VI

sábado, 17 de noviembre de 2007

Hace tres semanas:

Einskaldir hizo un gesto hacia la barra con la jarra vacía.

- ¡Otra!

Luego se volvió hacia su acompañante mientras la camarera se acercaba con la bandeja cargada de jarras nuevas.

- Como te iba diciendo, el mercado de encargos está copado de mercenarios de poca monta que venden sus espadas por unos pocos oros... - chasqueó la lengua con desdén- Aficionados... -suspiró- En fin, que el negocio está cada vez mas... ¡JODER!

Se puso en pie de un salto al sentir la cerveza helada derramándose sobre sus piernas.

- ¡Oh, lo siento, lo siento!- exclamó Irinna, tratando de limpiar, torpemente, el desaguisado con un paño. Su voz parecía quebrarse en un lamento angustiado- ¡Que torpe soy! ¡Que tonta! Oh, lo siento... ¡Lo siento tanto!

Einskaldir reparó entonces en que las finas manos de la muchacha temblaban violentamente mientras procuraba secar la cerveza de sus pantalones. Profundas sombras se marcaban bajo aquellas esmeraldas que tenía por pupilas y los ojos estaban enrojecidos. Parecía acumular un cansancio inhumano, de modo que Einskaldir le sujetó las manos con firmeza y la miró fijamente a los ojos.

- Está bien, Irinna. Solo es cerveza.

La muchacha murmuró algo y trató de zafarse para recoger los restos de cerveza, pero Einskaldir mantuvo la presa firme y repitió.

- Está bien, Irinna.

A un gesto suyo, su acompañante se puso en pie y se marchó silenciosamente. El elfo obligó a la camarera a sentase frente a él y vio que los ojos brillaban con lágrimas que se negaban a derramarse.

- Soy tan torpe...- murmuró la joven, mirando al suelo. Luego alzó la mirada- Hay mucho trabajo por hacer y yo...

- ¿Que ocurre, Irinna?

La muchacha suspiró.

- Estoy sola en la taberna y hay mucho trabajo...

Einskaldir miró a su alrededor y reparó en que no había visto a nadie mas que a Irinna atendiendo la taberna, lo que era poco habitual dado el volumen de clientela que la frecuentaba. No era de extrañar que estuviera agotada ¿Cuanto tiempo llevaba así?

-... mi tío tenía que haber vuelto hace tres días pero no ha vuelto ni ha mandado ninguna carta. Estoy haciendome cargo de todo hasta que esté de vuelta, pero estoy tan preocupada... Es tan raro que no haya mandado nada... ¿Y si le ha ocurrido algo?- sus ojos reflejaban una preocupación genuina, una angustia que solo podía asomarse a los ojos inocentes de un ángel caído del cielo.

Einskaldir apartó con cuidado un rizo negro del rostro pecoso.

- ¿A donde fue?

Irinna se encogió de hombros con culpabilidad. Un sollozo silencioso los sacudió antes de ahogar su voz en un murmullo.

- Él... debía hacer algo... Se marchó hace cinco días y dijo que volvería al atardecer del segundo día, pero no dijo donde iba... ¿Y si le ha ocurrido algo?
Einskaldir se obligó a sonreir tranquilizadoramente, pero aquellos ojos no hacían más que formular aquella angustiosa pregunta.

"¿Y si le ha ocurrido algo?"

***

Era el único lugar en el que recordaba haber sido auténticamente feliz, presa de la despreocupación que es común a todos los niños. Allí había bailado con los pies descalzos y flores trenzadas en el pelo, había perseguido al corzo en el bosque, había escuchado las leyendas más antiguas de los Hijos de las Estrellas…

Acurrucada como un duende, Trisaga estrechó las rodillas contra su pecho y contempló una vez más el inmenso Árbol, resaltando contra el horizonte como una columna que sostuviera el cielo. El viento en la cima del Monte Hyjal era leve y cálido, y las cigarras susurraban en la noche mientras, a lo lejos, el sol poniente teñía el cielo de naranjas delirantes. Dremneth perdió su mirada en la lejanía, esperando que la kal´dorei continuara.

- Creí que nunca más volvería a verlo - murmuró ella, conmovida, con los ojos brillantes de lágrimas.- Gracias

Se permitió un último instante contemplación, y luego, como quien abandona un sueño, continuó con la historia.

- No puedo contarte ya nada que no sepas: Brontos Algernon rompió su juramento para cumplir una promesa.- comenzó- Hubiera podido poner la posada fuera del alcance del Caer Visnu, saltar de un tiempo a otro hasta donde no pudieran alcanzarles. Pero no quería poner la vida de Irinna en peligro, de modo que tomó la decisión más drástica y arriesgada, la decisión cuyo resultado ya conoces: dejó las llaves a su sobrina y se lanzó a las corrientes del Tiempo con la hija de Liessel amarrada al pecho...

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