La Rosa de Alterac IV

jueves, 18 de febrero de 2010

- ¡Atención, gentes de Ventormenta! ¡Ved lo que les ocurre a los enemigos de la Alianza! ¡Ved el declive de la Cruzada Escarlata!

La comitiva se detuvo en la Plaza de los Mercaderes, a la vista de todo el mundo. Los transeúntes observaron con curiosidad al grupo allí reunido. Iba encabezado por una draenei a quien por sus ropajes y tocado, se identificaba como una hechicera. Dos kaldorei, uno de ellos un caballero de la Espada de Ébano, se situaban a ambos lados de esta, varios pasos por detrás. Tras ellos pero entre ambos, cerraba la marcha un caballero de dorada armadura que portaba en su tabardo el escudo de la Alianza. Todos ellos iban pertrechados con sus armas y armaduras, y caminaban sin alejar la mano de la empuñadura de sus espadas.

- ¡Atentos todos, habitantes de Ventormenta! ¡Ved el destino de la traidora Escarlata!

La gente se acercó curiosa, esperando ver a un terrible guerrero pertrechado con los colores y las insignias de la Cruzada, un enemigo formidable al que poder increpar y humillar. Sin embargo al acercarse descubrieron que la traidora escarlata, por quien al parecer era necesaria tan importante escolta, no era más que una mujer joven de estatura media y de cabello negro, con los ojos grises de los norteños, que se mantenía en el centro del grupo. Vestía el uniforme de los reclusos e iba encadenada de pies y manos, y pese a todo, pese a las cadenas y los harapos, su porte era marcial: era a todas luces una militar, tal vez incluso una oficial. El rostro era agraciado pero demasiado soberbio, y un hematoma en la mejilla la afeaba. Miraba al frente con el mentón alto, con desdén, y apretaba los dientes. No portaba armas.
Algunos paseantes se detuvieron para increparla, insultarla. Algunos incluso escupieron y le arrojaron basura, pero la mujer no les prestó atención, no les miró siquiera, como si se encontrara lejos, muy lejos de allí. Sin embargo, el grueso de los espectadores la miraba como quien contempla a una bestia salvaje largamente temida. No se acercaban, solo cuchicheaban entre ellos y señalaban con los dedos.
Cuando fue patente que la ciudad se había enterado de la exitosa captura, Klaussius hizo un gesto y la comitiva reinició la marcha en formación, escoltando a la presa, que caminaba a pasos pequeños a causa de las cadenas.

El interrogador les interceptó en el Puente del Casco Antiguo. Estudió a la mujer con atención.

- ¿Pensáis exhibirme como un mono de feria?- provocó con frío desdén la prisionera, con una sonrisa torcida en el rostro- ¡Ved el honor de la Alianza!

- Cállate.- siseó la kaldorei que caminaba a su izquierda con tono amenazador.

El destino de la comitiva resultó ser el Centro de Mando, donde llegaron tras exhibir su captura por todo el Casco Antiguo. Ordenadamente y sin descuidar la seguridad, condujeron a la presa hasta el sótano, donde permaneció encadenada, de pie contra los toneles del fondo.
Los captores se distribuyeron por la sala, todos con la mirada fija en su rehén.

- Bien – comenzó el mariscal, dando inicio al interrogatorio.- Empecemos por el principio. Tu nombre, soldado.

La prisionera rió por lo bajo.

- ¿Ahora empiezan las cortesías?- rió- ¡Qué ironía!

La hechicera draenei hizo un gesto sutil con una mano y de pronto el suelo bajo los pies descalzos de la rea enrojeció. La mujer siseó de dolor y trató de esquivarlo, pero no podía moverse demasiado debido a las cadenas. Apretó los dientes con fuerza y quedó inmóvil pese al suelo ardiente.

- Hijos de puta…- siseó.

Los interrogadores la increparon por su vocabulario.
Klaussius la miró con severidad.

- Tu nombre y rango en la Cruzada, soldado.

La mujer alzó el mentón y le devolvió al caballero una mirada llena de odio.

- Teniente Aurora Lightpath.

Los interrogadores se sonrieron. La habían hecho hablar.

- ¿Cuál es tu misión en los Reinos del Este?- continuó Klaussius.

Como la mujer no respondía, hizo una señal al interrogador, que se acercó a ella con un escalpelo afilado, amenazante.
Aurora Lightpath, teniente del Embate Escarlata, apretó los labios y calló.
Iba a ser una noche muy larga…

No hay comentarios: