A la sombra de Karabor IV

martes, 15 de noviembre de 2011


La puerta de rastrillo estaba alzada y desde el umbral podía ver parte de la sala, pero Tips nunca se había sentido particularmente cómodo con determinados aspectos de la habitación – y por qué no, del modo de vida- de Gandarin. Se mantuvo sin cruzar el umbral y carraspeó.

- Pasa- respondió Gandarin desde el interior con voz desenfadada.

Tips se armó de paciencia y pasó bajo el rastrillo. La Mazmorra, como se conocía a los dominios de Gandarin dentro del complejo, estaba dividida en dos espacios diferentes gracias a una gran puerta corrediza, más propia de un garaje que de un dormitorio, de modo que fuera independiente la parte del dormitorio y la parte de los... múltiples talentos de Gandarin. La puerta solía estar retirada para tener más espacio, pero en aquella ocasión – y gracias a la Luz- estaba casi completamente cerrada de manera que la cama quedaba fuera de la vista. Mejor.

La mitad visible era una mezcla de taller, almacén y laboratorio mal iluminado. Había estantes repletos de objetos cubriendo las paredes, un alambique de buena calidad en un rincón y una mesa de trabajo con todo tipo de herramientas en otro. Había una vieja butaca destartalada dando la espalda a uno de los estantes y una extravagante alfombra de manufactura draénica. La guitarra de Gandarin reposaba contra el brazo de la butaca, impasible y resplandeciente. La sensación principal era de caos, aunque debía admitir que con la costumbre, no era difícil atisbar los patrones en aquel desorden. Al principio la inmensa cama había ocupado casi toda aquella zona, pero habían conseguido convencer a Gandarin de que no era necesario exhibir su vida erótica tan cerca de la puerta, de modo que había cambiado invertido la distribución de las dos mitades. El resto de los chicos no llevaban bien la lencería encaramada a los muebles ni los pequeños grilletes enganchados en el cabecero de hierro forjado. Además, el pequeño laboratorio alquímico y la mesa de trabajo eran un incentivo para los otros miembros del equipo y les desafiaba a tratar de superar a una criatura tan longeva como eran los sin´dorei.

Gandarin no estaba a la vista, así que Tips supuso que debía estar al otro lado de la puerta separadora y podía oírle igualmente.

- Tenemos que hablar.- dijo el goblin de mala gana.

La voz llegó desde el otro lado, con eco dada la ausencia de muebles en aquella parte de la sala.

- Claro, tú dirás.

Gandarin abrió la puerta sin cuidado, revelando las sábanas revueltas, la lencería y los grilletes sujetos al hierro forjado. La propia Gandarin había aparecido con el chaleco abierto sobre la ropa interior y el cabello desordenado. Tips gruñó, aunque el suyo fue más bien un suspiro exasperado: al menos llevaba los pantalones.

- Hola, jefe.- saludó la elfa cerrando desenfadadamente el chaleco con sus dos escuetos botones.- ¿Qué pasa?

Tips gruñó de nuevo y maldijo por lo bajo unas cuantas veces: detestaba con toda su alma tener que mantener este tipo de conversaciones con ella, pero todavía detestaba más que el más anciano miembro del equipo se comportara como un quinceañero sobrehormonado. Ella percibió su gesto y comprendió. En sus diáfanos rasgos élficos se dibujaron la cautela y el hastío. Sus labios trazaron un silencioso “Ah”.

Se recogió el cabello negro como el ala de un cuervo en una coleta y se sentó tranquilamente en la butaca. Alzó con una mano la guitarra y la apoyó sobre su regazo para tantear las cuerdas con aire despreocupado.

- No hemos hecho mucho ruido.- dijo, y añadió alzando la vista de los acordes- ¿No?

Tips se giró estratégicamente para dar la espalda a la turbadora visión de la cama. No era que las elfas le atrajeran lo más mínimo, pero la visión de lencería femenina era siempre sugerente a la escala adecuada. Quedó frente a la elfa y chasqueó la lengua, malhumorado.

