Interludio- Dalaran II

lunes, 7 de noviembre de 2011

Estaba terminando de desayunar en sus habitaciones del Juego de Manos cuando unos discretos golpes sonaron en su puerta. Se limpió cuidadosamente con una servilleta de lino y se encaminó a la puerta. Al otro lado encontró a uno de los mozos de la posada que sostenía un pequeño paquete de correspondencia atado con un cordel.

Celebrinnir arqueó las cejas y miró interrogativamente al muchacho.

- ¿Si?

El joven, un humano de corta edad, cabello castaño y largas pestañas negras, carraspeó y se enderezó.

- El Servicio Postal de Dalaran nos ha traído esto para usted- dijo el muchacho tendiéndole el paquete- Al parecer han llegado hace algún tiempo a su nombre y han tardado un poco en recordar que se aloja usted aquí.

Extrañada, Celebrinnir inspeccionó el paquete. ¿Quién podía escribirle allí? Salvo Volgar y los miembros del equipo del Ojo Violeta en Karazhan, nadie sabía que estaba en Dalaran. Desató el cordel. Lo que le había parecido un buen número de cartas eran en realidad tres únicos sobres de manufactura tan basta que habían aparentado más. Su nombre figuraba claramente en el destinatario de todos ellos, sepultado por una cantidad escandalosa de sellos ¿Cuanto tiempo llevaban aquellas cartas circulando por Azeroth? Dio la vuelta al primer sobre, buscando el remite. En claras letras oscuras se leía un nombre:

Ashra.

Frunció el ceño ¿Quién era Ashra? No conocía a ningún Ashra. Volvió a mirar el remite. No había lugar a dudas, era su propio nombre el que figuraba. Los sellos eran del servicio postal de Shattrath y de Lunargenta, rematados por el de Dalaran. Pero ahora que lo pensaba, aquella letra le resultaba familiar ¿Pudiera ser...?

Ante ella, el mozo carraspeó y Celebrinnir recordó que seguía allí.

- Oh, claro, disculpa.- murmuró buscando algunas monedas en la faltriquera que descansaba en una mesita junto a la entrada- Toma, gracias.

Ahora satisfecho, el muchacho le dedicó una sonrisa y volvió a bajar las escaleras a la carrera. Celebrinnir cerró la puerta y se acercó al escritorio al tiempo que abría el primero de los sobres. La luz entraba a raudales por el balcón y bañaba la mesa de trabajo. La primera carta estaba fechada de junio. La letra era de Bherill


Querida Celebrinnir:  

Espero que te encuentres bien y no estés demasiado enfadada con nosotros.

Oh, claro. Entrecerró los ojos, el resentimiento que casi había conseguido dejar relegado se abrió paso en su mente. Siguió leyendo.

 Desearía hacerte saber que entiendo cómo te sientes y que preferiría que las cosas fueran diferentes, y no negaré que en parte ese es el motivo de mi misiva. Hemos viajado hacia tierras despejadas para tender una trampa a la mujer demonio, pero de momento no hemos tenido visitas. Es cuestión de ser pacientes, supongo, aunque bien es posible que no sirva de nada.

Así que seguían con la caza de Abrahel. Se preguntó por qué esperaban que Abrahel acudiera a ellos ¿Tan importante era Iranion para ella?

Iranion se encuentra bien. Te echa de menos y se siente muy culpable de lo que te ha sucedido. Supongo que con el tiempo irá tomándolo mejor. Te quiere de veras, eres como una hermana para él.

Como una hermana menor, sí, como una segunda Leriel a la que matener a parte y proteger.

Voy a pasar de cuando en cuando por Shattrath así que, si lo deseas, puedes escribirle allí. A mí también puedes escribirme, claro.

Suspiró, resignada. Era tan dificil no adorar a Bheril...

Deseo de corazón que estés bien.

Te envía sus recuerdos.

B.H

P.d- Gracias por la camisa, eres un sol.


Casi había olvidado la camisa y la capa. Las había tejido ella misma en un arrebato de magnanimidad y las había colado al fondo de la mochila de
cada uno antes de que se marcharan de Shattrath, abandonándola. Había tejido hechizos en la tela, débiles encantamientos de protección dado el poco tiempo del que disponía.

Suspiró mientras abría la segunda carta. Esta estaba fechada del mes de Octubre.

Querida Celebrinnir:

Ya ha pasado el verano, parece mentira que el tiempo se escurra tan deprisa a veces y en otras ocasiones parezca que se ha detenido. Para mí, estos meses han sido veloces y apenas me han tocado con sus alas.

