Los Hilos del Destino XLV

lunes, 5 de abril de 2010

5 de Abril:

Han pasado meses desde la última vez que escribí, y sin embargo nada he conseguido todavía. El movimiento de las tropas necesarias para poder hacernos con los dragones es lento y además poco menos que inútil, puesto que los dragones, lejos de permanecer quietos custodiando los portales, deben tener guaridas ocultas donde se guardan de los ojos de los mortales. Así sucede que el ejército llega al portal y no hay dragón para combatir.

Esto recae en el ánimo de aquellos que han venido a auxiliarme en mi misión. No es solo el tiempo de viaje, sino la necesidad de coordinar a un gran numero de personas, que para cuando el vigía avisa del regreso del dragón, tardan tanto en reunirse de nuevo que el dragón vuelve a marcharse... Están desanimados, e incluso mi esperanza flaquea.

Últimamente Dremneth me ha pedido que le cuente la historia de Liessel, que tanto tiempo he guardado en mi interior. Es tan larga, oscura y compleja que en ocasiones me sorprende pensar que pese a todo, lo superamos, y que pese a todo aún estoy aquí, cuando pensé que nunca me repondría.

Me consuela pensar que ahora que el Rey Exánime ha caído, y que se venció al señor del Templo Oscuro y por tanto a la Legión, Liessel descansará al fin. Quiero pensar que allá donde esté conozca al fin la paz, y que vea desde allí como pongo mi vida a disposición de la salvación de su hija, como no pude hacerlo para salvarla a ella.

Dremneth me espera en la entrada, en silencio. Esta noche sobrevolaremos los bosques de nuevo en busca de esos dragones huidizos que parecen ocultarse de nosotros. Ojalá encontremos alguna guarida esta noche.

Ojalá.

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