6 de Junio
La cueva estaba en silencio, alumbrada únicamente por el resplandor de una antorcha solitaria que no hacía más que enrarecer aquel aire pútrido y húmedo repleto de sonidos burbujeantes. Sombras extrañas rondaban la abertura en la roca, misteriosas criaturas a medio camino entre lo bestial y lo vegetal, cuyos pasos emitían un sordo chapoteo en las tierras cenagosas. Los rugidos, los gorjeos, los chapoteos y el zumbido de los insectos conformaban en un todo la inquietante música del pantano.
Acurrucada en el suelo, Averil emergió lentamente de la inconsciencia al escuchar pasos que se acercaban: piel desnuda en la roca dura. Todavía aturdida por las drogas luchó contra el tirón del sueño y trató de abrir los ojos.
- Eh, despierta.
Las pestañas húmedas parecían aglutinadas tras tanto tiempo entrelazadas en aquel bendito sueño que la alejaba del dolor, pero pese a todo y cada vez más consciente, peleó para separarlas, para poder ver a la figura que se acercaba. Distinguió entre brumas la silueta ya familiar de su captor, desnudo salvo por un taparrabos, con la piel brillante por el sudor y la humedad de la ciénaga. Había adquirido una inquietante luminosidad, o tal vez fueran las drogas... Tenía tanta sed... Hacía tanto calor...
- Agua...- rogó, y sintió como si las paredes de la garganta se le pegaran al hablar.- Agua... por favor...
Sintió la presión de un cuenco contra los labios.
- Bebe.- respondió la voz del orco.
El contenido olía a agua estancada, pero no importaba. Bebió con tanta avidez que se atragantó, luchó contra las arcadas, siguió bebiendo. El agua ni siquiera estaba fría, pero alivió la sequedad de su garganta. Un sabor nauseabundo quedó flotando en su boca.
"No vomites, no vomites"
Krog´nash agitó algo ante su boca.
- Come esto, te dará fuerzas.
Averil trató de distinguir de qué se trataba. Era verde, tenía patas... Algún tipo de reptil. Las nauseas le sobrevinieron de nuevo y apartó el rostro con profundo asco.
- No...
- Si no comes, no durarás mucho en este lugar ¿Quieres morir de inanición?- insistió el orco con malicia - Vamos, cómetelo.
Siguió apartando el rostro, luchando contra las náuseas. Todo se movía, todo era borroso.
- Qué.... qué mas da...- tosió, le costaba hablar- si me vas a matar tú...
Las carcajadas del orco resonaron en el silencio de la cueva, rebotando contra las paredes.
- Yo no quiero matarte - dijo entonces- pero no puedo hacer nada si decides morir de hambre. Tú decides.
Trató de mirarle, los ojos se le cerraban. Aquella somnolencia era como un manto denso y pegajoso y ella solo quería seguir durmiendo. Sabía que era el efecto de las drogas y se obligó a mantenerse despierta, pese a la increible pesadez de sus párpados.
- ¿Para qué me has traído aquí?
No conseguía recordar cuanto tiempo llevaban allí, parecía una eternidad, fragmentos de una pesadilla en los lapsos entre sueño y sueño.
- Pronto lo verás - el orco la estudió con interés.- ¿Cómo te encuentras? ¿Qué sientes?
Un asomo de inquietud afloró de su subconsciente. Aquellas preguntas no eran un mero formulismo. Su captor estaba esperando algo. Las palabras se demoraron pesadamente en sus labios antes de que pudiera formularlas.
- Me... me has drogado.- se oyó decir, con la voz débil, pastosa- Tengo sueño... No puedo pensar...
Se frotó el rostro con las manos, necesitaba despejarse, necesitaba pensar con claridad. No dio resultado. Solo oyó las palabras del orco en el lugar en el que intuía su silueta.
- Ya veo...- parecía decir para sí- Debe ser porque aún está demasiado lejos del Nodo.
- ¿Nodo..? ¿Qué...?- no entendía nada, tal vez fueran las drogas. Frunció levemente el ceño tratando de concentrarse- No sé nada de ningún nodo...
Oyó la voz de Krog´nash un poco más nítida. Tal vez el efecto de los narcóticos estuviera remitiendo.
- Sígueme, te lo iré contando por el camino.
