Un recuerdo

lunes, 1 de enero de 2007

Darnassus, hace ocho años:

La Casa del Reposo estaba en silencio. Unas pocas velas ardían en las ventanas y el único sonido era el de la brisa en las hojas de Teldrassil como un cántico milenario. Una joven Liessel se desvistió con cuidado y se deslizó en la cama.

- Explícamelo otra vez.- murmuró rodeando a Trisaga con los brazos aquella noche. La joven elfa se volvió hacia ella y dejó que la abrazara, pero no dijo nada. Una sonrisa leve como un suspiro asomó a los labios de la novicia, que apartó un mechón rebelde de cabello rubio de los ojos de su compañera.

- Es una antigua leyenda Kal´dorei, Falka. Ya te lo he dicho...- iba a continuar, pero una sonrisa traviesa había cruzado el rostro de la humana. Se detuvo, suspicaz- ¿Qué?

- Dílo otra vez.

Frunció el delicado ceño.

- ¿El qué?

- Lo que has dicho, ¿calorein...?

Una suave carcajada sacudió el pecho de Trisaga.

- Kal´dorei.- su voz era sedosa, profunda como una noche sin estrellas, y adquiría un centenar de nuevos matices cuando hablaba en su lengua materna.

Liessel asintió, la estrechó más y suspiró.

- Me gusta cómo suena.- cerró los ojos y por un momento, Trisaga pensó que se había quedado dormida. Sin embargo añadió- Ojalá pudiera hablar darnassiano...

Recostó el rostro sobre el pecho de la elfa y dejó que su frente encajara perfectamente en el hueco dibujado por el cuello. Esta vez fue Trisaga quien suspiró y deslizó los dedos por el corto cabello rubio.

- Puedo enseñarte, si quieres.

La humana abrió los ojos y la miró fijamente.

- ¿Lo harías?¿En serio?

Una mirada de amor y ternura infinitos, velados de un dolor indescriptible, empañó los ojos de Trisaga.

- Eres mi Falka.- susurró- ¿Qué no haría yo por tí?

Liessel comprendió en silencio y le acarició el rostro. A los ojos de luz asomaban las lágrimas.

- No me voy a ir, Trisaga. Me quedo aquí contigo.- murmuró, y con un susurro añadió- Kess´an

Un estremecimiento en el cuerpo de la sacerdotisa.

- ¿Qué has dicho?- la voz fue débil, casi ahogada.

- Kess´an- la humana se incorporó sobre los antebrazos y la miró fijamente a los ojos, tan cerca que sus pestañas casi rozaban las oscuras marcas del rostro élfico.- Sé que es una leyenda, pero no puede ser de otra manera. Lo que siento aquí- se llevó una mano al pecho y cerró el puño como si doliera- no tiene explicación en el mundo del que vengo.

Gruesas lágrimas se deslizaron por las mejillas de la sacerdotisa, bañando las marcas de un resplandor argentino.

- Trisaga, Làgrima de Plata.- murmuró Liessel, y recogió con sendos besos las lágrimas perladas.- ¿Qué no haría yo por tí?

La joven elfa suspiró, conteniendo el llanto, y sonrió. Antes de que se diera cuenta, la humana había hecho un comentario malicioso y ambas se habían enredado en un abrazo, incapaces de parar de reir, hasta que fue necesaria la intervención de las sacerdotisas mayores para hacerlas callar.


Shattrat, esta noche

En el silencio del Hospital, Trisaga despertó sacudida por los sollozos, que ahogó contra la amohada bajo la luz de las estrellas.


***


"Recuerdo la leyenda" dijo Dretelemverneth sobrevolando el cielo de la noche con las alas extendidas "Es muy antigua"

Trisaga, sentada en la arena, alzó el rostro para ver la silueta del dragón recortada contra la luz de la luna y asintió, de nuevo dueña y señora de sí misma.

"¿Por qué Falka y Kess´an?" inquirió el draco haciendo un hermoso giro en el aire "¿Por qué vosotras?"

- Conoces la leyenda- respondió la hija de las estrellas en voz baja.

