La otra orilla III

martes, 23 de marzo de 2010

Tendida en el camastro, Liessel suspiró por la fuerza de la costumbre y cruzó las manos tras la cabeza, mirando fijamente al techo. La habitación no era muy diferente de la de cualquier otra posada, solo que la luz que entraba por la ventana era sombría y lúgubre. El cementerio al otro lado tampoco resultaba tranquilizador.

Sentía que su llegada había sido un fracaso estrepitoso, aunque al final todo hubiera parecido ir bien. Había ido al Concejo, como le había dicho su contacto, para pedir el permiso y abrir un taller de reparaciones en la pequeña aldea. Sin embargo no había esperado un interrogatorio como al que la sometió el señor Stahenstein sobre su Despertar. Menos mal que en el último momento había recurrido a David para la coartada...

- Es bueno tener amigos hasta en el infierno...- suspiró.

Y luego la visita a Lady Sylvannas.
¿Cuanto hacía desde que la había tenido a la distancia de una puñalada? No había podido evitar sonreir irónicamente al arrodillarse y pronunciar aquel formulismo para poder abrir el taller en Rémol.

"La Dama Oscura confía en David Trías" había dicho finalmente el ejecutor de Rémol "Si él avala su historia, no habrá ningún problema con el censo"

¡Un maldito boticario! ¡Como si no hubiera tenido bastante con haber vuelto de la mano de aquellos alquimistas locos! ¡Ahora iba a vivir bajo el gobierno de uno! Bueno, la población no parecía descontenta (dadas las circustancias) de modo que tendría que acabar por acostumbrarse.

Se había hecho llamar Hester Stanhope, porque Loraine estaba claramente asociada con el Refugio Pino Ambar y tenía muchos contactos en la Alianza, y porque como Liessel podría quedar algún tipo de pista que les llevara al antigup plan. Valía la pena curarse en salud. Hester Stanhope era tan buena tapadera como cualquiera.

Luego había aparecido aquella joven, Margueritte Edhelstein, la amanuense. Había atraído poderosamente su atención porque también ella parecía inquietantemente viva. Un poco pálida, si, pero demasiado saludable para ser una renegada. Y sin embargo lo era...

Bueno, lo extrañamente reconfortante de todo aquello es que era prácticamente igual que cuando estaba viva: llegar a un lugar nuevo, las suspicacias, las formalidades, los nuevos conocidos...

Sí, tal vez pudiera rehacer su vida allí...

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