Interludio- Karazhan II

jueves, 20 de octubre de 2011

Las ruinas de la aldea se alzaban sobre el suelo polvoriento como un esqueleto oscuro y descompuesto. A lomos de su caballo, Celebrinnir casi podía sentir la presencia de los fantasmas que habitaban aquella zona. Ya se había recuperado del impacto que le había supuesto ver la silueta de Karazhan recortada contra el cielo oscuro y envuelta en aquellas sombras siniestras al final del camino. Ahora la caravana descendía hacia allí y la oscura mansión parecía dispuesta a engullirlos a todos. Avanzaban por lo que parecía haber sido la calle principal del pueblo, ahora silenciosa y tétrica. Dejaban atrás los postes chamuscados que todavía se mantenían en pie en mudo desafío, con la luz de las antorchas oscilando violentamente por el viento y arrojando sombras danzarinas e inquietantes en las calles oscuras.

La temperatura había descendido, señal de que en el siempre oscuro Paso de la Muerte había caído la noche. La caravana se mantuvo en silencio mientras atravesaban las ruinas, tal vez por temor, tal vez por respeto, pero cuando las dejaron atrás, el mundo pareció recuperar el sonido. Un centenar de metros de la antigua aldea, la caravana se detuvo. Karazhan se alzaba ante ellos terrible e imponente.

- Ya hemos llegado.- dijo Rielen, tendiéndole la mano para ayudarla a desmontar.

Le hubiera gustado desmontar de un salto para demostrarle que no era una frágil damisela, pero en realidad agradeció el gesto: tras tantos días montando, tenía las piernas acalambradas y desmontar de otra manera hubiera implicado una caída muy poco digna. Descendió de su montura y reprimió las ganas de masajearse los riñones en público: necesitaba desesperadamente un baño de agua caliente y poder cambiarse de ropa, aunque no contaba con ello. Fuera de Quel´Danas, no era más que una de tantas sin´dorei que viajaban por el mundo, de modo que no esperaba deferencias de ningún tipo.

Se había desatado una alegre algarabía a la cabeza de la caravana y se dirigió hacia allí. Habían llegado más antorchas y ahora la zona estaba bien iluminada, como una bola de luz en la oscuridad. Vio algunos mozos humanos descargar con diligencia los sacos de provisiones de los carros mientras que otros se hacían cargo de las bestias. Un capataz repartía órdenes e instrucciones sobre donde aparcar la carga y donde a los animales. Celebrinnir lamentó que no indicara también donde debía aparcarse ella.

- ¿Lerathien? ¿Celebrinnir Lerathien?- llamó una voz insegura a su espalda.

Se volvió y se encontró frente a un humano de cabello rojo que vestía la toga malva y dorada del Ojo Violeta. Nunca se había sentido cómoda en su trato con los humanos. Aunque sabía que los taumaturgos podían ser muy longevos, la esperanza de vida de su especie era tan breve que no podía evitar sentir lástima por ellos, y una cierta responsabilidad, al fin y al cabo, habían sido los quel´dorei los que habían enseñado los secretos de la magia a los humanos a cambio de su ayuda durante las primeras Guerras Troll. Este humano en concreto era joven y tenía cara de buena persona, y la miraba con unos inmensos ojos bovinos de color verde, algo ansiosos.

- Soy yo.- contestó, tratando de devolverle una sonrisa amistosa.

El humano suspiró con alivio.

- Recibimos el aviso de que vendríais- dijo, y añadió, desconcertado- ¿Dó.. dónde está vuestro equipaje?- inquirió.

Celebrinnir iba a responder que lo había dejado en su montura pero una voz se le adelantó.

- Está aquí.- Rielen se acercó a ellos. Cargaba al hombro la mochila de Celebrinnir como si apenas pesara. Sonreía - Bendito sea el voto de austeridad de los sacerdotes ¿Eh, León?

El guardaespaldas guiñó un ojo al joven mago, que pareció agradecer el gesto y respiró con alivio. Un gran peso pareció de pronto esfumarse de los hombros del muchacho.

- ¡Ah, Rielen!- exclamó León- Lleva el equipaje de la señorita Lerathien a la tienda de de admisión y luego vuelve corriendo. ¡Marinda quiere verte en cuanto acabes!

Rielen no se detuvo, hizo una breve reverencia antes de darse la vuelta y desapareció entre los carros. El joven mago hizo un gesto a Celebrinnir para que le siguiera y se dirigieron hacia el otro lado, esquivando mozos y carros. Al parecer, escoltarla de camino a sus superiores no era la única labor del joven León, que se fue deteniendo aquí y allá para dar instrucciones, hacer algunas preguntas y recoger con alivio un pequeño paquete que se transportaba en uno de los carros y que iba cerrado con un cordel.

- Estamos bastante aislados aquí- se disculpó el muchacho- Todas las provisiones llegan con la caravana y ha estado haciendo muy mal tiempo.

