XLXI

viernes, 17 de diciembre de 2010

A la mañana siguiente Averil despertó descansada y extrañamente fortalecida. Kluina´ai ya estaba despierta y preparaba sus infusiones en un pequeño fuego.

- ¿Cómo te sientes?- preguntó la chamana.

Averil frunció el ceño. No terminaba de entender qué había hecho Delaris con ella el día anterior. Eridan se había negado a ponerle las manos "encima", pero había colaborado con la arcanista y habían intercambiado susurros en darnassiano mientras ella sentía como la energía fluctuaba en su interior, creciendo y menguando como una marea. Las elfas les habían cedido una de las tiendas de campaña para pasar la noche.

- Bien, creo...- gesticuló abriendo y cerrando la boca- Creo que se me han destapado los oídos ¿A tí no?

Un breve resoplido brotó del hocico de la tauren, sonido que Averil había aprendido a entender como lo más parecido a una risa contenida en su peculiar compañera.

- Si debemos creer a nuestra amiga, no son los oídos lo que se te ha destapado, Bellota.

Averil abrió mucho los ojos con sorpresa y extendió la mano frente a ella. La sorpresa se tornó en desilusión cuando chasqueó los dedos y no sucedió nada. Su talento no había vuelto.

- Delaris dijo que necesitarías algo de tiempo.- la consoló Kluina´ai echando las piedras calientes en su taza.- Y que tampoco te excedas. Debe fluir naturalmente y en eso debo estar de acuerdo con ella. Mesura es lo que necesitamos, mesura...

Con un largo suspiro, Averil tomó su taza y bebió a cortos sorbos la infusión caliente.

Se reunieron con Eridan y Delaris antes del mediodía bajo una arcada de piedra que permanecía impretérita entre las ruinas.

- Los sátiros esconden su Poza de la Luna corrupta tras una barrera de fuego demoníaco. Sus fuerzas deben de tener algún modo de cruzar.- estaba diciendo Eridan cuando las alcanzaron.

Delaris, frente a ella, negó con la cabeza.

- Interrogar a los sátiros no servirá de nada,- respondio´- pero los diablillos con los que tratan serán fácilmente persuadidos. Tengo en mente a uno en concreto... En las laderas del este han visto a un diablillo solitario vagar alejado de los otros demonios. Debería ser fácil cogerlo.

- ¿Cogerlo?- inquirió Averil sin poder ocultar su curiosidad- ¿A un diabillo? ¿Un diablillo de la Legión?

La arcanista asintió y tendió a Eridan lo que parecía un pequeño saco de arpillera.

- Debilítalo en combate y luego usa este saco encantado para capturarlo. Yo hablaré con él...

La druidesa asintió y se retiró para prepararse. Kluina´ai y Averil se encontraron a solas con Delaris bajo la arcada.

- ¿Cómo te sientes esta mañana, Averil?- preguntó la quel´dorei, con una sonrisa apacible.

La muchacha se estremeció. Aquella sonrisa le recordaba terriblemente a Trisaga, aunque supiera que no tenían nada que ver la una con la otra. Sacudió la cabeza.

- Bien, mejor... ¿De verdad vais a capturar a un diablillo de la Legión?

- Eridan sabe moverse como nadie por estos bosques, y lleva siglos luchando contra ese tipo de criaturas. No tendrá ningún problema, y menos si está solo y no hay sátiros alrededor.- entrecerró los ojos- ¿Te gustaría acompañarla?

Un soplido de desaprobación brotó de los labios de Kluina´ai, cosa que no pasó desapercibida a Delaris.

- No existe ningún peligro, Kluina´ai, de veras que Eridan sabe como manejarse con esto. Creo que acompañarla puede ser bueno para Averil, tal vez la emoción de la caza facilite un poco más el flujo de energías en sus canales. Aunque si te sientes más segura, seguro que a Eridan no le importa llevaros a las dos.

***

- ¡No puedes hacerme esto! ¡Tengo mi propio fragmento de alma!

Avanzaban las tres por el bosque de vuelta a las ruinas, con el vociferante diablillo revolviéndose en su bolsa. Por su parte Averil observaba la bolsa con auténtica curiosidad: siempre había pensado que los diablillos eran mucho más temibles, pero a aquel lo habían encontrado danzando sobre una loma totalmente solo y despotricando contra un tal Niby que según él le había vendido. Eridan solo había tenido que dejar caer el saco sobre él, bueno, casi ¡Qué decepción!

- ¡Deja de zarandearme!- protestaba airado- ¡Sácame de aquí y te concederé tres deseos! ¡Lo juro!

