Honor y gloria para el Reino de Quel´thalas

viernes, 7 de enero de 2011

Dos días más tarde:

Sentada en el alféizar de la ventana en la sala privada de la casa, Celebrinnir se afanaba en el bordado del pequeño bastidor que sostenía entre las manos cuando dos ligeros golpes en la puerta hicieron que ella y su ama, sentada un poco más allá enfrascada en sus propias labores, levantaran la vista de sus ocupaciones.

La puerta se abrió con suavidad revelando la presencia de uno de los lacayos de la casa, un joven de cabello oscuro que vestía la librea de los Lerathien. Se inclinó levemente en señal de respeto y luego se irguió para hablar.

- Vuestro señor padre desea que os reunáis con él en la biblioteca.- dijo a Celebrinnir.

La muchacha dejó las labores en el alféizar y se dirigió a donde el sirviente aguardaba. El ama no hizo amago de seguirla, tampoco se esperaba que acudiera a una llamada privada del señor de la casa a su hija pequeña, de modo que ambos se alejaron por el pasillo en silencio. Cuando se encontró ante las puertas de la biblioteca, le sorprendió encontrarlas cerradas. Miró al muchacho, pero este ya se alejaba, tras completar su misión, para continuar con otras labores. Celebrinnir se encogió de hombros y llamó discretamente a la puerta.

- Adelante.- dijo la voz de su padre al otro lado.

La puerta era pesada pero estaba bien engrasada y pudo abrir sin dificultad. Una vez en el interior, tuvo que contener su sorpresa a no encontrar a su padre a solas. Sahenion Lamarth´dan estaba a su derecha, de porte tan digno y elegante como esperaba, y un poco más allá, junto a la ventana, aguardaba su tío, Autindana Fulgorceleste.

- ¿Queríais verme, padre?- preguntó con educación, consciente de que la presencia de dos hombres tan sobresalientes se debía a algún caso importante y por tanto la familiaridad no tenía lugar.

- Pasa, Celebrinnir -dijo su padre con seriedad, lo que confirmó sus sospechas- Siéntate, por favor.

Celebrinnir hizo una rápida reverencia y se dirigió al escritorio bajo la severa mirada de los tres adultos. Tomó asiento en la butaca al otro lado del escritorio de su padre y aguardó, preguntándose para qué la habían hecho llamar. Duriner Lerathien cruzó las manos sobre la mesa con gesto sobrio y dirigó una serena mirada al busto de su padre, tallado en alabastro. Al cabo de un instante, habló.

- Como bien sabes, Celebrinnir, el compromiso de Iranion Lamarth´dan con tu hermana Nevena, supone para nuestra humilde familia un gran honor.

Celebrinnir no dijo nada, era muy consciente de que su padre sabía que ella entendía todo lo que se le estaba diciendo y mucho más. Asintió sutilmente.

- La Casa Lerathien se cuenta desde la formalización del compromiso entre las Grandes Casas de Lunargenta, lo que entraña una gran responsabilidad para con el reino, y por ello se espera de sus miembros un importante compromiso para con la gloria y el futuro de Quel´thalas.

Celebrinnir frunció brevemente el ceño ¿Estaba acaso reprendiéndola por bailar con el joven Bheril, que no pertenecía a una alta casa? ¿Había deshonrado a la familia bailando y descubriéndose el cabello? Su padre no pareció percibir su turbación, puesto que siguió hablando con aquella seriedad tan poco habitual en su trato con ella.

- Sahenion Lamarth´dan, a quien debemos este gran reconocimiento para nuestra familia- hizo un gesto deferente ante el patriarca de la casa Lamarth´dan, que guardaba silencio y no apartaba la mirada de la niña- nos hizo ver una opción que hasta ahora no habíamos contemplado siquiera, y tu tío, Autindana Fulgorceleste, se ha mostrado fervientemente de acuerdo con ella. Se trata de un honor que hasta ahora había estado fuera del alcance de nuestra Casa pero que ahora puede ayudarnos a que, con tu participación, colaboremos para mayor gloria del Reino, por no hablar del gran honor que se te concedería, Celebrinnir.

No pudo evitarlo, miró interrogantemente a Sahenion Lamarth´dan y a su tío, pero ambos permanecían serios e impasibles. Bajó la mirada antes de hablar.

- Será para mí un honor poder colaborar para mayor gloria de Quel´thalas, padre- dijo con todo el aplomo que pudo reunir- pero ignoro en qué manera puede una niña como yo servir a los propósitos del reino.

Esta vez fue Sahenion Lamarth´dan quien tomó la palabra, dando un paso al frente.

