Los Hilos del Destino I

miércoles, 30 de septiembre de 2009

30 de Septiembre:

Mi añorado Gavilán:

Los hilos del destino son cada vez más evidentes para mí, aunque todavía no me permiten que desentrañe sus misterios. Siento que a mis ojos hay menos cosas ocultas que antes de que llegara Tormento, y vienen a mi mente conocimientos que antes no tenía y que ignoro de donde provienen. El mundo ha cambiado pero sigue siendo el mismo, como si no estuviera preparado para asumir la magnitud del cambio, y se entrega a viejos conflictos mientras los nuevos miedos se hacen fuertes en el norte.

Azeroth ha olvidado las lágrimas que Elune derramó sobre la tierra, y nadie recuerda ya a los Bálsamos. Me miran como si fuera una figura arcaica y olvidada resurgida de un pasado lejanoy ninguna queda ya en la Orden. La Casa del Reposo está cubierta de hiedra y se ha convertido en una más de las ruinas de Teldrassil, como lo fue en las faldas del Monte Sagrado. Pero yo persisto, recorreré las sendas mientras haya un solo hálito de esperanza para este mundo tan joven y al mismo tiemop tan viejo...

Del mismo modo, los ecos del pasado caen sobre mi, atrayéndome de nuevo al mundo.

Zoe está viva, aunque ignora el milagro que representa. Aún no la he visto, pero he visto el lazo que brota de Angeliss (y que acaso es más evidente por la sangre élfica que corre por sus venas) hacia ella, y es fuerte e intenso, destacando por encima de los hilos del destino que tejen el tapiz de la vida. Deseo verla, comprobar con mis propios ojos que atesora los rasgos que tanto amé, ver como ha madurado el brote que tantas vidas costó y comprender que el sacrificio tuvo un fin que no podamos lamentar.

Los Templos de Desesperanza VI

lunes, 28 de septiembre de 2009

El mar a sus pies era liso y tranquilo como un espejo. Las breves crestas de las olas le besan los pies con suavidad mientras, con voz inquebrantable, llamaba a la otra mitad de su alma, que descansaba en las frías profundidades. La noche se cernía sobre el mar, sobre el espectro y su lúgubre canto, acechando a la huidiza luz del sol, que desaparecía detrás de las montañas y, poco a poco, con la quietud que es común a las tierras hechizadas, la oscuridad se abatió sobre Azshara.

Dolor

Vacío

Nada

Como el dolor sordo del miembro ausente.

Cuando el último rayo de sol se derramó sobre los otoñales rasgos de aquella tierra, el espectro desplegó sus alas de congoja y regresó, con paso leve sobre las aguas, hacia su santuario.

El graznido de una gaviota perdida abatió sobre su alma atormentada miriadas de recuerdos y cantó de nuevo, devolviendo a la inmensidad del océano la aterradora magnitud de su congoja.


***

El templo permanecía en silencio, acompañado por el rumor sordo de las olas golpeando los muros de blanco alabastro, y el espectro, flotando sobre la balaustrada, sintió sus alas ondeando a su espalda.

De pronto, sintió con absoluta congoja los gritos y lamentos de dos mentes enloquecidas.

- Do mandalas falla anar- murmuró, aunque sabía que aún estaban lejos- Do ri u´phol*

La pena y la culpabilidad volvieron a acuchillar su atormentada alma y de nuevo cantó, dejando que los muros de alabastro cubiertos de sal devolvieran los ecos de su lamento como miles de voces espectrales.
Cuando los gritos en su mente se intensificaron, el espectro, flotando por encima de la balaustrada, se volvió hacia las profanadoras de su santuario.
Eran dos almas mortales, frágiles como solo los humanos podían ser, tan sumidas en la materia intangible de sus alas que ora lloraba, ora rezaban para alejar, pobres criaturas, los recuerdos que se abatían sobre ellas. Llena de compasión, espectro hizo ondear sus alas y las enroscó entorno a su fantasmal cuerpo.

- No deberíais estar aquí- repitió el espectro con su voz llena de lástima al mirar a la mujer que se debatía en el suelo, presa de a saber qué locuras.- No es seguro...

Sin el peso de sus alas, la mujer atormentada consiguió reunir la entereza necesaria para ponerse precariamente en pie. Tenía el rostro desencajado de dolor, y junto a ella, la otra criatura, temblaba, tan tensa frágil como la cuerda de un arco.

- Trisaga- dijo la mujer, y el espectro suspiró con cientos de voces, embargadas de cientos de recuerdos.

- Trisaga se marchó- respondió- Solo queda Tormento.

- Te necesitamos- insistió con voz temblorosa la otra mujer.

Te necesitamos

Te necesitamos

Te necesitamos

Los muros de alabastro repitieron aquel mensaje, eclipsando por un momento los recuerdos, y el espectro supo, de algún modo, que aquello había sido importante en el pasado.

En el pasado.

- Marchaos- dijo- No deberíais estar aqui.

Las mujeres no se movieron. El espectro aferró sus alas, que pugnaban por liberarse de nuevo, sumiéndolo todo en congoja.

- Marchaos- rogó- Por favor...

La mujer de piel clara, lejos de obedecer, dio un paso al frente.

- Hazlo por Liessel.

Liessel

Aquel nombre reverberó en su interior, como una cuchillada.

- Liessel está muerta- gimió- y no va a volver...

Se ha ido, se ha ido, se ha ido, se ha ido, se ha ido....

Los ecos llenaros su torturada mente y por un momento flaqueó la determinación con la que sujetaba sus alas.

- ¡Marchaos!- gritó.

- Hazlo por Maverick- respondió la mujer más joven ¿la conocía? ¿Por qué le resultaba tan terriblemente familiar?

La mujer de piel clara pareció reaccionar ante aquel nombre y de pronto levantó la vista y dio otro paso adelante.

- Zoe- dijo, mirándola fanáticamente a los ojos- Hazlo por Zoe, Trisaga ¡Está viva! ¡Viva!

Quiso negar, recordarle que también ella había muerto, que por eso Liessel había enloquecido, que por eso todo había empezado, pero sabía que aquella mujer no mentía, lo veía en sus ojos, en su aura... veía un pequeño hilo pulsante que surgía de ella y se perdía en la inmensidad hacia el este, y supo que era verdad.

Zoe... Viva...

La fuerza de su determinación flaqueó y cayó pesadamente al suelo, dejando que por un instante, sus inmensas alas se liberaran y barrieran el templo. Acongojada, cerró los ojos y, con gran dolor, atrajo hacia sí el aura de desesperanza y temblando por la tensión, dejó que la oscuridad pasara a través de su piel hasta desaparecer. Exhausta cayó de rodillas y las dos mujeres acudieron a sostenerla.

