La cena V

miércoles, 15 de diciembre de 2010

- Niré, pequeña ¿Dónde esta tu padre?

Celebrinnir apartó la mirada de los complicados pasos de baile que Leriel le estaba enseñando por si alguno de los gallardos caballeros que paseaban por el salón las invitaba a bailar. Autindana Fulgorceleste, el esposo de la hermana de su madre, le sonreía afablemente desde las alturas con sus ojos claros y su blanca y ordenada cabellera derramándose sobre su toga. Le sonrió, no pudo evitarlo: aunque le había visto en menos de media docena de ocasiones, Celebrinnir no podía recordar ninguna época de su infancia en la que no hubiera sentido una simpatía automática por aquel hombre que le inspiraba tantísimo respeto y serenidad.

- La última vez que le vi estaba con madre agasajando a los señores de Lamarth´dan, tío.- respondió con una grácil reverencia- ¿Cómo se encuentra mi tía? ¿Habéis traído a Aridani?

Autindana Fulgorceleste negó con la cabeza, la tomó de las manos y se inclinó levemente para quedar más a su altura. Aquel insospechado gesto en el venerable sabio era algo habitual en su trato con aquella niña tan solemne que el destino le había traído como familia. Los invitados que conocían su reputación de hombre de gran conocimiento sonrieron ante aquel atisbo de familiaridad.

- No, Niré, Aridani es todavía muy pequeño para salir de casa.- respondió el sabio- Alaitasune ha venido para felicitar a tu familia por el enlace, si quieres puedes buscarla.

Celebrinnir se dio cuenta entonces de que Leriel, un poco más atrás, atendía discretamente a la conversación. Le hizo un gesto para que avanzara a su vera y luego, con toda la corrección que pudo reunir en su primera presentación formal de dos desconocidos, tomó la palabra.

- Tío, permite que te presente a Leriel Lamarth´dan: es la hermana menor de Iranion y pronto podré llamarla hermana.- A su lado, Leriel hizo una reverencia perfecta- Leriel, permite que te presente a Autindana Fulgorceleste, esposo de Alaitasune, la hermana de mi madre. Si Belore así lo quiere, ambos seréis parientes en unos pocos años.

Autindana dedicó a Leriel una reverencia tan cortés como a cualquier dama adulta de buena cuna de Lunargenta.

- Es un placer conoceros, bella Leriel - dijo con serenidad y absoluta corrección, con aquellos ojos cristalinos como manantiales fijos en la pequeña de los Lamarth´dan- y será todavía más placentero poder llamaros pariente cuando Belore nos bendiga con este enlace.

Leriel se sonrojó un tanto ante aquel distinguido trato, pero era una digna hija de su familia y se recompuso casi de inmediato.

- Es un honor, señor Fulgorceleste.- dijo con su vocecilla de ruiseñor, alzando la mirada para hablarle- Permitidme daros la enhorabuena por el nacimiento de vuestro hijo.

Autindana inclinó la cabeza agradeciendo la felicitación y acto seguido, con un guiño cómplice, se despidió de las dos niñas y partió en busca de los parientes adultos. Cuando se quedaron solas, Celebrinnir descubrió a Leriel saltando sobre las puntas de los pies, tratando de atisbar algo en la marea que componían los mayores.

- ¿Qué buscas?- inquirió, curiosa.

Su compañera suspiró, dándose por vencida y balanceó los brazos a ambos lados del cuerpo.

- A mi hermano.- de pronto, los ojos le brillaban- Tienes que conocerle, es el mejor hermano del mundo y me quiere un montón. Seguro que a tí te quiere igual cuando se case con tu hermana.

Celebrinnir asintió más por demostrar no estaba sorda que por acuerdo con lo que le decía su nueva amiga. No es que tuviera nada en contra de Iranion Lamarth´dan, de hecho no le conocía más que de lo que se hablaba en la casa, pero se le antojaba desconcertante que un desconocido, una persona ajena a la familia, pudiera quererla solo por un enlace tan político como aquel. Vio de pronto una exhuberante cabellera rubia entre la marea de adultos que llamó su atención y tomó a Leriel por la mano, inclinándose sobre ella.

- Mira - le dijo al oído- mi tía.

