Una noche en Lunargenta II

lunes, 28 de julio de 2008

Entrañas, dos semanas después

Gregory Charles despidió a los últimos de sus discípulos que se afanaban sobre los maniquís de madera y aguardó con disimulada impaciencia a que el eco de sus pasos desapareciera en la lejanía de las cloacas. Cuando estuvo seguro de que estaba a solas en la recóndita escuela, se volvió hacia las sombras.

- Sé que estás ahí, Nerisen.

Un elfo de alta talla y rasgos afilados emergió de las sombras con paso menos arrogante de lo que era habitual en él. Tenía el pelo del color de la paja, apenas sujeto por una discreta cinta, y vestía ropas oscuras, como él mismo, como todos los que pretendían ser corredores de las sombras.

- No esperaba menos, Charles. - respondió el elfo en viscerálico- De hecho creo que incluso uno de tus polluelos llegó a intuir que estaba aquí. Les entrenas bien - asintió satisfecho- has hecho un buen trabajo.

El viejo maestro gruño.
- No te he hecho venir para escuchar tus cumplidos, elfo.- dijo, y salió de la sala con el sindorei a su vera.

- ¿Entonces es cierto?- inquirió Nerisen mientras caminaban por los oscuros túneles de Entrañas.

El renegado asintió sin volverse y siguió caminando.

- Recibí una nota como la tuya hace diez días.- explicó mirando siempre al frente, más allá de las sombras que proyectaban las antorchas- El código pretendía ser el habitual, pero era torpe y desmañado. En cualquier caso, algo me decía que no se trataba de una broma. Y no lo era.

Nerisen frenó en seco en el pasillo.

- ¿Entonces es cierto? ¿Está aquí? - inquirió mirando fijamente al viejo maestro. No hizo falta respuesta, bastó la inmovilidad de su gesto, la tensión en su mandíbula, para saber que no mentía.- ¿Lo sabe Sylvannas?

Charles le hizo un gesto para que siguiera caminando y respondió en un susurro cuando emprendieron de nuevo el camino.

- Hemos... considerado más prudente ocultar a la Dama la naturaleza exacta de nuestro experimento. - explicó- Tal vez más adelante, si resulta ser viable, lo pongamos en su conocimiento.

- ¿Si resulta ser viable?- se extrañó el elfo?- Vuestros boticarios son expertos en este tipo de experimentos ¿Me estás diciendo que no saben si podrán hacerlo esta vez? ¿Y por qué iba a oponerse Sylvannas, mayor promotora de las pestes que cultivais en el Apothecarium?

El renegado fue a responder, pero justo su camino desembocó en el centro de aquellla mirada de ondas que era Entrañas. El banco estaba atestado y el lugar era un frenesí de idas y venidas.

Algnos saludaron al dúo de instructores, conocidos como viejos amigos, y no prestaron mayor atención: no era de extrañar que los dos instructores de asesinos se reunieran de cuando en cuando.

Gregory Charles y Nerisen cruzaron por un puente de piedra sobre las aguas inmundas de las cloacas y accedieron al primer perímetro. Algunos metros más allá, otro puente cruzaba el segundo canal y daba acceso al perímetro exterior. Al pasar ante la puerta que daba al salón de Sylvannas, saludaron a los guardias y continuaron hasta el oscuro y retorcido pasadizo que daba acceso a la sala principal del Aphotecarium.

Nerisen frunció el ceño. Los sonidos del Apothcarium siempre le habían resultado desagradables: el borboteo de los viales al fuego, el crepitar de los hornillos, el zumbido persistente de las antenas, los gemidos de las ardillas... El lugar estaba casi desierto, si podía no contarse a los desgraciados atados a las mesas de experimentos. Solo una silueta parecía tener vida en aquel lugar, afanándose entorno a una de las mesas más alejadas y oscuras de todo el taller.

Gregory Charles y Nerisen cruzaron el espeluznante lugar en dirección a aquella figura. El sindorei apretó los dientes cuando vio el cuerpo atado a la mesa de operaciones, pero guardó silencio. La figura encapuchada se volvió hacia ellos.

- Bienvenidos - dijo el Químico Fuely con su extraña voz- os estaba esperando.

- Cierto es- dijo una segunda voz, y otra figura salió de entre las sombras- ya pensabamos que no llegaríais.

Gregory Charles dio un paso hacia atrás y masculló una maldición.

- ¡Maldita sea! - se volvió con una mirada furibunda hacia el químico- ¿Qué hace él aquí, Fuley?

Metatron sonrió levemente y se encogió de hombros.

- El bueno del señor Fuley recurrió a mí en cuanto comprendió la naturaleza de su experimento.- explicó, abarcando con un elegante gesto de su brazo el cuerpo sobre la mesa- Sus conocimientos en química no son... suficientes para lo que se pretende y sabe me encantan los desafíos.

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