Fue entonces, cuando la mujer más joven puso sus manos sobre ella para sostenerla, que sintió el dolor que manaba de ella, un dolor atroz que la mataba tan poco a poco que su agonía bien podría ser eterna, y movida por la compasión, casi como un reflejo inevitable, la aferró por un brazo con firmeza y cerró los ojos. Allí estaba, lo conocía, aquel mal de metal y carbón, aquel dolor que hacía que respirar fuera un suplicio. Recorrió el dolor como si fuera una senda, transcurrió por los músculos agónicos como una caricia y poco a poco, dejó que el dolor fluyera hacia ella como un manantial. Se tambaleó, abrumada por la agonía, y sintió que la sujetaban de nuevo.

Te necesitamos.

Te necesitamos.

Te necesitamos.

Desde algún lugar muy lejano, como un eco, una reverberación de luz surgió de pronto y la llenó por completo, llevándose el dolor, la angustia y el tormento... Sintió la paz recorrerla como un bálsamo y la luz inundarla como una marea, y con ella los recuerdos, recuerdos que la colmaron de agradecimiento, de entrega y entereza.... Tormento gimió en su cabeza, engullida por la luz, tratando de llevarla consigo, pero su presa fue débil y resistió. Luego la oscuridad desapareció y solo quedó luz y una inconmesurable sensación de paz.

Abrió los ojos, que de pronto eran dos pozos de luminosidad y miró a las dos mujeres que tenía frente a sí.

- Se ha ido.

La mujer de piel clara comenzó a sollozar y Trisaga percibió el alivio y el amor que surgían de ella. La recordaba....

- Tú... tú me amabas...

De la otra mujer surgió un sentimiento descorazonador y Trisaga se encogió de dolor. Quiso decirle que se equivocaba pero le costaba hablar, le costaba centrarse, y antes de que pudiera hablar, la muchacha se había puesto en pie y se había alejado de ella, perdiéndose en las profundidades del templo.

- Has vuelto...- suspiró Imoen, colmada de felicidad.

Bálsamo Trisaga, Lágrima de Plata, asintió, y sujetando su rostro con ambas manos, suavemente, depositó un beso de luz en su frente torturada, acallando las voces que la acosaban y atrayéndolas hacia sí. Gritaron en su interior, apenas unos instantes, antes de que la luz las engullera, dejando silencio donde antes había un infierno de cacofonías.


Había vuelto.


* No deberíais estar aquí. No es seguro.



Los relojes de las Cavernas llenaban todo con su eco dispar y perfecto. Los Vigilantes del Tiempo recorrían las arenas doradas con sus inmensas hachas a la espalda, reflejando en sus escamas de cobre las luces delirantes del Vacío Abisal sobre sus cabezas. En las alturas, flotando en aquella oscuridad repleta de colores, Terrallende vigilaba silencioso el devenir del tiempo.

Cuando Trisaga dejó de temblar, Dremneth aflojó poco a poco su abrazo pero no la soltó. Ella envolvió las manos del draco con las suyas y suspiró levemente, todavía estremecida por los recuerdos y por la certeza de que nadie la había abrazado desde aquella noche, cuando era una novicia en la Casa Madre. Suavemente, descansó la cabeza contra su hombro y escuchó el tenaz latir de aquel corazón atemporal. Él no habló, dejó que la criatura excepcional que rodeaba con sus brazos decidiera cuando quería proseguir. No en vano había visto los rincones de su alma y era consciente de que lo que acababa de presenciar y oír era la revelación más insólita que nadie pudiera esperar. La congoja que había en sus palabras mientras hablaba, el dolor que asomaba a sus ojos…

Sintió un cambio sutil en la postura de ella y la liberó del abrazo. Bálsamo Trisaga se enderezó, arregló un par de mechones rebeldes de su cabello y su rostro volvió a ser un reflejo de absoluta serenidad.

- Volví.- dijo, y su voz aún estaba algo ronca tras la intensidad de su relato.- Sin el arrojo de la joven Firenan, tal vez Imoen no hubiera encontrado nunca la razón para acudir en mi búsqueda. Sé que me amaba, sé que tarde o temprano hubiera venido, pero no sé si, de haber tardado mucho más, yo hubiera podido volver. De este modo Kloderella, quien había agonizado entre mis manos aquella vez en Shattrath, salvó mi vida. Imoen quien, sin saberlo, amaba a aquella muchacha de piel oscura y rutilante ojo esmeralda, se vio impelida a seguirla, no por encontrarme, sino por salvarla de mí.

Dremneth asintió en silencio, dejó que ella hablara. Sabía que llegados a este punto, no debía forzarla a continuar.

- Había pasado un año encerrada en aquel templo y sé que llegaron a darme el nombre del Fantasma de Desesperanza, aunque en realidad estuviera viva, o lo más próximo a vivo que se puede estar cuando pierdes de manera atroz a la mitad de tu alma. Cuantas almas incautas llegaron a las cercanías de mi santuario y cuantas de ellas sucumbieron a mi congoja, no podré saberlo jamás, aunque esa culpa me acompañará hasta el resto de mis días. No hay nada más que pueda decir sobre ese tiempo: Yo desaparecí aquella noche en el Mar de Feralas y regresé en las ruinas del Templo de Desesperanza.

Trazó en la arena un dibujo con el dedo y luego lo borró pasando la palma por encima.

- Sin embargo, aquel nombre que habían pronunciado para traerme de vuelta representaba un milagro todavía mayor, un milagro insospechado…

Zoe… Viva…

Los Templos de Desesperanza V

Por Imoen

Dentro del templo, todo estaba oscuro y mohoso. La atmósfera era realmente pesaba, casi palpable, y un pesar infinito la empezó a inundar cada vez más. A Ella le afectó de una manera sobrecogedora. Cayendo al suelo de rodillas, agarrándose la cabeza con sus manos y murmurando cosas incomprensibles para Klode. En ocasiones, parecía estar llamando a su madre, o hablando con ella.

Se levantó de improviso, con ojos furiosos pero vacíos de nada más, y la miró con el ceño fruncido.

-¿Quién eres tú?

Klode ahogó un gemido de sorpresa y la miró sin comprender.

-S-soy yo… soy Klode…

Se acercó ligeramente para poder ponerle las manos sobre los hombros y Ella se alejó y sacó sus armas, amenazadoramente.

-¡No te acerques, monstruo!

Si le hubiera rajado de parte a parte con su mandoble, le habría hecho por seguro mucho menos daño que lo que le había infligido con esas palabras. Las lágrimas comenzaron a brotar desesperadamente de su único ojo, y se apoyó en la pared, temerosa de que la persona que quería pudiera hacerle daño.

“Que quería…. Sí…..”

Pero no le hizo nada. Volvió a la normalidad. No había sido consciente en ese tiempo de lo que había hecho, como sí… hubiera estado poseída de algún modo. Vio la expresión totalmente desolada de Klode y se acercó a ella, calmándola.

