El Fantasma de Desesperanza V

miércoles, 6 de agosto de 2008

Día 9

¡Noche mágica y hechizada! ¿Cómo narrar solo con palabras lo que vi? ¿Cómo decribir lo que solo puede ser vivido? ¡Mi corazón rebosa del asombro, sobrecogido por lo que he presenciado! Lloro, porque la pena por lo que vi es más intensa que cualquier otra pena que sintiera antes, y me hace sentir nimio en comparación con el pesar que sentí al llegar... Ahora entiendo por qué las nagas rehuyen este lugar. Ellas lo sienten también. Lo que yo siento no es más que el eco del tormento que he visto esta noche, que solo puede existir en el mundo de los espíritus porque no puede ¡no podría! ser cierto en el mundo en el que yo vivo... Tanta pena, oh Dama... Tanta pena no puede ser posible....

Trataré de empezar por el principio, procurando que mis palabras, por torpes que sean, puedan plasmar en estas líneas al menos una mísera parte de lo que ví y sentí esta noche.

Aprovechando la calma del templo, me dispuse a descansar, replegado en un rincón. Nada más tumbarme, me asaltaron todos los recuerdos felices que poseo, empañados de tristeza y desesperanza. Abrazándolos para recuperarlos, caí en un sueño inquieto. No sé cuanto tiempo llevaba dormido cuando el hipnótico canto invadió el templo. Lo escuché entre mis delirios, tratando de descifrar lo que decía, cuando poco a poco fui despertándo sin querer, y me di cuenta de que realmente alguien cantaba, espectro o demonio, entre las paredes de aquel templo.

Sobrecogido por tan misterioso descubrimiento, me incorporé y busqué con la mirada la fuente del canto, pero nada ve. La voz retumbaba en todas las palabras, multiplicándose una, cien, mil veces... Recorrí la planta de templo, pero no había nadie ¡nadie! ¡Ah! ¡Cuan equivocado estaba! Después de buscar infructuosamente, me pareció que el canto parecía provenir de la parte superior, y que por eso reverberaba en la cúpula de aquella manera, de modo que busqué el inicio de la rampa de blanca piedra y ascendí.

¡Oh! ¡Qué intensa pena me invadió a cada paso que daba! ¡Cómo me costó avanzar, sintiéndome cada vez más pesado con mi carga de tristeza! Todos mis recuerdos acudieron a mí de nuevo, llenos de nostalgia, y por cada paso que daba una lágrima vertía. Solo quería detenerme, dejarme morir, reunirme con mis recuerdos, pero me obligaba a seguir, el canto me atraía, como atraía el canto de las sirenas a los marinos para hacer naufragar sus barcos. Así acudía yo, hacia el naufragio de mi vida. Vi aparecer ante mí a los ancianos que contaban historias cuando era un niño, a mi dulce Loraine, que tendía sus brazos hacia mí, sollozante, rogándome que volviera.... Mi amargura crecía, haciéndo sus raíces más profundas en mí, y las lágrimas apenas me dejaban ver. No podía más, estaba asfixiado en tristeza y todo se había vuelto turbio y neblinoso, como si pena pudiera brotar de mí, ondeando como las velas de un barco...

Me agazapé en un rincón, tras una columna rota, y me sumí en mi desconsuelo, temiéndo sentir el impulso de arrojarme al vacío para poner fin a aquella angustia, ajeno al canto que crecía en intensidad y amargura a mi alrededor. Desconsuelo, desasosiego, desesperanza, tristeza, nostalgia, melancolía... Todas las emociones me ahogaban, me sumían en la desesperación, me azotaban como un viento invisible... No hay palabras para describir lo que sentí... ¡Oh! ¡Y lo que vi! ¿Cómo describirlo?

El canto lo llenaba todo y no sé de donde saqué la fuerza y la voluntad para asomarme por encima de la columna que me cubría y mirar hacia el lugar del que parecía brotar la voz. Oh, Luz... Mi mano tiembla al recordar, los sollozos me sobrevienen solo por rememorar lo que sentí....

