XXXVI

viernes, 29 de octubre de 2010

Por Kuina´ai

Cruje, chirría, zumba, sisea, se bambolea y apesta a grasa podrida. No. No es una bestia agónica, aunque pueda parecerlo: Es un Zeppelín.
Estaban confiando sus vidas a un ruidoso cascarón de metal, madera, cuero y lonas altamente explosivo, manejado por goblins.
Muchas veces había recurrido a ese medio de transporte y, sin embargo, Kluina-Ai no lograba librarse del malestar, de la desazón que le provocaba estar a merced del azar y de los elementos.

El ruidoso artefacto y sus ocupantes invadían territorio sagrado. Violaban, consciente o inconscientemente, el orden establecido por la Madre. Para restablecer en lo posible la armonía, Klui oraba sin cesar y realizaba sus ofrendas en desagravio.

Espíritus del aire, brisas, corrientes y viento,
llevadnos en volandas a través de Vuestro Reino.
Que nuestro viaje sea rápido y sin contratiempos
.


Clareaba apenas el cielo, dando paso a los primeros albores, cuando la tauren iniciaba la Ceremonia de Bienvenida al Sol. Se unía, a través del espacio y del tiempo, a todos sus hermanos y celebraba la Bendición del Despertar, el nacer de un nuevo día. Canturreaba quedamente, abstrayéndose del entorno, con todos los sentidos puestos en el ritual.
A su alrededor, la maravilla de la Creación desplegaba, pese a las circunstancias adversas, su belleza atemporal.

En comunión con los Ancestros y los Elementos, Kluina-Ai Nubeblanca, erguida en la proa de la nave, ataviada con un sencillo vestido color de otoño, descalza, desarmada y con la cabellera plateada ondulando libre, se mostraba plenamente sin pretenderlo: Caminante de la Senda de los Espíritus, Mediadora entre Ambos Lados, Depositaria de Sabiduría y Tradiciones de su pueblo, Consejera, Sanadora...
Simplemente, Chamán.

Finalizada la ceremonia, la oficiante volvía a ser esa mujer tauren vulgar y corriente, tirando a rezongona, que todos conocían.

Y así, desde el embarque casi furtivo en Grom'Gol, la “prisionera” estuvo en buenas condiciones y muy bien custodiada; Nadie hizo preguntas incómodas y llegaron a la Torre de Orgrimmar antes de lo previsto por los tripulantes. Comentaron entre ellos, asombrados, que nunca habían navegado con un viento de popa tan benévolo y constante.
Klui sonrió agradecida: La habían escuchado.

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