El miedo le atenazó el pecho. No quería ir con él a ningún lugar ¿qué quería hacer con ella? Negó con la cabeza, trató de sonar firme.
- No.- parpadeó, tratando de enfocar la vista.
El orco se acercó a ella, ahora podía olerle. Su sudor tenía un olor penetrante, un tanto acre, le mareaba.
- Tsk, tsk, tsk- le oyó chasquear la lengua con fingido interés- Pequeña, no estás en posición de negarte. Es posible que no me intereses muerta, al menos de momento, pero créeme: sin piernas conseguiría mantenerte viva. No quiero matarte, pero como no comiences a levantarte es probable que desees estar muerta.
La vista se le aclaró un tanto, vio el gesto amenazador en el rostro de su captor, los ojos centelleantes, los claros colmillos. ¿De qué estaba hablando? ¿No había sido el objetivo del Caer Visnu matarla a ella y a todos sus seres queridos por culpa de la magia de Finarä?
- Pensaba que lo que tu gente quería era precisamente eso...- dijo con desprecio. Sí, definitivamente el efecto de las drogas empezaba a desvanecerse.
Sintió las garras atenazar sus muñecas y un violento tirón que le lastimó los hombros y que la puso precariamente en pie. Las rodillas le flojearon, estuvo a punto de caer de nuevo.
- ¡Arriba, por todos los demonios!- gruñó Krog´nash, mostrando los dientes, impaciente, enderezándola.
Reprimio´un sollozo, sorbió la nariz y luchó por mantenerse en pie. No dudaba de la veracidad de las amenazas de aquel orco brutal. Bajó la mirada con docilidad, no quería que viera sus lágrimas. Se sintió intensamente observada, estudiada...
- Así no podré ver bien la reacción de tu cuerpo- dijo entonces con aquella voz cruel- Quítate la ropa.
Aquello la despejó por completo. Alzó el rostro con los ojos llenos de sorpresa y miedo, retrocedió un paso.
- ¡No!
Cientos ideas atroces atravesaron su mente. Vio la impaciencia aleteando peligrosamente en la mirada del orco.
- No me hagas repetirme. - siseó- ¿O prefieres que lo haga yo?
Tal vez fue su voz, tal vez la sonrisa ladina en su rostro o la ferocidad de su mirada. Comprendió que si se resistía, todo sería peor, mucho más doloroso. Apretó los dientes para contener el nudo que se le había formado en la garganta y comenzó a desvestirse, temblorosa.
- No te preocupes- medio rió Krog´nash, despreciando su miedo- no me interesas más que esa cabeza de lagarto de ahí...
Al retirar los guantes, vio como los ojos del orco se abrían: los zarcillos habían alcanzado la mano derecha. El jubón desabrochado reveló el pecho corrupto con aquellos zarcillos como una posesiva red trepando hasta el cuello. Sintió el temor en el orco, su asco como una bofetada, le oyó gruñir y las lágrimas volvieron, silenciosas. Ahora más que nunca se sentía humillada, vencida, anulada.
-¿Pue... puedo seguir calzada?- preguntó al fin con un hilo de voz, cubriéndose con retazos de pudor, mortificada. Ahora temblaba, pero no de frío.
Krog´nash observó atentamenete el alcance masivo e insospechado de aquella afección. Parecía inquieto, casi estremecido por algún recuerdo misterioso. Al cabo se repuso y la miró.
- Está bien.- dijo- Vamos, será un viaje largo y cansado.
[...]
La jungla cantaba a su alrededor. Llevaban horas caminando y el pantano no parecía tener fin. Solo eran marismas, y árboles, y más marismas...
- ¿sabes donde estamos?
Averil, encogida sobre sí misma, miró a su alrededor con inquietud y negó con la cabeza. Aquel lugar era como cualquier otra ciénaga que hubiera visto.
- Este lugar es un viejo pantano lleno de la energía de la locura.- siguió Krog´nash.
Un breve destello, apenas un retal de un recuerdo, llegó a su mente y se fue haciendo más y más grande. Sí, el lugar en que Brontos había muerto por salvarla, donde la habían encontrado sus padres...
- ¿La... la ciénaga negra?
Ante ella, el orco hizo un gesto neutral con la cabeza.
- Ese puede ser uno de sus nombres, supongo. Pisa donde yo pise, no toques nada. Mientras yo esté a tu lado, no debes temer a ninguno de los moradores del pantano.
