Asuntos Pendientes VIII

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Por Imoen

- …escuchas?

Imoen ajustó el dial de su comunicador personal lo mejor que pudo. La voz, aunque distorsionada, parecía de Jasmine. De todos modos, no podía ser otra. El comunicador de Klode lo habían saboteado en Valgarde.

- Imoen, ¿me escuchas?

¿Qué querría la gnoma? Debía ser importante si la llamaba a arriesgándose a una reprimenda o algo peor.

Con un encogimiento de hombros mental, pulsó el botón de transmisión y respondió con voz queda.

- Habla, rápido. No sé si la comunicación es segura.

Un suspiro de alivio se oyó al otro lado.

- Al fin. Llevo tres días intentando hablar contigo. Sólo a las horas convenidas, claro está, porque sé que si no…
- Basta de cháchara. Di lo que tengas que decir y más te vale que sea importante.

La voz de la gnoma respondió entre dolida y temerosa.

- La señorita Klode te ha mandado una carta. Como no sabía dónde encontrarte, me la ha enviado a mí. La he puesto donde siempre. Parecía urgente, aunque la verdad es que no sé por qué la señorita Klode querría nada de alguien como…
- ¿La has leído?
- Errr….sí, venía a mi nombre, ¿qué querías que hiciera?
- Eso ya da igual. Ni una palabra a nadie de esto, ¿entendido?
- Pero…
- Ni una palabra, o lo lamentarás. Conecta cada día a las horas de costumbre hasta nuevo aviso.
- Está bien, lo que tú digas, Imoen.

Imoen cortó la comunicación y meditó acerca de los recientes acontecimientos. La información que Kronkar le había dado era bastante reveladora. Liessel estaba viva o, al menos, lo había estado hasta que el elfo se desvinculó del asunto meses atrás. Ahora tenía que averiguar qué le habían hecho, si era realmente ella o sólo un engendro de los boticarios, un ser incompleto o una bomba de relojería que habría que eliminar lo antes posible.

Entrañas era su próximo destino, pero antes tendría que hacer una visita a Nerisen. Lunargenta era bastante más accesible que la ciudad de los Renegados y creía saber dónde encontrar al maestro de asesinos de los elfos de sangre. Tendría que convencerlo para que fuera su intérprete, igual que hizo Liessel en su momento ya que, al igual que a ésta, el orco se le escapaba y no aspiraba a poder hablar la lengua de los renegados.

Por otro lado, lo que Jasmine le había dicho era turbador. ¿Qué sería tan importante como para que Klode se arriesgase a que alguien descubriese su relación? Aquello la iba a retrasar, aunque ¿qué importancia podía tener una semana o dos?

No, sabía que no podía dejarlo pasar tanto tiempo. Maldijo su sentido del deber y, tras escribir una escueta nota, abandonó su escondite para dirigirse a uno de los puntos de encuentro que el SI:7 mantenía por todo Azeroth, ocultos a los ojos de casi cualquiera. En ellos solía haber varios halcones mensajeros, alimentados por un ingenioso sistema gnómico que hacía que sólo hiciera falta visitar las instalaciones cada 5 o 6 meses. Cuidadosamente, Imoen rastreó la zona donde sabía que se encontraba la entrada hasta encontrar la puerta oculta. Sus habilidosos dedos manipularon el cierre y una abertura se formó en un lugar donde instantes antes sólo había roca lisa.

- ¿Qué demonios?

Las jaulas estaban vacías y un solitario halcón la miraba con curiosidad desde lo alto de una percha. Al menos parecía estar en buenas condiciones. Tendría que valer, fuera como fuese. Imoen llamó al halcón y éste respondió a su voz de mando y al alimento que le ofrecía. La anilla de los mensajes estaba intacta, así que Imoen sujetó a ella la pequeña nota que había escrito y, sacando al ave fuera la lanzó al aire mientras le decía:

- ¡A casa!

El halcón se elevó rápidamente y se dirigió al Sur, hacia Ventormenta.

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