Interludio- Karazhan III

martes, 1 de noviembre de 2011

Celebrinnir arrugó el papel en el puño y golpeó la mesa con rabia.

Dos semanas, dos semanas investigando sin descanso en la biblioteca de Medivh, la más grande y mejor surtida del mundo conocido respecto a los temas más oscuros. Dos semanas leyendo los antiguos volúmenes a la luz de los orbes mágicos, pasando largas noches en alguna de las butacas revisando unos u otros catálogos hasta que la visión se le volvía borrosa. Dos semanas soportando la opresiva sensación de saberse observada por la casa, por su oscura influencia y por sus fantasmas. Dos semanas sin hacer otra cosa que leer, investigar, buscar, documentarse, y sin más resultados que el día que cruzó el rastrillo de la entrada. En dos semanas no había visto la luz del sol, absorbida como había sido por la biblioteca de Medivh, por sus interminables puentes y plantas, por sus pasadizos ocultos y grandes salas, por el poder inherente de la propia casa, la oscuridad que había permeado las paredes de piedra y las vigas de madera, y las baldosas del suelo... Nada, ni siquiera con su instrucción y la ayuda de los magos del Ojo había conseguido localizar algún volumen que contuviera información sobre Abrahel. El turno que trabajaba en la biblioteca cuando ella llegó se había marchado ya, había regresado a Dalaran, mientras que un turno nuevo se había incorporado al trabajo. Se había identificado ante el nuevo responsable, un humano de aspecto anciano, con el cabello y la barba blancos, y la piel de las manos arrugada, y había seguido investigando. Nada, nada, nada.

Había sido un trabajo tan intensivo que había empezado a acusar el agotamiento. Había sido presa de temblores repentinos, afortunadamente aislados, y aquella percepción de formas por el rabillo del ojo se acrecentó. Aquel defecto, en un entorno tan opresivo como era Karazhan, incrementó la sensación de paranoia. Casi sin darse cuenta, había empezado a acelerar el paso al entrar en un pasillo desierto, y se sobresaltaba con frecuencia. No descansaba bien por las noches. Aunque seguía ingiriendo sus pociones de letargo sin sueños, se despertaba sobresaltada creyendo haber oído o sentido algo cerca de su cama.

Suspiró, frustrada, y se apoyó con ambas manos en la mesa, temiendo que las rodillas no soportaran su peso.

- ¿Estás bien?- inquirió una voz a su espalda, que le hizo dar un respingo, sobresaltada.

Se volvió con el corazón martilleándole frenéticamente en el pecho. Quien preguntaba era Volgar, el encargado del grupo de la biblioteca. El anciano la miraba con preocupación.

- No deberías alejarte tanto del grupo- dijo el anciano señalando al equipo que trabajaba tres salas más abajo- No es seguro.

Hizo un gesto que abarcaba los arcos que delimitaban aquella sala. Los fantasmas se habían empezado a condensar a su alrededor, parecían acudir hacia ella como polillas a la Luz. Eran inofensivos, pero no se podía saber si no acudiría algo menos amistoso. Celebrinnir respiró hondo.

- Lo lamento, estaba tan absorta en la lectura que no me di cuenta de que se habían desplazado- se disculpó.

El anciano se acercó a ella y le rodeó los hombros con un brazo protector.

- Tienes mal aspecto- le reconvino con amabilidad- deja que te acompañe abajo.

La amabilidad del anciano le sorprendió. El equipo anterior había sido amable pero distante, receloso. Si la habían ayudado había sido únicamente porque el anillo que portaba les obligaba a ofrecerle asistencia. Por el contrario, el interés del anciano parecía genuino.

Se dejó reconducir hasta la sala principal de la biblioteca, donde tomaron asiento cerca del hogar encendido. Había una pequeña mesa con una tetera y tazas para que los investigadores pudieran servirse un tentempié durante la jornada. Volgar sirvió una taza de té y se la ofreció. Celebrinnir la tomó con un gesto de agradecimiento y dio un sorbo. Estaba caliente. Durante unos minutos, no dijeron nada. Volgar la observó en silencio, tenía los ojos grises, tan descoloridos casi como su cabello. Celebrinnir se preguntó como podía seguir leyendo.

- Es arriesgado que pasees sola por la casa- dijo el anciano al fin- La presencia de la Luz en tí es muy fuerte y para ellos es una calidez que perdieron hace mucho.

Celebrinnir arqueó las cejas.

- ¿Para los fantasmas?

Volgar asintió lentamente.

- Obsérvalos.- dijo- Verás que no son todos iguales, no todos son nubes desdibujadas. Algunos todavía conservan sus rasgos definidos, algún atisbo de sus recuerdos.

