La puerta de rastrillo
estaba alzada y desde el umbral podía ver parte de la sala, pero
Tips nunca se había sentido particularmente cómodo con determinados
aspectos de la habitación – y por qué no, del modo de vida- de
Gandarin. Se mantuvo sin cruzar el umbral y carraspeó.
- Pasa- respondió
Gandarin desde el interior con voz desenfadada.
Tips se armó de
paciencia y pasó bajo el rastrillo. La Mazmorra, como se conocía a
los dominios de Gandarin dentro del complejo, estaba dividida en dos
espacios diferentes gracias a una gran puerta corrediza, más propia
de un garaje que de un dormitorio, de modo que fuera independiente la
parte del dormitorio y la parte de los... múltiples talentos de
Gandarin. La puerta solía estar retirada para tener más espacio,
pero en aquella ocasión – y gracias a la Luz- estaba casi
completamente cerrada de manera que la cama quedaba fuera de la
vista. Mejor.
La mitad visible era una
mezcla de taller, almacén y laboratorio mal iluminado. Había
estantes repletos de objetos cubriendo las paredes, un alambique de
buena calidad en un rincón y una mesa de trabajo con todo tipo de
herramientas en otro. Había una vieja butaca destartalada dando la
espalda a uno de los estantes y una extravagante alfombra de
manufactura draénica. La guitarra de Gandarin reposaba contra el
brazo de la butaca, impasible y resplandeciente. La sensación
principal era de caos, aunque debía admitir que con la costumbre, no
era difícil atisbar los patrones en aquel desorden. Al principio la
inmensa cama había ocupado casi toda aquella zona, pero habían
conseguido convencer a Gandarin de que no era necesario exhibir su
vida erótica tan cerca de la puerta, de modo que había cambiado
invertido la distribución de las dos mitades. El resto de los chicos
no llevaban bien la lencería encaramada a los muebles ni los
pequeños grilletes enganchados en el cabecero de hierro forjado.
Además, el pequeño laboratorio alquímico y la mesa de trabajo eran
un incentivo para los otros miembros del equipo y les desafiaba a
tratar de superar a una criatura tan longeva como eran los sin´dorei.
Gandarin no estaba a la
vista, así que Tips supuso que debía estar al otro lado de la
puerta separadora y podía oírle igualmente.
- Tenemos que hablar.-
dijo el goblin de mala gana.
La voz llegó desde el
otro lado, con eco dada la ausencia de muebles en aquella parte de la
sala.
- Claro, tú dirás.
Gandarin abrió la puerta
sin cuidado, revelando las sábanas revueltas, la lencería y los
grilletes sujetos al hierro forjado. La propia Gandarin había
aparecido con el chaleco abierto sobre la ropa interior y el cabello
desordenado. Tips gruñó, aunque el suyo fue más bien un suspiro
exasperado: al menos llevaba los pantalones.
- Hola, jefe.- saludó la
elfa cerrando desenfadadamente el chaleco con sus dos escuetos
botones.- ¿Qué pasa?
Tips gruñó de nuevo y
maldijo por lo bajo unas cuantas veces: detestaba con toda su alma
tener que mantener este tipo de conversaciones con ella, pero todavía
detestaba más que el más anciano miembro del equipo se comportara
como un quinceañero sobrehormonado. Ella percibió su gesto y
comprendió. En sus diáfanos rasgos élficos se dibujaron la cautela
y el hastío. Sus labios trazaron un silencioso “Ah”.
Se recogió el cabello
negro como el ala de un cuervo en una coleta y se sentó
tranquilamente en la butaca. Alzó con una mano la guitarra y la
apoyó sobre su regazo para tantear las cuerdas con aire
despreocupado.
- No hemos hecho mucho
ruido.- dijo, y añadió alzando la vista de los acordes- ¿No?
Tips se giró
estratégicamente para dar la espalda a la turbadora visión de la
cama. No era que las elfas le atrajeran lo más mínimo, pero la
visión de lencería femenina era siempre sugerente a la escala
adecuada. Quedó frente a la elfa y chasqueó la lengua, malhumorado.
