V

domingo, 11 de noviembre de 2007

Taberna de los Tres Soles, hace un mes ¿o es dentro de tres semanas?




Los últimos comensales se retiraron, cargando sus armas al hombro y dejando la taberna en un silencio tan acogedor como su bullicio ante el fuego. Irinna se afanó a retirar las jarras de las mesas ya vacías, mientras Deornoth repasaba uno de los rincones con la fregona. Cuando estaba vacía, Los Tres Soles daba tanto trabajo como cuando estaba llena. Brontos secaba vasos con un paño al otro lado de la barra cuando la puerta de entrada se abrió. Irinna alzó el rostro, al captar un olor familiar. No importaba el olor a cuero y leña que lo acompañaban, lo hubiera reconocido en cualquier parte del mundo: olor a magia.

- ¡Dishmal!

Brontos levantó la vista hacia la puerta justo en el momento en que el hombre atravesaba el umbral. Avanzaba con seguridad y se cuidó mucho de no dirigir una sola mirada a la joven camarera que le observaba con los ojos brillantes. Las botas de piel emitían un leve gemido a cada paso y la capa oscura ondeaba en silencio a su espalda. El cabello, tan largo que colgaba más allá de la espalda, iba recogido con una cinta oscura, pero seguía siendo del mismo negro ala de cuervo que todos conocían. Nada quedaba de las togas vistosas a las que les tenían habituados, pareciendo ahora más un montañero que el poderoso hechicero que era. Llevaba un único fardo envuelto en paño, sujeto contra el pecho, y no se veían ni armas ni cetros. De todos modos, no los necesitaba...
Dishmal avanzó con pasos firmes hasta la barra, se detuvo ante el fornido tabernero con mirada grave y deshizo los nudos que sujetaban el bulto a su pecho.
Con un gorgeo, el fardo se agitó cuando el hechicero lo tendió con cuidado por encima de la barra. Brontos atisbó, entre los pliegues de lana, unos ojos verdes y vivos que le miraban con cautela. Los ojos del tabernero volaron de la criatura envuelta como si fuera una mercancía clandestina a las pupilas de esmeralda que le miraban con gravedad desde el rostro del mago y comprendió.

Recordó las palabras de la sacerdotisa.

"...no habrá en todo Azeroth un lugar seguro..."

Había llegado el momento de cumplir su promesa.

Cuando cogió con cuidado el fardo, Dishmal respondió a la pregunta que no era necesario formular.

- Anoche los fanáticos del Círculo profanaron el Robledal con magia y fuego.- dijo, y las palabras cayeron de sus labios como un peso muerto y helado- Han matado a Finarä.

El silencio cayó sobre ellos como una losa e Irinna se cubrió la boca con la mano reprimiendo una exclamación. Incluso el joven Deornoth quedó paralizado al comprender la gravedad de lo que escuchaba. Brontos se contuvo para no preguntar, Dishmal no había terminado. Cuando se vio descargado del fardo, afianzó las correas que sujetaban sus guantes con gestos firmes y calculados. Irinna se aproximó a la barra apretando los pálidos puños, con el corazón encogido en el pecho.

- Amarnä logró escapar y ahora está a salvo- continuó el mago, entregado ahora por completo a asegurar su equipo. todos sus gestos emanaban ahora una peligrosidad casi solida- Ha cambiado de nombre y no tendrá problemas para mantenerse apartada de todo esto.

- ¿Liessel?- inquirió el tabernero, procurando no apretar demasiado el fardo.

- Es su próximo objetivo.- se agachó y tensó las cintas que sujetaban sus botas- Si alguien sabe como evadir una emboscada, esa es ella.

Cuando se puso en pie, una cortina de cabello oscuro cubrió parte del rostro, dejando tan solo un helado ojo esmeralda destellando con furia. Dishmal alzó el rostro: había llegado el momento de partir.

- El Círculo tiene ojos en todas partes, no lo olvides.

El tabernero asintió.

- Cuida de mi hija.- dijo el mago, dando la espalda- Volveré a por ella.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba ante la puerta abierta. La voz de Irinna le detuvo en el umbral.

- ¡Dishmal!

