Interludio- Dalaran IV

lunes, 7 de noviembre de 2011

Avanzaban con brío por uno de los frescos y luminosos pasillos de la Ciudadela, con el sonido de sus pasos amortiguados por los densos tapices que cubrían el suelo. El pasillo estaba en silencio, perturbado únicamente por un zumbido casi constante pero no molesto y algunas pequeñas explosiones, amortiguadas y aisladas. Las puertas que lo flanqueaban se iluminaban cada cierto tiempo con un intenso resplandor que se filtraba por el quicio de la puerta y que se apreciaba por el cristal que cubría la parte superior.

- Estas son las salas de catalogación- explicó Volgar en voz baja sin detenerse mientras avanzaban- Aquí los becarios analizan los artefactos que llegan hasta nuestro fondo y los someten a una serie de procedimientos mágicos para determinar su utilidad antes de derivarlos al Arcivo.

Celebrinnir asintió, absorbiendo deleitada aquella información que la hacía sentir de nuevo como una niña. Habían dejado atrás otros pasillos y secciones llenos de maravillas como no había conocido jamás, grandes salones donde ardían fuegos extraños e incluso una inmensa pecera que sin cristal que la contuviera, mantenía su forma y los peces de su interior no parecían notar la diferencia. Se habían cruzado con becarios, magos y administrativos de la torre, y ninguno había mostrado el menor atisbo de sorpresa ante las maravillas que acontecían ante sus ojos, inmersos como parecían en sus propios asuntos. Aunque no habían visto ventana alguna desde que entraran, toda la Ciudadela parecía bañada en la clara luz del día. La sensación de maravilla era tal que hacía ya varios pasillos que había dejado de preguntarse como podía tener cabida todo aquello en la estilizada torre que se percibía desde el exterior.

- Por aquí.- le indicó Volgar girando a la derecha.- No te separes.

Llevaban largos minutos sin cruzarse con nadie, por eso la sorpresa fue mayúscula al encontrarse de pleno en un corredor tan amplio como una avenida por la que discurría una auténtica marea de personas. Había miembros de todas las razas y todos sin excepción vestían los colores del Kirin Tor en sus ropas y cargaban en sus brazos carpetas, rollos de papiro o pesados códices. La marea discurría en una única dirección, y el murmullo de las voces era tal que no entendía por qué no lo había percibido desde el pasillo anterior.

- Disculpe.- espetó sin amabilidad un humano alta estatura que se abalanzó sobre ella sin esquivarla solo para seguir su camino.

Celebrinnir se apartó rápidamente, murmurando una disculpa. Volgar la cogió del brazo amablemente y tiró de ella con suavidad.

- No te detengas- le dijo mientras se unían a la marea de paso vigoroso- Esta es una de las arterias principales de la Ciudadela, desde aquí se abren accesos a otras secciones de la administración. Todo el mundo pasa por aquí, es fácil perderse.

Se dejaron llevar por la marea durante unos minutos por aquel inmenso pasillo y en un determinado punto comenzaron a atravesarla en diagonal. Al parecer la intención de Volgar era cruzar la marea humana para atajar el camino de algún modo, y tras unos cuantos empujones, habían salido del pasillo central y se habían vuelto a internar un estrecho corredor, tan silencioso y solitario como tumultuoso era el anterior.

- ¿Todas esas personas forman parte de la administración del estado?- inquirió Celebrinnir asombrada todavía por la cantidad de gente que había visto en el amplio corredor.

Volgar negó con la cabeza sin detenerse, aunque ahora su paso volvía a ser más tranquilo.

- En realidad no.- explicó con paciencia- Dalaran es la única magocracia de Azeroth y la gobierna el Consejo de los Seis, pero el Kirin Tor es también la organización de magos más grande del mundo y todo, absolutamente todo se gestiona en este edificio. Desde aquí se gobierna, se instruye, se evalua y se almacena. Por no hablar de la cantidad de flujo de entrada y salida que representan los enviados más intrépidos, que son los que se encargan de traer nuevos artefactos. Si a eso le sumamos los administrativos del gobierno... Bueno, ahí lo tenías.

Celebrinnir asintió meditabunda. Se preguntó si Quel´thalas había sido tan frenéticamente activa alguna vez o si la longevidad de su raza la había sumido en aquella apatía y decadencia mucho antes de su nacimiento. Tal vez se debiera al componente claramente humano de la ciudad de Dalaran, a aquella urgencia que parecía impregnar todo cuanto hacían. Los humanos vivían por lo general vidas ruidosas y desenfrenadas, como si cada instante fuera el último. Todo tenían que hacerlo intenso, grandioso, inmenso, como para compensar la brevedad de sus vidas. Personalmente siempre le había parecido un estilo de vida extremadamente voluntarioso y pintoresco.

- ¿Todos los visitantes de la Biblioteca tienen que hacer este recorrido?- preguntó cuando dejaron atrás aquel pasillo y atravesaron una pequeña sala donde flotaban en el aire numerosas pompas de aspecto jabonoso.

Volgar sonrió con benevolencia, consciente de que llevaban largo rato caminando por interminables corredores.

- La entrada de la biblioteca para visitantes está muy cerca de la escalinata del hall, sin embargo y pese a los interminables procedimientos burocráticos, los visitantes pueden tardar cerca de media jornada en poder acceder a la colección, cada día.

Celebrinnir dejó escapar un suspiro, pero Volgar no había terminado.

- Los miembros del Arcano no tenemos que cumplimentar tantas formalidades para acceder a la colección- siguió explicando- y como tengo la firme convicción de que el objeto de tu investigación es urgente, deseo ayudarte. Ventajas del rango.

