La Búsqueda del Guardián XX

domingo, 13 de junio de 2010

La humedad se pegaba a la piel como una capa de aceite en aquel calor asfixiante. Ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba en aquel lugar, cuantas veces el afilado cuchillo de su captor había recortado retales de su piel, cuantos experimentos había hecho con ella, dejándola febril y exhausta. Seguía sin entender por qué la mantenía viva, sabiendo ahora lo que habitaba aquellos zarcillos: el orco había parecido tan aterrado como ella misma... Averil se revolvió en la penumbra de la cueva buscando una posición más cómoda y enterró el rostro entre las rodillas recogidas contra su pecho. El único refugio que le quedaba en aquella captura interminable era el sueño, curiosamente exento de pesadillas desde que aquello hiciera acto de presencia en las cercanías del Nodo. Ahora Krog´nash parecía intranquilo, como si algo le inquietara, y vigilaba la puerta con insistencia. Sospechaba que cuando estaba dormida, también salía en busca de lo que fuera que le alertaba. Cerró los ojos y suspiró, tratando de dormir, y poco a poco una pesada indolencia fue haciendo presa en ella. Si solo consiguiera dormir...



- Averiiiil- la voz de su captor resonó en la cueva, en una muda parodia del suave despertar de una madre a sus hijos.

Alzó la vista con pesadez, profundas ojeras se marcaban bajo sus ojos. Krog´nash, que sonreía en una mueca irónica, se acuclilló junto a ella y le sujetó el mentón con una garra oscura para obligarla a mirarle a los ojos. Si esperaba rabia o mudo desafío, tuvo que conformarse con la mirada ausente y agotada que le devolvían aquellos ojos tan dispares. Llevaba los cuchillos al cinto: se preparaba para salir.

- Pon atención- dijo entonces con aquella voz ronca, clavando en sus ojos aquellas pupilas rojo sangre, terribles, amenazadoras- Pase lo que pase, recuerda que te estaré vigilando desde cada sombra.

Averil suspiró y bajó la vista cuando él la soltó, volvió a esconder el rostro entre las rodillas. ¿Por qué no la dejaba en paz? ¿No tenía bastante con la tortura? ¿Con tenerla cautiva en aquel pantano?

- ¿Y por qué no me matas de una vez? - preguntó con voz cansada- ¿Me vas a tener aquí por el resto de mis días?

Su captor no respondió, cosa harto extraña. Cualquier cosa que dijera ella se veía contestada de inmediato por alguna frase maliciosa, deliberadamente cruel o sencillamente por un bufido de desdén o una risilla despectiva. En esta ocasión no hubo nada. Alzó el rostro, intrigada: no había nadie más en la cueva.

- ¿Estás ahí?- inquirió a media voz, repentinamente inquieta. Su voz resonó en las paredes de la caverna- ¿Hola?

Nada, ni un sonido. Se puso en pie trabajosamente, algo tambaleante a causa de la fiebre, la desnutrición y el calor.

- ¿Hola?- inspeccionó intrigada los rincones más sombriós de la cueva- ¡Eco!

El sonido de su voz rebotó en todas las paredes y volvió hacia ella fragmentado, repetido numerosas veces. Su corazón empezó a latir como un tambor constante ¿Realmente la había dejado sola? Se acercó a la puerta y se asomó levemente. Puso un pie fuera. Nada.

- ¿Estás ahí, orco asqueroso?

"Asqueroso... oso... oso..."

Ninguna respuesta, salvo el eco sordo de su voz. Una risilla nerviosa brotó de su pecho ¡Realmente se había marchado!

- ¡Eoooooooooooo!

"Eoooo... eoo... eo"

La puerta era como una abertura levemente más clara que la roca a causa de la oscuridad reinante en el exterior y la densa vegetación. Cruzó aquel tétrico umbral y contempló la densidad de la espesura cenagosa. Los ruidos de la marisma era todo cuanto se escuchaba: gorgoteos, crugidos...

- ¿Hola?

Nada. Realmente se había marchado... Sí, había llevado consigo las dagas, estaba tenso. La urgencia de dejarla sola y consciente debía ser muy intensa, tal vez aquello que merodeaba la ciénaga estuviera amenazando su escondite... Miró a su alrededor, la negra espesura, el agua estancada... Tal vez si corría lo suficiente pudiera esconderse de él... Tal vez si encontraba un camino, podría seguirlo hasta pedir ayuda. No estaba en buen estado, eso era evidente incluso para ella: el dolor de cabeza era desesperante, y todavía quedaban rastros de drogas en su sangre. Podía sentirlo, aquella extraña sensación que le impedía concentrarse en los hechizos que recordaba de la Academia...