- ¿Quienes son? ¿Por qué siguen aquí?

- Los habitantes de la casa, por supuesto.- explicó el anciano- Aquellos más apegados a la vida tardan más en perderse. No ascienden porque al sellar la casa para encerrar su influencia, se cerró también cualquier salida que hubieran podido tener para su Más Allá. El Otro Lado es oscuro y frío y están condenados a vagar en él eternamente. La presencia de la Luz en esta casa es literal para ellos. Es una antorcha blanca y cálida y siempre buscarán estar cerca de tí. Son inofensivos en su mayoría, pero existen las excepciones. Algunos seres mucho menos amistosos se ven atraídos por la pureza de la Luz.

La sacerdotisa frunció el ceño levemente, asimilando aquella información.

- Rielen me dijo que te desmayaste hace cuatro días- dijo de pronto Volgar con seriedad.

Celebrinnir maldijo para sí. No había sido un desmayo, solo un ligero mareo al pie de la escalera de la entrada, pero Rielen la había visto y había acudido a sujetarla por si caía.

- Estaba preocupado- continuó el anciano- ¿Crees que pudo tratarse del ataque de algún ente?

Negó con la cabeza.

- No, en absoluto- sentenció, repentinamente molesta porque también él la tuviera por una doncella débil- Sé defenderme contra ese tipo de ataques y no sería mi primera batalla. Es solo... es solo que no descanso bien por las noches, nada más.

Volgar asintió lentamente, con una mirada que Celebrinnir no supo interpretar.

- Creo que dices la verdad- dijo al fin- pero eso no hace que tu situación sea menos alarmante, Celebrinnir. Si estás agotada, tu fuerza se reduce y eres más susceptible de ser atacada. Como te dije, en esta casa debes andar con cuidado. Debes descansar más ¿Necesitas algún tipo de calmante?

Celebrinnir negó con la cabeza. Por una parte, no se sentía cómoda hablando en semejantes términos con el anciano bibliotecario, pero por otra parte empezaba a sentir una cierta afinidad con él.

- Creo que están dejando de hacerme efecto.- dijo, y le explicó lo que estaba tomando.

En aquella ocasión los ojos de Volgar se entrecerraron, evaluándola.

- ¿Qué estás haciendo aquí, Celebrinnir? ¿Qué trae a una Sacerdotisa de la Fuente del Sol a esta mansión encantada y le priva del sueño y del sosiego?

Celebrinnir suspiró lentamente, tratando de pensar en cómo explicar lo que buscaba sin desvelar demasiado. Recordó entonces algo que él había dicho antes de hablar de su desmayo.

- Antes dijiste que había seres peligrosos que se ven atraídos por la pureza de la Luz- comenzó lentamente, mirándole a los ojos- ¿Puedes hablarme más de ellos?

Los ojos grises de Volgar se entrecerraron, meditabundos, desenfocados. Celebrinnir comprendió que estaba buscando en su memoria la información que le pedía. Todavía sin responder, se sirvió a sí mismo una taza de té y siguió pensando después de darle el primer sorbo.

- En realidad no es tan raro- empezó el anciano volviendo a mirarla- La mayoría de las criaturas de la oscuridad se sienten atraídas por la Luz solo por el sencillo hecho de existir, solo para mancillarla. Podría decirse que la Luz en la Oscuridad es una ofensa, un desafío o simple despecho. A veces en sencillamente jugosa. Tal es el caso, por ejemplo, de los sayaad sobre las que investigas.

Celebrinnir parpadeó confusa.

- ¿Sayaad?

Volgar asintió con la cabeza.

- He olvidado el nombre por el que preguntaste, me dijeron que era algo como Axalie o Avahadiel. Las criaturas como esas son conocidas como sayaad.

La sacerdotisa empezó a negar con la cabeza, pero que el anciano hubiera relacionado aquellos nombres con las llamadas sayaad y su apetito por la Luz le intrigó.

- ¿Qué son?

El anciano dio otro sorbo a su taza de té.

- Los sayaad son una de las razas que se unieron a la Legión Ardiente.- explicó pacientemente- Son demonios expertos en la seducción y la tortura y también los principales vehículos de reproducción “natural” de los demonios de la Legión, supongo que me entiendes.

Celebrinnir sintió un escalofrío. ¿Podía ser que lo que no había encontrado en todo aquel tiempo, ni tan siquiera con la ayuda de los documentalistas del Ojo, lo supiera aquel frágil anciano de mirada turbia? Asintió, expectante.