Alaitasune Fulgorceleste conversaba tranquilamente en un discreto grupo de personas. Su renombrada belleza parecía todavía más respladeciente por su reciente maternidad, y su saber estar y apostura la señalaban como una distinguida invitada. Sus labios rojos como rubís acariciaban de cuando en cuando una delicada copa de cristal repleta de un líquido ambarino, dando sorbos breves como suspiros y sin que ello entorpeciera en nada su conversación. Celebrinnir siempre había considerado a la hermana de su madre como el epítome de la belleza quel´dorei, un rostro de una simetría más que perfecta y una apostura casi regia en sus andares. Sabía, por lo que se hablaba en su casa, que su tía era bien valorada y admirada en la sociedad de Lunargenta, sobre todo después de dar descendencia a su venerable esposo, lo que la convertía en una respetada matrona en la capital. Y ahora podía comprobar con sus propios ojos la deferencia con la que se conducían el resto de invitados con ella y y el saber estar que ella demostraba, común a todos los hijos de las casas más nobles.

- Es muy bella.- dijo Leriel a su lado, admirada.

Celebrinnir asintió con un ligero cabeceo, insegura sobre si interrumpir a su tía para presentarse formalmente o por el contrario, seguir siendo la niña tolerada solo por la importancia de la celebración. Ningún adulto les prestaba atención, de modo que prefirió permanecer discretamente observando el ir y venir de personalidades.

- ¡Iranion!- el timbre en la voz de Leriel la hizo volverse justo para ver a un apuesto elfo de cabellos blancos como las nubes, acercárse a ellas con una cortés sonrisa en los labios. ´

Con gran atención, Celebrinnir estudió al que pronto iba a convertise en su pariente. Vestía los mismos colores que lucían los miembros de la Alta Casa Lamarth´dan y era, sin lugar a duda, el varón más apuesto que hubiera visto en su corta vida. Encontraba en su rostro rasgos que tantas veces había apreciado en las antiguas esculturas que adornaban la Galería de la casa: rasgos firmes, la frente despejada y noble, la nariz recta y el mentón definidos en una piel tan clara como el más puro alabastro y adornados por dos ojos resplandecientes como rubís que eran el rasgo más distintivo de la familia Lamarth´dan. Caminaba erguido, con los hombros firmes y las manos juntas a la espalda, y el largo cabello blanco apartado del rostro con dos mechones artísticamente entrelazados. La sencillez de su atuendo y la riqueza de los tejidos que lo componían gritaban, una vez más, que provenía de una Casa digna y noble, tan rica que ni siquiera necesitaban lucir joyas para mostrar su poderío.

Leriel le había tomado de la mano y tiraba de él suavemente, acercándole al lugar en que esperaba Celebrinnir. La sonrisa de satisfacción y orgullo en sus labios era genuina.

- Hermano - dijo la muchacha al llegar hasta ella, adoptando aquel tono formal- permite que te presente a Celebrinnir Lerathien, hermana de Nevena y tu futura pariente.

Los ojos de Iranion la observaron con cortesía y benevolencia y Celebrinnir no pudo evitar sonrojarse ante la atención insospechada por parte aquel, hasta ahora, desconocido. Con elegancia, el quel´dorei se inclinó para sostenerle la mano y rozó sus labios con ella en un inconfundible gesto de respeto.

- Es un placer conoceros al fin, Celebrinnir- dijo el prometido de su hermana de nuevo desde las alturas- Nevena me ha hablado mucho de vos y me alegra ver que la realidad de vuestra virtud no desmerece sus palabras.

Celebrinnir, agradeciendo el velo que le cubría el cabello para que no fuera tan evidente el sonrojo de su rostro, se inclinó con gracia y bajó la mirada con modestia.

- Sois muy amable, Iranion- dijo con toda la serenidad que pudo reunir- aunque estoy segura de que las palabras de mi hermana han ensalzado las virtudes de esta humilde muchacha empañadas por la benevolencia que inspira el afecto.

La ceja derecha de Iranion se alzó imperceptiblemente, pero no dijo nada.

- En cualquier caso- continuó Celebrinnir- es un placer y un honor conocer por fin a aquel que tan pronto podré llamar hermano.

Iranion asintió con aquiesciencia y se hizo levemente a un lado para permitir el paso de un elfo de alta estatura que se mantenía discretamente en silencio tras él.

