El Fantasma de Desesperanza III

viernes, 18 de julio de 2008

¿¿??

Llueve.

Bendita sea la Dama Blanca.

Llueve

¿¿??

Nunca he creído en los milagros, tampoco he creído en la Luz más que en como representación de todo lo que es Justo y Recto en esta vida; nunca creí en ninguna voluntad suprema, pero he aquí que vivo pensando que moriría, tras rogar a una visión que me auxiliara.

No sé quien es la Dama Blanca ni de donde viene: jamás oí hablar de ella hasta los aciagos días que arrastraron a la Dama de Oriente hacia el Gran Vacío. Pero lo que es seguro es que la vi y le rogué, no importa si fue solo fruto de mi febril imaginación, porque al poco tiempo llovió, dándome el cielo el agua que necesitaba para vivir.

Tengo ahora, gracias a la bendita previsión del señor Figgs, el contramaestre, varios recipientes llenos de agua dulce, cubiertos para que el calor no la evapore, y tengo la seguridad de que salvo que las tormentas decidan lo contrario, seré capaz de sobrevivir varios días más, con la esperanza de que algún navío me encuentre. Sin embargo no puedo ignorar el temor que me produce el permanecer aquí, olvidado, sin que nadie me encuentre jamás ¿Para qué he sido salvado entonces? ¿Por qué la Dama envió la lluvia para que sobreviviera?

He pensado que....




¿¿??

Maldita suerte la mía, estoy condenado a perecer en este bote, a merced de las olas y el sol. Unas velas se recortaron al este contra el horizonte cuando el sol se ponía. Hice señales, pero aunque se hubieran percatado de mis gestos en la lejanía, el sol poniente a mi espalda los hubiera cegado.

Dama, hazme una señal ¿Es esta tu voluntad?




¿¿??

...



¿¿??

Tierra

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