XLVI

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Por Kluina´ai

Esta no era la primera vez que Kluina-Ai pisaba Frondavil. Hace un tiempo, había colaborado con los druidas que intentaban restaurar el equilibrio allí. Había blandido su maza para expulsar demonios y también había buscado ingredientes para limpiar las infectadas heridas de la tierra.
Pero por aquel entonces estaba en plenitud de facultades y se veía capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Ahora, en cambio, se sentía todavía débil, aunque se estuviera recuperando; Ni siquiera podía prescindir aún de la medicación.

La sanadora había observado con preocupación a Averil mientras ésta se erguía en la silla, oteando aprensiva con el ceño fruncido y la graciosa nariz arrugada. Resultaba demasiado evidente que la muchacha humana, además de agotada, estaba incómoda, igual que sus respectivas monturas. Seguramente, sentía el influjo del maldito paraje tanto o más que ella misma. Como siempre, se había esforzado por mirar solamente su “lado bueno”, para evitar la repugnancia y el atávico rechazo que le producía AQUELLO que infestaba a la estudiante de magia.

La chamán sonrió con amargura al pensar en el extraño paralelismo que existía entre la floresta que atravesaban, ultrajada, purulenta, surcada por ríos ponzoñosos y la mujercita luchadora a la que acompañaba: Tanto el bosque como Bellota deseaban liberarse de la corrupción y combatían desesperadamente, cada cual a su manera.

La tauren aferró las riendas, vigilando a ambos lados del camino que recorrían cabalgando al paso, con pies de plomo. Embotada, sacudió la cabeza, que ya le dolía, y admiró una vez más la entereza de la estoica muchacha, lamentando no saber aliviar su sufrimiento.
...

Impotente, Kluina-Ai, velaba cada noche el inquieto sueño de la humana. La observaba con el corazón encogido mientras la chica se revolvía sudorosa, delirando.

- ¡NOOOOOOO!

El grito desgarrador de Bellota le apuñaló el alma.

Consternada, echó más hierbas secas aromáticas a la hoguera para espantar a las sabandijas y a los malos espíritus. Se sentó a su lado y le acarició la frente y los cabellos, enjugándole el sudor.
Averil, ovillada, sollozante, estaba lejos, muy lejos, quién sabe dónde, en las misteriosas y peligrosas Tierras de los Sueños.

Suavemente, la chamán le canturreó al oído una nana shu'halo. Su bien timbrada voz de contralto susurró una tonada sencilla y tranquila, como los amaneceres en Mulgore, cadenciosa como los andares del kodo, cristalina y reconfortante como el agua de los oasis. Una canción que hablaba de estrellas protectoras, de verdes praderas apacibles y de la seguridad del cálido hogar.

Poco a poco, la durmiente se relajó por fin. ¿Habría encontrado el camino de vuelta?
Klui no tenía otra opción que la de esperar a que despertara y asegurarse de que, al menos, cuando regresara tomase una reconfortante infusión que la ayudase a encarar el nuevo día.

Tierras arrasadas y contaminadas, árboles talados, flores cortadas, ajadas o marchitas... ¿Cuántas vidas segadas, esperanzas truncadas, podía contar ya? ¿De cuánta pérdida más sería testigo?
¿Por qué o para qué había sido llamada, si nada podía hacer... salvo ser espectadora de otra previsible y cruel derrota?

Recuerda las flores purificadas ”, se repitió por enésima vez la curandera cuando aullaron de nuevo los lobos hambrientos y se estremeció involuntariamente su “protegida” como las hojas marchitas movidas por una gélida y malévola brisa.
Hay esperanza. Piensa en los que se salvaron.”

Valía la pena intentarlo, decidió. Debían resistir, pelear aunque fuera a ciegas. Tanto dolor, tantas plegarias, tantos desvelos y esfuerzos en esta contienda desigual contra el horror no podían caer en saco roto. Esa flor, hermosa y resistente como la Gloria de Ensueño, merecía sanar y vivir libre.
Para ello, sin embargo, necesitaba saber. Tendría que preguntar, hurgando en heridas apenas restañadas.

- Madre Tierra... Mu'sha... Luz Sagrada...- rogó en silencio, con el recuerdo del Bálsamo siempre presente- Que no sea en vano.

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