Retomando viejas costumbres

viernes, 27 de agosto de 2010

Casi había olvidado este lugar y sin embargo, a pesar de los años y las vidas que han pasado, no ha cambiado ni un ápice. Sigue siendo ese avispero vestido de remanso de paz. Cualquiera se creería aquello de que los druidas conviven en paz con la naturaleza aquí, pero yo sé la verdad, yo lo he visto.

Yo no he olvidado.

Yo no he olvidado lo que le hicieron a Finarä, a Brontos, a Dishmal, a Zoe y a mí misma. Yo no he olvidado como nos cazaron, como nos acosaron como a bestias. Ha pasado mucho tiempo, y cuando el cazado se convirtió en cazador, muchos de ellos cayeron bajo mis hojas o bajo el fuego abrasador de Dishmal. Creía que había terminado. Creía que, habiendo matado por fin a su odiada Hija del Roble, habiéndome arrebatado a mi hija, todo terminaría y yo podría agonizar en paz.

Bueno, también pensaba que podría descansar cuando muriera... Je...

Y ahora Bellota está viva ¡viva! Y cuando por fin creo que la he recuperado, corro el riesgo de perderla de nuevo. Leí el diario de Trisaga, sé que todavía quedan Caer Visnu en Claro de la Luna.

Parece como si los hados hubieran decidido que ya he tenido bastante paz para esta nueva "vida".

¿Mecánica de motos? ¡Ja!

El ansia de sangre todavía no se ha desvanecido de mi pecho y no lo hará, lo juro, hasta que mi hoja se haya hundido tres palmos en el vientre de ese bastardo de Krog´nash, que su nombre arda en los fuegos abisales por toda la eternidad. Le he buscado por todo Azeroth y es escurridizo, pero no podrá esconderse siempre, en algún momento asomará la cabeza y yo estaré allí, ¡oh sí! Estaré allí y pretendo desollarle vivo por lo que hizo.

Pero por ahora, hay algo que sí puedo hacer y que no se me da nada mal. Me calo la capucha, sujeto la hoja con los dientes y me lanzo colina abajo para comenzar mi particular cosecha de almas.

Mush´al anan fandu ha vuelto.

[...]

Conozco el camino, no en vano he pasado aquí todo el tiempo que Finarä y Vesperion requirieron de mí a cambio de su milagro. Todavía recuerdo la primera vez que hice este mismo trayecto, dispuesta a rogarle a Trisaga que intercediera por mí ante su pariente. Pero ahora no queda nadie, nadie. Solo Zoe y yo, y no voy a permitir que me la quiten de nuevo.

¡Mira! ¡Un guardia! La cosecha se presenta temprana. Ni siquiera me detecta y para cuando quiere dar la voz de alarma, ya está muerto. El chasquido de su cuello me enardece. Sí, ya casi lo había olvidado. Ni me molesto en ocultar el cadáver, cuantos más me detecten, más vendrán y más sangre druidica alimentará mis hojas.

Mis pasos me llevan a los primeros edificios. Acostumbrados al constante tránsito de viajeros en busca de solaz, nadie se fija en a figura vestida de oscuro, como tantos, que se pasea entre ellos. Su ignorancia no dura, tengo ganas de bailar y nada que perder porque, aunque ellos no lo sepan, ya estoy muerta ¿Qué es lo peor que podría pasarme?

Mientras mis hojas se hunden en la tierna carne druidica, no puedo evitar sonreir bajo las sombras de mi máscara. Hace tres años que esta misma sombra sembró este mismo horror en estas mismas calles, tres años. Recuerdo el temor en sus voces al pronunciar el nombre... Mush´al anan fandu, Susurro en las Sombras. El Círculo Cenarion y su secta sabía quien había detrás de aquella amenaza, y si su red de informantes es mínimanente competente, para ellos Liessel Uscci lleva muerta dos años. Entonces ¿Quien está sembrando muerte en las calles de Amparo de la Noche?

Río, bailo, mis hojas sesgan vidas. He de admitir que esto de estar muerta no es malo del todo. Supongo que, como dijo Lady Suzu, salvo que me decapiten o me incineren, no hay forma de matarme y todas las heridas son superficiales. Cuando acabo con un edificio, salpicada de sangre druidica, me fundo en las sombras y busco nuevas víctimas. No pienso dejar ni uno con vida. Vuelo al encuentro de nuevos oponentes, los defensores acuden raudos, pero no tengo demasiados problemas en despacharlos a todos, de uno en uno, de dos en dos, o como vengan. La rabia salvaje que me invade es como una droga.

Un golpe por la espalda me aturde y para cuando vuelvo en mí, estoy doblada en tierra y mis armas están en el suelo. Veo la pantera drúidica alejarse de mi "cadáver". Es otra ventaja de estar muerta, es fácil que te den por finiquitado. Aunque claro, también tiene sus pegas: no sentir cuando te seccionan los músculos que te mantienen en pie puede ponerte en un serio aprieto.
Ahora a ver como arreglo esto, si no quiero tener que instalarme un par de ruedecitas. Espero pacientemente a que el gato desaparezca en su desesperada búsqueda de ayuda para los heridos y me arrastro penosamente con las manos hasta las profundidades del lago.
¡Qué ventaja, esto de no tener aliento!

Esto no termina aquí.
Quedan muchos druidas en Azeroth.

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