Aunque su compañero se encontraba a muchos metros por encima, volando en el cielo límpido del desierto, sabía que no necesitaba esucharla para entenderla, pero ella todavía necesitaba hablar para sentir que decía algo.

"Las tradiciones más primitivas del pueblo kal´dorei hablan de la fragmentación de las almas" recordó el dragón.

Bálsamo Trisaga, que de niña había bailado a la sombra del Monte Sagrado para su padre y que había sido educada para respetar las Antiguas Tradiciones, asintió.

- Las almas son inmortales, pero frágiles.- recordó, casi para sí- y cuando una criatura muere, su alma se fragmenta, y cada fragmento se imbuye en un nuevo ser. Las leyendas hablaban de lo excepcional, imposible y maravilloso que podía ser encontrar a uno solo, solo uno de los fragmentos de tu alma.

Kess´an y Falka eran dos fragmentos de una misma alma, un alma antigua y poderosa. Uno de ellos se había imbuido en la hija no-nata del líder de un clan guerrero de los kal´dorei. El otro, en el germen de vida que brotaba en el vientre de una mujer humana, de las primeras tribus de hombres en las llamadas Tierras Altas, al otro lado del mundo. Ambos fragmentos medraron, dieron lugar a sendas niñas que luego crecieron para convertirse en mujeres.

Kess´an, que había sido bendecida con el don de la visión, supo que otro fragmento de su alma habitaba el mundo y, renunciando a su rango y a su herencia, partió en su busca, pues decían las leyendas que quien encontrara un fragmento perdido de su alma,tendría a su alcance la puerta de la felicidad eterna.

Por su parte, Falka emprendió su viaje iniciático, pues deseaba ser considerada una guerrera entre su pueblo. Tomó su lanza y una capa y partió, dispuesta a cruzar el mundo. Nada sabía la humana de las leyendas kaldorei, nada sabía de las almas.

Ambas encontraron grandes obstáculos en sus caminos, pero algo les empelía a superarlos y a continuar...

"Y se encontraron"

Trisaga asintió.

- Se encontraron.

Falka desconocía la leyenda, pero cuando vio a Kess´an, entendió que sabía muy poco del mundo de los espíritus y supo que de algún modo, se conocían desde antes de conocerse. El lazo que las unía estaba más allá del tiempo, más allá del amor, era como si dos almas hermanas se hubieran reencontrado después de un milenio de ausencias. Juntas, se convertían en un alma inmensa, grandiosa, capaz de grandes milagros.

Los cuentos infantiles de mi pueblo cuentan esas aventuras, de como una Hija de las Estrellas y una Hija de Arathor recorrieron el mundo llevando luz a la oscuridad, enfrentando grandes peligros en los que siempre prevalecía su unión, acometiendo grandes sacrificios la una por la otra. Son leyendas para contar a la luz de la lumbre, para jóvenes novicias, para aprendices de todos los gremios, para dormir arropados por el arrullo de las hojas, a la sombra del Gran Árbol, mientras el mundo transcurre ajeno, durante el día.

Sin embargo,la historia no finalizaba ahí. La leyenda continuaba, más allá de la felicidad eterna, de las grandes aventuras. Hablaba de milagros, pero no hablaba del dolor indescriptible que suponía encontrar a quien fue parte de tí mismo y que ya no lo puede volver a ser jamás...

Cuando Liessel acudió a la Casa del Reposo, no sabía nada de las leyendas. Pero ambas supimos que nos conocíamos desde antes de conocernos.>>

"Sin embargo, Falka regresó de la muerte por Kess´an" apuntó Dretelemverneth.

Trisaga suspiró.

- Regresó. Pero precisamente por esto solo es una leyenda.

[...]

La inmensa luna resplandecía en el desierto convirtiéndolo en una superficie argenta con dunas de plata batida. Dremneth descendió lentamente y adquirió la forma humana que le era característica antes de acercarse a la silenciosa kal´dorei, absorta en aquella mística visión.

- ¿Qué ocurrió después?- inquirió en voz baja, tomando asiento.

Trisaga parpadeó, como regresando de un recuerdo privado, y entrelazó los dedos sobre su regazo.