Celebrinnir emitió un leve sonido que no la comprometía y siguió caminando. Se internaron entonces en una zona bien iluminada donde aguardaban un par de tiendas de campaña de buena calidad. En la más grande aguardaba una elfa de cabello rubio que sonstenía una tablilla sobre la que se deslizaba mágicamente una pluma. También ella vestía una toga con los colores del Ojo Violeta y sonrió al verla llegar.

- Bienvenida, venerable- dijo la maga con una sonrisa reconfortante- Soy Hajiri, la encargada de la recepción y registro de visitantes. Recibimos la carta de Varo´lem avisándonos de vuestra llegada pero os esperábamos hace cuatro días. ¡Debéis estar agotada!

En su fuero interno Celebrinnir agradeció que se tratara de otra elfa y no de un humano quien la recibiera. Solo otro sin´dorei podía tratarla con la deferencia que su rango le garantizaba.

- El camino presentó algunas dificultades, - admitió Celebrinnir- solo espero que el retraso no represente ningun inconveniente...

La maga descartó aquello con un aleteo de sus dedos.

- No os preocupéis, mientras la Casa no se mueva, nosotros seguiremos aquí.- explicó con una sonrisa- Por ahora solo necesitamos que firméis en la hoja de llegada y el registro. Este es el anillo que os acredita como visitante autorizada. Luego León os acompañará al interior para que podáis poneros cómoda y descansar. En su carta, Varo´lem señaló que queríais consultar la biblioteca.

Celebrinnir asintió mientras firmaba los documentos que Hajiri le tendía.

- Nuestros documentalistas trabajan en varios turnos durante todo el día catalogando la colección, podréis acceder a ella en cualquier momento del día notificándoselo al jefe de turno en cada ocasión. Él os explicará las normas. ¿Cuánto tiempo tenéis pensado quedaros con nosotros?

- No tengo una estimación prevista- admitió la sacerdotisa enderezándose y pondiéndose el anillo- depende de la eficiencia de mi investigación. En una colección tan extensa y sin estar familiarizada con su organización, es posible que me lleve algunas semanas.

Hajiri sonrió comprensiva. El fuego de las antorchas proyectaba sombras danzarinas en su piel.

- No os preocupéis por eso. Decid lo que necesitáis a nuestros documentalistas y ellos podrán orientaros. Ahora, si lo deseais, León os conducirá a vuestra habitación.

Al volver a escuchar aquello, Celebrinnir frunció el ceño.

- ¿Se está alojando el Ojo Violeta en el interior de Karazhan?- inquirió, extrañada.

La maga hizo un gesto neutro con la cabeza.

- Sí y no- explicó- Se pudo descontamintar un ala de la casa, algunos dormitorios en realidad, y un pequeño comedor. El destacamento del Ojo no es tan numeroso en realidad, y cabemos todos dentro. Tampoco tenemos tantos visitantes después del expolio inicial de la mansión y no hace falta más, aunque hay que renovar periódicamente los hechizos de purificación del area: la influencia de la casa es muy poderosa e invasiva, y si nos descuidamos, podemos tener algunos problemas.

- ¿Es segura?

- Lo es, no os preocupéis, llevamos años aquí y ya le hemos cogido la medida a la mansión. Ahora os dejaré descansar ya. León os guiará por el interior de la casa hasta el ala dormitorio.

Celebrinnir le dio las gracias sinceramente y ella y el joven humano abandonaron la zona de las tiendas entre el humo de las antorchas. Volvieron a esquivar los carros y los caballos, y también a los mozos que seguían descargando las provisiones y metiéndolas en la casa por una pequeña puerta lateral.

Había un pequeño fuego en un lateral, junto a uno de los contrafuertes de la mansión, y a su alrededor había sentados algunos hombres, probablemente los guardaespaldas de la caravana. Se sorprendió a sí misma buscando con la mirada a Rielen y se sobresaltó cuando le encontró sentado al fuego, vuelto hacia ella y mirándola. Descubierta flagrantemente, la dirigió una sonrisa amable pero cortés y siguió su camino sin volver a mirarle.

Las palabras le llegaron como un susurro,enredadas en el sonido de la hoguera.

- Dichoso voto de castidad...

Celebrinnir se enderezó de golpe y abrió mucho los ojos, a medio camino entre indignada y complacida. El coro de risas amortiguadas que le llegó tras aquellas palabras le incendió el rostro y le hizo acelerar el paso. ¿Quien se creía que era? Ella no era una aventurera cualquiera, ni una mujerzuela del camino ¿Cómo se atrevía siquiera a sugerir algo así de una Sacerdotisa de la Fuente?

- P... por aquí, señorita Lerathien.- le indicó León, desconcertado por el violento rubor que cubría el rostro de la sacerdotisa.

Mortificada, siguió por donde el mago le indicaba y ascendieron unos gruesos escalones de piedra. De pronto Celebrinnir se dio cuenta de que estaba frente a la puerta de rastrillo de Karazhan, la mansión encantada de Medivh, donde medraban los fantasmas y los demonios y donde durante años había vivido el profeta cuervo.

Respiró hondo y entró.

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