Había una posibilidad. Teniéndola tan cerca… tal vez pudiera vencer a sus temores, sus tristezas, sus desesperanzas. Ella estaba junto a ella, y le sonreía, y todo parecía disiparse a su alrededor. Reprimió unos enormes deseos de abrazarla y besarle los labios, dada la situación, ya que no hubiera sido apropiado. Y Ella la miraba de una forma…

-Klode, yo jamás te haría daño. Jamás. Ha pasado poco tiempo pero te he llegado a querer. Te quiero… como una hermana, la hermana pequeña que nunca tuve.

Y así, la esperanza se estrelló contra el suelo. Justo cuando su corazón empezaba a desplegar las alas, seguro de sí mismo, lo empalan y se lo clavan en la garganta. Así que, la posibilidad no existía. La niebla volvió a su alrededor, y una canción empezó a escucharse de fondo, tan desgarradora como las propias cuchillas que colgaban del cinto de Ella.

“Me rindo.” Ése fue el pensamiento que desencadenó la avalancha de recuerdos que le sobrevinieron. Vagamente tenía la impresión de que Ella la llevaba del brazo, conduciéndola al piso superior, pero Klode no veía nada. Nada… salvo lo que desfilaba en su mente.

Sus padres devorados. Su hermano, pidiéndola que le acompañara. Poco a poco vinieron recuerdos más profundos, más lejanos, como el desplome de la mina donde trabajó, que hizo que se le fueran pudriendo los pulmones poco a poco. Su abuelo, tan extraño como era, y tan alto, herido de guerra, con su vida saliendo a borbotones por una herida en el estómago. Y luego vino lo peor.

Torturas. El gran comandante, viniendo cada día a su celda, infligiendo su dolor con cada centímetro de su látigo… y de algo más. Su virginidad robada a la fuerza, las perversiones a las que fue sometida, el dolor… dolor… por encima de todas las cosas.

El caballero negro, con su gran espada de hielo y hierro, lanzando su estocada para matar al hombre que una vez había amado, y ella una y otra vez parando el golpe con su cuerpo. Sintiendo el mismo dolor que sintió aquella vez, la carne siendo cortada, la sangre derramada, los huesos fracturados… sintiendo como el globo ocular se le deshacía y corría por su mejilla como una lágrima espesa de su sufrimiento.

Estaba en un foso, un foso… pero había alguien que la llamaba. Miró en derredor y vio a Ur, rodeado de un halo de luz y llamas, llamándola.

“Aquí no sufrirás. Estarás con los tuyos. Vuelve, Klo, hermanita. Podremos volver a jugar.”

Klode asintió y se llevó la mano a la empuñadura de su espada, pero Ella evitó su gesto y le rogó que le diera el arma. Cogió la espada de Klode y las suyas propias y las tiró al piso inferior. Pero… ¿cuándo habían subido? No lo recordaba.

Ella la cogió suavemente y se acercaron a un recodo de la cuesta. Allí estaba… ¿esa era la sacerdotisa? Parecía un fantasma, con un halo de sombras espectral, y cantaba una canción, hermosa, en un idioma desconocido, pero empañada de tal desdicha que apretó las mandíbulas para no llevar sus manos a su propia garganta y arañarse hasta acabar con su vida.

“Un poco más… Espérame Ur… Lo haré por ella y luego iré contigo”.

Estando enfrente del espectro, Ella sucumbió. Cayó al suelo y empezó a convulsionar, murmurando, retorciéndose. El corazón de Klode se encogió. Ella la amaba, aunque la mujer no sintiera lo mismo, y no podía verla así… no podía. En su desesperación, lo único que se le ocurrió fue calmar sus propios miedos y pedir ayuda. Hizo lo que mejor sabía hacer… apelar a un poder superior a todas las cosas que había conocido. Así que se sentó junto a ella, le cogió la cabeza entre sus brazos, y acunándola, rezó.

-Santa Luz, bendíceme a mí y a Ella, haz que la tristeza se vaya.

Ella se convulsionó, arqueando la espalda, con los ojos cerrados.

-Luz Sagrada, insufla valor en mi corazón, hazme fuerte y hazla fuerte para soportar.

Abrió los ojos y habló, a Klode le pareció oír nombrar a la madre de Ella.
-Luz Bendita, disipa las sombras, aleja los demonios, hazme fuerte para vencer a la oscuridad.

Ella hablaba, pero ella no le escuchaba. Cerrado el ojo, sudando profusamente, se concentró en su plegaria, en nada más… en nada más.
-Santa Luz, aleja los demonios. Santa Luz, aleja las sombras. Santa Luz, llénanos de voluntad para hacer lo que venimos a hacer… ayúdanos.
Se incorporó a medias, mirando a Klode, y luego a la sacerdotisa.

-…ayúdanos…

Cerró los ojos y tembló, intentando recuperar las fuerzas.

-….ayúdanos.

Abrió los ojos de nuevo, más tranquila, y se levantó. Ya estaba lista para enfrentarse a su demonio. Y Klode, vacía por dentro, también.

Los Templos de Desesperanza IV

La caminata por la arena fue trabajosa y entrañó varias luchas con las criaturas que poblaban las aguas. Incluso tuvo la oportunidad de ver, a lo lejos, a un hijo de Nalcorcón, o algo así le contó Ella.

Klode se desplomaba a cada rato, consumida por recuerdos. Cuanto más se acercaba al templo, más recordaba. La imagen que más le torturaba era su hermano, Urdellen. Ella no había estado con su familia, porque estaba en la catedral de Ventormenta recuperándose de su enfermedad y adiestrándose en el camino de la Luz. Y cuando llegó, todos estaban muertos. Asesinados por unos malnacidos que quisieron robarle las escasas ganancias del viejo pescador. Los cádaveres de sus padres los dejaron encima de la alfombra, con la puerta abierta, a merced de las decenas de múrlocs que poblaban el lago y permitiendo que las criaturas devoraran… Pero a su hermano no. A él, lo tiraron a la chimenea. Cuando Klode llegó, aún había llamas consumiendo el cuerpo, y no dudó en sacarle de allí, con el corazón destrozado y haciéndose unas quemaduras que conservaría de por vida.

-¿Klode?

La muchacha salió bruscamente de sus pensamientos y la miró.

-¿Perdona?

-¿Estás bien? Pararemos cuando haga falta. Tienes que ser fuerte.

Klode asintió despacio.

-Estoy bien.

-¿Podrás nadar con la armadura?

La muchacha se miró y sopesó su pechera de placas.

-Tal vez si me quito la pechera, y algo más…

-Quítatelo y yo te lo llevaré.

Se dio la vuelta, muy sonrojada, y empezó a desabrocharse las hebillas que sujetaban la prieta armadura. Cuando tiró de ella, cayó pesadamente al suelo, sintiéndose muy desnuda sin ella. Se quitó las hombreras y la capa, y envolvió todo para meterlo en su mochila.