- Mira, sabes que no me
meto con tus…- rebuscó la palabra, maldita la gracia que le hacía
esto- excentricidades…
- En realidad sí lo
haces.- interrumpió Gandarin de buen humor, pero enseguida se puso
seria de nuevo de manera muy poco convincente - Perdona, sigue. No te
metes con mis excentricidades.
El goblin la calcinó con
la mirada.
- Puede que a ti te
parezca muy gracioso todo esto, Gandarin, pero a mí no me hace ni
puta gracia tener que ser la madre superiora solo porque visto una
toga.- gruñó el sacerdote- Mira, acuéstate con quien quieras, me
la suda. Que con tu edad sigas teniendo las hormonas de una
adolescente también me la suda. Pero no todo el mundo va a estar
dispuesto a obviar tus perversiones solo porque tengas un don con las
máquinas o porque seas mujer.
Gandarin entrecerró los
ojos con malicia y un brillo de humor.
- Soy tanto o más hombre
que todos ellos.- declaró abriendo las piernas en un gesto muy poco
femenino para apoyar su afirmación. - Y que Lola, claro.
- Nana…- la voz de Tips
tenía un peligroso matiz de advertencia.
Con un suspiro, Gandarin
apartó la guitarra de su regazo y se puso en pie para acercarse a la
mesa de trabajo, pero en lugar de sumirse en sus proyectos, se dio la
vuelta para apoyarse en ella y quedar de frente a Tips.
- No voy a disculparme y
esto no es un patio de colegio. - dijo, y en su tono de broma había
una verdad inamovible- Tengo más éxito con las mujeres que ellos,
que lo superen. Fin de la charla.
En realidad Tips estaba
de acuerdo, era ridículo que tuvieran que mantener aquel tipo de
conversación. También sabía que no tenía sentido insistir con
Gandarin: aunque pareciera tomarse a guasa el tema que les atañía,
sabía que en adelante habría cambios sutiles. Nada que pudiera
tomarse como un efecto de la supuesta reprimenda, pero Gandarin no
era la persona más vieja de la estación por nada.
Asintió y suspiró. Algo
le rozó el pie y no pudo evitar dar un respingo, pero cuando bajó
la vista vio a Moosha corretear hacia Gandarin con aquel inquietante
realismo. De hecho, había algo extraño en ella, algo que no
conseguía identificar. Gandarin se agachó para recogerla y la
ardilla mecánica se deslizó entorno a su cuello para permanecer en
su hombro.
- Tiene algo diferente.-
dijo Tips con curiosidad, y no era una pregunta.
Gandarin jugueteó con
ella dejando que el pequeño robot le aferrara un dedo con fuerza.
- Le he dado algo más de
autonomía- admitió la elfa tironeando del dedo prisionero- y he
añadido una resistencia de más. El resultado es espectacular, no
esperaba tanto. Ha perdido por completo la rigidez. ¿A que parece de
verdad?
Si Moosha hubiera estado
cubierta de pelo rojizo, si, hubiera parecido de verdad. Con su
cuerpecito metálico a la vista, aquellos gestos tan realistas le
parecían inquietantes. Asintió porque no le quedaba otra.
- ¿En qué estás
trabajando ahora?- inquirió acercándose a la mesa de trabajo que
Gandarin mantenía cubierta con un pedazo de tela.
La mesa de trabajo de
Gandarin parecía el mostrador de un juguetero. Su fascinación con
la ingeniería goblin rozaba lo ridículo: cascos estrambóticos,
gafas extrañas, aparatos de función desconocida, y gran cantidad de
pequeñas alimañas a medio construir a medida que la elfa
perfeccionaba su habilidad con la robótica. Moosha era resultado de
sus actividades, así como el conejo con una bombilla en lugar de la
cola, un sapo mecánico, una gallina muy extraña y algunos
destructores en miniatura. Lo que había debajo de la sábana que
cubría la mesa le hizo dar un respingo cuando Gandarin la retiró.
- ¡Joder!– rezongó el
goblin con evidente desagrado- He estado a punto de darle la
extremaunción, Gandarin. Esto ya es deliberadamente siniestro.