Una risilla histérica escapó de los labios de la muchacha. Ajeno a todo, Krog´nash continuó hablando mientras espiaba desde su escondite el ajetreado entorno.
- Las bestias del pantano podrían devorarte en un momento. Soy tu única baza para salir viva de este lugar.- gruñó bajo, levemente- Yo lo conozco bien...
Se arrodilló tras un tronco caído y podrido y le hizo un gesto para que la imitara. Temblando, Averil hizo lo que se le decía.
- Para sobrevivir en un entorno así- susurró el orco- debes ser más astuta y sigilosa que todas las demás bestias. Cualquier ruido que delate tu posición podría significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Averil pensó que aquello le recordaba demasiado a su viaje con Razier en Rasganorte, pero le parecía una traición comprar al silencioso y leal elfo con aquella criatura.
"Elfo no, kal´dorei" se corrigió, y rió nerviosamente, casi histérica. ¿A quién le importaba ya que no se expresara con propiedad?
Se frotó fuertemente los brazos para ahuyentar a los mosquitos que se la comía viva. De pronto sintió una corriente de aire cálido en su espalda y se volvió lentamente, rígida por el miedo. Uno de aquellos horrores enredados se había acercado a su posición y husmeaba el aire ansiosamente, inquieto. La joven contuvo el aliento, viendo el inmenso rostro ciego más y más cerca. Sintió el cuerpo de Krog´nash tensarse como el de una fiera lista para atacar y el corazón se le disparó en el pecho. Al cabo de unos instantes, el horror pareció perder el interés y se alejó, internandose de nuevo en la espesura con su sordo chapoteo.
- ¿Ves?- oyó la voz ronca de Krog´nash en su oído- Tu ropa apestaba a civilización. Tu cuerpo desnudo, el sudor, el barro y el agua camuflan tu identidad. No olvides eso.- Averil asintió, todavía con los ojos tan abiertos como le permitían los párpados- Ahora sigamos.
Continuaron avanzando a través de la densa vegetación, cruzando aguas poco profundas en las que se agitaban pequeños seres que pasaban rozando sus piernas. En algunos tramos sus pasos eran engullidos por trampas de barro y arena, y tuvo que ayudarse de lianas y ramas para no hundirse. Tampoco descartaba dejar que la tierra se la tragara. Tal vez así todo terminara...
En algunos tramos corrían, en otros caminaban tan levemente como bestias acechantes, y para cuando se detuvieron de nuevo, Averil fue consciente del creciente siseó y los chasquidos que ahora parecían mucho más cerca. Un susurro unos metros más allá, una pata peluda entre la vegetación... Se le formó un nudo en el estómago. Su miedo cerval a los arácnidos le trepó hasta la garganta y se la atenazó.
- Esas arañas de ahí delante- susurró Krog´nash, como si hubiera leído sus pensamientos- un mordisco suyo y tus músculos dejarán de responder en un momento. Llegado el momento, tus músculos se contraen, incluso los pulmones, ahogándote. Mientras, la araña inyecta su veneno, que disuelve tus entrañas, para poder absorverlascon más facilidad.
Reprimió un sollozo, se apoyó en un tronco a su espalda para que el miedo no acabara por arrebatarle el control de sus rodillas.
Los ojos de Kro´nash brillaron con diversión.
- Fascinante ¿No crees, pequeña?
Averil se rodeó el pecho con los brazos para tratar de aplacar el violento temblor que había hecho presa en ella. El orco tiró de ella tras un instante y siguieron avanzando. Aquel lugar era una sucesión infinita de aguas cenagosas y troncos caídos. En algún momento encontraron lo que parecía una senda, un camino trazado entre la maleza, y lo siguieron en silencio: Krog´nash vigilando el entorno, y ella mirándose las puntas de los pies, en aquel momento la única parte cubierta de su cuerpo. Aquello le recordó su propia desnudez y se cubrió precariamente con los brazos, encogiéndose sobre sí misma.
- ¿Has oído hablar alguna vez de Eranikus?- inquirió Krog´nash de pronto, rompiendo el silencio.
La muchacha se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Realmente no quería hablar con él, pero había comprobado en sus propias carnes lo que suponía hacer oídos sordos a sus palabras.
- ¿Eraquién?
