Interludio- Karazhan I

jueves, 20 de octubre de 2011

El cielo era oscuro, con las nubes negras y pesadas arremolinándose sobre el angosto desfiladero de roca. El viento aullaba con fuerza entre las formaciones rocosas y hacía oscilar las más inestables amenazando con arrojarlas sobre el precario camino. Hacía frío: el otoño fuera de las fronteras del Bosque Canción Eterna era duro y cruel, de días cada vez más cortos y menos templados, y en el lúgubre paraje conocido como el Paso de la Muerte, parecía ser el invierno mismo.

La caravana avanzaba en una lenta fila por el angosto camino, pegada a la pared de roca para evitar el filo del barranco. Los animales de tiro llevaban cubiertos los ojos de manera que no pudieran ver la caída que se abría en el costado, pero se habían contagiado de la inquetud que había hecho presa entre los viajantes y algunos se negaban a seguir avanzados. Arrebujados en sus capas, los viajantes contenían su propia inquietud como podían: la caravana había salido de Roncal, en el llamado Pantano de las Penas, donde habían tenido que lidiar con las tierras cenagosas y las alimañas que lo poblaban. Allí la humedad burbujeante, los mosquitos y las arañas habían augurado un ominoso principio del viaje. Ahora era el entorno extremadamente árido y seco del Paso el que les ostigaba.

Una fuerte corriente de aire helado la estremeció hasta el tuétano y Celebrinnir se hundió en las profundidades de su capucha de viaje, inclinándose sobre el cuello de su montura para evitar crear más resistencia al viento. Avanzaban muy despacio y de manera intermitente, y la abrupta caída que se abría a su izquierda le inquietaba. Estaba helada, cansada y de un humor oscuro. Las penalidades del viaje habían mermado su paciencia y el retraso que llevaban respecto a la previsión oficial no hacía más que ensombrecer su carácter. Antes de salir, en Roncal, el guía le había asegurado que llegarían al campamento de Karazhan en la fecha prevista, a tiempo para su encuentro con los representantes del Ojo Violeta, sin embargo el viaje de había demorado más de lo previsto y pasaban cuatro largos días desde la fecha del encuentro. Le irritaba la torpeza del avance, sabiendo a ciencia cierta que hubiera podido adelantarse lo suficiente de haber viajado sola. No obstante, debía admitir que la presencia del guía y los guardaespaldas de la caravana era necesaria, ya que la ruta atravesaba el territorio de una sanguinaria tribu de ogros. Sabía que habían atravesado hacía poco un angosto paso sobre la cascada que se perdía muchos metros por abajo. Desde allí le había parecido atisbar entre las formaciones rocosas, el tejado puntiagudo de una torre. No estaban lejos, lo presentía, pero el Paso era laberíntico y traicionero, y tampoco hubiera podido desmarcarse del resto en un camino tan angosto como el que ahora atravesaban. Resopló resignada y se encorvó sobre su montura.

- ¡No desesperéis, venerable!- gritó por encima del viento el guardaespaldas que caminaba junto a la cabeza de su montura.- ¡Con suerte esta noche llegaremos a destino!

Celebrinnir le dedicó una sonrisa cansada. Se llamaba Rielen, era un sin´dorei de cabello oscuro y piel curtida por el viento que la había reconocido desde el principio como una sacerdotisa de la Fuente y la había tratado durante todo el viaje con una deferencia que en realidad no hacía más que irritarla. Ser una sacerdotisa de la Fuente del Sol no le evitaba el frío ni las penalidades del viaje, ni evitaba que estuvieran casi detenidos en el filo de un abismo con un viento infernal que amenazaba con lanzarlos a todos por el barranco. Se rependió a sí misma: estaba siendo injusta. Precisamente ser una sacerdotisa de la Fuente del Sol era lo que le había acercado al Ojo Violeta, el guardaespaldas no tenía la culpa. Además, le avergonzaba reconocer que los últimos meses pasados entre las comodidades y el respeto de Quel´danas la habían vuelto a convertir en una esnob.

Se inclinó por un costado de su montura para acercarse más a él, sujetándose el sombrero con una mano mientras con la otra se sujetaba a las riendas.

- ¿Tan lejos estamos?- tuvo que alzar la voz para hacerse oir por encima del aullido del viento- ¡Me pareció que estabamos mucho más cerca desde la cascada!

El guardaespaldas dirigió la mirada hacia el lugar del que venían y asintió con un gesto firme.

- En línea recta desde la cascada, la caída podría dejaros directamente en las puertas de Karazhan, pero no podemos descender por ahí con los carros y los caballos- explicó acercándose a ella para no tener que gritar tanto. Se movía con confianza por el borde del barranco. Señaló con el dedo hacia delante, hacia el camino- El único camino viable para la caravana es este, da un poco más de vuelta pero es el único transitable.

Olía a cuero y a sudor, podía sentirlo incluso a pesar del viento. Incómoda por su repentina cercanía, Celebrinnir se irguió de nuevo en su montura. Reprendiéndola, una nueva bocanada de aire frío la hizo encogerse de nuevo.

- Parece que conoces bien este camino.- concedió a regañadientes.

Rielen tomó aquello como un cumplido e irguió la espalda, orgulloso. Aunque llevaba un grueso pañuelo protegiéndole la garganta y la boca del polvo y el aire, Celebrinnir supo que sonreía. El viento agitaba su cabello castaño pero no parecía molestarle. Al contrario, le daba un aire salvaje con el que parecía realmente cómodo. Aquello también la incomodó.

- Llevo un año cubriendo la ruta regular entre Roncal y Karazhan, Venerable- explicó satisfecho, tratando de ver algo de lo que sucedía más adelante- Conozco el camino como la palma de mi mano.

Llevaba guantes de cuero hasta el codo pero Celebrinnir había visto sus manos en una de las paradas del viaje. Eran grandes, fuertes, curtidas. Le había indignado el efecto que la visión de aquellas manos había tenido en su espina dorsal. Recordarlo la hizo sentir todavía más incómoda.

De pronto una ligera conmoción recorrió la caravana y empezaron a avanzar. Celebrinnir dirigió a Belore una silenciosa plegaria de agradecimiento y clavó los talones en su montura.

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