- Mira, sabes que no me meto con tus…- rebuscó la palabra, maldita la gracia que le hacía esto- excentricidades…

- En realidad sí lo haces.- interrumpió Gandarin de buen humor, pero enseguida se puso seria de nuevo de manera muy poco convincente - Perdona, sigue. No te metes con mis excentricidades.

El goblin la calcinó con la mirada.

- Puede que a ti te parezca muy gracioso todo esto, Gandarin, pero a mí no me hace ni puta gracia tener que ser la madre superiora solo porque visto una toga.- gruñó el sacerdote- Mira, acuéstate con quien quieras, me la suda. Que con tu edad sigas teniendo las hormonas de una adolescente también me la suda. Pero no todo el mundo va a estar dispuesto a obviar tus perversiones solo porque tengas un don con las máquinas o porque seas mujer.

Gandarin entrecerró los ojos con malicia y un brillo de humor.

- Soy tanto o más hombre que todos ellos.- declaró abriendo las piernas en un gesto muy poco femenino para apoyar su afirmación. - Y que Lola, claro.

- Nana…- la voz de Tips tenía un peligroso matiz de advertencia.

Con un suspiro, Gandarin apartó la guitarra de su regazo y se puso en pie para acercarse a la mesa de trabajo, pero en lugar de sumirse en sus proyectos, se dio la vuelta para apoyarse en ella y quedar de frente a Tips.

- No voy a disculparme y esto no es un patio de colegio. - dijo, y en su tono de broma había una verdad inamovible- Tengo más éxito con las mujeres que ellos, que lo superen. Fin de la charla.

En realidad Tips estaba de acuerdo, era ridículo que tuvieran que mantener aquel tipo de conversación. También sabía que no tenía sentido insistir con Gandarin: aunque pareciera tomarse a guasa el tema que les atañía, sabía que en adelante habría cambios sutiles. Nada que pudiera tomarse como un efecto de la supuesta reprimenda, pero Gandarin no era la persona más vieja de la estación por nada.

Asintió y suspiró. Algo le rozó el pie y no pudo evitar dar un respingo, pero cuando bajó la vista vio a Moosha corretear hacia Gandarin con aquel inquietante realismo. De hecho, había algo extraño en ella, algo que no conseguía identificar. Gandarin se agachó para recogerla y la ardilla mecánica se deslizó entorno a su cuello para permanecer en su hombro.

- Tiene algo diferente.- dijo Tips con curiosidad, y no era una pregunta.

Gandarin jugueteó con ella dejando que el pequeño robot le aferrara un dedo con fuerza.

- Le he dado algo más de autonomía- admitió la elfa tironeando del dedo prisionero- y he añadido una resistencia de más. El resultado es espectacular, no esperaba tanto. Ha perdido por completo la rigidez. ¿A que parece de verdad?

Si Moosha hubiera estado cubierta de pelo rojizo, si, hubiera parecido de verdad. Con su cuerpecito metálico a la vista, aquellos gestos tan realistas le parecían inquietantes. Asintió porque no le quedaba otra.

- ¿En qué estás trabajando ahora?- inquirió acercándose a la mesa de trabajo que Gandarin mantenía cubierta con un pedazo de tela.

La mesa de trabajo de Gandarin parecía el mostrador de un juguetero. Su fascinación con la ingeniería goblin rozaba lo ridículo: cascos estrambóticos, gafas extrañas, aparatos de función desconocida, y gran cantidad de pequeñas alimañas a medio construir a medida que la elfa perfeccionaba su habilidad con la robótica. Moosha era resultado de sus actividades, así como el conejo con una bombilla en lugar de la cola, un sapo mecánico, una gallina muy extraña y algunos destructores en miniatura. Lo que había debajo de la sábana que cubría la mesa le hizo dar un respingo cuando Gandarin la retiró.

- ¡Joder!– rezongó el goblin con evidente desagrado- He estado a punto de darle la extremaunción, Gandarin. Esto ya es deliberadamente siniestro.