- Venga, Bellota. - se dijo, agazapándose junto a la entrada- No es momento para niñerías.

Respiró hondo.

- Es ahora o nunca ¡Vamos!

Echó a correr, pegada a la pared de la montaña que alojaba la cueva, descalza como iba. Trató de imitar los gestos de Krog´nash cuando la llevó hasta el Nodo, agazapándose en los matojos, esperando pacientemente el momento propicio para pasar.. Tras avanzar un centenar de metros tuvo que detenerse y apoyarse pesadamente en un árbol: le faltaba el aliento y estaba terriblemente mareada. Trató de acompasar su respiración.

"Te acecharé vayas donde vayas... en cada sombra"

Se volvió sobresaltada, buscó frenéticamente con la mirada la silueta de su captor, pero no vio nada. El recuerdo de la terrible huida por el bosque, hacía una vida, en las Colinas Pardas, llegó a su mente... Si él no quería, ella no le vería.

- Déjame, déjame, déjame, déjame...- murmuró, y reemprendió la carrera. Esta vez no se lo pondría tan facil.

A la humedad del ambiente se sumó el sudor de su piel por el esfuerzo y la fiebre. No veía con claridad, pero no podía dejar de correr. Sus pies descalzos tropezaban frecuentemente, torpe como se sentía, pero no se detuvo. Solo corrió, corrió aunque le ardieran los pulmones, hizo requiebros en el camino tratando de despistar a su captor, si es que realmente le seguía, si es que no había acabado por volverse loca y estuviera oyendo voces... Algo se le clavó dolorosamente en la planta del pie y cayó al suelo. Se arrastró con urgencia contra un tronco para resguardarse y observó el desaguisado con la mirada aún turbia por las drogas. El pie sangraba y dolía, pero fuera lo que fuera, se había hundido tanto en la carne blanda que no conseguía ni tantearlo con los dedos.

- !Au, au, au, au!- gimoteó mientras se arrancaba un pedazo de camisa y se envolvía los pies a modo de improvisados zapato. Se puso en pie, probó a apoyar e peso del pie herido. Dolía de manera pulsante.- ¡@*#**@!

"Pues te aguantas, Bellota ¡Corre!"

Justo en aquel instante detectó movimiento por el rabillo del ojo y se volvió aterrada por la posibilidad de que aquella pequeña detención hubiera supuesto que su captor la alcanzara. Una figura oscura se recortaba contra la vegetación: era inmensa y caminaba erguida pero no era su captor, aunque no llegara a distinguir sus rasgos. Aquella criatura también parecía sorprendida al verla y la miraba con intensidad.

"Parece que te busca... quiere matarte... ¿Caer Visnu?

- No... no te acerques- Averil retrocedió lentamente, sacudiendo la cabeza- ¡Dejádme en paz!

Corrió como si le fuera la vida en ello, sintiendo las hojas de aquellos árboles oscuros abofetearle el rosto. A cada paso que daba, el dolor del pie era más y más profundo, pero no debía detenerse, no podía permitir que la ancalzaran. ¿Había sido aquel el plan de su captor desde el principio? ¿Hacerla creer que podía huir para cazarla después, como un gato a un ratón? Corrió, cojeó, tropezó. Perdió el aliento, lloró en silencio, desesperada. Aquel lugar era una sucesión interminable de ciénagas, trampas de arena, lianas putridas... Oyó en la espesura el chasquido de las arañas gigantes y su corazón se sobrecogió de miedo, pero no se detuvo.

- ¡Corre, Bellota, corre!

El tiempo se deformó en su mente ¿llevaba corriendo días? ¿Horas? El dolor de cabeza se incrementaba, el mareo era cada vez más intenso y el pie dolía de manera cada vez más insoportable. Se dio cuenta de que a cada paso que daba, un gemido brotaba de sus labios, que las lágrimas caían de sus ojos... Al cabo de una vida, cuando le pareció que ya había dejado atrás y desorientado a su captor, se detuvo al fin, resollante. Todo daba vueltas y tuvo que arrodillarse para que la caída al suelo no fuera tan fuerte. El zumbido en su cabeza no le dejaba pensar con claridad. Cerró los ojos, respiró hondo tanto como pudo: los pinchazos en el costado la doblaban por la mitad.