Ella estaba detrás de ella, mirándola la espalda. Seguramente, pensó Klode, viendo las múltiples cicatrices de latigazos que la recorrían. Deseaba haber pensado en dejarse la capa pero ya era tarde. Peor era la cicatriz que le recorría desde el ojo hasta la cadera, perfectamente visible también. Y entonces, Ella alzó la mano y la acarició lentamente las cicatrices, con cariño, con compasión. ¿Por qué se le aceleraba tanto la respiración? Cerró los ojos y tembló ligeramente, intentando decidir si le gustaba o le aterraba, pero pronto Ella dijo de reanudar la marcha, y el contacto paró.

No tardaron mucho en llegar a la entrada del templo. Éste era enorme, pero era obvio que llevaba abandonado muchísimos años. Aún así, los monstruos evitaban el lugar. ¿Podría ser por el aura de Trisaga? Efectivamente, la vorágine de recuerdos aumentó al pisar las primeras piedras del puente, e incluso empezó a afectarle gravemente a Ella. Escuchaba voces, y se dejaba llevar por unos sentimientos tristes que debía llevar muy adentro.

El recuerdo de Ur era demasiado vívido. Una y otra vez, lo veía en las llamas, con la piel chamuscada, y los recuerdos poco a poco se transformaban en otra cosa. En las visiones de Klode, el hermano habría los ojos y la acusaba de no haberle ayudado. En otras, le decía dulcemente que viniera con él, que era donde estaba toda su familia. Era más de lo que la pobre adolescente podía soportar.

Tal vez fue la flaqueza de la chica lo que la hizo reaccionar a Ella. Olvidando sus propios recuerdos y sus voces, calmaba a Klode y la instaba a seguir, a ser fuerte. Ésta, al verla, sacaba fuerzas de la nada y seguía con la marcha, decidida a no ser un estorbo en el momento del rescate que Ella tanto tiempo había planeado.

Los Templos de Desesperanza III

Por Imoen

A medida que el terreno fue volviéndose más agreste y accidentado, a Klode le costaba más hacer avanzar a su montura, hasta el punto de decidir dejar el caballo para que éste encontrara solo su camino hacia el asentamiento elfo. La ascensión hasta un pico elevado, junto a la orilla, fue muy trabajosa y dejó a Klode extenuada y con un fuerte acceso de tos.

Como había dicho Ella, el reino de Azshara estaba poblado de criaturas muy peligrosas. Algunas apenas percibían su presencia, pero otras se declararon claramente hostiles. Llevaba casi medio día de marcha hasta que oyó la voz.

-¿Klode?

La muchacha, sobresaltada, miró en derredor unos segundos hasta advertir que el sonido provenía de su comunicador.

-Sé que me oyes, Klode.

-Mierda, pensé que lo había apagado.

Klode intentó manipular el comunicador mientras hablaba, sin fijarse por donde iba. Al final, incluso perdió pie y cayó por el acantilado, con la suerte de caer dentro del agua. Afortunadamente, sabía nadar tan bien como caminar por tierra, pero la frialdad del agua se le incrustó en el cuerpo como miles de agujas afiladas, casi dejándola sin respiración.

Mantuvo una conversación con Ella por el comunicador, diciéndola que estaba bien, que no se preocupara. Seguramente estaba muy cerca, tras sus pasos, pero no le importaba. En cierto modo, quería volver a verla. La echaba mucho de menos. Cuando pensaba en Ella… era como tener mariposas en el estómago. Sonrió, recordando algo que le había contado su madre hacía mucho tiempo.

¿Por qué pensaba ahora en sus seres queridos tan de repente? Le pareció un hecho tan extraño, que apenas se dio cuenta de que alguien se acercaba a toda velocidad por la orilla. Era Ella, por supuesto.
Saltó de su montura de sable como una exhalación y se acercó a Klode, abrazándola. La muchacha se ruborizó, muy sorprendida. ¿Por qué le había subido una ola de calor por todo su cuerpo? No sabía decirlo, probablemente por la alegría de verla.

Y ella no era la única que tenía pensamientos y recuerdos del pasado. Le dijo que Ella también los tenía, y que era obra de Trisaga. ¿Cómo podía ser posible? De todas formas, Ella dejó de resistirse, y le ofreció a Klode, por fin, ir con ella a por la sacerdotisa.

Los Templos de Desesperanza II

Por Imoen

Un estruendo y un chapoteo acompañaron las palabras de Klode. Agua, ¿eh? Una leve presión de los muslos y Uñitas cambio de rumbo y se dirigió hacia la costa.

- ¿Klode? Kloderella. Klode.
- ...
- ¡Klode!
- Eh... estoy bien. No...no miraba por dónde iba, eso es todo.
- ¿Dónde estás? Los elfos dicen que tienes mal aspecto
- Oh, son unos exagerados. Yo... venía cansada, y ya está.
- No me lo pareció, por la descripción que me hicieron. El agotamiento no hace sangrar a la gente. Dime dónde estás.
- No recordaba que hubiera estos bichos aquí...
- ¿Qué bichos? – se oye un sonido que Imoen no identifica - Klode, dime dónde estás.
- Estoy bien, de verdad. Te... te dije que la buscaría, y lo estoy haciendo.
- Te dije que era peligroso.
- Más razón para buscarla.
- Klode, si lo que sé es cierto, no debes acercarte sola a Trisaga. Por favor.
- ¿Por qué?
- Su aura ha cambiado.
- Oh... Ojalá Ur estuviera aquí...Le echo tanto de menos...
- ¿Ur?

La respuesta de Klode estaba cargada de congoja.

- Mi hermano... No sé por qué pienso ahora en él...
- Klode, Trisaga desprende ahora desesperanza. En una persona normal es peligroso. En tu estado puede ser mortal.
- No te preocupes, ¡soy una persona alegre!
- Klode, ¿dónde estás?
- Ya te lo he dicho. Estoy buscándola.

La frase terminé con una violenta tos. Su afección iba a peor y aún no la veía en aquella maldita costa plagada de nagas. Tenía que hacer que siguiera hablando, tirándole de la lengua para descubrir dónde estaba.

- Klode, ¿qué ves alrededor?
- Veo Ashmara, claro. Madre mía, esto es un laberinto.

Una pista. La zona Sureste quizás. Tenía que lograr que le diera más pistas. La voz de Imoen se tornó dulce cuando habló otra vez.

- Descríbemelo, anda. Me gusta oírte describir cosas. Venga, cielo, dime lo que ves.
- Pu-....pu-pu..pues... es bonito...
- ¿Ves agua?

Los sonidos de lucha que inundaron el comunicador casi ahogan la escueta pero elocuente respuesta de Klode.

- Ohhh, mierda.

Imoen espoleó a Uñitas costa abajo y entonces la vio a lo lejos. Klode luchaba contra los nagas, pero tenía controlada la situación. Antes incluso de que Imoen llegara a su lado había dado cuenta de ellos.

Desmontando, Imoen se acercó a la muchacha.

