Interludio - Lunargenta II

lunes, 28 de noviembre de 2011

Plácidamente inmersa en el agua cálida, Celebrinnir suspiró y dejó colgar las piernas por el borde de la bañera, como dos largas astas emergiendo de un manto de espuma. La sala estaba casi en penumbra, iluminada tan solo por unas pocas velas dispuestas en racimos en algunos puntos estratégicos, y su fulgor parecía reflejar en el suelo pulido. Todo su cuerpo suspiraba de alivio al contacto con el agua caliente después de tres días investigando sin descanso en la biblioteca del Templo de Belore. Aquel era el primer descanso que se permitía desde que llegó, y quería aprovechar las horas como pudiera para dar a su cuerpo el descanso que se merecía. Solo tenía que evitar pensar en la carta que descansaba abierta sobre su escritorio desde aquel mediodía.

Los últimos días habían devuelto pocos pero prometedores resultados. Aunque la colección del templo era menos moralista que la colección humana del Kirin Tor y menos rigurosa desde un punto de vista académico y parecía algo más permisiva con la intervención de demonios menores en las artes mágicas del pueblo élfico de Quel´thalas, la información sobre criaturas viles en general era mucha, pero poca la que se refería a demonios concretos. Durante sus conversaciones con Nessaia y otros miembros del culto en la ciudad había surgido, sin embargo, la confesión velada de la existencia de un lugar en la ciudad donde los magos más osados podían expandir sus límites hasta fronteras mucho más sombrías. Se hablaba de ellos en voz baja, con temor y al mismo tiempo con cierto aire de desafío. Nadie preguntaba por ellos en voz alta ni en público y ningún elfo decente debía saber nada al respecto, pero lo cierto es que el clero de Quel´thalas siempre se había considerado por encima de aquellas normas no escritas. Habían sido necesarias muchas horas de susurros y conversaciones furtivas, de favores, rumores y promesas para recibir un único nombre, un nombre envuelto en oscuridad y susurros: Alamma.

Su mayor fuente de información sobre aquel elfo misterioso fue la propia Nessaia, tan pía ella. Celebrinnir, por su parte, tuvo la prudencia de no cuestionar de donde provenían aquellos conocimientos. Al parecer Alamma había sido curioso y audaz en su juventud, con talento para la magia pero siempre ansioso por llegar más allá. Cuando sobrevino el Azote y la nación siguió a Kael´thas a Terrallende, encontró una fuente de conocimiento y poder como siempre había ansiado y que colmaba sus ambiciones. Se decía que tenía un pie zafio, que sus ojos tenían pupilas y que en el sótano del Sagrario en el Frontal de la Muerte sucedían cosas misteriosas y terribles.

Si hubiera sido una novicia que jamás hubiera abandonado Quel´thalas, tal vez hubiera creído a pies juntillas aquellas informaciones, pero ella había pasado casi diez años luchando contra los demonios en Karabor, mano a mano con los brujos del cuerpo Arúspice en la lucha por la purificación del templo, y sabía que estos oscuros hechiceros eran capaces de cosas mucho más inquietantes. Si ese sótano del que hablaban se parecía lo más mínimo a los cubículos de los brujos eredar del Templo de Karabor, el tal Alamma era justo la persona con la que necesitaba hablar. Sabía que los sacerdotes de la ciudad la consideraban intrépida y tal vez un poco confiada, y normalmente hubiera planificado más una aproximación a un energúmeno semejante, pero el tiempo apremiaba. No sabía qué era lo que se aproximaba, pero la carta que el mensajero había traído a mediodía lo cambiaba todo.

De nuevo la carta acudía a su mente, quebrando su tranquilidad. Se levantó de la bañera con el cuerpo empapado y se envolvió en pesado albornoz blanco, con cuidado de no mirar hacia el espejo que reflejaba su imagen en uno de los extremos de la sala. En ocasiones todavía podía sentir un ligero picor en las cicatrices y sabía que los ominosos trazos seguirían allí, como finos hilos de plata sobre su espalda.

Con los pies descalzos se dirigió al pequeño estudio que la casa tenía en la planta superior. La carta seguía sobre la mesa, abierta. El sobre llevaba sellos de Shattrat y el Templo de Lunargenta. Había pensado que se trataba de una nueva carta de Bheril, pero se equivocaba. Tomó de nuevo la página y se acercó a la chimenea encendida para poder leerla.


La Luz está contigo.

Hace unos días llegó a Shattrat un elfo que al parecer ha tenido un encuentro con nuestra conocida común. Interrumpió un ritual y se hizo con un espejo en el que dice haberte visto a ti (o por la descripción, eso he concluido) y a varios de nosotros relacionados con ella de alguna manera. No sé qué significará que nuestra imagen estuviera en el objeto, pero por si acaso creí oportuno advertirte, tanto a ti como a los demás.

Bendiciones.

R. Albagrana



Rodrith Albagrana, el cruzado que le había salvado la vida en Shattrat, que había expulsado de ella al esbirro de Abrahel y que había confiado en su fortaleza. Tal vez solo fingiera por complacer a Iranion, pero estaba tocado por la Luz de un modo tan intenso que podía distinguirlo a simple vista. Y ahora de nuevo confiaba en ella y la hacía partícipe de las nuevas, incluyéndola de nuevo en la lucha, de algún modo.

Lo último que había sabido de Abrahel era que Iranion le había disparado en el rostro durante su último encuentro. Por supuesto, no había esperado que eso bastara para derrotarla, pero saber que había regresado y que la recordaba hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. ¿Qué clase de ritual había interrumpido aquel misterioso elfo? A decir por la descripción de Albagrana, podía tratarse sencillamente de algún tipo de rastreo para localizar a sus enemigos. El miedo y el orgullo se entremezclaron en su pecho al comprender que ella la consideraba alguien de quien guardarse o a quien matar.

Abrahel había decidido incluirla en el juego, las piezas empezaban disponerse en el tablero. Celebrinnir no tenía intención de quedarse contemplando la lucha desde el exterior. Pero primero, tenía que hablar con Alamma.

- Que empiece la partida.

Arrojó la carta a las llamas y observó como se consumía lentamente.

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