XI

martes, 6 de mayo de 2008

Cinco días después de Beltane:

Creo que Nerisen juega conmigo. Casi estoy esperando que todo sea una trampa y me eche encima a la guardia cuando ya sea demasiado tarde para echarse atrás. La Horda me mataría en el acto si me descubren, la Alianza solo tardaría lo justo para preparar la horca por Traición.

Pero cada cosa a su tiempo. Empecemos por el principio.

Las Tierras Fantasma son inquietantes, pero por alguna razón me siento protegida allí. Tal vez sean el aspecto sombrío de todo, no lo sé. De todos modos ya no puedo pensar en ello como si fuera solo un paraje exótico y extraño. He visto la Cicatriz. No hay más que hablar.

Kronkar insistió en que nos reunieramos en las ruinas. Sé que ver esas piedras es un suplicio para él, pero creo que se empeña en ir allí para no olvidar. Cualquier otro sin´dorei lo utilizaría para avivar el odio hacia la Alianza, porque les dimos la espalda y dejamos que sucumbieran al azote de la plaga para no arriesgarnos. Los sacrificamos, como sacrificamos el Pozo de la Eternidad. ¿No es curioso que los humanos no hayan perdido más que un par de plazas fuertes? En cualquier caso, comprendo a los sin´dorei: en ocasiones yo también siento el impulso de dar la espalda a los fingidos virtuosos de la Alianza.

Llegué a las ruinas poco antes de medianoche. Incluso derruidas poseen un embrujo dificil de describir: solo podría compararla con Azshara y su decadencia. Kronkar ya estaba allí, al pie de la Arquera, y me dijo que Nerisen había aceptado verme, pero que tendría que llegar hasta él por mis propios medios.

No hay paso posible desde las ruinas a lo que queda de Lunargenta y hay que rodear las murallas para encontrar la puerta. Ha sido curioso volver a estar allí, aunque ya no cometeré el error de la primera vez: si no me ven, no tendré que hacer daño a nadie.

Sería un comienzo desastroso para esta empresa contar con un cadáver.



La puerta de la ciudad está vigilada, pero es lo bastante amplia para poder pasar tranquilamente si se distrae a los guardias. Kronkar se encargó de eso casi sin darse cuenta: esa bestiezuela que lleva con él es capaz de alborotar más que una manada de taurens bailando "El pato con una pata".

La entrada da unos corredores bastante oscuros pero estrechos: es fácil deslizarse de sombra a sombra, pero un encuentro fortuito podría significar que todo acabe antes de empezar. Afortunadamente, no hubo tal encuentro.

La ciudad es amplia: demasiado si lo pensamos desde un punto de vista táctico. Aun teniendo en cuenta que esa amplitud sin obstáculos hace casi imposible esconderse y permite ver a cualquiera a gran distancia, vigilar una extensión tan grande es dificil y se nota: Lunargenta apenas tiene guardias. Además, esas amplias avenidas facilitan el desplazamiento de las tropas enemigas una vez atravesado el perímetro vigilado.

En cualquier caso, pudimos cruzar sin contratiempos la avenida principal y llegamos al pasadizo oscuro donde tiene Nerisen su pequeño negocio. Me gusta esa parte de la ciudad: es sombría y como en toda Lunargenta, está plagada de vaporosas cortinas que permiten a una pasar inadvertida.

Nerisen nos estaba esperando y no estaba solo. En un alarde de arrogancia, me recibió en el interior de su escuela y ni siquiera despidió a los estudiantes. Estaban con él Zelanis, Elara y Cel, y esa muñequita de Darlia. Yo, por mi parte, pedí a Kronkar que esperara fuera. Al principio la idea de que todos sus entrenadores e incluso los aprendices estuvieran presentes disparó todas mis alarmas, pero luego pensé que no estarían allí de no ser de plena confianza para Nerisen: incluso aunque fuera un pequeño juego, podría costarles la vida a todos ellos. Y sobra decir que no es ningún juego.