El niño era rubio y tenía los ojos cerrados. Su piel era clara y de aspecto suave, y su rostro era el más claro reflejo de paz. Tenía las costillas separadas y desvelando su interior de cables y circuitos. A Tips le recordó inevitablemente a una autopsia. Reprimió un escalofrío.

Gandarin se limitó a sonreír mientras se inclinaba sobre los circuitos expuestos y retocaba algunas conexiones aquí y allá casi con mimo. En cuestión de segundos, la curiosidad profesional de Tips desplazó por completo el desagrado. Trepó por la estantería para poder verlo mejor y se acercó tanto para poder ver bien la delicada piel del robot que su larga nariz casi se apoyaba sobre él. Acarició con un dedo la suave piel de los párpados cerrados.

- ¿Cómo lo has hecho?- inquirió, sin poder evitar maravillarse por la delicadeza que implicaba aquel trabajo- Parece real.

Y lo parecía, incluso al tacto aquella piel era tan suave y flexible como la auténtica, y era del todo inverosímil que Gandarin, pese a sus rarezas, utilizara algo semejante.

- He probado un nuevo espesante para la gelatina de teropiña- explicó la elfa sin dejar de aplicarse en la puesta a punto de su proyecto.- No es adherente, pero tampoco hace falta añadir más capas de dermis: basta con irradiarlo con una batería de cristales del nexo y la mezcla cambia de color automáticamente. Cuanto más tiempo, más se oscurece pero creo que el color está bien ¿Qué te parece?

Tips asintió apreciativamente.

- Para un niño humano supongo que está bien, nunca he visto uno de cerca- admitió el goblin- Pero ¿Por qué humano? ¿De donde sacaste la idea?

Gandarin sonrió y su pecho se sacudió levemente con una carcajada. Apretó los labios y sus ojos brillaron.
- Estuve probando el otro día un nuevo G.A.G y acabé cayendo a plomo en algún lugar de la Corona de Hielo.- explicó, divertida- Aterricé encima de un cruzado que viajaba con su escudero y le aboyé la armadura, pero él consiguió que cayera sobre blando, el cruzado, digo. El escudero era un niñito rubio, un humano diminuto que le seguía a todas partes. Me dio la idea y en cuanto regresé me puse a ello. He conseguido que funcione, pero tengo que hacer algunas correcciones de comportamiento.

Tips frunció el ceño.

- ¿Qué es lo que falla?

La elfa suspiró con hastío...

- Está empeñado en repetir que quiere ser un niño de verdad y no se qué de un hada azul- sus ojos se entrecerraron como los de un felino receloso- Creo que Lola le ha metido mano, tendré que reprogramarlo.

El goblin suspiró. La gnoma parecía divertida con la idea de que una elfa de sangre tuviera tanto talento con la ingeniería y se entretenía proponiendo a Gandarin desafíos que tarde o temprano acababa superando.

- ¿Qué has usado para el habla? – Inquirió- ¿Respuestas prediseñadas y altavoces implantados?

- No. – Explicó ella cerrando las costillas del robot con un clic. Recolocó con cuidado la ropa del robot hasta que pareció un auténtico niño humano dormido- Modifiqué uno de los prototipos de Lightech, tiene algo más de autonomía que el mío, y probarlo en algo como Moosha no vale la pena. Le implanté una base de datos con más de cinco mil palabras y conmutaciones, pero la elección para la composición de frases depende exclusivamente del sistema.

Entendió que se estaba refiriendo a los módulos de Inteligencia Artificial que Industrias Lightech estaba desarrollando. Siendo la más pionera en cuanto a desarrollo se refería, y con aquel extraño don con las máquinas, Gandarin era una de los evaluadores preferidos de Industrias Lightech para la producción de nuevos proyectos. Los enviaban envueltos en capas y capas de plástico de burbujas para que los probara. A veces incluso, como era el caso, trasteaba con ellos hasta que encontraba la manera de mejorarlos.

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