- Shhhhh.

Reprimió un grito y cayó contra el tronco que tenía a su espalda, sorprendida y aterrada por la cercanía de aquel susurro. Alzó la vista. Ante ella se alzaba la misma criatura terrorífica de la que creía haber huido ¿Cómo la había encontrado tan deprisa? Se aplastó contra el tronco como si pudiera fundirse en él. La criatura se acercó, amenazante, con aquellas inmensas astas, con aquel cuerpo colosal y aquella extraña luz crepitante a su alrededor.



- De... dejadme en paz...- el tronco le recordó que no podía seguir retrocediendo y se quedó aplastada contra él como una bestiezuela asustada- Dejadme ir... por favor... por favor...

- Calma- dijo figura cerniéndose sobre ella. Una voz grave y extraña, con un marcado acento brotaba de aquel morro alargado.- Y cambia la persona del verbo, he venido sola.

Averil buscó frenéticamente con la mirada algún lugar por el que escurrirse. Aquel ser siguió hablando como para sí..

- Aunque ese orco me ha llevado hasta tí- se mesó la pronunciada barbilla y miró a su alrededor con suspicacia. Luego volvió a mirarla a ella y clavó los ojos oscuros en el pie herido- Mira, ahora me acercaré y te haré un vendaje decente en ese pie.

El corazón de Bellota se disparó violentamente.

- ¡No quiero más vendas! ¡Ni mas cuchillos! ¡Ni más agujas!- quería chillar, pero la voz le salió exhausta, como si algo le atenazara las cuerdas vocales- Por favor...

Con un chasquido, la extraña red luminosa y crepitante entorno a la criatura se esfumó. Se acercó tendiendo hacia ella las manos inmensas.

- ¿Vas... vas a llevarme con él otra vez?- las palabras se escapaban temblorosas de sus labios. La habían atrapado... de nuevo...

- ¿Con... quien?- respondió aquella voz extraña y profunda.

Sentía la garganta seca y los ojos terriblemente húmedos.

- Con él... con el orco...- le faltaba el aliento ¿Por qué le costaba tanto respirar?

Aquel inmenso ser se arrodilló pesadamente frente a ella. Sintió su mirada fija, un interrogante en sus ojos.

- ¿Ya que estamos... ¿Cómo es ese orco?- fingió con su extraño acento.

Grande, aterrador, de ojos de sangre...

- Ve... verde...- la criatura soltó un extraño sonido, como una siniestra carcajada- ¿Por qué no me matáis ya? ¿Por qué me torturáis así? Yo no tengo la culpa de esto...

Una ceja peluda se arqueó con curiosidad.

- Eres uno de ellos ¿Verdad?- continuó Averil, ya resignada a aquel final- Del Caer Visnu... Has venido a matarme...

Se dejó caer de espaldas en el suelo, para quedar sentada como una muñeca desmadejada.

- Pues nada, matadme.- susurró- Yo ya no puedo correr más, ya me da igual.

"Lo siento, lo siento, lo siento... Dishmal, Liessel, Brontos, Trisaga... Papá... Mamá... Ángel...
La voz profunda de aquella criatura la hizo estremecer mientras las lágrimas se deslizaban rápidas por sus mejillas manchadas.

- Salvo que de repente pierda toda habilidad y la espifie mucho con los vendajes- dijo aquella criatura de extraño acento- no pienso matarte ¿Por qué iba a hacerlo?

Averil resopló ¿Por qué seguían negándolo?.

- ¿No es eso lo que queréis? ¿Matarme porque sueño?

La extraña criatura dijo algo, pero no pudo entenderlo. En cualquier caso, sentía que se burlaba de ella. De pronto aquel ser se quitó el casco revelando unos ojos inmensos y un morro alargado, coronado por dos astas curvadas. Averil abrió los ojos con sorpresa y por un instante, la curiosidad se antepuso al miedo.

- ¿Qué... qué eres?- inquirió, encogiéndose contra el tronco a su espalda - ¿Un demonio?

Las carcajadas de la criatura resonaron en la selva. Sus ojos tenían un brillo extraño.

- ¿Nunca has visto una tauren?

