El camino al infierno III

lunes, 4 de abril de 2011

"No le digas a nadie que te has dejado follar por un demonio"

Despertó de golpe, sobresaltada por su propio grito. El sonido le traspasó los oídos incluso antes de que tuviera tiempo de llevarse las manos a los labios para tratar de contenerlo. Jadeó, aferrando la almohada empapada en sudor, sintiendo el sabor de la sangre en la lengua y el corazón latiéndole tan violentamente en el pecho que resultaba incluso doloroso.

El eco del grito aún persistía en sus oídos cuando reconoció su entorno. Estaba tumbada en la cama, en sus aposentos en el Alto Aldor de Shattrath. Trató de normalizar su respiración pero de sus labios brotó un gemido desesperado, agónico, y se dio cuenta de que había estado llorando. La pesadilla había sido terible, aunque ya no fuera más que un recuerdo huidizo. La energía vil tenía aquel efecto. Enterró el rostro entre las manos y respiró pausadamente. Sentía el cuerpo entumecido y tenía muchísimo calor. Un puño helado todavía le atenazaba las entrañas y el grito que había anidado en su pecho permanecía allí, como si todavía no quisiera desvanecerse. Se incorporó lentamente y el frío suelo le hizo dar un respingo al bajar los pies. Ya erguida y contemplando los muebles de su dormitorio, su corazón se tranquilizó al fin. No sabía cuanto tiempo había pasado durmiendo, pero sentía un poderoso agotamiento en el cuerpo, un extraño embotamiento de la mente y el consabido resquicio de ansia que siempre permanecía después de una dosis particularmente intensa.

Al ponerse en pie sintió una molestia en la espalda y chasqueó la lengua. Debía de haberse lastimado cuando consumió el cristal, a veces sucedía. Se encaminó al cuarto del fondo con la intención de darse un baño para quitarse todo el sudor y despejarse, porque estaba tan dormida aún que todavía le parecía percibir aquel extraño olor que lo había embargado todo. Fue desvistiéndose de camino al baño y su ropa quedó desparramada sin elegancia en el pasillo desierto, pero no le importó. Se sentía todavía atontada por la pesadilla, o tal vez se hubiera excedido con el consumo de energía vil y por eso sintiera todavía aquel remanente de ansia...

El baño aguardaba caliente junto al fuego, como era costumbre desde que fuera aceptada en los más altos círculos del Alto Aldor. Una oleada de inquietud le sobrevino al pensar que los sirvientes hubieran podido verla sumida en el éxtasis del vil y pudieran revelárselo a Ishanah. Tendría que encontrar la manera de evitar que aquello llegara a oídos de la Suma Sacerdotisa antes de que fuera un problema mayor.

Se deslizó en el agua lentamente y se recostó contra las paredes de la bañera con un suspiro. El agua caliente besó sus músculos doloridos como un bálsamo cuando se sumergió por completo conteniendo la respiración. Allí bajo el silencio era total y todos los problemas parecían más claros, o tal vez fuera que la paz que le inspiraba le permitiera acometer con más paciencia su resolución. Emergió para tomar aire y pensó de pronto con alivio que era imposible que ningún sirviente la viera durante el éxtasis porque recordaba haber salido de la ciudad con el pequeño cofre oculto entre sus ropas. Pero entonces... ¿Por qué no recordaba el regreso a casa?
Cerró los ojos y recostó la cabeza contra el borde la bañera, suspirando. Dejó que toda la inquietud se desvaneciera con el agua, junto con todo el horror de las regresiones de Bheril e Iranion. Necesitaba estar relajada y limpia para acometer sus labores en el Bancal si no quería levantar sospechas. Tenía autocontrol más que de sobra para conseguirlo y lo sabía.

Sumergió las manos en el agua formando un cuenco y las alzó para mojarse el rostro, pero cuando abrió los apenas un instante le pareció ver un destello rojizo en el agua que contenían y se detuvo. Se incorporó levemente para ver mejor y frunció el ceño: había sangre en el agua, no demasiada, pero lo suficiente como para haber teñido tenuemente la bañera. Probablemente se había herido durante el éxtasis en el bosque y las heridas se habían abierto ahora al contacto del agua caliente. Se inspeccionó brazos y piernas, pero solo encontró raspones inofensivos en los codos y las rodillas y algunos cardenales. Intrigada, trató de volverse para ver la espalda ya que antes le había molestado y vio que el agua bajo aquella zona parecía de un rojo todavía más intenso.

Demasiado intenso.

Con manos ansiosas tanteó la espalda empapada y ahogo un gemido. Sus dedos tocaban una herida que no alcanzaba a ver. Siguió tanteando para comprobar su alcance sintiendo solo un dolor sordo, no demasiado intenso, y su corazón comenzó a acelerarse a medida que entendía que aquellas heridas no las podía haber producido una rama o una piedra, rectas y limpias como eran. Aquellas eran las heridas de un cuchillo.

- ¿Pero cómo...?- siseó saliendo del agua rojiza y encharcando el suelo.

El espejo estaba en una de las paredes y caminó hacia él para tratar de ver mejor de qué se trataba. Las palabras volvieron a ella desde el reflejo en el cristal y con ellas, todo lo demás.

Gritó.

1 comentario:

Unknown dijo...

Pobre muchacha!

Fantásticos relatos, Celeb.