Mush´al anan fandu sujetó con cuidado el cuerpo de la muchacha cuando se desplomó entre sus brazos.
- Lo siento.- murmuró en su oído inconsciente.
La joven era liviana, mucho, y cuando la sostuvo apreció que tenía el rostro perlado de sudor incluso allí donde los zarcillos habían corrompido la piel. La invasión no había estado tan extendida cuando la había visto, apaciblemente dormida en la hierba a orillas del lago mientras un hermoso pájaro azul revoloteaba entorno al enorme cuerpo dormido de Ysera en el Santuario. Entonces los zarcillos apenas habían empezado a ascender por el rostro y Trisaga había conseguido frenar el avance. Sin embargo ahora habían capturado la mitad de sus rasgos y la piel se mostraba macilenta y ardía.
Sabía que tenía que darse prisa, pero había ansiado tanto aquel momento... Acarició con los dedos enguantados el largo cabello rubio, tan parecido al suyo propio cuando había estado viva... Y había visto el hermoso ojo verde no alcanzado por la corrupción, trayéndole desde el pasado a su fantasma más querido... Sacudió la cabeza, no quería aquellos pensamientos ahora, debía apresurarse, tenía que sacar a Zoe de Frondavil y alejarla todo lo posible de Claro de la Luna antes de que los druidas comprendieran quien era y lo que estaba a punto de suceder. Cargó el cuerpo dormido sobre sus hombros, estremecida por los recuerdos de la última vez que había cruzado aquel bosque maldito con aquella niña en brazos.
- Vamos, joder, no la cagues ahora- se dijo, acomodando el cuerpo dormido sobre sus hombros para no lastimarla.
No había contado con tener que cargar con ella, ni siquiera con que avanzara tantísimo. Realmente había tenido fe en que diera media vuelta en Vallefresno y olvidaran su empresa, o que el inlfujo del bosque la asustara tanto que no tuviera otra opción que regresar sobre sus pasos. Y sin embargo, allí estaban: dos mujeres solas en la siniestra noche de Frondavil. Tenía que encontrar la manera de salir de allí lo más rápido posible. Miró al cielo, tratando de ubicar su posición en el bosque, pero la espesura no le permitía distinguir apenas nada. Recordó sin embargo que había pasado junto a un peñasco elevado sobre el bosque desde el que tal vez pudiera situarse y con un suspiro, se encaminó hacia allí.
Tenía que haber contado con aquello, haber traído al menos algún caballo, aunque fuera uno de esos caballos esqueléticos tan populares en Entrañas. O la moto, pero la moto era poco discreta para desplazarse por el bosque. En realidad cualquier montura era un estorbo para una labor de rastreo e infiltración. Y no era solo por la dificultad de trepar con el cuerpo inconsciente de la niña sobre sus hombros, sino a lo lento de su avance. ¿Cuanto tardaría en darles alcance aquella tauren en cuanto se diera cuenta de la desaparición de Averil? No tenía tiempo que perder, tenían que salir de allí cuanto antes. El influjo del bosque también le afectaba a ella, en menor medida que cuando estaba viva, pero pese a todo notaba aquella influencia insidiosa intentando hacer presa en ella.
- Solo quedamos nosotras.- dijo en voz alta, como si la muchacha pudiera oirla- Ojalá Trisaga estuviera aquí...
Alcanzó el peñasco tras una eternidad abriéndose paso por la espesura. La cuesta era empinada, de modo que no podría trepar con Averil a cuestas: nunca había sido fuerte, y la muchacha ya casi había alcanzado su estatura de adulta. Buscó con la mirada algún lugar donde pudiera ocultarla mientras ascendía, lejos del alcance de las alimañas. Había un cúmulo de rocas de gran tamaño a unos pasos y se acercó a él con resolución. Dejó a Averil en el suelo y se aupó, liviana ahora, a la roca para comprobar que no se tratara de la madriguera de alguna bestia. Tras una primera inspección, comprobó que estaba vacío y sin rastros de presencia animal, de modo que arrastró el cuerpo inconsciente de Averil entre las rocas y la acomodó con cuidado. Cuando la muchacha estuvo al resguardo de las rocas, se arrodilló junto a ella y depositó un beso en su frente.
- No tardaré.- murmuró- Nunca más te dejaré sola.
Saltó las rocas y ascendió sin dificultad el pequeño peñasco. Afortunadamente se elevaba lo suficiente como para dejar por debajo parte del bosque y allí la luna alumbraba algo más, aunque fuera de aquel color verde enfermizo que lo cubría todo. Buscó con la mirada algún punto de referencia y llegó a la conclusión de que se encontraba en la mitad superior del bosque, dejando atrás Jaedenar. Si su memoria no la engañaba, al noreste encontraría un pequeño asentamiento y allí con suerte tendrían algún animal que pudiera robar para transportarlas fuera del bosque. No le inspiraba demasiada confianza acercarse tanto al túnel de los Brezomadera, pero no tenía otra opción.
Bajó agilmente del peñasco y volvió con Averil, que seguía inconsciente a causa del veneno. La cargó de nuevo sobre sus hombros y se puso en camino.
Selena Astro
Hace 9 meses
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