Sin dejar de andar, el orco le hizo un gesto para que apretara el paso. Llegaron a una zona en la que el agua era más profunda y tras inspeccionar el paso concienzudamente, entraron para cruzar. El agua estaba asquerosamente caliente.
- Eranikus- continuó Krog´nash avanzando sin apartar la mirada de las aguas- Un viejo dragón del Ala Verde.
Tras él, Averil se detuvo sorprendida. Aquello sí que le interesaba.
- ¿Un.. un dragón?- inquirió. El agua le lamía los muslos.
Krog´nash alcanzó la orilla y se volvió para mirarla con un brillo extraño en los ojos.
- Eso es, un dragón. - dijo- Fue asignado para guardar un templo maldito en este lugar.
La joven frunció el ceño y de pronto sintió un toque rápido en las piernas, que la sobresaltó y la hizo gritar. Era alargado y frío, y se había enroscado en su tobillo.
- ¡Algo me he tocado!- chilló, mirando frenéticamente al agua- ¡Algo... en las piernas!
Algo se movía en el agua, se deslizaba amparado en la oscuridad de la ciénaga. No se atrevía a moverse, se quedó clavada al suelo, con medio cuerpo sumergido en aquellas aguas pútridas y negras. Oyó las carcajadas de Krog´nash burlándose de ella, y de pronto la mano del orco entró en el agua como una estocada y la sacó sosteniendo una culebra de río, a la que rompió el cuello con un chasquido. Se la tendió con un gesto cruel dibujado en el rostro.
- ¿Un tentempié?- Averil negó violentamente y Krog´nash comenzó a mascar despreocupadamente a su presa.- Sigamos.
Casi saltó fuera del agua y tuvo que correr un tanto para alcanzar a su captor. Ahora le parecía mucho más horrible la perspectiva de quedarse sola en aquel lugar que la de acompañar al orco. Cuando volvió a caminar tras él, Krog´nash continuó hablando.
- Eranikus era un dragón, como todos los del Ala Verde, especialmente sensible a un estado llamado "El Sueño Esmeralda".- Aprovechando que caminaba trás él, Averil se miró la mano invadida durante un instante- ¿Sabes algo de eso?
- Me tienes aquí ¿no?- murmuró más para sí que para que él la escuchara ¿Por qué le contaba aquello? ¿Qué sentido tenía si sabía quien era y por fin la tenía?
El orco se volvió un instante, con sus ojos rojos clavados en ella.
- ¿Qué dices, niña?
Averil negó con la cabeza y miró al suelo. Aquella mirada la aterraba.
- Nada.
De pronto una araña surgió de la espesura y se abalanzó sobre ellos. Averil cayó al suelo y se encogió sobre sí misma, aterrada. Apretó los ojos hasta que le dolieron, y escuchó los siseos y chasquidos de la bestia, y el susurro de las dagas de Krog´nash. Unos segundos después, volvía aquel silencio lleno de murmullos.
- ¿Estás bien?- preguntó con rudeza el orco.
Asintió, lívida ante la visión de aquel inmenso arácnido de pelaje rojo. Sus ocho patas yacían curvadas hacia el cielo, y los ojos de la bestia reflejaban las luces fantasmales de la marisma. Krog´nash se arrodilló entonces y hundió las manos en las mandíbulas del animal, ajeno a aquellas terribles tenazas que podrían cortarle un brazo si aquella araña tenía todavía un hálito de vida.
- Como decía, este dragón, Eranikus...- siguió hablando el orco, despreocupadamente mientras llevaba a cabo su operación- acabó volviéndose loco por las energías de este pantano. Su sensibilidad por el Sueño terminó siendo peor enemigo. Y sucumbió a la Pesadilla, que trastornó su cuerpo y alma.
Averil arqueó una ceja involuntariamente, con amargura. Aquello no era nuevo para ella: Bálsamo le había explicado que ese podía ser su destino de no haber frenado el avance de aquello por su cuerpo. Aún así, asíntió sin poder apartar la mirada horrorizada de las maniobras de su captor en las entrañas de la araña, que con un chasquido, arracó triunfal una glándula de veneno, cuyo contenido vertió en un frasco que ocultaba en algún lugar.
- Descansaremos aquí.- sentenció entonces su captor.
