Una noche en Lunargenta V

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Laderas de Trabalomas, principios de noviembre:

El sol del mediodía brillaba con fuerza por encima de sus cabezas, arrancando de sus frentes perladas gotas de sudor que trazaban sendas invisibles tras sus pasos. Los dos contendientes se miraban fijamente a los ojos, deslizando un puie tras otro en una danza circular, midiéndose con mirada expera, atentos a cualquier movimiento de su oponente.
No había espectadores en las gradas desiertas, ni tampoco se percibía la actividad que era usual en la vieja mansión Ravenholdt, pero pese a too habían preferido elegir con cuidado los días de entrenamiento en la casa madre.

El sonido de los cascos de un caballo marcó un alto en la extenuante sesión. Sin volverse pero sin correr, la mujer se encaminó hacia la parte trasera de la casa, oculta a la vista, mientras su compañero se adelantaba al encuentro del jinete.

- Salud, Nerisen- dijo el hombre desmontando ágilmente del caballo negro. - ¿Todo en orden

Vestía un pulcro traje oscuro, a juego con su impecable peinado y la elegante maleta de piel negra que llevaba en la mano.
El elfo le saludó con un leve movimiento de cabeza, secándose el sudor de la frente con el brazo desnudo. Llevaba el pelo recogido en una tensa coleta y el sudor bañaba el torso descubierto.

- La casa esta vacía, como dijiste.- concedió el sindorei- Hemos estado practicando toda la mañana ¿Tienes los papeles?

El hombre asintió y dirigió su mirada a la mujer que caminaba hacia ellos desde la parte trasera de la casa. Era de estatura media y llevaba el largo cabello rubio trenzado y colgando por encima de su hombro derecho. Vestía ropas de cuero, oscuras y gastadas, y también su rostro estaba perlado de sudor. Percibió el recelo en sus ojos, aquel breve instante antes de verlos repletos de la alegría del reconocimiento.

Nerisen vio como el humano trataba de parecer impasible, pero no escapó a su aguda vista su inceridumbre. Wolfe inspeccionaba a la recién llegada con la misma intensidad que había puesto él mismo en aquella idéntica situación. Podía anticiparse a su razonamiento:

Ahí está, camina hacia mí, es real. Es su rostro, pero no hay rastro de la Plaga, realmente es humana, pero ¿Cómo? ¿Es ella realmente?

La mujer también lo percibió, y se detuvo prudentemente a unos metros del recién llegado. La sonrisa de sus labios menguó hasta desaparecier, consciente como era de la evaluación de la que era objeto. Le miró fijamente a los ojos y entonces, solo entonces, hubo reconocimiento en la mirada del humano.

- Hola, señor Lobo.

La sonrisa había vuelto a los labios de la mujer, y a su mirada.
Winstone Wolfe trató de asimilar que lo que veía era real y tendió las manos abiertas hacia ella. La muchacha las tomó entre las suyas y el hombre pudo sentir la calidez de su piel. No podía estar muerta, no, no lo estaba. Estaba viva... ¡viva!

- Liessel... - acertó a decir.

Se demoró un instante más en observarla y luego se recompuso. Era evidente que cientos de preguntas se agolpaban en su mente sin que ninguna de ellas fuera lo suficiente concreta. Todas parecían, en su variedad, apuntar a la misma endiablada incógnita ¿Cómo?

Nerisen sonrió para sí, satisfecho de no ser el único en haberse visto asaltado de dudas al verla, pero aún así le alegró saber que Liessel había dado un paso más en su retorno.

***

La fresca penumbra que reinaba en el interior de la casa era bálsamo suficiente para el calor del exterior. Sentados a la mesa, Liessel y Nerisen esperaban con un deje de impaciencia a que Winstone Wolfe sacara una carpeta de su oscura maleta.

- Bien, el tema de los papeles ha sido relativamente sencillo. - explicó el hombre tomándo asiento- Recientemente ha llegado a los reinos del Este un resurgimiento de la Plaga y los no-muertos atacan pobaciones humanas a diario. Hay centenares de muertos y de desaparecidos, de modo que contamos con un buen surtido de personalidades entre las que escoger.

Liessel miró a Nerisen y este asintió: los rumores eran una realidad. La Peste había vuelto. Arthas debía haberse hecho fuerte en el norte mientras la Horda y la Alianza jugaban a la guerra. La mujer suspiró con amargura: después de todo, su lucha había sido en vano.

Al otro lado de la mesa, Winstone continuó:

- Hemos localizado el caso de una mujer joven, una viuda de los Páramos. Es especialmente conveniente porque no tenía familia alguna: su marido era un marino de la Armada que se perdió en el mar hace algunos meses. No tenían hijos. Su pasado es un agujero negro, era una doña nadie hasta que se casó. Tras la muerte de su marido, se recluyó en la hacienda familiar.- comprobó un par de notas- Fue asaltada por la Plaga en una de las oleadas en los Páramos. Los vecinos ignoran qué fue de ella y tampoco les preocupa. Su cuerpo apareció flotando cerca de una de nuestras bases de operaciones. Parece una baza segura.

Sacó una nueva carpeta de su maletín y se la tendió a Liessel.

- Su nombre era Loraine. Loraine Ruran. Tenía dieciocho años, creo que puedes dar el... - se detuvo un instante, creyendo percibir un cambio extraño en el gesto de Liessel- ¿Ocurre algo?

La mujer tomó aire levemente y negó con la cabeza.

- Disculpa. Continúa, por favor.

Wolfe frunció el ceño y miró a Nerisen, pero él tampoco parecía entender.

- Bien, más o menos tenía tu misma estatura, pero su pelo era rojo, de modo que tendremos que hacer algo con esa melena tuya. Como los Páramos no son una zona demasiado segura, tienes la excusa perfecta para buscar una nueva casa. Podemos proporcionarte una, si lo deseas.

Liessel sonrió, pero su sonrisa era triste y enigmática.

- No hará falta, Winstone.- dijo al fin- Sé exactamente dónde buscar.

***

Sin la camisa de su pulcro traje, Wolfe resultaba casi más intimidante que con su "uniforme" de trabajo. Los brazos eran gruesos y poderosos, y el pecho tan amplio que hubiera podido abarcar varias mujeres del tamño de Liessel.

Al otro lado del círculo de lucha, Liessel se inclinó hacia delante y entrecerró los ojos, como un felino a punto de saltar.

- Bien, bien, bien...- sonrió el Señor Lobo con diversión en la mirada- Veamos qué es lo que recuerdas, señorita.

Desde las gradas, Nerisen observó a los dos contendientes.

El combate comenzó.

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