El niño era rubio y
tenía los ojos cerrados. Su piel era clara y de aspecto suave, y su
rostro era el más claro reflejo de paz. Tenía las costillas
separadas y desvelando su interior de cables y circuitos. A Tips le
recordó inevitablemente a una autopsia. Reprimió un escalofrío.
Gandarin se limitó a
sonreír mientras se inclinaba sobre los circuitos expuestos y
retocaba algunas conexiones aquí y allá casi con mimo. En cuestión
de segundos, la curiosidad profesional de Tips desplazó por completo
el desagrado. Trepó por la estantería para poder verlo mejor y se
acercó tanto para poder ver bien la delicada piel del robot que su
larga nariz casi se apoyaba sobre él. Acarició con un dedo la suave
piel de los párpados cerrados.
- ¿Cómo lo has hecho?-
inquirió, sin poder evitar maravillarse por la delicadeza que
implicaba aquel trabajo- Parece real.
Y lo parecía, incluso al
tacto aquella piel era tan suave y flexible como la auténtica, y era
del todo inverosímil que Gandarin, pese a sus rarezas, utilizara
algo semejante.
- He probado un nuevo
espesante para la gelatina de teropiña- explicó la elfa sin dejar
de aplicarse en la puesta a punto de su proyecto.- No es adherente,
pero tampoco hace falta añadir más capas de dermis: basta con
irradiarlo con una batería de cristales del nexo y la mezcla cambia
de color automáticamente. Cuanto más tiempo, más se oscurece pero
creo que el color está bien ¿Qué te parece?
Tips asintió
apreciativamente.
- Para un niño humano
supongo que está bien, nunca he visto uno de cerca- admitió el
goblin- Pero ¿Por qué humano? ¿De donde sacaste la idea?
Gandarin sonrió y su
pecho se sacudió levemente con una carcajada. Apretó los labios y
sus ojos brillaron.
- Estuve probando el otro
día un nuevo G.A.G y acabé cayendo a plomo en algún lugar de la
Corona de Hielo.- explicó, divertida- Aterricé encima de un cruzado
que viajaba con su escudero y le aboyé la armadura, pero él
consiguió que cayera sobre blando, el cruzado, digo. El escudero era
un niñito rubio, un humano diminuto que le seguía a todas partes.
Me dio la idea y en cuanto regresé me puse a ello. He conseguido que
funcione, pero tengo que hacer algunas correcciones de
comportamiento.
Tips frunció el ceño.
- ¿Qué es lo que falla?
La elfa suspiró con
hastío...
- Está empeñado en
repetir que quiere ser un niño de verdad y no se qué de un hada
azul- sus ojos se entrecerraron como los de un felino receloso- Creo
que Lola le ha metido mano, tendré que reprogramarlo.
El goblin suspiró. La
gnoma parecía divertida con la idea de que una elfa de sangre
tuviera tanto talento con la ingeniería y se entretenía proponiendo
a Gandarin desafíos que tarde o temprano acababa superando.
- ¿Qué has usado para
el habla? – Inquirió- ¿Respuestas prediseñadas y altavoces
implantados?
- No. – Explicó ella
cerrando las costillas del robot con un clic. Recolocó con cuidado
la ropa del robot hasta que pareció un auténtico niño humano
dormido- Modifiqué uno de los prototipos de Lightech, tiene algo más
de autonomía que el mío, y probarlo en algo como Moosha no vale la
pena. Le implanté una base de datos con más de cinco mil palabras y
conmutaciones, pero la elección para la composición de frases
depende exclusivamente del sistema.
Entendió que se estaba
refiriendo a los módulos de Inteligencia Artificial que Industrias
Lightech estaba desarrollando. Siendo la más pionera en cuanto a
desarrollo se refería, y con aquel extraño don con las máquinas,
Gandarin era una de los evaluadores preferidos de Industrias Lightech
para la producción de nuevos proyectos. Los enviaban envueltos en
capas y capas de plástico de burbujas para que los probara. A veces
incluso, como era el caso, trasteaba con ellos hasta que encontraba
la manera de mejorarlos.
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