Los Templos de Desesperanza VI

lunes, 28 de septiembre de 2009

El mar a sus pies era liso y tranquilo como un espejo. Las breves crestas de las olas le besan los pies con suavidad mientras, con voz inquebrantable, llamaba a la otra mitad de su alma, que descansaba en las frías profundidades. La noche se cernía sobre el mar, sobre el espectro y su lúgubre canto, acechando a la huidiza luz del sol, que desaparecía detrás de las montañas y, poco a poco, con la quietud que es común a las tierras hechizadas, la oscuridad se abatió sobre Azshara.

Dolor

Vacío

Nada

Como el dolor sordo del miembro ausente.

Cuando el último rayo de sol se derramó sobre los otoñales rasgos de aquella tierra, el espectro desplegó sus alas de congoja y regresó, con paso leve sobre las aguas, hacia su santuario.

El graznido de una gaviota perdida abatió sobre su alma atormentada miriadas de recuerdos y cantó de nuevo, devolviendo a la inmensidad del océano la aterradora magnitud de su congoja.


***

El templo permanecía en silencio, acompañado por el rumor sordo de las olas golpeando los muros de blanco alabastro, y el espectro, flotando sobre la balaustrada, sintió sus alas ondeando a su espalda.

De pronto, sintió con absoluta congoja los gritos y lamentos de dos mentes enloquecidas.

- Do mandalas falla anar- murmuró, aunque sabía que aún estaban lejos- Do ri u´phol*

La pena y la culpabilidad volvieron a acuchillar su atormentada alma y de nuevo cantó, dejando que los muros de alabastro cubiertos de sal devolvieran los ecos de su lamento como miles de voces espectrales.
Cuando los gritos en su mente se intensificaron, el espectro, flotando por encima de la balaustrada, se volvió hacia las profanadoras de su santuario.
Eran dos almas mortales, frágiles como solo los humanos podían ser, tan sumidas en la materia intangible de sus alas que ora lloraba, ora rezaban para alejar, pobres criaturas, los recuerdos que se abatían sobre ellas. Llena de compasión, espectro hizo ondear sus alas y las enroscó entorno a su fantasmal cuerpo.

- No deberíais estar aquí- repitió el espectro con su voz llena de lástima al mirar a la mujer que se debatía en el suelo, presa de a saber qué locuras.- No es seguro...

Sin el peso de sus alas, la mujer atormentada consiguió reunir la entereza necesaria para ponerse precariamente en pie. Tenía el rostro desencajado de dolor, y junto a ella, la otra criatura, temblaba, tan tensa frágil como la cuerda de un arco.

- Trisaga- dijo la mujer, y el espectro suspiró con cientos de voces, embargadas de cientos de recuerdos.

- Trisaga se marchó- respondió- Solo queda Tormento.

- Te necesitamos- insistió con voz temblorosa la otra mujer.

Te necesitamos

Te necesitamos

Te necesitamos

Los muros de alabastro repitieron aquel mensaje, eclipsando por un momento los recuerdos, y el espectro supo, de algún modo, que aquello había sido importante en el pasado.

En el pasado.

- Marchaos- dijo- No deberíais estar aqui.

Las mujeres no se movieron. El espectro aferró sus alas, que pugnaban por liberarse de nuevo, sumiéndolo todo en congoja.

- Marchaos- rogó- Por favor...

La mujer de piel clara, lejos de obedecer, dio un paso al frente.

- Hazlo por Liessel.

Liessel

Aquel nombre reverberó en su interior, como una cuchillada.

- Liessel está muerta- gimió- y no va a volver...

Se ha ido, se ha ido, se ha ido, se ha ido, se ha ido....

Los ecos llenaros su torturada mente y por un momento flaqueó la determinación con la que sujetaba sus alas.

- ¡Marchaos!- gritó.

- Hazlo por Maverick- respondió la mujer más joven ¿la conocía? ¿Por qué le resultaba tan terriblemente familiar?

La mujer de piel clara pareció reaccionar ante aquel nombre y de pronto levantó la vista y dio otro paso adelante.

- Zoe- dijo, mirándola fanáticamente a los ojos- Hazlo por Zoe, Trisaga ¡Está viva! ¡Viva!

Quiso negar, recordarle que también ella había muerto, que por eso Liessel había enloquecido, que por eso todo había empezado, pero sabía que aquella mujer no mentía, lo veía en sus ojos, en su aura... veía un pequeño hilo pulsante que surgía de ella y se perdía en la inmensidad hacia el este, y supo que era verdad.

Zoe... Viva...

La fuerza de su determinación flaqueó y cayó pesadamente al suelo, dejando que por un instante, sus inmensas alas se liberaran y barrieran el templo. Acongojada, cerró los ojos y, con gran dolor, atrajo hacia sí el aura de desesperanza y temblando por la tensión, dejó que la oscuridad pasara a través de su piel hasta desaparecer. Exhausta cayó de rodillas y las dos mujeres acudieron a sostenerla.