- Te lo agradezco, Volgar.

Celebrinnir bajó la mirada, incómoda. Aunque la ayuda del anciano archimago le facilitaba en gran medida su labor, no acababa de entender la solicitud con la que atendía sus deseos. Cierto era que en una ocasión había mencionado su parecido con cierta mujer de su pasado sobre la que no había dicho más, pero temía que el anciano humano empezara a confundirlas en su mente.

Volgar la sacó de su ensimismamiento.

- Oh, mira, ya hemos llegado.

Se detuvieron junto a una pequeña puerta al final del corredor. A ambos lados del umbral ardía dos pebeteros de alegres llamas azules. En la pared junto al marco de madera, colgaba un pequeño cartel de alabastro grabado.

Admisión, rezaba.

El anciano golpeó con los nudillos en la puerta de madera y entró sin más preámbulos. Sin saber qué otra cosa hacer, Celebrinnir entró tras él. La sala a la que acababan de acceder era de dimensiones discretas, de coloridos mosaicos verdes y azules con motas de amarillo y escaso mobiliario. En una de las paredes aguardaba un largo mostrador tras el que se encontraban dos mujeres humanas vestidas con los colores del Kirin Tor. En un lateral, había otra puerta. Ambas magas se mostraron, al parecer, gratamente sorprendidas al ver acercarse al anciano archimago.

- ¡Volgar! ¡Cuanto tiempo!- exlamó la primera, que tenía el cabello gris por la edad y los ojos amables- ¿Qué haces tú aquí? ¡Este es un camino muy largo para un mago de tu categoría!

- Bienhallada, Luella, me alegro de que estés de guardia- saludó el anciano acercándose al mostrador y haciendo un gesto a Celebrinnir para que le imitara- Esta es Celebrinnir, sacerdotisa de la Fuente del Sol y una estimada colaboradora del Ojo Violeta en la última temporada de Karazhan.

La sacerdotisa inclinó la frente con gracia. La maga de cabello gris y su compañera le sonrieron con simpatía.

- Celebrinnir está llevando a cabo una investigación para el Templo de la Fuente - siguió Volgar- y deseo que se le permita el acceso a la colección con una autorización de clase cinco. Yo la avalo.

La autorización de clase cinco debía ser algo inusual en visitantes, a juzgar por los arcos que dibujaron las cejas de sendas magas. Sin embargo ambas asintieron y la más joven sacó de bajo el mostrador, un cristal facetado que dejó sobre la superficie.

- Acceso de clase cinco a la biblioteca, de acuerdo.- dijo Luella tomando apuntes con una pluma mágica en un libro de registro que no había estado ahí cuando entraron- ¿Acceso a algún otro departamento?

Volgar pareció meditar un instante, mesándose la barbilla.

- Cinco para la biblioteca y un clase tres para el archivo. - dijo al fin- Y pon también un pase genérico para el Salón Violeta.

Luella asintió tomando unos últimos apuntes en el libro de registro. Lo giró entonces para que quedara de cara a Volgar.

- Firma aquí, por favor.

El anciano mago deslizó la palmba abierta sobre la hoja. Cuando la retiró, una elegante filigrana resplandecía en azul sobre el papel.

- Por favor, querida, permíteme tu anillo.- dijo entonces la maga llamada Luella a Celebrinnir, haciendo desaparecer el libro y tendiéndole la mano.

Suponiendo que la hechicera se refería al anillo que Hajiri le había dado, la sacerdotisa deslizó el anillo de plata de su dedo corazón con elegancia y tendió el resplandeciente aro a la mujer. Luella tomó el anillo, lo inspeccionó brevemente y tendió la otra mano a su compañera, que le acercó el cristal facetado.

- Será solo un momento.- explicó la mujer, poniendo una mano sobre el cristal y la otra sobre el anillo- La sintonización es rápida.

Y rápido fue. Un breve fulgor resplandeció entre sus dedos y el olor a magia pareció más intenso por unos instantes. Casi de inmediato, Luella tomó el anillo, que no parecía haber cambiado en nada, y se lo tendió de vuelta.

- Aquí tienes, querida.- dijo con una sonrisa mientras la otra maga guardaba el cristal- Ahora podrás usar el portal de la entrada para llegar a la biblioteca, el archivo y el Salón violeta, por si deseas descansar la vista en algún momento.

Celebrinnir tomó el anillo y se contuvo para no inspeccionarlo más detalladamente para buscar cambios más sutiles. Lo deslizó con estudiada indiferencia en su dedo corazón e inclinó la frente en gesto de agradecimiento.

- Me siento honrada por las facilidades que la Ciudadela Violeta me está proporcionando en mi humilda búsqueda.- se obligó a decir, aunque precisamente aquellas facilidades la incomodaban cada vez más.

Luella quitó importancia al tema con un aleteo de su mano, gesto que al parecer era habitual entre los escasos miembros del Ojo que Celebrinnir había conocido.

- No es nada, querida.- dijo la maga sonriendo- Los amigos del Kirin Tor son siempre bienvenidos. ¿Entraréis esta mañana en la Biblioteca?

Volgar y Celebrinnir asintieron al unísono y el anciano comenzó a acercarse a la puerta del lateral de la habitación. La sacerdotisa le siguió.

- Bien entonces- suspiró la hechicera con nostalgia- Las visitas nunca duran demasiado aquí en las profundidades.

Volgar abrió la puerta y una intensa luminosidad inundó la sobria sala. Sorprendida por aquella repentina claridad, Celebrinnir tuvo que cerrar los ojos, y cuando lo abrió, tuvo que reprimir un jadeo.

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