- Cuando su formación finalizó – explicó con voz suave- Liessel consideró que era el momento de regresar a su mundo. Ya no era la criatura rota y frágil que había desembarcado en la Aldea Ruth´Eran. Ahora era Mush´al anan fandu, y su nombre era temido y conocido en los oscuros mundos que frecuentaba. Volvió a los Reinos del Este en busca de una nueva vida. Deshizo, a lomos de su yegua, todo el camino que había hecho para llegar hasta mí

El viaje fue largo y lento, pero su espíritu ahora era ligero y por tanto avanzó con brío, con ganas de iniciar una nueva vida. Fue en aquel camino, en la calle más recóndita de la aldea más perdida del profundo bosque de Elwynn cuando encontró a Zorea, una joven pelirroja de los Páramos con una inquietante habilidad con las energías sombrías y a quien, según me dijo después y pude comprobar por mi misma, consideraba otro fragmento de nuestra alma.

Lady Zorea servía a las órdenes de Sir Tristán de la Tour en la Orden del Sol Plateado, y aquello representó la oportunidad que necesitaba para iniciar su nueva vida. Liessel juró lealtad a sus nuevos señores, Tristán y Ventormenta, y se convirtió en discípula de Tidnar, el maestro de espías del Sol Plateado.
Tidnar era un exiliado de Gnomeregan, un experto en su campo y un maestro paciente, y junto a él, Liessel aprendió los entresijos diplomáticos y políticos de los reinos humanos, tan diferentes y alejados de las costumbres de mi pueblo. También pudo volver a ver a sus hermanos, acogidos y felices en el Orfanato de Ventormenta. Por fin parecía que iba a tener una vida. Conoció a un hombre, un guerrero llamado Aioria por el que comenzó a sentir una incipiente atracción. Sin embargo, al poco tiempo de regresar, algo sucedió.

Liessel había abandonado los Reinos del Este tras haber intentado matar a su padre, y durante su estancia en Teldrassil, se había arrancado a mordiscos aquellos recuerdos para sobrevivir. No había contado con que al volver, aquellos recuerdos se volverían presentes y reales, y cuando por fin empezó a sentir que podía tener una vida, que aquella podría ser su familia, aquel hombre que la había roto por dentro y por fuera, asestó su último golpe. Una orden recorrió las calles de Ventormenta: se buscaba a Liessel Ruran por homicidio e intento de asesinato.

- ¿Homicidio?- inquirió Dremneth, que había escuchado hasta entonces en silencio- ¿Intento de asesinato?

Trisaga cerró los ojos y asintió en silencio, como si aquel pensamiento la llenara de un dolor indecible.

- Liessel era solo una niña cuando ahogó a su hija en el río. El crimen perpetrado a ojos de Elune, lo era también ahora a ojos de la ley del Reino de Ventormenta y, amparándose en ella, ahora aquel hombre que no podía ser llamado padre, arrojaba sobre ella todo el rencor acumulado en aquellos años. Según la denuncia interpuesta en la oficina del magistrado, los restos de la pequeña Eliza habían aparecido en el río, o tal vez aquel hombre había descubierto el cadáver y había aguardado el momento justo para desvelarlo y acabar de romperla. La acusó de matar a la niña y de haber intentado matarle a él mismo.

Ella vio como, de pronto, aquel nuevo hogar se convertía en un avispero. No podía salir a la calle, sabiendo que era buscada y que se ofrecía una recompensa por su cabeza. Tristán y Tidnar agotaron todas las vías para mantenerla a salvo, para evitar que cometiera una atrocidad. Tidnar apeló a su autocontrol con una voluntad férrea, pero Liessel vio en aquella firmeza un reflejo de su propio padre y le dio la espalda. Tristán por su parte recurrió a todos sus contactos para anular aquella orden de arresto y poder sacar furtivamente a Liessel de la ciudad. La llevó hasta el lejano puerto de Menethil y la ocultó en un barco de su propiedad, con el fin de que permaneciera allí hasta que pasara toda la tormenta. Liessel nunca había conocido a nadie que se preocupara por ella de aquella manera, y la atención de Tristán era tan cálida y genuina, tan desinteresada y entregada que, a pesar de haber jurado unos votos oficiales hacia él como maestre del Sol Plateado, en su fuero interno juró lealtad eterna al hombre que le había salvado la vida y que se acercaba, a pesar de su joven edad, a la figura paterna que ella nunca había tenido.

