Asuntos Pendientes XXIII

martes, 8 de junio de 2010

Por Imoen

8 de Junio de 2010

Imoen (o Daala, como era conocida en la ciudad) charlaba animadamente con uno de sus clientes acerca de las propiedades de los cueros de Rasganorte y si realmente merecía la pena el desembolso extra en comparación con los cueros de las Tierras del Este.

- Todo depende del uso que le vayas a dar, en realidad. Si vas a dedicarte a la caza mayor de, pongamos colmipalas, mamuts o incluso protodracos, la protección extra te vendrá de perlas. Como tú comprenderás, para trabajar en un taller o cazar en Elwynn, el cuero medio será más que suficiente y su finura te proporcionará una comodidad extra sin que tu bolsillo se resienta.

La cara de Niura, que entraba en el taller cargada con el correo, no pasó desapercibida para Imoen. Era la cara que ponía cuando estaba intranquila. Disculpándose con el cliente por tener que dejarle tan abruptamente, Imoen siguió a Niura hasta el pequeño despacho que tenía en la trastienda.

- ¿Sucede algo, Niura?
- Sí, jefa. Ha llegado otra carta a nombre de esa amiga tuya, Imoen. Bueno, eso y un montón de correo. Aparentemente muchas facturas y pocos pedidos, ahora que la campaña de Rasganorte casi ha terminado.
- Entiendo. – Imoen suspiró con hastío – Yo me ocuparé de todo. Tú vete a atender a la clientela.
- Tú mandas, jefa.

Imoen esperó hasta que su empleada cerró la puerta y, sentándose, comenzó a revisar la pila de cartas y pergaminos varios. Facturas…notas de entrega…algo que parecía una lista de pedido...

- Facturas, facturas y más facturas…

Imoen se frotó los ojos. Llevaba más de un mes sin dormir bien del todo. Aunque conseguía disimularlo con los clientes y empleados, el episodio de las convulsiones y las voces la tenía preocupada. La última vez que le pasó algo así fue cuando Klode y ella liberaron a Bálsamo de su Tormento. Si al menos tuviera noticias de ella…si al menos supiera que está bien…

Siguió revisando el correo, y casi al final de la pila, encontró un sobre escrito con elegante caligrafía Kaldorei.


A la atención de Imoen Tordana



Conocía esa letra. ¡Una carta de Trisaga!

Llena de alegría, abrió el sobre con cuidado y leyó la carta que portaba en su interior.


19 de Abril, Templo del Acuerdo del Reposo del Dragón

Mi muy querida Mirlo:

Te escribo desde la quietud de la noche mientras, en el lecho, la joven Zoe descansa tranquila. Hubiese querido escribirte antes, pero los hados habían tejido hilos tan densos que desenmarañarlos requirió tanto tiempo que me ha mantenido totalmente entregada desde que me trajisteis de vuelta Kloderella y tú, hasta hoy.

Sé que por tu sentido del honor, del deber, y por el lazo que nos une, hubieses querido auxiliarme en mi tarea pero precisamente por esto, que te llevó a la odisea que fue mi rescate, decidí mantenerte a salvo y tranquila. Ya has hecho mucho por mí, Mirlo, y mereces tanto descanso como pueda proporcionarte. No será mi mano quien te arrastre de nuevo a los caminos. Sin embargo, ahora que todo ha terminado, que cumplí mi misión con éxito, me siento por fin libre de hablarte y de compartir contigo por fin esta aventura que ha finalizado con un final todo lo feliz que pudiera ser.

No quisiera que, tras todo este tiempo, pienses que te he olvidado o que eres menos preciada para mi corazón: el tiempo desde que nuestros caminos se cruzaron por primera vez me ha confirmado lo que ya intuía: Eres tan próxima a mi corazón, aunque estemos siempre tan alejadas, y el lazo que nos une es tan poderoso, que trasciende las barreras del tiempo y se ampara en las leyendas de mi pueblo. Sé que sabes de lo que hablo, aunque te lo niegues a ti misma, pero mi regreso desde el Tormento ha abierto mis ojos a conocimientos y percepciones que antes no tenía y que deseo compartir contigo, como si fueramos dos chiquillas compartiendo las cerezas tiernas al comenzar el verano, llenas de regocijo.