No hizo falta que se sentara, bastó con dejar que sus rodillas temblaran todavía por el miedo pasado. Recogió las piernas contra el pecho y se rodeó las rodillas con los brazos. Estaba llena de barro y de arañazos, y unos mosquitos tan grandes como su mano se la estaban comiendo viva. Ya no tenía ni fuerzas ni ganas para llorar.
Krog´nash inspeccionó un poco los alrededores y al cabo de unos minutos volvió junto a ella. En sus ojos había una nota impaciente.
- Ya estamos más cerca- dijo- ¿Notas algo? ¿Estás mareada? ¿Oyes extraños susurros en tu cabeza?
Averil frunció el ceño.
- ¿Su... susurros? No.- le miró interrogante.
- La Pesadilla reconoce a los que son capaces de sentir el Sueño en este lugar- la joven se llevó con cuidado la mano a los zarcillos del rostro- Esa energía se condensa mientras nos acercamos al templo.
Alertado por su gesto, también él observó con fijeza aquellas ramificaciones oscuras que le invadían medio cuerpo.
- Mmmm, quizá si nos acercamos más al Nodo - reflexionó en voz alta.- Vamos.
Se puso en pie temblorosa y siguieron avanzando. Las palabras del orco la habían turbado y ahora nuevos miedos hacían presa en ella, y también él parecía inquieto. Parecía pendiente de que la energía de aquel Nodo del que hablara interactuara de algún modo con su infección ¿Qué estaba intentando?
- ¿Qué... qué quieres que pase?- inquirió. Ya le daba lo mismo preguntar de más. Total, iba a morir de todos modos- ¿Por qué quieres que sienta algo?
Krog´nash se volvió hacia ella, clavó los ojos en sus marcas. Ante su mirada, Averil se empequeñeció.
- Esos zarcillos tuyos pueden ser la llave a un inmenso conocimiento. - dijo con voz ronca- Forman parte de un mal antiguo que amenaza a este mundo desde tiempos inmemoriales. Si me dijeras lo que sabes de ellos, me sería más fácil...- pareció meditar la palabra- ayudarte.
La joven negó con la cabeza.
- No sé mucho...- apartó la mirada del rostro del orco- Me desperté con ellos y crecieron...
Krog´nash se acercó amenazadoramente, peligroso.
- No sabes ¿O no quieres decírmelo?
El corazón le martilleaba con fuerza en el pecho. Aquella criatura le inspiraba un temor tan penetrante como el filo de sus dagas.
- Sayera dijo que... que...- Krog´nash asintió, impeliéndola a continuar- que venía de mi sueño, pero que no crecería más, porque Bálsamo Trisaga consiguió frenarlo...
- Pero creció.
El orco sonrió. Sus colmillos destellaron en las luces fantasmagóricas del pantano. Averil negó con la cabeza.
- No, Bálsamo...- quería explicarle lo que sabía, tal vez así desistiera en lo que fuera que intentaba, pero un nuevo brillo apareció en los ojos de su captor.
- ¿Bálsamo?- inquirió, y en su voz había algo que no sabía identificar pero que hizo que se estremeciera.- ¿Y donde está esa Bálsamo Trisaga ahora? No acabó de curarte... No terminó su trabajo...
¿Era un brillo triunfal lo que brillaba en sus ojos? Bajó la mirada.
- Mu.. murió.- la voz se le hizo pequeña, muy pequeña. Le sucedía siempre que pensaba en ello.
Krog´nash chasqueó la lengua con fingida lástima
- Vaya, qué lástima.- y con un último vistazo, reemprendió la marcha.
Averil se rodeó el pecho con los brazos, agachó el rostro y le siguió, en silencio. La música de la marisma volvió a llenarlo todo, sin embargo parecía que el orco todavía no había terminado de atormentarla.
- Eranikus también sufrió un cambio maligno después de ese Sueño del que tú también pareces partícipe.- siguió diciendo mientras avanzaban- Tenéis mucho en común ese dragón y tú, al parecer...
La muchacha se preguntó si no sería aquel el nombre del Dragón que vio en su sueño. Todavía podía recordar la poderosa sensación de volar entre sus alas, arropada por las poderosas corrientes, sintiendo la fuerza y la majestuosidad de aquella poderosa criatura. Había descendido en picado sobre la zona corrupta, como si supiera que era su labor combatirla, y había perecido bajo las garras de aquellos lobos terribles, a la sombra de aquel árbol oscuro y aberrante del que parecían brotar toda clase de pesadillas.
