Interludio - Quel´danas

domingo, 15 de mayo de 2011

Tal y como anunciaran, Iranion y Bheril se habían marchado de Shattrath dejándola atrás. En apenas una semana, habían conseguido un permiso para que pudiera permanecer en la Grada Arúspice bajo la protección de Leriel, ahora matriarca Lamarth´dan, como si fuera una refugiada o una sintecho cualquiera que necesitara de la compasión de sus parientes. Pero si creían que iba a languidecer en la Ciudad de la Luz aceptando la caridad de Leriel y soportando el resentimiento en los ojos de sus compatriotas, o que iba a correr tras ellos rogándoles que les dejara acompañarles, se equivocaban.
A espaldas de Iranion había hablado con los oficiales de enlace del Sol Devastado que todavía permanecían en la ciudad y  había conseguido a través ellos un permiso para gestionar una transferencia de los bienes de su cámara del banco de los Aldor en el Bancal de la Luz a sus arcas privadas en la Isla del Caminante, donde conservaba título, rango y propiedades. No había acudido a despedirles cuando se marcharon, se había marchado dos días después y allí estaba, acercándose por tercera vez a la Isla de la Fuente del Sol.

La primera vez que había visto su silueta recortada contra el manto azul del océano, había sido solo una novicia escoltada por su tío a la que sería su casa y su vida durante casi cien años, sobrecogida por su belleza. Allí se había formado como sacerdotisa y adquirido conocimientos como jamás imaginara, venerando a Belore desde su mismo trono, envuelta toda su infancia en un aura de santidad que se había filtrado en cada capa de sus ser llenándola de orgullo y dignidad. Allí, recordó, había conocido a Nana, aquella muchacha de cabellos como ala de cuervo, de maneras de muchacho y aquella voluntad arroyadora que cautivaba a todo el mundo y la hacía resplandecer con la fuerza de una ciudad en llamas.

La segunda vez que la silueta de Quel´danas se recortó ante sus ojos ya no era una niña y gruesas columnas de humo se alzaban desde los restos de los edificios. Empuñaba un bastón y sus bendiciones ascendían en el aire trepando por las jarcias, derramándose sobre los soldados que, temblorosos y decididos, esperaban en la cubierta a que el barco tomara y tierra, listos a reconquistar aquello que les había sido arrebatado. Allí había luchado y sangrado por aquello que era sagrado ante su corazón, codo con codo con los compañeros del Sol Devastado

Y allí estaba por tercera vez regresando a su hogar, temblando de humildad ante su grandeza. Las gaviotas habían empezado a aparecer antes incluso de que se distinguiera la isla en el horizonte y ahora sobrevolaban los navíos llenando el aire con sus reclamos con una algarabía que parecía querer dar la bienvenida a los recién llegados. En todos los barcos los marinos corrían aquí y allá soltando velas y preparándose para el momento en que les dieran permiso para entrar en el puerto.

Celebrinnir sintió una calidez insospechada en el corazón al aparecer ante sus la isla de Quel´danas, que resplandecía como una joya de rubis y oro en el abrazo índigo entre cielo y el mar.

"Ya estoy en casa"

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