- Permitid que os presente a Bheril Hojazul.- dijo- Bheril es un buen amigo mío, del mismo modo que su padre cuenta con la confianza del mío. Bheril, esta es Celebrinnir Lerathien, la hermana de Nevena.

Bheril hizo una cortés reverencia y sonrió abiertamente a Celebrinnir.

- Es un placer.- dijo, con los ojos como zafiros chispeantes y llenos de vida.

Niré se encontró sonriendo sin formalismos al joven, de hechura mucho más firme y corpulenta que su amigo y de rasgos igualmente agraciados aunque en esencia diferentes. Donde Iranion era estilizado y armonioso, las formas de Bheril parecían más rotundas y sus hombros más amplios. Donde Iranion era de un blanco inmaculado, Bheril presentaba un color, lejos de la palidez, resplandeciente de salud y vitalidad. Vestía con sobriedad, con colores grises y azul de tormenta, y su cabello del color de la miel descansaba a su espalda, recogido sencillamente contra su nuca y enroscándose en un sinfín de ondas distraidas.

- El pla... placer es mío, señor.- tartamudeó inclinándose con gracia.

Celebrinnir se sonrojó de nuevo, pero esta vez por un motivo muy diferente. Iranion era de una belleza casi etérea, lejano e inalcanzable, pero Bheril era de una apostura tan cercana que sintió de inmediato el deseo de conversar con él y de, algún extraño modo que no alcanzaba a entender, formar parte de su mundo.

Del salón llegaron los alegres acordes de una melodía popular. Leriel brincó sobre las puntas de sus pies y batió palmas.

- ¡El romance de Amrod y Nimrodel!- exclamó ilusionada, y mirando a su hermano, añadió- ¡Vayamos a bailar, Iranion! ¡Por favor!

Iranion sonrió a su hermana con benevolencia.

- Será un placer, mi querida hermana- respondió con deferencia- pero solo si lady Celebrinnir promete acompañarnos.

La mirada de su futuro pariente la hizo erguirse en el sitio. Nunca había participado en un baile, aquello estaba reservado a las jóvenes en edad casadera y a las mujeres ya desposadas, y ella era solo una niña torpe que...

- Si me concede el honor, yo acompañaré a Celebrinnir en el salón de baile.

Celebrinnir miró con los ojos inmensos abiertos con sorpresa al joven que se inclinaba ante ella con una desenvoltura y desparpajo que nada tenía que ver con la rectitud de los tratos de los nobles. Bheril le sonreía de nuevo y sus ojos azules la miraban a ella, solo a ella.

- ¡Acepta, Niré!- exclamó Leriel, risueña e impaciente por correr al salón de baile- ¡Bailemos los cuatro!

Con el corazón revoloteándole en el pecho, Celebrinnir asintió. Iranion tomó entonces del brazo a su joven hermana y lo mismo hizo Bheril con ella. Los dos jóvenes resultaban tan apuestos que no pocos de los invitados se volvieron a mirar como dos caballeros como aquellos se prestaban a bailar con dos niñas que ni siquiera tenían edad de abandonar la casa paterna. En el salón de baile, tomaron posiciones junto al resto de bailarines, arrancando sonrisas de tolerancia aquí y allá por aquellas dispares parejas.

Los violines llenaron el aire con sus notas y el baile comenzó. Iranion y Leriel danzaban con una ligereza impecable, conocedores de la melodía y sus pasos. El primogénito de los Lamarth´dan tenía que inclinarse un tanto para poder sujetar a su hermana como establecía la coreografía, y del mismo modo Bheril tuvo que inclinarse todavía más para tomar de las manos a Celebrinnir y marcar los giros y los pasos que mandaba el baile. Recorrieron el salón al son de la música, del brazo de sus parejas, con los rostros arrebolados por la emoción y la sonrisas incapaces de reprimirse en los rostros.

Aquella noche, cuando ya exhausta Celebrinnir se dejó desvestir y meter en la cama por su ama, recordó que en algún momento del baile había sentido como el velo dorado que le cubría la cabeza se deslizaba hasta caer al suelo, dejando su cabellera de cobre bruñido volar con cada giro. Cuando cerró los ojos, presa del cansancio y el sueño, ni siquiera recordaba la extraña mirada que le habían dirigido entonces Sahenion Lamarth´dan y su tío, Autindana Fulgorceleste junto a él.

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