Había un agujero en la cúpula, una abertura en la roca a través de la cual se veía el cielo de la noche, cuajado de estrellas, fusionándose con el mar. Y frente al agujero, ajena al tiempo, a la oscuridad y a nada que no fuera su canto, había una figura. Parecía envuelta en una túnica blanca, como un sudario roto y desgarrado, y tenía la larga cabellera blanca pegada a los hombros, como si estuviera empapado... No podía ver su rostro, pues lo tenía vuelto hacia las estrellas, pero parecía estar sumida en la más absoluta tristeza... Sin embargo, lo que más me sobrecogió fueron sus alas, unas inmensas alas intangibles, hechas de dolor, de pena y de desconsuelo tan intensos que eran casi sólidos, y ondeaban a la espalda del espectro y alcanzaban todos los rincones del templo, y a mí mismo, y comprendí que mi desasosiego no era más que el efecto que aquellas abominables alas tenían sobre mí... ¡Oh! ¡Luz! ¿Cómo atormentas así a una criatura, cargándola de congoja!

Aquellas alas de tormento parecían hechas de niebla oscura, visible pero aún así intangible, como la niebla del mar que te empapa sin que puedas retenerla. Así me veía yo empapado de la tristeza de aquel canto y de aquellas alas, de la desgracia de aquel espectro. Y cuanto más crecía en intensidad el canto, tanto medraban las alas, y supe que atravesaban los muros del edificio y que eran ellas las culpables del extraño aura que había visto la noche anterior desde la ladera...

No pude apartar la mirada de aquella atormentada criatura, que siguió cantando al mar llenándolo todo de pesar. Su voz era oscura y sedosa, y estaba enjoyada de pena y grabada con dolor, y cuando una fría corriente vino del mar y se coló en el templo, el espectro se esremeció y pude ver como replegaba sus abominables alas y se envolvía en ellas, arropándose con su pena con delicadeza, casi con mimo, como si temiera quebrar la sutil materia de la que estaban hechas....

Ah, las lágrimas me ciegan... Nunca podré olvidar, ni siquiera cuando muera, el desgarrador recuerdo delespíritu atormentado arropándose con sus alas de dolor... Ese recuerdo me desgarra el alma, me hace maldecir a los dioses que permiten tan atroz castigo a una pobre alma errante... ¡Oh! ¡Pobre criatura! ¡Condenada a vagar envuelta en su propio tormento por toda la eternidad!

Incapaz de contemplar más aquella desgarradora visión, me dejé caer en el suelo y sollocé tan silenciosamente como pude, pues no quería sumar mi congoja al tormento del espectro, pero él siguió cantando su triste lamento al mar y poco a poco fuí quedando dormido...

Desperté cuando un leve susurro pasó cerca de mí, y al abrir los ojos tuve que reprimir un grito angustiado: el espectro pasaba por mi lado sin verme, con la mirada perdida, y a su espalda arrastraba las alas, como si estuvieran rotas o cansadas, como si fueran solo un manto imposiblemente largo o la cola de un vestido de delirios que arrastrar trás ella. Porque era ella, porque aquel espectro tenía forma de mujer, y supe que debía tratarse del alma en pena de alguna doncella élfica que perdió su vida y su amor en este lugar...

Ya está, nada más puedo decir. En mis palabras las emociones parecen vanas y ligeras en comparación con lo que en realidad fueron. No son delirios de un hombre solo, la vi, vi al Fantasma de Desesperanza cantar a las olas y arrastrar sus alas de desconsuelo, y envolverse con ellas con cuidado...

Luz Bendita... ¿Cómo puedo vivir después de haber atestiguado semejante tormento?¿Cómo puedo compadecerme de mi dolor después de haber sido testigo de la atroz magnitud del dolor del espectro?

No puedo, Luz....

No puedo.

El Fantasma de Desesperanza IV

martes, 5 de agosto de 2008

Día 1

He decidido comenzar un nuevo calendario ahora que por fin estoy en tierra, para no volverme loco.

Avisté tierra al amanecer de hace dos dias, cuando la bruma que lo cubría todo se levantó. Distinguí, según me acercaba, la silueta de altos acantilados y remé hacia allí. Al atardecer del segundo día alcancé las ruinas de unos extraños edificios, infestados de nagas. Avancé tratando de evitarlos pero algunos de ellos trataron de hacer volcar mi bote. Me libré de ellos armado con un remo y se retiraron, para mi tranquilidad.

Alcancé la costa en una playa de arena fina cuando ya había caído la noche y arrastré el bote tierra adentro para no llamar la atención de los nagas. Exhausto como estaba, busqué algún lugar resguardado y caí rendido tras besar numerosas veces la tierra bajo mis pies.