Aquel nombre le resultaba vagamente familiar y frunció el ceño tratando de concentrarse. Los recuerdos se abrieron paso por su mente y estallaron en su cerebro: largas tardes de estudio al cálido sol de primavera, tirada en el césped de la Academia, en Dalaran...

- ¡Tauren!- exclamó, orgullosa- ¡De Mulgore! He leído sobre ellos en la academia...

Un siniestro ulular a su derecha le recordó su tesitura y enmudeció, empequeñeciéndose. La tauren asintió.

- Sí, "Los tauren felices vienen de Mulgore" ¿Te suena? Y no, no doy leche todos los días ni tengo intención de ser la cena de nadie. Ni del mismísimo Thrall...

Los ojos asustados de la muchacha se clavaron en ella.

- ¿Thrall? ¿Es uno de los vuestros?

Las cejas de la tauren se arquearon sorprendidas.

- ¿Thrall? Es el Glorioso Jefe de Guerra de la Horda. Todavía.

Averil se aplastó todavía más contra el tronco, tratando de mimetizarse o fundirse con él. No podía ser verdad, no, sencillamente no podía...

- ¿De la Horda?- la voz ahogada escapó de sus labios- ¿El Caer Visnu es la Horda?

De pronto la voz malvada y ronca de Krog´nash resonó en un grito en la selva oscura:

- ¡Intenta que confies mara matarte cuando estés despistada!- bramaba- ¡Corre, Averil, corre por tu vida!¡Huye del Caer Visnu y no confíes en nadie!

Averil saltó como una liebrecilla y su corazón desbocado atronó en su pecho.

- ¡Tengo que salir de aquí!

Y sacando fuerzas que ni sabía que le quedaban, se escurrió fuera del alcance de su nueva captora y corrió hacia la espesura a trompicones, con el pie herido doliendo poderosamente. Corrió tan deprisa como le permitía su maltrecho cuerpo y su maltratado corazón, gemidos entrecortados brotaban de sus labios atenazados por el miedo. Cayó al tropezar con una raíz y se quedó tendida en el suelo un instante, esperando el golpe de gracia.

"¡Huye!" susurró la voz malévola en su mente."Quiere matarte, todo lo que dicen son mentiras.. Caer Visnu... vienen a por tí..."

Sollozó y se puso de nuevo en pie, ya sin aliento, corriendo a ciegas por la marisma, con el corazón palpitándole en la boca, sin poder contener los gemidos desesperados que el miedo le arrancaba del pecho. En su cabeza el zumbido constante fue creciendo en intensidad hasta nublar su vista y el suelo se volvió inestable. Tropezaba constantemente y el pie le dolía de una manera atroz. Tuvo que detenerse al llegar a un tronco particularmente grueso porque las rodillas amenazaban con tirarla al suelo, le dolía tanto la cabeza... Se masajeó las sienes, cerró los ojos. Cuando sintió que podía volver a correr, reemprendió aquella huida desesperada a través del pantano. Como un estruendo ensordecedor, el dolor llenó su mente, su voluntad flaqueaba ¿Qué estaba pasando?

De pronto, la espesura se abrió revelando unas formas blancas recortadas en la oscuridad de un lago. Su corazón se encogió en un puño, trastabilló y retrocedió desesperada.

- No, nononononono- gimió, alejándose del nodo, caminando hacia atrás, tropezando- No, no, no, no, no, no, no, no, no....

El mundo daba vueltas, apenas podía respirar, corrió para alejarse del Nodo, pero no sabía si corría de vuelta a los brazos de sus captores. El dolor, el mareo, aquel zumbido insoportable no la dejaban pensar. Corrió lo que le pareció una vida y para cuando las fuerzas la abandonaron, cayó aparatosamente al suelo. Esta vez no se quedó tendida, se encogió hasta formar un ovillo, como si su cuerpo tendiera a encogerse y encerrarse sobre sí mismo. Los sonidos de la marisma resonaban a su alrededor, se arrodilló con dificultad. Necesitaba salir de allí, alejarse de todo aquello, mandar un aviso... Se masajeó las sienes.

- Piensa, Averil...- se dijo en voz alta y rasposa- el hechizo, el hechizo...

Frunció el ceño tratando de concentrarse, pero el dolor era agónico y las ideas no llegaban a unirse en su mente. Palabras sueltas, breves recuerdos.