- ¿Sigues sin notar nada extraño?- la sobresaltó Krog´nash. Negó con la cabeza. El orco se volvió para mirarla un instante, sin dejar de andar- Nos aproximaremos más al Nodo.
Averil corrió unos pasos para acercarse más a él: pese a todo, se sentía absurdamente más segura si él estaba cerca.
- ¿Qué es el Nodo?- inquirió, dispuesta a averiguar qué estaba sucediendo.
El tigre surgió de pronto de la espesura, pasando sobre su cabeza en un salto increible para una criatura tan pesada. Averil echó el cuerpo a tierra mientras el felino se lanzaba sobre Krog´nash con un rugido. Aquí terminaba todo: si él caía bajo las zarpas del animal, sería solo cuestión de tiempo que acabara con ella. Por un momento el cuerpo del orco quedó sepultado por la inmensa mole peluda del felino, pero oyó el chasquido de las dagas y tras un espeluznante temblor, la bestia quedó inmóvil. Tras unos instantes, el orco salió de debajo del cuerpo. Se puso en pie con aire satisfecho y soltó un asqueroso gapo en el suelo a sus pies.
- ¿Tampoco te gusta comer gatitos?- rió con desprecio.
Averil no le miraba, tenía la vista fija en el tigre muerto, el pelaje manchado de sangre, y una inquietante sensación trepó por la espalda de Krog´nash, una certeza aterradora: aunque la muchacha estaba más cerca de su presa, el animal le había atacado a él.
[...]
Siguieron avanzando por aquel interminable paisaje húmedo y oscuro, agazapándose como bestias para evitar ser percibidos por bestias mayores, aunque Averil tenía la impresión de que la acompañaba el peor de todos aquellos depredadores. Según se acercaban a lo que fuera el Nodo, comenzó a sentir algo, como un leve zumbido en su cabeza. Hacía muchísimo calor, estaba empapada en sudor y cubierta de barro de todas las veces que había caído en las arenas movedizas.
No dijo nada, no hablaron más. Parecía que el lugar hacia el que se dirigían requería más atención por parte de ambos, porque Krog´nash no volvió a decir nada sobre el dragón y ella tampoco podía pensar con claridad. El zumbido creció en intensidad, comenzó a acompañarle un doloroso martilleo en las sienes, el mundo empezó a nublarse ante sus ojos.
- Uh- el gemido escapó involuntariamente de sus labios cuando cayó de rodillas al amparo de un inmenso tronco.
Se masajeó las sienes, pero el dolor era persistente. Krog´nash la observó con atención, expectante.
- Me... me duele la cabeza- murmuró la muchacha débilmente.
El orco se inclinó sobre ella.
- Déjame ver los zarcillos.
Averil retiró las manos, dócil. No conseguía pensar, el zumbido era tan intenso que casi no escuchaba nada a su alrededor. El martilleo se volvió atronador. Krog´nash palpó los zarcillos, que ahora estaban calientes al tacto, y asintió satisfecho con el examen.
- ¿Qué... qué me está pasando?- preguntó la joven, con la voz insegura, como ida, le costaba mantener la cabeza enhiesta- Me siento... tan cansada...
El asesino sonrió.
- Ya debe estar afectándote, la energía es más poderosa aquí.- susurró, casi como para sí- Solo los sensibles al Sueño podrían notarla... Parece que mi viaje no ha sido inútil después de todo...
La muchacha sacudió la cabeza, tratando de arrancarse aquel zumbido de la mente, de volver a ver claro. Los ojos se le cerraban, pesados. La fuerza pareció huir de sus miembros. Sintió un poderoso escalofrío, una sensación ajena y terrible.
- Sigamos, ya queda poco para llegar al Nodo- sentenció Krog´nash, exaltado por el aparente éxito de su experimento.
Tendió la mano para poner en pie a su prisionera de un tirón, pero cuando ella alzó el rostro para mirarle, soltó su mano como si ardiera y retrocedió un paso, con el temor haciendo una presa tan firme en él como una tenaza de acero.
El ojo amarillo le devolvió la mirada. Su brillo enfermizo parecía resplandecer en la ciénaga oscura, en un gesto lleno de maldad.