Los Templos de Desesperanza I

Por Imoen

Mientras volaba hacia Azshara, Imoen reflexionaba sobre los últimos acontecimientos.

El goblin le había dicho todo lo que sabía sobre Klode, o casi. La muchacha había llegado a él y había tomado un grifo hacia Azshara. Aschara…eso había dicho ella según el goblin. Imoen sonrío para sí misma. Era Klode, no había duda. La muchacha tenía prisa y viajaba ligera de equipaje. Imoen estaba segura de que Bragok le ocultaba algo, pero no hubo forma de que el goblin soltara prenda y no era cuestión de matar al que podía llevarla a Azshara en una fracción del tiempo que le llevaría a pie.

Un gemido la sacó de su ensimismamiento y, mirando hacia atrás, Imoen distinguió a Uñitas sujeto a su arnés. El pobre no acababa de acostumbrarse a la altura. El goblin había accedido a regañadientes a proporcionarle transporte a ella y a Uñitas. Los grifos de carga no eran muy frecuentes, pero Imoen los usaba para poder llevar a su sable en sus viajes. No se fiaba de las monturas de posta y, de todos modos, nunca le gustaron los caballos, así que siempre que podía viajaba con su enorme gato.

Según volaban hacia el norte, el horizonte fue cambiando de color hasta adoptar el rojo cobrizo de la tierra del eterno otoño. Azshara…al fin.

Tan pronto como tomaron tierra, Imoen tranquilizó a Uñitas e interrogó a los escasos moradores de Punta Talrendis. Klode había pasado por allí hacía varias horas. La vieron tan demacrada que le dieron un caballo. Había partido por el camino principal. El camino que iba hacia…¡los nagas!

Dejando a los elfos con la palabra en la boca, Imoen montó sobre Uñitas y partió al galope. Sacó el comunicador de la bolsa teniendo cuidado de que no se le cayera y miró nuevamente el localizador. Esa parte del comunicador de Klode seguía desconectada, pero tal vez el resto no. Imoen apretó el botón de emisión.

- ¿Klode? – Nada, interferencias - ¿Klode? Klode, sé que puedes oírme.

La respuesta de Klode, precedida por una tos, fue casi imperceptible

- Pensé que estaba apagado...¿me... me oyes?
- Claro que te oigo. Sé dónde estás....bueno, más o menos.
- Oh... no no no ¡mierda!

Narraciones

domingo, 20 de septiembre de 2009

16 de Marzo, 32 A.P

- En realidad me lo tenía merecido, supongo.

Recuerdo como si fuera ayer el día que conocí a Baner. Estaba recogiendo firmas para la creación del sindicato: reclamando unos horarios dignos, un seguro para el mobiliario... Recorrí todo el camino de Villanorte a Villadorada a voz en grito: ¡Por un sueldo justo! ¡Por un horario que permita conciliar la vida laboral y familiar! Ya sabes, lo de siempre...

- Loh´manoh sois mu raros.- Zai se rascó la barbilla

- Bah.

La cuestión es que Baner se acercó, me echó una firmita y me acompañó toooodo el camino hasta el Registro de ventormenta donde presentar la instancia y poder empezar a hacer presión en el ayuntamiento. Me cayó bien.

Nah, que tontería, andarme con remilgos ahora. Me gustaba, me gustaba mucho. Justo entonces, Lillian me contrató para echar una mano en la posada de Theramore, ya que el Alba de Plata se había establecido allí y había cada vez más trabajo. Baner venía a verme, todo un caballero. Pedía algo de beber y se quedaba charlando conmigo en la barra.

- ¿Eh rituá d´apaeamiento´mano?

- Emmmm, algo así.

Para mí, era evidente que le gustaba. ¡No pongas esa cara! No siempre he sido así: tenía la piel clarita, siempre iba peinada, y llevaba ropa decente. No tenía plumas en el pelo, ni vestía un taparrabos, ni tenía más cicatrices de las que podía contar. Y tampoco soy fea...

- Ereh´rrible.

- A callar. Estoy muy buena.

Yo le gustaba, él me gustaba... Cualquiera diría que todo era perfecto ¿no? ¡Pues no! Porque Baner demostró ser el tipo más frío y distante que tuve la mala baba de cruzarme. Yo ponía en juego todas mis armas, que si caídas de ojos, que si toques casuales, que si hacer así sobre la barra para marcar canalillo... Y él, como quien oye llover.

- ¿Comoh´que no´s habéi´tinguido?

- Chitón.

Claro, yo estaba cada vez más frustrada, y en una de aquellas apareció Gaerrick. Rudo, malhablado, obsceno y muy sexy. No entraré en detalles de lo que sucedió después, solo diré que en realidad yo solo quería darle unos pocos celos al estirado de Baner. Y se los dí, vaya si se los dí.

Se los di de tal manera que acabó llamándome furcia y zorraa gritos delante del Cerdo Borracho. Se enteró tooooda la ciudad.
Y Gaerrick, que tonto no era y comprendía lo que yo estaba haciendo, hizo del mismo modo.

Me quedé plantada en la calle como una tonta, sintiendo como todo el mundo me miraba y ellos dos se marchaban dandome la espalda.

Sí, en realidad me lo tenía merecido.

- En mi t´ibu, cuando dos queían trincah a la mi´ma, s´atizaban.- puntualizó Zai.

- En tu tribu os comíais a los muertos.

Volví a Theramore. Era todo lo que me habían dicho y más, de modo que me merecía todo lo que me pasara. Me quería morir. Lillian y Janene estaban de vacaciones y yo no estaba en condiciones de atender a la clientela, así que eché el cierre hasta que me recuperara, me metí en la cama y me dije que no saldría hasta... hasta... yo que sé. Klode, que había estado convaleciente en la ciudadela, vino a cuidarme. Creo que se asustó un poco...

Theramore, esta noche

jueves, 17 de septiembre de 2009

La noche era clara en Theramore y las calles estaban sumergidas en silencio, ajenas al caos de la llegada de la comitiva del Alba de Plata tras la emboscada. Sentada a una de las mesas, Irinna leyó una vez más la carta y colgó su mirada del vacío.

¿Por qué era todo tan complicado? Tantos meses sin aparecer por su vida, y de repente, Baner entraba en la taberna y volvía a ponerlo todo patas arriba. No es que no quisiera verle, más bien al contrario, su corazón se aceleraba cada vez que recordaba aquel paseo por el puerto, el baño hasta el Faro, la conversación a la luz de la luna, desnudos, empapados y deliciosamente inalcanzables...

Suspiró.

¿Por qué tenían los hados tan.. tan.. tan mala baba? ¿No podían haber mandado a Gaerrick en otro momento? Unos meses antes hubiera bastado, una de esas tantas veces en que Baner desaparecía de su vida... O solo unas horas después, cuando Baner hubiera terminado de exponer su indiferencia y se hubiera marchado... Pero allí estaba: Baner frío y distante, indiferente a todos sus intentos de seducción, y Gaerrick, rudo y tan sexy, susurrándole al oído cosas que no podía ignorar...