Fuera, el rugido de las corrientes del tiempo golpeaba las paredes con fuerza. El hechicero se volvió despacio, dejando que el resplandor irisado del tiempo danzara sobre su piel. Había algo diferente en su mirada, algo peligroso... Irinna retrocedió, asustada ante aquella mirada de depredador, pero aún asi reunió el valor suficiente para hablar.

- ¿Dónde... dónde irás...?

Dishmal la miró, por primera vez desde que cruzara la puerta. En su mirada no había familiaridad, era la mirada de un desconocido.

Las llamas crepitaron en las yemas de los dedos.

- De caza.

Un segundo después, donde había estado no quedaba nada.
Fuera, las corrientes del tiempo esperaban.

***


Los inmensos relojes se movían incesantemente, controlando los flujos del tiempo. El zumbido de las corrientes llegaban amortiguados por las paredes de roca como un susurro. Sentada sobre una roca, Trisaga cambió de posición al sentir el adormecimiento en las piernas.

- La noticia del milagro llegó a oídos del Caer Visnu. De pronto, aquella inofensiva kaldorei que jugaba a ser druidesa, demostró tener un poder inigualable. Dejó de ser inofensiva: se convirtió en un enemigo a eliminar. Y como supe mucho más tarde, ya no era únicamente por la magia obrada.

Entró en juego una antigua profecia kaldorei, que tal vez conozcas. La profecía hablaba de una criatura mortal con savia en la sangre, capaz de caminar entre los mundos. La profecía la llamaba "La Hija del Roble", nombre que Finarä había adoptado para sí en sus inicios, para revestir su pose de un halo místico. El Caer Visnu se dio cuenta de que esa niña bien podía ser la criatura de la que hablaban las profecías, y para ellos era una profanación el que un mortal pudiera penetrar en el sagrario del Sueño Esmeralda. Por tanto al crimen perpretado por Finarä al utilizar una magia que le estaba prohibida, se sumó la urgencia por eliminar por completo cualquier rastro de aquella profecía.

Valiéndose de su poder sobre las masas, el Caer Visnu arrojó sobre ella acusaciones de herejía y magia profana. Los rumores llegaron al Robledal. Finarä sabía lo que ocurriría y puso a salvo a su hija. Liessel quiso quedarse, ayudarle a defender el lugar, pero mi prima también la obligó a ponerse a salvo, y con ella a la niña. Al fin, solo quedó Finarä.

Y de pronto, todos los que la habían venerado, que habían ido a escuchar sus enseñanzas, desaparecieron, la dejaron sola. Y la turba exaltada arrasó el santuario. Finarä defendió el lugar con su vida, invocó para sí todo el poder que estaba a su alcance, llamó a los espíritus de las bestias, de las estrellas, de la misma naturaleza. Muchos murieron bajo el poder de sus garras y de su magia, pero siempre llegaban más. Finarä murió a manos de los fanáticos, para complacencia del Caer Visnu.

La voz le tembló, respiró hondo, apretó los puños ante la atenta mirada de Dremneth.

- Pero no terminó ahí. Una vez muerta le cortaron las manos y la lengua, lapidaron su cadaver, le arrancaron la piel, le sacaron los huesos. Y quemaron todo en hogueras, borrando así cualquier rastro de su existencia. No querían solo eliminarla a ella. Querían eliminar todo lo que representaba.*

Dremneth puso una mano confortante en el hombro de la sacerdotisa, que luchaba por controlar los temblores que invadían su cuerpo. Trisaga respiró hondo, se obligó a serenarse. Al cabo de unos instantes, su disciplina se impuso y volvió a hablar con voz firme, pausada.

- La muerte de Finarä desencadenó una ola de muerte y destrucción. Dishmal puso a salvo a la niña y se volcó en la venganza, mientras Liessel ponía todos sus recursos en mantenerse lejos del alcance del Caer Visnu y eliminarlos uno a uno, desde las sombras... Durante todo aquel tiempo, no se vieron. Cualquier encuentro entre ellos podría significar la muerte de ambos. Durante aquel tiempo, no supieron si el otro vivía o estaba muerto en algún lugar.

Y mientras tanto, Brontos tenía una promesa que cumplir...

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