y los ojos resplandecientes de rubí. Era menuda, de aspecto delicado, pero en sus labios bailaba una sonrisa tímida que coincidía con la sonrisa de sus ojos. Tras ella, una matrona entrada en años aguardaba pacientemente.

La joven Lerathien abrió los ojos sorprendida y devolvió la tímida sonrisa a la recién llegada.

- Ho... Hola, bienvenida.- dijo al fin, sin saber muy bien si ante una niña menor que ella debía hacer una reverencia o solo una inclinación.

Los labios de la niña se abrieron para dejar escapar una sonrisa sincera adornada de dientes como blancas perlas diminutas. Los ojos carmesís brillaban con intensidad.

- ¡Hola!- saludó alegremente la muchachita- ¿Tú eres Celebrinnir, la hermana de Nevena?

Tenía una voz cantarina y dulce, y sus modales eran espontáneos y agradables. Vestía del mismo blanco impoluto que Sahenion Lamarth´dan y su esposa. Asintió lentamente.

- Yo soy Leriel. -añadió risueña la recién llegada- Iranion me ha dicho que vamos a ser hermanas.

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