IX

viernes, 25 de abril de 2008

A seis días de Beltane, en algún lugar:

Liessel se mece en la silla al compás de la marea mientras repasa con atención el contenido de la carpeta oscura. Nombres, estrategias, cuentas... Sonríe.

Secretos.

Tristán ha resultado más astuto de lo que cabría esperar ¿qué mejor manera de tener atado y controlado a un elemento disidente que otorgándole una responsabilidad pública? La conoce, desde luego: sabe que aunque la juzgan sin honor, ella no juraría jamás en vano y que este cargo le obliga a... postergar ciertas actividades no demasiado acordes con las leyes que ha jurado cumplir.

Aprieta los puños y suspira, se obliga a pensar que su cruzada ya no tiene sentido. Nadie queda de los Caern Visnu, todos han caído bajo sus hojas o abrasados por la ira de Dishmal. Siempre respetó a los druidas, los druidas respetaron a Finarä, y solo los Visnu se levantaron contra la Hija del Roble.

Muertos, todos muertos. Y la venganza no le ha devuelto a su hija.

Suspira y trata de concentrarse en los papeles. Sin embargo, entre los legajos legales del Alba de Plata, asoma un pliego de pergamino en el que escribe, con torpeza, en la compleja gramática sin´dorei.

Bien, bien, bien... Parece mentira lo que hablamos: paz no quieren ni habrá jamás por mucho que luchemos, Kronkar. Aquellos que se hacen llamar honorables luchan por codicia cebándose en los desguarecidos, y mientras gente como tú y como yo tenemos que cargar con el estigma de los rateros.

En ocasiones creo que nadie ha visto jamás la terrible cicatriz que atraviesa Lunargenta: yo jamás la olvidaré, como bien sabes; para mí será siempre un recordatorio de la amenaza que se cierne sobre nosotros desde distintos frentes. La Plaga, la Legión... Y mientras tanto los guerreros capaces buscan el botín, alimentan el fuego de una guerra interna que lo único que hace es debilitarnos frente al enemigo real.

Como el día que nos conocimos: cegados por el odio, los guardias de Lunargenta cargaron contra mi, que iba desarmada y con el caballo de carga, con el corazón encogido al ver el terrible paraje de la ciudad destruida. Solo tú, en aquella vorágine de ira y odio, tuviste la sangre fría de arrastrarme lejos del combate y preguntarte qué diablos hacía una humana desarmada tan cerca de las puertas.

No podemos pedir lo mismo de todos y cada uno de los individuos que pueblan esta tierra, Kronkar. No podemos arrastrarlos a todos a la Cicatriz Muerta para que comprendan la magnitud del conflicto, el auténtico enemigo. Los kal´dorei, que sacrificaron su inmortalidad, no recuerdan la destrucción del Pozo, ni los humanos parecen reparar que les gobierna un niño controlado por intereses y codicia... Todo lo que hemos luchado... todo está siendo en vano.


Por alguna razón, su mirada se queda prendida del cesto vacío que descansa en la repisa del ojo de buey, junto a la cama. Tras unos segundos, suspira. Mira fijamente el papel y luego, con una sonrisa triste pero traviesa, se inclina de nuevo con la pluma


Sin embargo, si insistes, puedes intentar convencerme... Sí, como tú sabes...




***

- La lealtad de Liessel hacia Tristán venía de años atrás, por la intervención de Lord de la Tour en aquel oscuro asunto legal que la implicaba cuando acababa de regresar de las tierras de mi pueblo. Sir Tristán intervino en la corte y revocó una orden de búsqueda y captura contra ella, y la puso a salvo, en el barco que ella más tarde adoptó como vivienda. "Susurro sobre las aguas", lo llamó, como un hermano de su propio nombre entre los kal´dorei: Mush´al anan Fandu, "Susurro en las Sombras".

Trisaga dio una puntada más a la vaina que bordaba, bajo la atenta mirada de Dremneth.

- Por eso, cuando Sir Tristán puso sobre sus hombros la responsabilidad y el reconocimiento de ser Prelada de Inteligencia para el Alba de Plata, no pudo negarse. Además, al haberse volcado los sanadores de la hermandad en su curación, se había creado con ellos una deuda de vida.

Pese a ser una maestra de espías, pese a ser considerada una criminal, una asesina, una mujer sin honor y sin corazón, Liessel seguía férreamente su propio código de honor. Un código muy particular, sí, pero ni siquiera el recto Tristán hubiera podido reprocharle uno solo de sus puntos. Y por tanto, aceptó con devoción su nuevo cargo y juró lealtad a sus valores. De hecho, fue entonces cuando Imoen y ella empezaron a tratarse profesionalmente, ajenas al lazo que las unía.

Sin embargo, Liessel siempre fue una mujer de intrigas, y desde su privilegiado puesto en las sombras, tejía sus propias redes, volvió a extender sus influencias, poco a poco, fue recuperando su habilidad como intrigante. Aunque pasara más tiempo ebria que sobria...

En aquella época, yo servía en el hospital de refugiados de Shattrath como médico. El trabajo era incesante, siempre llegaban nuevos refugiados que necesitaban cuidados. Allí llegó la joven Kloderella G. Firenan, esposa del recto Leohast Slambert, con terribles heridas. Había perdido un ojo a causa de un espadazo en el rostro y otro le cruzaba el pecho entero... Era además una joven paladina, discípula de Joseph Argéntum Cerronegro, a quién siempre he tenido en alta estima, y volqué toda mi atención en curar a aquella muchacha. Lo que yo no sabía era lo importante que sería en el futuro y como sería ella quien salvara mi vida más adelante....

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