- Algunas Sayaad actúan como matronas, siendo sus vientres la cuna de muchos otros demonios.- Volgar hablaba despacio, y la sacerdotisa asintió invitándole a continuar- Otras son agentes al servicio de demonios mayores, como Señores del Foso o de poderosos brujos, como lo fueron los Eredar de la Primera Venida de la Legión.

- Pero...- le interrumpió impaciente Celebrinnir- ¿Qué tienen que ver con la pureza de la Luz?

Volgar arqueó las cejas.

- Oh, nada en realidad- respondió, clavando su mirada en ella- No es la Luz solo lo que las atrae. Son criaturas que se sienten muy atraídas por la pureza, tanto física como espiritual, no necesariamente por ningún tipo de poder. Aunque claro, un alma pura y tocada por la Luz puede resultar especialmente jugosa, un desafío particularmente interesante.

Una sensación de vértigo mezclada con euforia recorrió la espina dorsal de la sacerdotisa. Lo que aquel frágil humano decía tenía sentido, un sentido atroz. Ahí estaba Iranion, de sangre tan pura que el carmín de sus pupilas no se había difuminado desde los tiempos de Zin Azshari. Ahí estaba ella misma, cuyos votos y dedicación habían sido su más alto orgullo. Allí tenía su primera pista, algo por lo que orientar su búsqueda. Un pequeño paso...

- Sayaad- Repitió el nombre lentamente, saboreándolo.- ¿Qué más se sabe sobre ellas?

Los ojos del anciano destellaron como el acero gris. Celebrinnir supo que estaba exponiendo demasiado, pero no podía perder aquella oportunidad.

- Se dice en los círculos más oscuros que una manera de atraerlas consiste en ofrendar un corazón puro en el interior de un sello mágico determinado e invocar a una de ellas por su nombre.- explicó el viejo mago pese a todo, evaluándola con la mirada.- Tentada por el jugoso manjar, la sayaad aparecerá. O eso dicen.

Celebrinnir frunció el ceño, inclinándose hacia delante en su silla.

- ¿Por qué iba a querer nadie invocar a una criatura así?

Volgar extendió las manos frente a él.

- Como te dije, los brujos suelen recurrir a ellas, suelen ser útiles para doblegar a los débiles de voluntad. Pero si quieres saber más sobre ellas, aquí pierdes el tiempo. Llevo más tiempo que nadie catalogando esta biblioteca y a día de hoy no hemos encontrado nada que hable de demonios tan genéricos como los sayaad. Medivh parecía interesarse por criaturas de mucho más poder.

Turbada y emocionada, Celebrinnir se contuvo para no levantarse de un brinco de la butaca. El anciano, por su parte, pareció percibir su turbación.

- Ve a tu dormitorio y descansa.- le recomendó- Para cuando despiertes, tendré lista tu carta de recomendación.

La sacerdotisa frunció el ceño sin entender.

- Creo que en la Ciudadela Violeta tendrán algo que puede interesarte, al fin y al cabo siempre lo han catalogado todo.- explicó el mago al ver su extrañeza- Así que voy a escribir una carta de recomendación para que entregues en Dalaran y te permitan consultar la biblioteca. El anillo no será suficiente.

Dalaran, la capital del reino mágico fundado entre los humanos y los magos, y gobernada por la magocracia más selecta de Azeroth, el Kirin Tor. Sabía que la ciudad se había desplazado mágicamente hasta Rasganorte desde la apacible campiña de Costasur, pero de pronto no supo como haría para llegar hasta allí.

- En ese caso será mejor que me ponga en camino cuanto antes- dijo Celebrinnir poniéndose en pie- Me espera un largo viaje.

- ¡Pamplinas!- exclamó Volgar levantándose a su vez y haciendo crugir todas sus articulaciones, descartando aquella idea con un aleteo de sus dedos- Somos el Ojo Violeta, tenemos medios de viaje más expeditivos.

El anciano apoyó las manos en los hombros de la sacerdotisa.

- Ve y descansa, Celebrinnir, lo necesitas.- dijo firmemente, mirándola a los ojos- Tómate el tiempo que necesites para recoger tus cosas y despedirte. En cuanto estés lista, Dalaran te estará esperando.

Celebrinnir parpadeó sorprendida por aquella solicitud y ayuda que se le ofrecía desinteresadamente.

- Te lo agradezco, Volgar- acertó a decir- Pero... ¿Por qué?

El viejo mago sonrió con nostalgia.

- Digamos que me recuerdas a una mujer que amé una vez.

Celebrinnir sonrió y asintió firmemente.

Por fin había luz en el camino.

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