Desperté al amanecer, este amanecer, y decidí investigar un poco el lugar en el que me encuentro. Me había refugiado entre dos columnas de mármol caídas, pero más allá seguian los restos de los extraños edificios, diseminados por la arena y algunos incluso parcialmente sumergidos. He contado al menos dos edificios en pie aunque medio derruidos, y un partenon en la playa, con las olas lamiendo sus columnas. Es un lugar misterioso e hipnótico, con un embrujo difícil de describir.

No he encontrado la manera de ascender los acantilados, de modo que me centraré en buscar un lugar seguro donde establecerme y desde donde poder hacer señales con una hoguera. Los nagas están por todas partes y me siento acosado constantemente.

Se pone el sol. Creo que es hora de apagar el fuego para no llamar la atención de esas insidiosas criaturas.

Si la Luz quiere, mañana escribiré de nuevo.


Día 2

No puedo quedarme aquí, debo buscar un lugar más seguro. Si vivo esta mañana es porque la fortuna me sonrió y no porque mi refugio fuera seguro. Las nagas acechan, se acercan, atacan. Maté a dos esta misma noche. Hoy mismo me pongo en camino para encontrar refugio en algún otro lugar. Tal vez bordeando los acantilados encuentre alguna zona que me permita ascender y ver el lugar en que me encuentro.



Día 3

Esta playa es interminable y los acantilados me parecen cada día más altos. He tratado de trepar por ciertas zonas, pero el avance en vertical era imposible. Afortunadamente, las ruinas están diseminadas hasta donde la vista alcanza, y puedo avanzar hacia el norte sirviéndome de ellas para ocultarm de la vista de los naga.

¡Cómo disfrutaría el Dr.Oswald de este lugar! ¡Qué sublimes dibujos haría su hija, la dulce Livia!

Desde donde estoy puedo observarlos con relativa seguridad, y voy descubriendo peculiaridades en estas criaturas. He podido distinguir hembras y machos, y cuanto más pasa el tiempo, más evidentes me parecen sus diferencias. También parecen tener tareas distintas: las hembras parecen ser hechiceras de algún tipo, mientras que los machos, más grandes y fornidos, parecen formidables guerreros.

Son criaturas ariscas, también entre ellas. Vagan al parecer si rumbo por la playa, entre las ruinas, sin reparar en nada que no sean ellas mismas. Si por un casual otro de ellos pasa cerca, sisean como víboras y lanzan agudos chillidos. Lo infestan todo, están por todas partes, puedo verlas en las escalinatas de los templos que se mantienen en pie, en la arena, en las profundidades, bajo las aguas claras...

Desde aquí puedo ver un cabo al norte, donde parece terminar la playa. Espero encontrar en mi camino hasta allí una vía de ascenso a lo alto de los acantilados. Necesito saber donde estoy: tal vez así descubra el modo de regresar a la civilización.

Mañana será otro día, que la Dama me ampare.


Día 4

Hoy puedo ver el final de la playa con claridad, e incluso creo apreciar una suave subida en la arena: tal vez sea la vía que necesito para alcanzar la cima de los acantilados. He decidido deternerme aquí esta noche, para alcanzar la rampa mañana: las noches aquí son aterradoras, con los chillidos de los nagas y el siseo de sus cuerpos reptiloides arrastrándose por la arena. Se acercan demasiado, el fuego de mi antorcha ya no les asusta: deben haber aprendido que si la flor roja no les toca, es inofensiva. Rezaré esta noche por llegar vivo a mañana: sería terriblemente patético que muriera esta noche, teniendo tan cerca lo que parece mi salvación.

Añoro dolorosamente a Loraine: recuerdo como si fuera ayer su última sonrisa antes de verme partir, los ojos llenos de lágrimas pero pese a todo regalándome su sonrisa como un último regalo para mi viaje. Pobre criatura, dulce Loraine, cuanto te he hecho sufrir y esperar, tú que nunca me pediste nada más que cariño. Tu recuerdo se ha establecido en mi corazón como un pesado manto de melancolía. Ojalá viva un día más para recordarte, ojalá pueda estrecharte de nuevo, besar tus ojos tristes, besar tus dulces labios.

Rezad por mí. Dama, protégeme.


Día 5

Paraíso otoñal, lecho eterno de tonos dorados y cielos de ámbar, tierra hechizada.

Azshara.