Aunque ahora me encuentro en el frío Norte, acogida por unos nuevos amigos que quisiera que conocieras algún día, he recibido una misiva del Templo de Elune en Teldrassil, instándome a presentarme en Astranaar, en el bosque de Vallefresno, para tomar posesión del cargo de Representante del Culto y amparar a las almas que allí se encuentran, ahora que esas tierras se ven sacudidas por la guerra. Parto esta misma noche. El combate se encuentra aún lejos de la ciudad, y confío en que no la alcanzará. Sé de buena tinta que tienes medios de sobra para cruzar el bosque sin ser vista si lo deseas.

Reúnete conmigo, Mirlo. No veo el momento de compartir contigo todo lo que he vivido este último año, hay tanto que ansío contarte, tanto que deseo que me cuentes... Quiero que me cuentes todo lo que has hecho, toda la felicidad que la joven Kloderella te ha proporcionado, esa paz que tanto merecías. Quiero saber de tus alegrías y tus penas, y dedicarte, con todo mi corazón, todos los dones que Elune me ha dado y que por fin puedo ofrecer a aquella que me es más querida.

Mi alma vuela a tu encuentro, mi querida Mirlo.
Y como decía un viejo amigo:
Tarda lo que desees, te esperaré la vida entera.

Trisaga



Una lágrima de felicidad cayó por el rostro de Imoen. Después de tanto tiempo sin saber de Trisaga, al fin tenía noticias. Imoen sonrió al leerla por segunda vez. Mirlo…resultaba curioso que ella la llamara por su nombre en clave. Ya le preguntaría por ello cuando estuvieran juntas. Lo importante es que todo estaba en orden y si Trisaga deseaba verla, el deseo era mutuo, así que decidió ponerse en marcha cuanto antes. La carta databa de casi dos meses atrás y el camino a Vallefresno era largo y peligroso.

Luchó con el deseo de ensillar a Uñitas y partir de inmediato. Comenzaba a anochecer y tenía un negocio que debía seguir funcionando en su ausencia. Ayudó a Niura a despachar los clientes que quedaban con una sonrisa sincera y unos ojos brillantes que llamaron la atención de su mujer de confianza, acostumbrada a ver a su jefa ocultándose tras una máscara de afabilidad. ¿Sería que iba a volver pronto la jovencita de piel oscura?

Una vez que tanto los clientes como los empleados dejaron el local, Imoen se quedó a solas con Niura, contando la recaudación y repasando los libros de cuentas.

- ¿Todo bien, jefa?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Te veo…no sé, exultante. No te veía tan feliz desde que la última visita de tu amiga.
- He recibido una carta de una vieja amiga. Hacía tiempo que quería visitarla y esta carta es la excusa perfecta. Dentro de unos días partiré. Estaré fuera unos meses, probablemente, así que te dejaré a cargo del negocio, como de costumbre. ¿Te parece bien?
- Tú mandas, jefa.

Imoen puso sus manos sobre los hombros de Niura y la miró con cariño.

- ¿Cuánto tiempo llevas conmigo, Niura?
- Pues…entré como aprendiz hace más de un año, aunque no conocí a la misteriosa jefa que va y viene – Niura le guiñó un ojo con picardía – hasta hace unos meses.
- Sabes que confío ciegamente en ti. No le dejaría el control del negocio a nadie más. No soy conocida por mi afabilidad, lo sabes, pero te he llegado a considerar mi amiga.

Niura se encogió ligeramente sobre sí misma, se sonrojó visiblemente y bajó la mirada avergonzada. Respiró hondo, como buscando valor para hacer una revelación importante.

- Jefa…Daala. Yo….tengo que confesarte algo.

Imoen le puso un dedo en los labios.

- Shhhhhh, hoy no. Es casi noche cerrada y mañana hay que madrugar. Vete a casa y descansa.
- Pero…
- Pero nada, yo terminaré de hacer las cuentas. Es una orden.
- Está bien. Gracias, jefa.

Niura cogió sus cosas y abandonó el taller. No oyó la respuesta de Imoen, que fue casi un susurro.

- Gracias a ti, Niura.

Mientras tanto, una silueta oscura observaba la ciudad desde la muralla…

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