- Eleka namen namen...- titubeó- Eleka... - chasqueó la lengua con frustración ¿cómo era- Natum eleka, eleka ¡AGH!

Se frotó el rostro con las manos, desesperada.

- Acuérdate ¡Acuérdate, maldita sea!- gimió, pero el hechizo la rehuía...

¡Ya vienen!" siseó la voz maléfica en su mente "Huye!"

Como un aguijón, aquella voz la espoleó y se lanzó de nuevo a aquella carrera que era apenas más rápida que un paseo, arrastrando el pie herido, tropezando con cada raíz, arañándose con cada rama. Con las manos se aprisionaba el costado, que pinchaba con fuerza por la desigual carrera. Las palabras febriles escaparon de sus labios, un lamento casi mudo, un lamento que nadie oiría...

- No puedo más...- gimió sin dejar de avanzar- no puedo...

No se secó las lágrimas, aunque apenas podía ver. Sorbió la nariz, sollozó, siguió andando y cruzó uno de aquellos canales poco profundos de aguas fétidas.

- Por favor... por favor... que alguien me ayude... - tropezó en el limo de la orilla y cayó de cara sobre el fango. El golpe le arrebató el aire.

- Angel... - un susurro mudo, ahogado en el barro- Angel ¿Donde estás?

El querría que luchara, que corriera. Él lo querría.

- Levántate, Bellota- se dijo en apenas un susurro- Vamos, vamos...

Como una autómata se puso en pie y tomó aliento. El mundo se sacudía espasmódicamente a cada paso que daba, como si su cerebro saltara dentro del cráneo con cada sacudida. ¿Hacia donde correr? ¿Donde huir?
Avanzó penosamente, con urgencia, arrastrando el pie herido. Aquello era avanzar solo por no quedarse parada, por mucho que doliera, por mucho que costara...

De pronto, un poco más adelante, le parecía que la espesura menguaba, que había un espacio abierto al otro lado.

- Vamos, Bellota...- se dijo, ansiosa- ¡Vamos!

Haciendo un último acopio de fuerzas, reemprendió la carrera, con un pequeño gérmen de esperanza brotando en su pecho. La marisma terminaba, allí encontraría ayuda, allí habría un camino por el que tarde o temprano pasaría alguien. Los sollozos de alivio ascendieron por su garganta mientras se acercaba a la última franja de vegetación. La salvación, la salvación... ¡No iba a morir! ¡Podría salir de allí! ¡Volver a la protección del mundo que conocía! ¡Cesaría el miedo, y el dolor...! Atravesó la última franja de espesura, entró en espacio abierto.

- ¡Va...!

Su decisión desapareció, las palabras murieron en sus labios. Contempló aturdida la inmensa playa que se abría ante ella, el mar...

- No... por favor...

Sus pies se movieron solos, la llevaron a trompicones desconcertados por la arena cálida mientras ella miraba descorazonada el telón azul oscuro del cielo contra el mar como si esperara que un tramoyista celestial lo alzara mostrando su salvación... Pero no aparecía nadie, el cielo seguía allí, el mar...

- No, no, no...

La insistencia de su mirada tampoco tuvo efecto: el cielo siguió siendo oscuro, el mar a sus pies, de color índigo, el silencio absoluto... Sus pasos erráticos llegaron a la orilla, las olas le besaron los pies, pero no se detuvo, siguió avanzando en el agua como si entrando en ella pudiera demostrar que era una ilusión, que no era real...

- Por favor... por favor... - todo perdido, todo. El fin. - ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Cayó de rodillas en el agua, la sal escocía en las heridas, pero ¿Qué importaba ya? Ya no podía correr, aunque quisiera, ya no había mundo para huir.

- Lo siento, Bálsamo...- sollozó- Lo siento...

- El agua de mar es buena para las heridas.

Arrodillada en el agua, Averil se encogió como si hubiera recibido un golpe, pero no se movió. La tauren se acercó, sus pezuñas chapoteaban en el agua tranquila.

- Matadme ya.- murmuró- Ya... ya no puedo más... Ya me tenéis, sea por lo que sea que me odiáis tanto... Pero ya no voy a correr más, ya no puedo...

La tauren se detuvo junto a ella, podía oler el sudor de su pelaje.

- Mejor, porque oye...- comenzó con aquella voz profunda y gutural- corres que te las pelas...

Averil no la miró, tampoco prestaba atención a sus palabras. Seguía murmurando, solo para sí.