En qué mala hora decidió ceder ante el mago para despertar el interés de Baner... En qué mala hora, porque lo que ocurrió en el sótano escapó de su control desde el mismo momento en que el hechicero la sujetó por la cintura... Luego todo había sido... ¡Arg! ¿Por qué no podía dejar de pensar en ello?

Porque había sido aterradoramente adictivo.
Pero Baner la odiaba ahora, y Gaerrick estaba siempre tan cerca que...

- ¿Hola?

Sobresaltada, Irinna levantó la vista y reparó en la menuda figura que acababa de entrar en la taberna, pero tan pronto como distinguió los rasgos de la recién llegada, sintió que su corazón se aceleraba.

- ¿E... eres Irinna?

Dos ojos inmensos, verdes como rabiosas esmeraldas, traspasaban las corrientes del tiempo para clavarse en su pecho privándola del don de la respiración, dos ojos como los que había amado tantísimo, enmarcados en un rostro que era un retrato perfecto de aquel que había visto tantas veces a la luz de la lumbre en las noches más tranquilas, o teñido de aquel tinte verde que parecía venir de todas partes, a la sombra del Roble...

- ¿Es.. está aquí Angeliss?

Plantada en medio de la taberna, Averil empezaba a sentirse incómoda ante el insistente escrutinio de la tabernera. Era una muchacha no mucho mayor que ella misma, pero abismalmente diferente: la melena era negra como el ala de cuervo, salvaje y rizada, sujeta a la nuca con una cinta, y sus ojos, dos inmensas lunas enmarcando un rostro de ángel, coronando un cuerpo joven y generoso, un cuerpo como el que gustaba a los hombres. De pronto, se sintió desgarbada e infantil, y concentró su atención en las puntas de sus zapatos mientras enganchaba, nerviosa, un mechón de cabello rebelde detrás de la oreja.

- ¿Zoe?

La muchachita levantó la vista e Irinna contuvo la respiración. Era ella, sin lugar a dudas... Zoe...
Se puso en pie lentamente y dio un paso hacia ella, y por un momento tuvo la impresión de que la joven retrocedía un paso, asustada.
Tomo aire y sonrió amigablemente.

- Disculpa, sí, soy Irinna. ¿Tú eres Averil, verdad?

La muchachita asintió con una timidez tan genuina que Irinna sintió el impulso de tomarla de las manos e infundirle confianza.
Era all mismo tiempo tan Liessel, tan Dishmal y tan.. ninguno de los dos... Era un milagro, tal y como había vaticinado Trisaga: una esperanza perdida y devuelta. Sus inmensos ojos verdes la miraban sin saber cómo reaccionar.

Conmovida, Irinna dio dos pasos más hasta quedar frente a ella y luego, sin poder evitarlo, la rodeó con los brazos, la estrechó contra sí y rompió a llorar sobre su hombro.

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- ¿Cómo la conociste?

A la luz de la lumbre, las dos muchachas tomaban pequeños sorbos de cerveza tibia, sentadas en el suelo, con las faldas extendidas como halos a sus pies. Ambas tenían la vista fija en las llamas y por un instante, Irinna pareció estar lejos, muy lejos de allí. Luego, por alguna razón, regresó y señaló una de las pequeñas mesas más alejadas de la chimenea.

- Estaba sentada allí, entró en silencio y no me di cuenta que estaba allí hasta que me acerqué a recoger una de las mesas de alrededor.

Tomó un pequeño sorbo.

- Yo tenía más o menos tu edad por aquel entonces, y al principio me dio algo de reparo acercarme, no parecía querer a nadie cerca... Pero me sonrió, así que me acerqué. Era joven, un poco más mayor que yo ahora, y tenía el pelo corto como un muchacho, del mismo color que el tuyo.

Instintivamente, Averil se llevó las manos a la cabeza y tanteó suavemente su propio peinado. No le había pasado desapercibido el modo en que Tristán la había mirado cuando se había cortado la melena. Ahora lo entendía.

- Y... ¿Cómo era?

Irinna suspiró y dio otro sorbo a su cerveza.

- Al principio resultaba hermética y muy misteriosa: no hablaba con nadie y no se metía en los asuntos de los demás. Solo era una sombra sentada a la mesa, con sus papeles y su cerveza - sonrió con nostalgia- Le gustaba especialmente la Gran Reserva Luna Negra.

Se acomodó la falda bajo los pies y continuó.

- Era evidente que era una mujer dura, una mujer fuerte. Ese tipo de mujeres son cada vez más habituales, pero por aquel entonces, era algo poco habitual, al menos en el modo en que lo era Liessel. Tenía una mirada fría, supongo que entrenada especialmente para ello, dado su oficio. No, no pongas esa cara, Bellota. Puede que tu madre no fuera una figura de Luz y Gloria, pero era una pieza imprescindible en el puzzle que es el mundo de hoy. Era buena en su trabajo, la mejor, una maestra de espías, experta en infiltración. No hablaba de su trabajo, esto es algo que aprendí con el tiempo y que deduje de las conversaciones que oía entre ella y mi tío.

Averil suspiró: sabía la suerte que había corrido Brontos Algernon por su amistad con Liessel.

"Por mi culpa" se dijo

- ¿Entonces eran muy amigos? - inquirió al fin.

Irinna entrecerró los ojos y sonrió. Señaló la mesa más cercana a la chimenea.

- Cuando venía, al cerrar, ella y mi tío se sentaban aquí, ponían las botas encima de la mesa y se pasaban la noche fumando puros, bebiendo cerveza y metiéndose con los paladines. Polillas, les llamaban, porque siempre giraban entorno a la Luz.

Ambas muchachas rieron alegremente. Irinna suspiró.

- Siempre pensé que hacían buena pareja, tenían un carácter parecido y Liessel parecía olvidarse de los problemas cuando estaba con mi tío... Pero estaba enamorada de Dishmal.

- Mi padre...

Irinna miró al suelo: el hechizo se había roto. Inquieta, se puso en pie y se sacudió la falda con las manos.

- ¿Qué...? - Averil percibió el cambio, sin entender la razón.

La joven tabernera la miró con sus ojos grises como lunas. Ya no sonreía.

- Hay cosas que es mejor que averigües por tí misma, Bellota.

Y dicho esto, se dio la vuelta y desapareció escaleras arriba.

***

- Irinna hubiera podido contarle absolutamente toda la historia, pero en una demostración de gran juicio, tuvo la prudencia de no hablar demasiado: Averil era una muchacha muy joven que no conocía la maldad del mundo y debía asimilar sus descubrimientos poco a poco, lentamente. El Caer Visnu formaba parte del pasado tras el paso de los filos de Liessel y el fuego de Dishmal. No había razones para apesadumbrarla con historias del pasado, ahora que tenía una vida, que era una muchachita normal. Estaba enamorada de Shano Angeliss y era correspondida y, pese a los descubrimientos sobre su pasado, su ingenuidad era tal que incluso así era feliz. Tenía el alma alegre y despreocupada.