- De ahí venía- murmuró Dremneth para sí, como si encajara ahora una pieza en su rompecabezas particular.

Trisaga asintió.

- Sin embargo, Liessel no era ya la criatura desvalida que había huido de aquel lugar. Ahora era Mush´al anan fandu, el Susurro en las Sombras, y tomó la firme resolución de acabar con aquel fantasma quejumbroso que la perseguía desde su pasado. No iba a permitir que nadie ensombreciera su presente, ni siquiera él. E hizo lo que mejor sabía hacer: Un muerto.

Aquella fría venganza satisfizo su ansia, pero fue un duro golpe para la confianza que su maestro, Tidnar, tenía en ella. También sus otros maestros tomaron medidas contra aquel acto: Mathias Shaw, otro de sus superiores en el campo del espionaje, movió los hilos y sus hermanos fueron trasladados del Orfanato de Ventormenta y llevados a nuevos destinos que ella no conocía. Castigó con esto su crimen y también por ello, Liessel, que había sido una de sus mejores agentes, le dio la espalda.
Fue una época dura y fría, alejada de nuevo todo aquello que tanto le había costado conseguir. Cambió su nombre, desapareció en el mundo de los bajos fondos de Ventormenta, vendiendo su arte a quien pudiera pagar sus honorarios. Empezó a beber…

Fue, no obstante, aquella familia que ella creía haber perdido, quien se unió para recuperarla: Tidnar, Sir Tristán, Zorea y otros amigos como el recto Galador, o el enano Kurgar. Juntos le demostraron que, pese a su crimen y su dureza, pese a aquella oscuridad que la rodeaba, ellos seguían allí para ella. Afortunadamente, Liessel acabó regresando a su lado y con ello, los lazos que los habían unido, se volvieron infinitamente más fuertes.
El tiempo pasó y ella recuperó, poco a poco, su vida. Su lealtad hacia Tristán, acrecentada por aquellos sucesos, se volvió inquebrantable y fue, paso a paso, convirtiéndose en su consejera, siempre atenta a los rumores, a los tejemanejes políticos. Pasó a ser su mano en la oscuridad para aquellos actos en los que no podía permitirse ensuciar su nombre, y todo ello Liessel lo hacía sin dudar, impelida por aquella férrea lealtad hacia él.

Fue durante el transcurso de una de aquellas misiones cuando, en estas mismas arenas que nos hallamos, se encontró con Dishmal. >>

Dremneth asintió. Aquel nombre tampoco le resultaba desconocido.

- De modo que realmente, podría decirse que todo empezó aquí- hizo un gesto abarcando las dunas infinitas.

Con una sonrisa teñida de añoranza, Trisaga continuó.

- Todo empezó en estas arenas, cuando Liessel y Dishmal se descubrieron el uno al otro. Habían existido otros hombres, desde luego, como Aioria o Soren, pero Dishmal fue quien le estaba realmente destinado. Pese a su reputación, que ponía mucho cuidado en mantener, de mujer fría y peligrosa, en realidad se ocultaba bajo los escudos una mujer que ansiaba paz. Dishmal era esa paz, y fue tan real, tan alcanzable, que construyeron juntos grandes sueños.

Pero la maldición de Liessel no tardó en hacerse patente. No se trataba una maldición realmente, pero para ella lo era. Su matriz estaba destrozada a raíz de la terrible infancia que vivió, no podía concebir sin poner en riesgo su vida. Buscó un boticario, que le proporcionó un remedio para no quedar encinta (lo que hubiera supuesto su muerte), pero en su afán por no descubrirle a Dishmal su secreto, el uso de aquel remedio la llevó a la adicción. Aquello estuvo a punto de salirle más caro que cualquier otra cosa, pero le obligó a hablar con Dishmal, y fue cuando recurrió a mí y pidió hablar con Finarä.

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