- A lo mejor es mejor así, a lo mejor Bálsamo no tenía que haberme salvado, a lo mejor hubiera sido mejor morir al principio...

La tauren enmudeció de pronto. Luego, su voz cobró un nuevo matiz.

- ¿Bálsamo... Trisaga?- con el corazón encogido, Averil alzó la vista y la miró- ¿El Bálsamo?

La muchacha suspiró.

- Ella luchó por salvarme, pero no ha servido de nada... De nada...

La inmensa criatura negó con la cabeza y sonrió.

- Espero que no sea así, porque tendremos un serio problema entonces...

Desconcierto. Frunció el ceño

- ¿No eres... uno de ellos?

Aquel misterioso ser imitó su gesto con despreocupación.

- ¿Ellos? Es que no sé a quien te refieres. Si hablas del Círculo de la Tierra, sí.

Averil negó lentamente con la cabeza.

- El Caer Visnu... Ya mataron a todos, solo falto yo...- sorbió la nariz.

La tauren se arrodilló junto a ella.

- Yo no sé quién o qué es eso- dijo con voz tranquila- y lo de caer, lo justo... He colaborado con el Alba Argenta, la Cruzada Argenta, el Círculo Cenarion, la...

- En... entonces ¿Por qué me buscas?

Los hombros inmensos se encogieron con tranquilidad.

- Me lo pidió un Ancestro. Créetelo o no.- frunció el ceño- Y ahora ¿salimos del agua? Mi cota de mallas no soportará mucho tiempo el remojo... Apóyate en mí.

"¿Qué mas da lo que pase?" pensó Averil, agotada, pero pese a todo se apoyó en la tauren y dejó que la acompañara hasta la orilla seca.

Cuando estuvieron alejadas del agua, Averil se sentó con gesto de dolor.

- Deja que te mire eso- dijo aquella extraña recién llegada arrodillándose ante ella y tomándole el pie herido.

- Me clavé algo.- hizo un mohín y observó con atención a aquella recién descubierta criatura. Estudió su denso pelaje, corto como el de las reses que tenían en la granja, en aquella otra vida. Su tacto era suave, cuidadoso, cálido.

- Explícame qué te pasa, qué te ha hecho el verdete ese- la voz de la tauren la sacó de su ensimismamiento. Estaba extrayendo de una mochila unas vendas y unos instrumentos de curación, parecidos a los que había utilizado Krog´nash en sus experimentos.

Inconscientemente, Averil se llevó la mano a los zarcillos.

- Ahora están calientes siempre- murmuró ausente- tengo... tengo miedo de que vuelva.

Trató de explicar lo que sucedía a su sorprendente sanadora, pero no encontraba el modo de hacerlo. La cabeza le daba vueltas, no conseguía pensar con claridad, estaba tan agotada... La tauren no insistió y se centró en su pie, del que estrajo un buen pedazo de raiz que se había clavado profundamente en la carne. Cuando hubo limpiado y vendado la herida, la cargó en brazos como si no pesara nada y caminó hacia la espesura de nuevo.

- Mi nombre es Kluina-ai- dijo con voz queda mientras se alejaban- pero todos me llaman Klui.

Averil se enderezó en sus brazos. Las palabras acudieron por cientos a sus labios.

- Yo te... te...- dijo atropelladamente- Bálsamo dijo que.... ¡Tú eres ESA tauren! ¡Tú la conocías!- se tapó la boca, repentinamente emocionada. Unas lágrimas muy distintas afloraron a sus ojos.

Kluina-ai Nubeblanca suspiró.

- No la vi más que una vez

- ¡Pero me habló de tí! ¡Me dijo que la ayudaste con los dragones!- exclamó la muchacha, repentinamente llena de esperanza- ¡Dioses, eres ESA Klui!

Rodeó con sus brazos ya terriblemente delgados el poderoso cuello de la chamana y se acurrucó contra ella. Quería decirle tantas cosas, quería que sintiera tantas cosas....

Siguieron hablando, estudiando las posibilidades a partir de aquel momento, de aquel lugar. De repente, el mundo se abría ante ellas y sus voces murmuraron en la densidad de la marisma hasta que sus siluetas se interaron profundo, muy profundo, en la espesura.

1 comentario:

Percontator dijo...

Yo... Solamente puedo aplaudir una vez más y dar las gracias.