- N... No...- musitó el orco, recordando la única vez que había visto aquel ojo cobrar vida- Otra vez no...
Era de nuevo aquello, fuese lo que fuese, le miraba a él y solo a él, y el ojo verde de Averil se clavaba también en sus pupilas, suplicándole ayuda, presa del terror más absoluto y consciente...
- Mucho cuidado con ella, Pier Verde.- susurró aquella voz teñida de metales y oscuridad, que era al mismo tiempo tierra, y bosque y lluvia, brotando de los labios de la aterrada muchacha.
La mirada del Ojo se clavó en lo más profundo de su ser, como un tentáculo frío y resbaladizo, en una advertencia tan antigua como el mundo...
- No quieras cruzarte en mis planes...- los dedos de Averil se clavaron desesperadamente en la tierra, atenazados por el terror.
Las voces estallaron en la mente de Krog´nash, voces que hablaban palabtras antiguas, palabras oscuras, siniestros rezos que no conseguía entender y que amenazaban con enloquecerlo. Se llevó las manos a las sienes, intentando acallarlas, pero no desaparecían.
No supo cuanto tiempo había pasado cuando por fin se desvanecieron, dejándole aturdido, y escuchó la voz débil pero histérica de Averil, que aplastaba la espalda contra el tronco tras ella y clavaba los dedos en la tierra, con un gesto de absoluto pavor.
- No quiero ir ahí- chillaba, casi sin aliento- No quiero... no quiero ir...
Le miró suplicante, aterrada y, por un instante, también él estuvo tentado de salir de aquel lugar, de alejarse tanto como lo permitiera el mundo. Sin embargo poco a poco el temor se fue desvaneciendo, dejándole en el pecho una inquietud que se mezclaba con la exaltación del éxito ¡Funcionaba! ¡Funcionaba!
- Tenemos que seguir, pequeña.- miró con avidez en dirección al Nodo.
Ella se aplastó todavía más contra el tronco. Jamás había visto tanto pavor.
- No, no, no, no, no, no....- su voz era un gemido, un chillido, un susurro- no quiero ir, por favor, no me hagas ir... por favor...
Krog´nash la miró ¿Qué había sentido aquella criatura al ser consciente de aquella extraña posesión? Se estremeció y sacudió la cabeza con decisión, como si tratara de deshacerse de un sueño molesto.
- ¡Arriba!- gruñó, y atrapó una de las muñecas para tirar de ella.
Averil se revolvió con fuerza, como un animal desesperado, luchando por mantenerse pegada al suelo, usando todo el peso de su cuerpo para que no pudiera levantarla. Chillaba como una fiera, jadeaba y gritaba, arañaba el suelo con las manos, se lastimaba las rodillas en aquel frenético intento de huir. Krog´nash deslizó los poderosos brazos por la cintura y con un rugido, la levantó del suelo, obligándola a mantenerse en piel. Una daga apareció en su mano y estuvo tentado de ponersela en el cuello de no haber sabido que aquello no la hubiera frenado. Tuvo que recurrir a una buena dosis de fuerza para obligarla a quedarse erguida.
- ¡En marcha!
La empujó con rabia, sujetándola firmemente para obligarla a avanzar, haciendo caso omiso de sus sollozos, de sus gritos desesperados. Estaban cerca... tan cerca... Apenas quedaban una centena de metros, pero tuvo que empujarla todo el camino, tirar de ella cuando se abrazaba a un tronco para evitar que la acercara más a aquel lugar. Los dedos de la joven sangraban en aquel desesperado intento de arañar las rugosas cortezas, pero no iba a cejar en su empeño tan cerca del final. El largo emergió de la oscuridad, como un negro espejo en mitad de la marisma y allí, en el centro como una negra silueta, se perfiló el destino de su viaje.
- No puedo...- oyó gemir a la muchacha, como si le faltara el aliento.
Al soltarla, la joven se desplomó sin fuerzas en la orilla. Trató de arrastrarse por tierra para alejarse, pero ya ni siquiera podía reptar y se debatió débilmente en tierra, incapaz de hacer nada más.
- No puedo dormir... - murmuraba, febril- no puedo dejar que vuelva... No debo...
- ¡Este es el nodo!- rió con satisfacción Krog´nash, contemplando la silueta del Templo en el lago. Alzó los brazos, triunfal- ¿¡Sientes el poder!? ¡Incluso los dragones se volvieron locos en este lugar maldito!