Ambos estamos bien, tuvimos un encuentro con esa criatura malvada, la diablesa pelirroja. Fue extraño e inquietante. Tal y como Iranion sospechaba, intentó dejarle fuera de combate y distraerle con demonios a los que controlaba para venir a atacarme a mí. No era una mala espadachina, he de admitir, rápida y ágil, aunque demasiado briosa y carente de control. Si hubiera tenido una verdadera técnica - cualquier técnica- y hubiera sido mínimamente precisa, me habría puesto en apuros. En cualquier caso, el encuentro terminó con un disparo de Iranion que hirió en el rostro a la criatura. Las armas de fuego son aliadas útiles a veces.

Te ruego que te mantengas alerta. Ya sabes que ese ser parece encontrase de nuevo activo.

Por favor, escríbenos si te es posible. Sé que eres fuerte, probablemente más que cualquiera de nosotros dos, pero no puedo evitar preocuparme. Iranion también lo está, aunque no abra la boca.

Me gustaría saber cómo te va.

Te envía sus recuerdos.

B.H 

Esta vez, no había post-data. De modo que finalmente Abrahel había caído en la trampa y había acudido donde ellos la querían. Le extrañaba que Bheril le hablara de la deficiente técnica de Abrahel como si ella fuera a entender algo. ¿Estaría avisándola? ¿Sospechaba que había emprendido su propia caza y estaba advirtiéndola de los medios para vencer a Abrahel? Era una espadachina briosa pero sin técnica, de acuerdo, pero... Celebrinnir no luchaba con espada, requería de una fuerza que ella no tenía. El bastón sería inútil salvo que fuera de acero y aún así no resultaría letal, la daga la dejaba desguarnecida. Tendría que estar preparada.

La tercera carta era de noviembre, de apenas unos días antes.

Querida Celebrinnir:

Me han devuelto tus cartas. Me han dicho los Arúspices que no han vuelto a tener noticias de tí en Shattrath, así que envío las copias y esta nueva misiva a Dalaran, Shattrath y el Templo de Belore en Lunargenta. Espero que recibas alguna.

No hemos vuelto a tener contacto con la diablesa, y como al parecer tampoco ella quiere tenerlo con nosotros, empezamos a meditar acerca de otra forma de proceder.

Deseo de todo corazón que estés bien. Quizá estoy siendo un ingenuo al escribirte. Posiblemente. Si esto cae en manos de algún ser malvado porque a tí te haya sucedido algo, al menos me queda el consuelo de que poco más podrían hacer ya para destruir nuestras vidas.

Aún así, supongo que tengo algo parecido a la fe, porque confío en que no te ha ocurrido nada malo.

Escribe cuando puedas.

Un abrazo, te envía sus recuerdos.

B.H


Ya ni tan siquiera mencionaba a Iranion. Se puso en pie, repentinamente ansiosa, y comenzó a caminar por la habitación.

De modo en que habían confiado en que se quedaría en Shattrath aceptado la compasión Arúspice y languidecería allí como si ellos fueran los únicos con cuentas pendientes con Abrahel. Le conmovía y enfurecía a partes iguales su preocupación, y le irritaba aquella ingenuidad que en otras ocasiones encontraba tan entrañable. Lo que le parecía directamente insostenible era aquel paroxismo gratuito del que hacía gala en la carta.

"... al menos me queda el consuelo de que poco más podrían hacer ya para destruir nuestras vidas".

No dudaba que Iranion, con su ego desmesurado, se autoinculparía dramáticamente de todos los males de Azeroth para acrecentar agonía, pero después de tantos años sin siquiera haber sabido el uno del otro, le hervía la sangre de pensar que de pronto la hubiera convertido en alguien tan importante para él. Pero si todas las cartas eran de Bheril... Seguro que además el guardián juramentado de su pariente las había escrito a sus espaldas para que él no se sintiera también culpable por no haber pensado en escribir...

O a saber, tal vez si lo hubiera pensado y hubiera pensado que no valía la pena. Total, no le había costado nada dejarla atrás...

Lo odiaba, odiaba la arrogancia de Iranion, la falsa calidez de Bheril, aquellas cartas. Las odiaba por haber despertado en ella aquel resentimiento del que había aprendido a prescindir durante su estancia en Quel´danas, por haber perturbado la paz que tanto esfuerzo le había costado reunir, por romper la tranquilidad y la concentración que requería su investigación. Sintió ganas de gritar, de romper la porcelana contra las paredes, de arañar pizarra... Odiaba sentirse tan herida...

Respiró hondo.

- Ha vuelto el tiempo de la fría razón, nada me perturba.- recitó en voz alta.

Nada me perturba.

Nada me perturba

Nada me perturba.

Nada me perturba.

Nada me perturba.

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