¿Cómo no reconocí tus nostálgicas playas, yo que tantas veces te oí describir en los cuentos de mi niñez? No necesité más que ver las hojas dorada que cubren tu suelo y de repente los recuerdos de mi infancia llegaron como una ola. Las noches junto a la hoguera, los ancianos contando sus leyendas, las aterradoras historias de la Reina Azshara y de su tierra hechizada... Oh, lo que daría por regresar a aquellos días de felicidad en que no tenían cabida en mi corazón ninguna pena como la que ahora me embarga...

Triste descubrimiento: ahora que sé donde estoy, pierdo toda esperanza de ser rescatado. Azshara es una tierra misteriosa y abandonada, y los viajeros no suelen cruzar sus tierras. Si abajo, en la playa, las nagas acechaban, aquí en lo alto de los acantilados, las bestias caminan a cuatro patas en lugar de reptar. He visto enormes osos y arañas, y unas criaturas parecidas a osos que llevan ropas casi tribales... Nunca saldré de aquí, nunca podré cruzar esta tierra, sin saber siquiera a donde debo dirigirme....

Tal vez debiera volver a bajar a la playa y buscar un hermoso lugar donde dejarme morir. Vi en mi camino hasta aquí un tercer templo, más grande, más alejado de la costa. Los nagas lo evitan, no se ve ninguno en las cercanías, tal vez porque les incomoda no poder reptar... No lo sé... Sin embargo se me antoja un lugar solitario y hermoso, una buena tumba para un viejo lobo de mar como yo.... Está decidido, mañana descenderé de nuevo, y que sea lo que la Dama quiera.

Dejaré un mensaje aquí para que, si algun día un viajero pisa estas tierras, sepa que aquí estuvo Jack Auburn, capitán de la Doncella de Oriente.

Loraine, no me olvides.



Día 6

Sigo aquí, hechizado por esta tierra y la decadencia nostálgica que la envuelve. No bajé al templo: hoy mientras dormía creí oír una voz que cantaba. Era lejana y no distinguía las palabras, pero era triste, tan triste... En mi sueño miraba al extraño templo que espera en las aguas y me pareció verlo envuelto en un aura de melancolía tan densa y pesada que creo que me alcanza hasta aquí. Definitivamente, debe estar hechizado él también, por algún espectro doliente en su soledad.

No temas, fantasma. No te tengo miedo. Yo iré contigo y te haré compañía durante la eternidad.


Día 7

Silencio.

Eso es todo lo que se escucha aquí, sobre el sordo rugido de las olas contra las paredes de alabastro. Me complace morir aquí, en la fresca penumbra de este lugar solitario y silencioso. Ojalá mi Loraine estuviera aquí conmigo para estrecharla, pues siento la distancia que nos separa como una cuchillada en el corazón que me quita la vida.

La tristeza se abate sobre mí ¿Acaso flaqueo ahora que me encuentro frente a mi muerte? Los recuerdos vienen a mi como la marea, mi niñez flota sobre las olas para que la vea, para que añore la feliz ignorancia en la que vivía. Regresa a mí la primera vez que vi el mar y como me enamoré de él, y el día de mi boda con Loraine, mi dulce Loraine... Pobre criatura, cuánto te hice sufrir... ¿Me perdonarás? ¿Me recordarás?


Día 8

¿Puede algo triste ser hermoso?¿Puede el dolor ser objeto de contemplación? Debo contener mi pluma para no volcarme en describir el pesar que me invade bajo forma de poesía. Es como si la pena flotara en el aire y se acumulara en los ojos, descendiendo hasta los brazos, hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

La añoranza es como una fiel compañera que no me abandona, como si cobrara fuerza en este templo, que tantos fantasmas debe albergar. ¿Cuantos elfos perecieron cuando las aguas invadieron este reino? ¿Cuantos de ellos siguen atados a estas ruinas por cadenas invisibles?

Anoche, mientras dormía, volví a oir la canción. Sonaba mucho más próxima y ahora estoy seguro de que es de aquí de donde brota. Es tan triste, tan amarga, y al mismo tiempo tan llena de belleza... Resonaba en las paredes de alabastro en mil ecos tristes, como si una miriada de espectros compartieran su pesar... Sin embargo el templo está desierto, habitado solo por este hechizo de nostalgia.

Me estremece la pena que brota de la canción, ojalá pudiera paliar su dolor... Ojalá tuviera aquí a mi Loraine....