Se inclinó con avidez sobre Averil, sediento de nuevas reacciones. La muchacha luchaba por mantener los ojos abiertos, su cuerpo entero se estremecía. Sus labios se movían, aunque no conseguía oir lo que decía. Acercó el oído tratando de distinguir sus palabras.
- Él quiere entrar...- su susurro era febril, desesperado- quiere ir... está... está contento... Se alimenta... se alimenta... El miedo le fortalece... quiere ir... quiere entrar...
Krog´nash asintió rabiosamente satisfecho.
Las manos de la muchacha se agitaban ante ella, como si apartara algo ante sus ojos. Un gemido terrible y lastimero brotó de sus labios. Sus manos se clavaron de pronto en el suelo con fuerza.
- ¡Quema!- gimió, exhausta. Sus ojos estaban dolorosamente abiertos, fijos en las estrellas- ¡Quema!
El orco tendió la mano y tocó los zarcillos. Estaban calientes al tacto, muy calientes y... palpitaban. Retrocedió instintivamente. El recuerdo del ojo amarillo clavando su mirada en él le estremeció y lo sumió en la inquietud. No quería volver a oir aquellas voces, ver aquella mirada... Tal vez fuera mejor dejarlo estar en aquella ocasión. Debía analizar los resultados, saber a qué se enfrentaba...
- Ya basta- gruñó, intranquilo- Esto será suficiente.
Sacó una redoma de contenido incierto y vertió el contenido en la boca de la joven, que ardía de fiebre. La solución narcótica se deslizó en su garganta, acabando con las pocas energías que le quedaba. Cuando la cogió en brazos, aquella misteriosa niña se acurrucó como un cachorro contra su pecho, y rodeó su cuello con los brazos antes de caer dormida.
Era hora de volver.
[...]
En la quietud de la cueva, Krog´nash contempló el cuerpo desnudo y cubierto de barro de su prisionera. Sabía que había dado un paso importante en su investigación, pero la presencia de aquello le inquietaba. ¿Era eso lo que buscaba el Maestro? ¿A aquel ser, fuera lo que fuera?
Sumido en aquellas cavilaciones, sacó como un autómata sus herramientas y se arrodilló junto a la joven inconsciente. La fiebre había bajado a medida que se habían alejado del lago, y su respiración era superficial. Había detectado lo que parecía un nuevo zarcillo, naciendo lentamente de una rama mayor a la altura del pecho, como un dedo posesivo trazando una frontera de su territorio. Si lo miraba fijamente, todavía podía observar el ligero temblor que evidenciaba su crecimiento... Sí, aquellos resultados complacerían a su empleador. Con una jeringa extrajo sangre del cuello de la joven, que ni siquiera gimió al contacto de la gruesa aguja.
Se levantó con cuidado de no derramar el contenido de la muestra recién extraída y se volvió hacia la precaria superficie que hacía las veces de mesa. Derramó la sangre en un frasco y miró el bisturí durante un momento, como le costara siquiera pensar en levantar tan liviana hoja...
- La Hija del Roble- oyó la voz febril de Averil a su espalda y se volvió sorprendido ¿Estaba consciente? ¿O hablaba en sueños?
Tenía los ojos cerrados, permanecía en la misma postura en que la había dejado al depositarla en el suelo.
- La Hija del Roble debe morir... - aquellas palabras resonaron en el silencio de la cueva.
Krog´nash miró a aquella niña, que suponía para él un misterio que estaba dispuesto a desvelar. ¿Acaso la muerte de aquella criatura liberaría al monstruo oculto en su interior? Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos de su mente. Se arrodilló junto al cuerpo, dispuesto a practicar la incisión en aquel nuevo apendice nacido en el lago. El tejido cedió suavemente, como en las otras ocasiones: un pedazo de varios centimetros de aquel zarcillo fue introducido en otro vial.
- La paga tripe por esta misión se va a quedar corta.- musitó para sí, guardando la nueva muestra.
Entonces el zarcillo cortado se estremeció ante sus sorprendidos ojos y creció como un trazo serpenteante bajo la piel hasta alcanzar de nuevo su longitud y reclamando, de manera inequívoca, el que era su territorio.
Selena Astro
Hace 9 meses
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