- Tu padre me ha hecho saber, Celebrinnir, que sientes inclinación por la lectura y el estudio de la historia, y tu tío también lo corrobora.

Autindana asintió imperceptiblemente desde su relajada posición junto a la ventana. Niré dio un breve respingo cuando su anciano pariente le guiñó un ojo. Nadie más pareció darse cuenta. Esta vez, fue el señor Fulgorceleste quien tomó la palabra.

- Pese a tu corta edad, Celebrinnir, tienes grandes conocimientos sobre la historia de nuestra nación y muestras una gran sensibilidad por sus viscisitudes a lo largo del tiempo; dominas la lectura y la escritura, y tu caligrafía es clara y elegante. Por otra parte, no despiertan en tí demasiado interés las materias más banales, como pudieran ser el canto o la música. Personalmente alabo la firmeza de tu carácter y tu talante sereno, perfecto para el estudio.

Celebrinnir bajó la mirada con humildad ante aquel análisis de su personalidad, no exenta sin embargo de una discreta sensación de orgullo ante el reconocimiento, sutil pero presente, en las palabras del patriarca Fulgorceleste. Duriner Lerathien se dio cuenta entonces de que su hija no atisbaba siquiera hacia donde apuntaba todo aquello. Suspiró.

- Lo que intentamos decirte, Niré, es que deseamos que recibas la mejor educación e instrucción a tu alcance, que gracias a la casa Lamarth´dan, es ahora muy amplio.

La muchacha arqueó las cejas ¿Iban a contratar un tutor para ella? ¿Un auténtico maestro?

- Tu tío, Autindana Fulgorceleste se ha ofrecido a ejercer de tutor contigo durante tu instrucción.

Celebrinnir miró a su tío, que ahora sonreía ampliamente, con los carrillos encendidos bajo los límpidos ojos azules.

- Cuando tu tutor regrese a Quel´danas para desempeñar sus funciones oficiales, marcharás con él.- sentenció Sahenion Lamarth´dan, alzando el mentón, magnánimo

Aquellas palabras la aturdieron ¿Ella en Quel´danas?¿Ella a los pies de la Fuente del Sol? ¿Al ancestral sagrario en el que cada noche Belore reposaba? Con su tío... ¿Acaso necesitaba una secretaria? ¿Una doncella para su hogar?

- Has sido admitida como novicia del Culto de Belore,- continuó el patriarca Lamarth´dan- un honor reservado únicamente a los hijos de las Grandes Casas Lunargentinas. Servirás allí durante tu instrucción, a los pies de la Fuente del Sol, hasta convertirte en una de las más altas representates del Culto a Belore, aportando así Honor y Gloria para el Reino de Quel´thalas, para la Alta Casa Lerathien y para tí misma.

Tras aquellas palabras, el silencio tomó la biblioteca. Los tres Altos Señores clavaron sus miradas en el rostro de la muchacha, aguardando. Celebrinnir permaneció inmóvil, con los ojos muy abiertos y un indescrptible gesto de sorpresa dibujado en su rostro. La Fuente del Sol, el Hogar de Belore, el más amplio legado de los antiguos tiempos de su raza, la cuna del poder que convertía a Quel´thalas en una nación tan poderosa. Una novicia de Belore, su más humilde sierva recibiendo su don desde su origen mismo. Quel´danas, la posibilidad de aprender más allá de cualquier esperanza que hubiera podido tener...

- ¿Y bien, Celebrinnir?- inquirió su padre- ¿Qué te parece?

Celebrinnir se levantó de la butaca temblorosamente. Las palabras acudían a cientos a sus labios sin que fuera capaz de pronunciar una sola. Quería que supieran que comprendía el inmenso honor que se le concedía, que no era una niña tonta, inconsciente de aquel magnífico don. Se inclinó en una profunda reverencia de agradecimiento y entonces se dio cuenta de que estaba aguantando la respiración. Se enderezó, respiró hondo y levantó el mentón, la más digna de las muchachas.

- Esta humilde doncella acepta con todo su corazón lo que tan sabiamente disponen sus mayores para ella.- dijo con la voz todo lo firme que pudo conseguir.- Me pongo a disposición de Lord Autindana Fulgorceleste y me encomiendo a Belore, dios eterno y ardiente, hasta que tenga a bien separarme de su lado, convertida en su más fiel sierva. - echó los hombros hacia atrás, levantó la frente- Honor y gloria para el Reino de Quel´thalas.

Los tres hombres respondieron como uno solo.

- Honor y gloria para el Reino del Quel´thalas.

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