Lo cierto era que había esperado ver a Eridan en acción, verla convertirse en algún animal, o echar a volar, o invocar el poder de las raíces para retener a su objetivo, pero había sido tan fácil... En cualquier caso se preguntaba como haría Delaris para hablar con aquella criatura. Estaba claro que podía razonar y hablar pero ¿Por qué iba a querer un esbirro de la Legión, aunque fuera uno de menor categoría, hablar con una quel´dorei?

- ¡Dejadme salir!- aulló el diablillo desde su bolsa, lastimero- ¡Aquí dentro apesta a elfo!

Oh, así...

[...]

Aunque quería ver como Delaris sometía al diablillo, la arcanista se encerró con el engendro en la tienda más grande dando a entender que no deseaba compañía. En el exterior Eridan, Kluina´ai y Averil aguardaron, encogiendo la cabeza entre los hombros a causa de los estridentes quejidos del diablillo y de los cegadores destellos de luz que brotaban del interior de la tienda.

-¡Está bien! ¡Está bien!- bramó al cabo el pequeño engendro desesperado, y acto seguido los destellos cesaron y ambos, diablo y arcanista, salieron de la tienda.

Diblis, como se hacía llamar el diablillo, se frotaba vigorosamente los ojos y despotricaba por lo bajo. Junto a él, Delaris se dirigía con absoluta dignidad, como si nada de lo que se hubiera visto u oído desde fuera hubiera tenido lugar. La arcanista se acercó a las tres mujeres mientras que el pequeño demonio buscaba un rincón resguardado bajo la arcada.

- Parece que colaborará.- anunció Delaris por encima de los gruñidos resentidos del diablillo- Diblis ha confesado saber como acceder a la poza...

Eridan se golpeó la palma abierta con el puño.

- ¡Bien!

- ¿Ha dicho ya qué es lo que hay que hacer?- inquirió Kluina´ai, pasando su mirada de la arcanista al diablillo.

Averil dejó de prestar atención: jamás había visto un diablillo tan de cerca. Apenas le llegaba a la cadera, su piel era oscura como el carbón y estaba envuelto en unas llamas verdes que no parecían dañarle. Se movía nerviosamente y rezongaba por lo bajo, con sus inmensas orejas y sus manazas coronando extremidades esqueléticas. En cierto modo, recordaba a una marioneta...

- ¿Qué miras?- espetó el diablillo cuando la vio acercarse, pero en cuanto reparó en los zarcillos su expresión huraña cedió paso a la perplejidad.

La muchacha parpadeó.

- ¿Es verdad que sabes como expulsar a los sátiros de Frondavil?- inquirió hablando despacio, como si se dirigiera a un niño pequeño o a un tonto.

El diablillo puso los ojos en blanco, que en su caso era negro.

- Sí, sí, la estirada de tu amiga maga ha dado en el clavo. Los diablillos de la Cresta Acechumbra esconden la llave de la barrera de los sátiros en el vacío. Está justo ahí, pero no puedes verlo o tocarlo a menos que cambies de fase.

- ¿En el vacío? ¿Cambiando de fase?- Averil frunció el ceño, aquello no lo había estudiado en clase.

Diblis dejó escapar una risilla siniestra.

- Pero me parece que la fortuna no te sonríe, ¡porque solo los diablillos pueden cambiar de fase! Así que deberías cerrar los ojos, darte la vuelta y dejarme ir...

Esta vez fue Averil quien puso los ojos en blanco. El efecto en su ojo infectado debió ser sobrecogedor, porque el diablillo se encogió en el acto, alzando los brazos para protegerse.

- ¡Es broma! ¡No me hagas daño!- chilló, aterrado.

Aquello llamó la atención de las tres mujeres, que se acercaron alertadas. Kluina´ai se interpuso entre Averil y el amedrentado diablillo.

- ¿Qué está pasando aquí?- inquirió Delaris con voz severa, mirando con dureza a Averil al comprobar el lamentable estado de ánimo del diablillo.

La muchacha frunció el ceño y se apartó de la cobertura de Kluina´ai.

- ¡Yo no he hecho nada! Dice que solo se puede acceder a la llave de la barrera entrando en fase, y que eso solo pueden hacerlo los diablillos. No soy tan estúpida ¿Sabes?

No había querido sonar tan dura, pero la mirada sorprendida de las tres mujeres clavada en ella le hizo saber que había sido mucho más taxativa de lo que se esperaba. Se dio cuenta entonces de que le daba igual...

Estaba harta de que la trataran como a una niña.

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