La Cena III

martes, 14 de diciembre de 2010

- ¿Entiendes lo que celebramos, Niré? - preguntó su padre, sentado ante ella, mientras su ama le cepillaba el pelo con fruición antes de la fiesta

- Sí, padre.- contestó ella- Nevena se va a casar con el primogénito de los Lamarth´dan y esta fiesta formaliza el compromiso.

Su padre hizo un gesto, invitándola a continuar. No entraba en la joven cabeza de la muchacha decepcionarle en ningún sentido.

- La Casa Lamarth´dan se remonta a la época de Zin´Azshari y es una de las más altas casas de Lunargenta.- explicó- Ratificando el compromiso entre su primogénito y Nevena, ascienden a la Casa Lerathien a la alta nobleza de la ciudad. Madre debe estar muy complacida.

Duriner alzó una ceja, sorprendido por aquella última declaración. Sonrió a su hija.

- Claro que lo está, todos lo estamos ¿Tú no, Niré?

La muchacha estudió su imagen en el espejo una vez su ama dejó de cepillarle el cabello: se derramaba como cobre líquido sobre sus hombros, una cascada de fuego al que la luz arrancaba destellos de oro. Los ojos azul zafiro respladecían en el rostro blanco como una máscara.

- Me alegro mucho por Nevena, padre - dijo al fin sin apartar la vista del espejo- y me complace si os complace a madre y a tí.

Duriner la miró fijamente.

- ¿Pero?

En esta ocasión la muchacha se volvió para mirarle.

- No entiendo, padre ¿Por qué una familia como la Casa Lamarth´dan casa a su primogénito con la hija mayor de una casa como la nuestra? No tenemos tantas riquezas, ni títulos ni propiedades.

Su padre suspiró, se puso en pie y se acercó a ella. Se sentó en el borde de la cama y le hizo un gesto para que acudiera sobre sus rodillas. A veces, cuando la oía hablar con tanta sensatez, tan consciente del mundo que la rodeaba aunque apenas lo hubiera visto a través de los libros, olvidaba que en realidad era poco más que una niña.

- Ven, Niré, te lo explicaré.

Celebrinnir se sentó docilmente sobre sus rodillas, con cuidado de no arruinar la cascada de cobre que tanto trabajo le había costado a su ama. Le miró con sus ojos como zafiros y aguardó.

- Como tu bien has dicho, la Casa Lamarth´dan es muy antigua y poderosa, y posee grandes riquezas e influencia en el reino puesto que su linaje ya era muy alto en tiempos de Zin´Azshari.- la niña asintió- Nuestra casa, aunque no es tan noble, es igualmente antigua y tus antepasados siempre fueron respetados como sabios de nuestra raza, ajenos a las mareas de las facciones nobiliarias. Por eso se les encomendó la tarea, generación tras generación, de plasmar por escrito el paso del tiempo, la evolución de nuestra nación y de sus líderes. Los Lerathien siempre han sido un estandarte de firmeza, de lealtad al reino por encima de sus reinantes, sabios consejeros al servicio de los Quel´dorei. Sus obras dictan la historia de nuestra raza e incluso los más poderosos acudían a ellos en busca de consejo.

Calló y observó a su hija para asegurarse de que asimilaba lo que decía. Celebrinnir le estaba escuchando muy seria y solemne. Sonrió, a veces olvidaba que no había mayor defensora de su linaje que aquella niña de ojos de zafiro y cabello de fuego.

- El Rey Anasterion siempre tuvo aprecio a tu abuelo y su labor e hizo por ello de la Casa Lerathien una casa noble, aunque menor. Enlazando ambas familias, la casa Lamarth´dan obtiene un reconocimiento que afianza su posición en la Corte, que complace al Rey y que por tanto les beneficia, les da más influencia todavía, y credibilidad ¿Lo entiendes, Niré?

Celebrinnir asintió lentamente. Sus ojos se habían entrecerrado a medida que incluía aquellos nuevos factores en su esquema del mundo.

Ahora todo encajaba.

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