Fue entonces, cuando la mujer más joven puso sus manos sobre ella para sostenerla, que sintió el dolor que manaba de ella, un dolor atroz que la mataba tan poco a poco que su agonía bien podría ser eterna, y movida por la compasión, casi como un reflejo inevitable, la aferró por un brazo con firmeza y cerró los ojos. Allí estaba, lo conocía, aquel mal de metal y carbón, aquel dolor que hacía que respirar fuera un suplicio. Recorrió el dolor como si fuera una senda, transcurrió por los músculos agónicos como una caricia y poco a poco, dejó que el dolor fluyera hacia ella como un manantial. Se tambaleó, abrumada por la agonía, y sintió que la sujetaban de nuevo.

Te necesitamos.

Te necesitamos.

Te necesitamos.

Desde algún lugar muy lejano, como un eco, una reverberación de luz surgió de pronto y la llenó por completo, llevándose el dolor, la angustia y el tormento... Sintió la paz recorrerla como un bálsamo y la luz inundarla como una marea, y con ella los recuerdos, recuerdos que la colmaron de agradecimiento, de entrega y entereza.... Tormento gimió en su cabeza, engullida por la luz, tratando de llevarla consigo, pero su presa fue débil y resistió. Luego la oscuridad desapareció y solo quedó luz y una inconmesurable sensación de paz.

Abrió los ojos, que de pronto eran dos pozos de luminosidad y miró a las dos mujeres que tenía frente a sí.

- Se ha ido.

La mujer de piel clara comenzó a sollozar y Trisaga percibió el alivio y el amor que surgían de ella. La recordaba....

- Tú... tú me amabas...

De la otra mujer surgió un sentimiento descorazonador y Trisaga se encogió de dolor. Quiso decirle que se equivocaba pero le costaba hablar, le costaba centrarse, y antes de que pudiera hablar, la muchacha se había puesto en pie y se había alejado de ella, perdiéndose en las profundidades del templo.

- Has vuelto...- suspiró Imoen, colmada de felicidad.

Bálsamo Trisaga, Lágrima de Plata, asintió, y sujetando su rostro con ambas manos, suavemente, depositó un beso de luz en su frente torturada, acallando las voces que la acosaban y atrayéndolas hacia sí. Gritaron en su interior, apenas unos instantes, antes de que la luz las engullera, dejando silencio donde antes había un infierno de cacofonías.


Había vuelto.


* No deberíais estar aquí. No es seguro.



Los relojes de las Cavernas llenaban todo con su eco dispar y perfecto. Los Vigilantes del Tiempo recorrían las arenas doradas con sus inmensas hachas a la espalda, reflejando en sus escamas de cobre las luces delirantes del Vacío Abisal sobre sus cabezas. En las alturas, flotando en aquella oscuridad repleta de colores, Terrallende vigilaba silencioso el devenir del tiempo.

Cuando Trisaga dejó de temblar, Dremneth aflojó poco a poco su abrazo pero no la soltó. Ella envolvió las manos del draco con las suyas y suspiró levemente, todavía estremecida por los recuerdos y por la certeza de que nadie la había abrazado desde aquella noche, cuando era una novicia en la Casa Madre. Suavemente, descansó la cabeza contra su hombro y escuchó el tenaz latir de aquel corazón atemporal. Él no habló, dejó que la criatura excepcional que rodeaba con sus brazos decidiera cuando quería proseguir. No en vano había visto los rincones de su alma y era consciente de que lo que acababa de presenciar y oír era la revelación más insólita que nadie pudiera esperar. La congoja que había en sus palabras mientras hablaba, el dolor que asomaba a sus ojos…

Sintió un cambio sutil en la postura de ella y la liberó del abrazo. Bálsamo Trisaga se enderezó, arregló un par de mechones rebeldes de su cabello y su rostro volvió a ser un reflejo de absoluta serenidad.

- Volví.- dijo, y su voz aún estaba algo ronca tras la intensidad de su relato.- Sin el arrojo de la joven Firenan, tal vez Imoen no hubiera encontrado nunca la razón para acudir en mi búsqueda. Sé que me amaba, sé que tarde o temprano hubiera venido, pero no sé si, de haber tardado mucho más, yo hubiera podido volver. De este modo Kloderella, quien había agonizado entre mis manos aquella vez en Shattrath, salvó mi vida. Imoen quien, sin saberlo, amaba a aquella muchacha de piel oscura y rutilante ojo esmeralda, se vio impelida a seguirla, no por encontrarme, sino por salvarla de mí.

Dremneth asintió en silencio, dejó que ella hablara. Sabía que llegados a este punto, no debía forzarla a continuar.

- Había pasado un año encerrada en aquel templo y sé que llegaron a darme el nombre del Fantasma de Desesperanza, aunque en realidad estuviera viva, o lo más próximo a vivo que se puede estar cuando pierdes de manera atroz a la mitad de tu alma. Cuantas almas incautas llegaron a las cercanías de mi santuario y cuantas de ellas sucumbieron a mi congoja, no podré saberlo jamás, aunque esa culpa me acompañará hasta el resto de mis días. No hay nada más que pueda decir sobre ese tiempo: Yo desaparecí aquella noche en el Mar de Feralas y regresé en las ruinas del Templo de Desesperanza.

Trazó en la arena un dibujo con el dedo y luego lo borró pasando la palma por encima.

- Sin embargo, aquel nombre que habían pronunciado para traerme de vuelta representaba un milagro todavía mayor, un milagro insospechado…

Zoe… Viva…

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