Trisaga sonrió al recordar y suspiró.

- Todo esto tuvo lugar antes de que Imoen y Kloderella me encontraran y por eso pudieron recurrir a esta extraordinaria revelación para hacerme volver. Regresé con ellas al mundo, al bastión de Theramore donde el Alba de Plata se había establecido. Allí pude descansar y recordar quien era y cual era mi misión en el mundo, ahora impelida por una nueva causa, magnífica e inesperada: cuidar de Zoe, el último legado de Liessel.

Por mi parte, algo había cambiado, y fui consciente de ello desde el mismo instante en que Tormento se marchó y tuve ante mí a Klode e Imoen. De pronto podía ver, ver de un modo en el que jamás había visto, como si leves trazos de luz unieran a las personas, creando una inmensa red, un tapiz tejido con los hilos del destino. Con esta visión, de pronto, podía ver el amor incondicional que Klode sentía por Imoen y el que Imoen sentía por Klode sin saberlo, o con aquel lazo pulsante, la conexión entre el mestizo Angeliss y mi inesperada protegida. De pronto gozaba de unos conocimientos que nunca antes había tenido, un entendimiento de los entresijos del mundo como si fuera capaz de ver con mis ojos el entramado de este tapiz…

Jayna Proodmore, residencia de estudiantes de Dalaran

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Jayna Proodmore, residencia de estudiantes de Dalaran, esta mañana:

La luz del sol se derramaba sobre el alfeizar de la ventana hasta los pies de la cama como si fuera liquida. Fuera Dalaran despertaba mientras en el interior de la Academia, los estudiantes iban despertando uno a uno, dispuestos a afrontar un nuevo día de clase.

Con los ojos cerrados pero consciente, Averil decidió que no quería levantarse, de modo que se arrebujó de nuevo entre sus mantas y suspiró. El recuerdo de la noche anterior la llenó de bochorno e hizo que le saltaran de nuevo las lágrimas. Había sido un despropósito tras otro, empezando por haber creído (de nuevo esta vez, tonta, tonta, tonta) que Angeliss la llevaría a la cena.

"Búscate un vestido bonito", le había dicho, y le había guiñado un ojo.

Había pasado desde aquel momento, cada hora buscando un vestido lo suficientemente elegante para su primera aparición en sociedad, algún vestido que le hiciera parecer algo más mayor y así dejar de sentirse la tonta niña pueblerina que había demostrado ser. Se lo había contado a todas sus compañeras: ¡Un mago del Kirin Tor iba a llevarla como pareja a una cena de gala!

Tonta niña de pueblo, tonta, tonta, tonta...

Luego, cuando por fin llegó el momento de acudir al evento, Angeliss no había aparecido, e ingenua como siempre, pensó que tal vez la esperara allí, de modo que se puso su vestido, un vestido de verdad, un vestido como los que las magas adultas y poderosas llevaban a sus convenciones y bailes, y se dirigió a la puerta de la catedral.
Obviamente, Ángel no estaba. Y desde ese momento, todos sus recuerdos estaban empañados de vergüenza. Ella había esperado una asistencia casi completa por parte del Alba de Plata, pero eran pocos, muy pocos, y además llegaron tarde, y además había empezado a sentirse ridícula con aquel elegante vestido, rodeada por la maravillosa esbeltez de Pristinaluna y Akakia, otras dos de los pocos asistentes a la cena...

Y en la cena... Oh, la cena... Personalidades importantes, hombres con armadura, sacerdotes y elegantes damas... y ni rastro de Angeliss. ¡En qué mala hora había decidido beber cerveza! Pero aquel apuesto Guardia la había invitado a sentarse en la mesa principal, con los adultos ¡y no iba a pedir zumo! Y para cuando se había dado cuenta de que la cerveza le había afectado más de lo que pensaba, ya era tarde...

Recordó la mirada reprobatoria del viejo maestro Ithryon y sus palabras, la acusación en voz alta y delante de tooooodo el mundo: borracha... Todos en la mesa lo oyeron, todos en el salón, la humilló delante de todo el mundo y seguro que hoy toda la Academia estaba al tanto de su bochorno: el plantón de Angeliss, la ridiculez de su vestido y las palabras de Lord Ithryon. No, definivitamente, no quería levantarse.

- ¡Arriba, perezosa!- alguien le arrancó con fuerza la manta y se encontró ovillada sobre si misma. Abrió un ojo y vio a Nerissa sujetando su manta con fuerza, con los puños apoyados en las caderas- ¿Qué haces acostada todavía? ¡Vamos a llegar tarde! Uy, nena ¿estás llorando?

Averil agarró la almohada y sepultó la cabeza debajo.

- No voy a ir a clase hoy, Neri...- dijo con voz languida desde las profundidades.- Voy a teleportarme al Vacío Abisal y me voy a quedar allí hasta que acabe el curso...

La morena parameña arqueó las cejas, sorprendida.

- ¿Pero qué dices, boba? ¡No puedes quedarte aquí!- se sentó en la cama, junto a Averil.- A ver... ¿Qué pasa? Puedes contárselo a Nerissa, ya lo sabes...

La joven resopló y sacó la cabeza de debajo de la almohada solo para dirigir a Nerissa una mirada cargada de acusación.

- Neri, le contaste a todo el mundo aquel asunto del sapo y la botella...

Y volvió a esconder la cabeza debajo de la almohada.
Nerissa se puso en pie de un salto y sonrió con jovialidad.

- ¡Pero es que era muy gracioso, Bellota!- descartó aquello con un casual movimiento de muñeca- Venga... Va... No puede ser taaaan malo ¿no?

De pronto pareció contemplar una nueva posibilidad y mudó su expresión por otra más seria.

- No te habrá... ya sabes - carraspeó-... aquel guardia ¿verdad?

- Joder, Neri, que bruta eres a veces... - repuso Averil poniendo los ojos en blanco desde debajo de su almohada. Luego pareció reflexionar y asomó la cabeza, sorprendida- ¿Qué sabes tú del guardia, Nerissa?

Una expresión de absoluto deleite se dibujó en el rostro de la muchacha, como siempre que le preguntaban por alguno de los recientes cotilleos de la Academia. Averil suspiró, mortificándose ya por lo que sabía que iba a oir. Si Nerissa lo sabía, lo sabía todo el mundo.

- Uy, como me gusta ese corte de pelo, nena...

- No te vayas por las ramas, Neri, que nos conocemos...

Fingiendo resignación, Nerissa tomó aire.

- ¿Cómo que qué se yo de lo del guardia, Averil? -inquirió- Anoche Betta y Marge estaban en la Torre de los Magos de Ventormenta acabando las prácticas de Corrientes y te vieron llegar, pasada la medianoche, del brazo de un guardia, según dicen, muy apuesto, y que ibais muy juntitos... - Nerissa arqueó las cejas para remarcar sus palabras.

