Una noche en Lunargenta I

miércoles, 9 de julio de 2008



Ruinas de Lunargenta, hace algunos meses:

Era noche cerrada y tan solo el cantar de los grillos parecía encantar la brisa. Contra las columnas derruidas, los jardines descuidados tejían su propio sendero, ajenos a la voluntad de los pocos y extraños visitantes que frecuentaban aquella parte de la ciudad.

La bruja descansaba sobre las ruinas, dejando que la túnica oscura contrastara contra el alabastro de las piedras y de sus huesos, tratando de recordar los lejanos días en que había recorrido aquellas mismas avenidas, escuchando el canto que llegaba con la brisa de los jardines. Lejos quedaba aquello ya, muy lejos. Llegó la Plaga y con ella los oscuros túneles de Entrañas, que eran más de su gusto desde que descubriera el destino que aguardaba a los Renegados entre aquellos que nunca se habían visto sometidos bajo el yugo del Rey Exánime.

Sin embargo allí estaba la bruja, y esperaba...

- Llegas tarde.- dijo con voz cascada en la vieja lengua de los altonatos, cuando una silueta oscura se recortó contra el débil resplandor de las estrellas, como una sombra ante sus ojos.

- ¿Debo recordarte que no estás en posición de hacer reproches, Sacat?- respondió la sombra, y en aquel momento la bruja sintió junto a su cuello el cálido aliento de una bestia.

Kronkar salió de las sombras con el arco a la espalda y el cabello oscuro derramándose sobre sus hombros. En sus ojos había una ira contenida que hacía centellar más, si cabe, sus inquietantes ojos de esmeralda.
La miró fijamente.

- No sé por qué no te mato ahora mismo.- dijo al fin, con un siseo.

Sacat borró la sonrisa burlona de su rostro descarnado y se puso en pie.

- ¿Para qué me has hecho venir, Kronkar?

El sindorei luchó por contener la rabia de sus palabras. Tras unos interminables instantes de incertidumbre, en que la bruja no supo cuan rápida muerte le daría el que un día fuera su aliado, Kronkar suspiró y un peso terrible pareció cargar sobre sus hombros.

- Tengo trabajo para tí.

De uno de sus morrales, extrajo un pliego de papel que tendió a la mano huesuda de la bruja. Sacat lo tomó y lo desplegó con disimulada inquietud. Leyó el contenido en silencio y a medio camino bajó el pliego y alzó la vista para mirar al elfo.

- No sabes lo que me pides, Kronkar.- dijo, sin creer lo que acababa de leer.

Si aquella corta nota, si aquel lugar y aquella fecha era lo que temía, realmente ahora entendía por qué no la había matado todavía.

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