En los Confines de la Tierra VII

jueves, 5 de noviembre de 2009

Al día siguiente:

El aire era asfixiante y estaba cargado de polvo. Vestida con una burda túnica de lana sin cardar, Irinna bajó del carro sin esperar la señal del guardia. Al mirar a su alrededor pudo ver muñecos de entrenamiento como los que había en Theramore. Luchadores de todas las razas, vestidos con la misma túnica que llevaba ella, los golpeaban con fuerza, ora armados ora con los puños desnudos, y más allá, peleaban entre ellos con fiereza.
aire era asfixiante y estaba cargado de polvo. Vestida con una burda túnica de lana sin cardar, Irinna bajó del carro sin esperar la señal del guardia. Al mirar a su alrededor pudo ver muñecos de entrenamiento como los que había en Theramore. Luchadores de todas las razas, vestidos con la misma túnica que llevaba ella, los golpeaban con fuerza, ora armados ora con los puños desnudos, y más allá, peleaban entre ellos con fiereza.

- Este es el campo de entrenamiento.- dijo el guardia rudamente- A partir de ahora pasarás las horas de luz aquí. Dormirás en los barracones con el resto y comerás lo que te dejen comer.

Hizo a continuación una señal a un ogro de piel oscura, que se acercó con una espada bastarda en la mano y la miró con desaprobación.

- Esta no sirve- dijo. Tenía la voz ronca- Es pequeña y demasiado delgada. No duraría ni dos asaltos. Broca no podrá hacer nada con ella. Llévatela.

El guardia frunció el ceño.

- Broca tendrá que quedarse con ella de todos modos. Mashrapur quiere verla en la arena para el torneo de Batalla.

El ogro se encogió de hombros.

- Mashrapur decide- concedió con desgana- pero hembra y humana no llegará al torneo de Batalla. Se la llevaré a Broca para que decida qué hacer con ella.

Y tirando de la soga atada a su cuello, se llevó a Irinna en dirección a los barracones.

***

Broca les recibió en su despacho, al fondo del pabellón principal. Era un orco de mediana estatura, con la piel curtida por los elementos y unos ojos verdes como rendijas en una máscara de cuero. Los colmillos inferiores sobresalían entre los labios y tenía el pelo corto y blanco.

- ¿Qué me traes, Zorg? - inquirió recostado contra el respaldo de su asiento, mirándola con desinterés.

El ogro la empujó para mostrársela al viejo orco.

- Mashrapur quiere que luche en el próximo torneo de Batalla.

Los ojos de Boca brillaron con malicia.

- Mashrapur la quiere en las arenas- dijo, meditabundo. Luego la miró a los ojos, divertido- ¿Qué le has hecho, humana? Athos de Mashrapur suele tener otros planes reservados para las muñequitas como tú. Debes haberte portado muy muy mal.- Una cacajada ronca brotó de sus labios oscuros- Así que vas a pelear... Bien, no le garantizo a tu señor que sobrevivas hasta el torneo, pero si él quiere que te entrene, te entrenaré.

Irinna miró a aquel orco de aspecto fiero.

- ¿Es tu amo también?

Broca rió.

- ¿Ese humano perfumado mi amo?- se carcajeó de buena gana. El ogro le acompañó, como si hubiera dicho algo realmente gracioso. Luego el viejo entrenador dejó de reir y la miró con severidad.- No te corresponde hacer preguntas, gatita. Haz lo que se te diga y a lo mejor podrás llegar viva a la semana que viene.

Luego, con un gesto de la mano, les despidió.

En el exterior, el ogro la llevó hacia uno de los muñecos de entrenamiento y le tendió una espada corta y pesada, que tomó sin protestar.

- Golpea.- le dijo.

Irinna sopesó la espada, comprobando el equilibrio. Su mano tanteó la empuñadura sin conseguir adaptarse. Aquella espada no era como la que sir Varian le había proporcionado para los entrenamientos, más larga y pesada para la que necesitaba ambas manos. Se sentía completamente desequilibrada cargando el peso en un solo lado del cuerpo. Si flexionaba las rodillas como había aprendido, se desestabilizaba. Su centro de gravedad, desplazado hacia la derecha, la hacía sentir inestable, pero tampoco conseguía desplazarlo a la izquierda para equilibrarse.

- Golpea.- insistió Zorg.

Tomando aire, alzó como pudo el arma con la mano y trató de golpear, de arriba a abajo, como hacía con el mandoble. La inercia del arma al descender tiró de ella, haciéndole dar un paso torpe que la llevó a golpearse aparatosamente contra el muñeco, lastimándose el rostro. Oyó el bufido hastiado del ogro y algunas risas burlonas a su alrededor.

"No llores" se dijo cuando sintió los ojos peligrosamente húmedos.

Se separó del muñeco, sujetando el arma con ambas manos y apretando los dientes.

- Yo tenía razón- escupió Zorg- No sirves para nada. Mashrapur hubiera hecho mejor de cortarte la lengua y hacerte su puta. Más te vale seguir intentándolo hasta que lo consigas. No comerás ni beberás, ni podrás dormir siquiera hasta que vea con mis propios ojos que eres capaz de golpear al muñeco dos veces seguidas sin bajar el arma.

Dicho esto, se encogió de hombros con indiferencia y se alejó.

Irinna miró la espada y al muñeco y resopló, decidida a no llorar. Calculando de nuevo el equilibrio, alzó el arma y volvió a descargarla con frustración sobre el muñeco. De nuevo la espada la desestabilizó, haciéndola trastabillar. Sintiendo crecer la rabia en su interior, se enderezó y lo intentó de nuevo, una vez, dos, tres. Por cada intento, nuevas risas se sumaban a la burla y nuevos curiosos se acercaban a su posición para observarla con evidente mofa. Trató de no prestarles atención y por un instante lo consiguió, pero de pronto, entre las voces que se burlaban de ella, reconoció una que había escuchado en otro lugar y alzó la vista para encontrar su origen.
Rodeada de sus congéneres, Cobra dijo algo en su idioma y escupió en el suelo sin dejar de mirarla. Sus compañeros rieron con sorna como respuesta a su comentario y luego, tras echarle una última mirada cargada de desprecio, se alejaron para seguir con su entrenamiento.

Con la marcha de los orcos, el resto de observadores se disolvieron en cuestión de segundos. Solo quedó un troll de piel azulada y cabello rojo con el pecho surcado de cicatrices que, sentado con las piernas cruzadas y apoyado contra la pared, la observaba con diversión.

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