- ¡No íbamos muy juntitos ni nada por el estilo! - protestó Averil incorporándose indignada- Kyräsh se ofreció a acompañarme a la Torre después de la cena, para que no fuera sola por...

- ¡Ahahahá!

- ¿Ahahá qué?

- O sea, que es verdad.- Nerissa se frotó las manos- Uy, uy, que jugoso... ¿Kyräsh se llama? La cuestión es que me suena ¿Moreno con una perillita muy bien recortada? Caray, nena, que exitazo.

La ceja izquierda de Averil salió disparada hacia arriba.

- No pongas esa cara, Bellota- la reprendió su compañera- ¡Toda la escuela está hablando de eso ahora mismo! Ilmariël y Tarassina están corroidas por la envidia. Y si no me equivoco, Lula va detrás del tal Kyrtäsh desde que le vio patrullando Ventormenta... y Gades y Allen están peleándose el sitio a tu lado en la clase de Teoría de Canalización! ¡Y parecía tonta la chica de pueblo cuando la cambiamos por el botijo!
¡Ja!

Fuera, un nuevo día esperaba.

***

Junto a Angeliss, Averil descubrió el misterio de su origen. Supo de las Corrientes del Tiempo gracias a Lady Zorea, quien había sido la espina en el corazón de Liessel y que se convirtió en su madrina. Supo quien había sido su madre, y también que la había encontrado un año demasiado tarde. Supo de su reputación de mujer fría, inaccesible, insensible y violenta. Oyó también, contra esto, de su lealtad y su honor, de su sentido de la justicia y su calidez, y del fuerte lazo que la había unido a Sir Tristán de la Tour, a quien ella misma respetaba y admiraba desde niña.

Con pinceladas tan dispares, pintó el retrato de quien había sido su madre. Recogió como si fueran migas de pan todas las pistas y rastros que el destino le había dejado para entender la misteriosa figura que había sido Liessel, y que ya nunca conocería.

Narraciones

martes, 1 de septiembre de 2009

16 de Marzo 32 A.P

¿De donde salió Bellota? Te mentiría si te dijera que lo sé.

No creo que puedas imaginar el impacto, el asombro, la bendición y el milagro que representa. Aquella niña, por la que Liessel y Dishmal habían pagado un precio tan alto, por cuya muerte ambos habían sucumbido a la ira y el asesinato, que había hecho enloquecer a la hermana de mi alma hasta hacerle desear la muerte, que consiguió... Aquella niña que había atraído las iras del Caer Visnu, que creíamos muerta a los pocos meses de vida, desaparecida, arrebatada... Por lo que todo había empezado, por lo que todo terminó... ¡Viva! ¡Viva, Dremneth! ¡Viva!

Y no solo eso... No imaginas cual fue mi maravilla al comprobar que no se trataba de la niña de dos años que hubiera debido ser... No, ante mí encontré a una maravillosa muchacha que aunaba en su rostro los rasgos de sus padres, tan vivos como un retrato. Tan llena de vida, tan maravillosamente inocente, curiosa...

¿Cómo fue posible tal milagro? No puedo explicarte nada que tú no sepas ya, Dremneth, siendo quien eres.

El cadáver de Brontos Algernon fue encontrado en la Ciénaga Negra, perdido en una falla temporal. Hubiera debido encontrarse con él a la niña, puesto que se había lanzado a las corrientes del tiempo para salvarla. Sin embargo la niña no estaba, aunque si su manta, ensangrentada. La conclusión era evidente: en mitad de la ciénaga, la criatura había sido devorada por las alimañas que pueblan ese lugar maldito...

Por lo que pude averiguar después, y puedes imaginar el empeño que puse en ello, la niña no murió en la ciénaga. Fue encontrada junto al cadáver de Brontos por un matrimonio de campesinos que por azar u obra de un poder mayor, se perdieron en la ciénaga. Häns y Rosa Lumber habían perdido un hijo y vieron en aquella niña herida y sola una señal de la Luz...

Y realmente lo era, realmente lo era...

Zoe fue adoptada por los Lumber, que la llamaron Averil. La llevaron con ellos a Costasur, donde se dirigían, y la presentaron a la comunidad como su hija y la criaron como tal. Ah, incluso ahora me maravillo del hado de esa criatura... Si Liessel lo hubiese sabido... Si hubiera sabido que su hija vivía...

Fue una niña amada y criada con devoción, a la que nunca se le ocultó el misterio de su procedencia. Siempre conservó el colgante que Liessel hizo para ella, aunque no supiera de donde venía. Siempre supo que tenía otros padres a parte de los Lumber y que estos habían muerto. Esto no ensombreció su carácter y Averil creció como una niña normal: terriblemente curiosa, inagotable, dada a la risa y con un inmenso amor por todo ser vivo que se cruzaba en su camino. Tanto amor, de hecho, que le granjeó el apodo cariñoso de Bellota, pues gustaba de pasar las horas encaramada a las ramas de un viejo roble que crecía cerca del pueblo.

Sí, sonríes.
Las señales del destino son evidentes para quien sabe verlas.

Curiosamente, fue también a causa de ese viejo roble que se descubrió en la niña una capacidad latente para la magia.

Un día, al perder el equilibro desde lo alto de las ramas, en lugar de precipitarse hasta el suelo y lastimarse, la niña de seis años flotó levemente cual pluma hasta tocar tierra ante la atónita mirada de los aldeanos. Sin embargo, Costasur proliferó siempre en parte gracias a la proximidad de Dalaran, y sus ciudadanos estaban familiarizados con la magia.

"La niña necesita un maestro." dijeron "Un mago sin instrucción es un peligro para la seguridad pública"

Y cuando Averil tuvo edad para separarse de las faldas maternas fue entregada para su instrucción a un poderoso mago que tenía propiedades en las Laderas de Trabalomas y que era conocido y apreciado por la comunidad. Aiglos Dominus de Zarco oyó de las capacidades de la niña y la adoptó como discípula para instruirla en el uso de la magia, llevándola con él a Forjaz, donde se instalaron debido a la fabulosa biblioteca de la Sociedad de Exploradores de la capital. Tengo entendido que durante esta etapa la niña demostró estar mucho más dotada para la magia de lo que se suponía en un principio, aunque parecía tener serias dificultades para controlar esta capacidad.

Cuando cumplió quince años, su maestro desapareció y Averil se encontró sin mentor alguno. Sin embargo, aquí no terminaban las peripecias de esta muchacha, señalada por el destino. Recibió carta de la Ciudadela Violeta donde habían oído de su capacidad y que le otorgaba una beca para estudiar en las prestigiosas Academias de Magia de Dalaran.

Y allí entro juego un personaje muy singular.
Un mestizo sin´dorei llamado Shano Angeliss A´nariel...