Durante la reunión, nadie nos molestó. Pude exponer con claridad y sin prisa los puntos del plan. Por el silencio de todos los presentes y por la mirada de Nerisen, entendí que ninguno se atrevía a pronunciarse al respecto en presencia de los demás. Nerisen me despidió sin declarar el acuerdo y yo, tan silenciosamente como llegué, desaparecí.

La taberna es un pequeño antro oscuro lleno de cortinas y cojines. Conozco a la tabernera: la he visto alguna vez en Shattrat y aunque se sorprendió de verme allí, no dio la voz de alarma y me permitió utilizar una de las habitaciones. Nerisen se presentó allí al cabo de una hora. Dijo que todos están de acuerdo menos Elara, que se muestra recelosa y cree que se trata de una trampa. No la culpo. En cualquier caso, Nerisen coincide conmigo en que puede hacerse y debe hacerse, y hemos acordado que hará de intermediario con mi contacto en Entrañas. No me da buena espina: me ha dado las coordenadas de una entrada trasera a la ciudad en la cual no debería tener ningún problema y hemos acordado vernos allí mañana a la misma hora para hablar con Gregory Charles. Un sin´dorei conocido por sus argucias me ha convocado a un encuentro con un no-muerto en lo más profundo de Entrañas, donde todas las entradas y salidas están custodiadas por esos gigantes repulsivos que van arrastrando los intestinos.

No, no me da buena espina.

Una vez expuestos los términos, corrimos las cortinas y cerramos el acuerdo.

Cuando salí, Kronkar se había marchado.

***


- Como dije, Liessel no conocía límites a la hora de buscar contactos, y estos eran solo unos pocos nombres de lo que parecía ser una extensa red. Kronkar fue, en este plan, su modo de acceder a personalidades afines a sus propios objetivos, cuestión no exenta de riesgo.

Las Corrientes del tiempo rugían a su alrededor, sin embargo, a fuerza de la costumbre, su sonido no les impedía escucharse con normalidad.

- Pero no era solo eso: era su aliado, su amigo, su amante. Debes entender que tras la muerte de Dishmal, el gran amor de su vida había desaparecido y no había esperanza de recuperarlo. Junto con el alcohol, se sumió en la promiscuidad para olvidar. Primero fue Kronkar, pero luego le siguieron otros. Nerisen era un maestro de espías allá en Lunargenta, ignoro qué ha sido de él o si sigue vivo después de estos años.

- ¿Nunca pensaste en buscarle para averiguar qué se traían entre manos?

Trisaga negó con la cabeza.

- El dolor de Liessel había abierto una brecha terrible entre nosotras y cada día me resultaba más difícil llegar hasta ella. De todos modos, nunca dejé de confiar en la otra mitad de mi alma, aunque temiera sus desvelos y su carencia de límites. Si ella no quiso involucrarme en el plan, deseo creer que fue por mantenerme a salvo. Además sé que inmiscuirme en aquella faceta de su vida hubiera representado una especie de violación de sus reservas más recónditas. No, no me correspondía a mí indagar, aunque no en pocas ocasiones pasó por mi cabeza la idea de comenzar la búsqueda.

Dremneth asintió en silencio. Entendía más de lo que las palabras de la sacerdotisa decían.

- Sus pasos la dirigían a Entrañas – continuó Trisaga- tal vez por, como dijo a Kronkar, la terrible afinidad que parecían tener con Lunargenta a raíz de la guerra con Arthas. Supongo, sin saber yo nada de estrategia ni diplomacia, que tener dos potenciales aliados relacionados ya por una causa común facilitaba la tarea de reunir nuevos aliados. Sin embargo, asumía un riesgo muy importante al llevar a cabo este plan: según dice el diario, hubieran podido colgarlos a todos por traición, cada cual a su nación. Y aún así, tuvo que confiar en Nerisen para que la llevara hasta su contacto en Entrañas.

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