El camino al infierno XXIX

jueves, 14 de abril de 2011

Era de noche en Shattrath y la primavera en Terrallende era tan cálida como en Azeroth, a pesar de sus varias lunas y el éter tornasolado que cruzaba el cielo cuajado de estrellas. Había pasado apenas un día desde que finalizara el ritual, habían quemado todas las mantas y la ropa de Celebrinnir, había tirado abajo la tienda y vuelto a montarla y ahora estaban sentados fuera, junto a su pequeña hoguera, mientras Celebrinnir descansaba en el interior.

- ¿No se supone que la fe protege a los que creen en... en cosas, contra los demonios y eso? - preguntó Bheril, lanzando una piedrecita al fuego y sacudiendo la cabeza con incomprensión- Es injusto.

Iranion tenía las piernas flexionadas y los brazos apoyados en las rodillas. Mantenía la mirada fija en el fuego y no se volvió hacia su amigo para responder.

- No soy sacerdote. No sé responder a eso.- dijo en voz baja- Es injusto que le haya ocurrido a ella. La fe... Supongo que nos sostiene, pero no nos inmuniza. Es injusto que pague por mis errores.

- Sostiene, ya - Bheril chasqueó la lengua con escepticismo.- Lo que le ha pasado es una burla a la dedicación de alguien que... que ha defendido la elección que hizo para su vida con honestidad. Eso dijo ella ¿Recuerdas? Es la vida que he elegido... Si yo fuera un dios, no permitiría que aquellos que se entregan a mí pasaran por esto.

Suspiró al fin e hizo un gesto con la mano, inclinando la cabeza en señal de disculpa por si lo que acababa de decir era una blasfemia o algo parecido, pero Iranion no pareció notarla si es que existía.

- Belore bendice, pero intercede- sentenció.- Así nos hace fuertes.

Otra piedrecita en el fuego.

- A eso yo lo llamo no mojarse- renegó y se incorporó para recoger la tetera que se calentaba al fuego con ayuda de un palo.

- Por eso hemos sobrevivido a tanto.- continuó Iranion frunciendo el ceño- Los que mueren bajo su bendición encuentran la paz junto a Él. Los que viven, lo hacen fortalecidos por su Luz. Él mismo es la representación de... la regeneración, la superación. Es la inspiración. La acción está en nuestras manos.

Bheril rellenó con cuidado dos tazas de té. Una era de metal abollado y con rozaduras. La otra, de porcelana pintada. Tendió la más fina a su jefe y compañero. Iranion la tomó con elegancia y el gesto relajado tras varios días todavía sobrecogido por lo que había pasado.

- Cada uno elige en qué creer, supongo.- concedió Bheril volviendo a sentarse con la taza entre las manos- O no creer en nada, o hacerlo solo en uno mismo. Pero creo que Niré no ha dedicado su vida a un símbolo abstracto o a una teoría filosófica... o a un ideal de superación. Si no, le daría igual llamarlo Belore que Señor Manuel.

Tras dar un sorbo a su taza, Iranion alzó una mano para indicar que quería apuntar algo a la declaración de su amigo.

- Ha dedicado su vida a Él y todos nosotros sabemos cuales son las recompensas y qué cosas solo están en nuestras manos.- declaró con gravedad- El mudno sigue siendo el que es, yo no soy quien para juzgar por qué los dioses han permitido ciertas cosas ni qué papel jugamos. Recibir la Bendición de su Luz es algo a lo que la gran mayoría no podemos ni aspirar... Él nos enseña, pero el camino es nuestro, las personas como Niré nos hacen llegar su luz a todos... Y cuando ha llegado el ocaso,  ni ellos se han podido salvar de la noche, como tampoco Él lo hace.

Bheril escuchó sus palabras con el gesto serio y la mirada fija en las llamas, reflexiva. Durante unos segundos solo se escuchó el crepitar del fuego y el cantar de los grillos en la noche, como si su mente divagara a cientos de leguas de allí.

- Entonces- preguntó al fin- ¿Qué diferencia hay entre él y nosotros?

Iranion suspiró.

- Él es un dios.- explicó- No conozco a nadie que pueda iluminar el cielo ni hacer crecer las semillas. Pero si conozco a quien porta su Luz en la mirada. Bendecido o no.

Bheril abrió la boca como si fuera a decir algo, pero pareció pensarselo mejor y la volvió a cerrar. Apretó los dientes y dio un largo sorbo a su taza. Iranion no pareció percibir el gesto y continuó.

- Creo que hace lo posible por hacernos llegar Su Gracia... y que al final del camino podamos reunirnos con Él. Pero en este mundo de materia, todo queda en nuestras manos.

- Supongo que quieres decir.- interrumpió Bheril, pero cerró los ojos y negó con la cabeza- No, olvídalo.

Iranion dio un trago a la taza y se volvió hacia él, los ojos le brillaban con intensidad.

- ¿Qué... qué querías decir?- inquirió.

Su compañero se encogió de hombros.

- Nada... no debería comportarme así.

- ¿Así cómo?

Bheril resopló brevemente. Tiró otra piedrecita al fuego.

- No quiero ofender tus creencias- dijo- Lo de Niré me ha molestado.

Las runas de Iranion se iluminaron más intensamente, frunció el ceño.

- Lo de Niré no es culpa de ningún dios.- afirmó con fatalismo.


***

Celebrinnir abrió los ojos, traída de vuelta por las voces que provenían del exterior, un tanto desorientada. Reconoció entonces las voces y se tranquilizó. Suspiró al orientarse y escuchó con atención.

- No es culpa suya, desde luego.- decía Bheril, estaba tranquilo pero parecía frustrado- Ni tuya, pero... ¡Demonios! O belore no existe o no tiene corazón ni vergüenza, es un ser pasivo, un.. un... modelo de inspiración como podría serlo un árbol bonito o un condenado pájaro azul ¿Y qué maldito sentido tiene adorar a eso?

Recostada entre los cojines y al resguardo de las miradas, Celebrinnir arqueó una ceja roja como el pelaje de un zorro.

"¿Blasfemando en la Ciudad de la Luz, Bheril?" dijo para sí con una sonrisa.

La voz de Iranion denotaba impaciencia.

- Es el Sol, Bheril, - dijo - No es un pájaro ni un árbol bonito. Ni tú, ni yo, ni nadie estaríamos vivos de no ser por él.

- El sol debería brillar para todos- protestó Bheril- O para nadie...

Celebrinnir esperaba una intervención exasperada de Iranion y no se hizo esperar, aunque con un tono calmado que le sorpredió.

- Y brilla para todos- insistió- pero lo que ocurre bajo su calor solo es responsabilidad de los vivos, de lo que hacemos con nuestro hálito...

La voz de Bheril llegaba indignada, respetuosa e inevitablemente blasfema.

- Es una piedra ardiendo, no tiene conciencia. El no intervencionismo divino es una excusa sensacional para justiciar las desgracias que se suceden en un mundo en el que...

- No estoy justificando nada.- intentó atajarle Iranion, pero Bheril no le dejó seguir.

- ... en el que todo termina siendo una suma de irónicas casualidades o tropezones más o menos contenidos. No hay derecho a que los Aldor hagan lo que han hecho. No hay derecho a que los Sha´tar hagan lo que han hecho. No hay derecho a que Belore, la Luz y... todos los malditos dioses injustos...

Las palabras se le enredaron en los labios con su apasionamiento y se calló. Estaba enfadado, aunque su voz fuera cálida y Celebrinnir sintió que su indignación la conmovía. Ah, Bheril, Bheril...

- No, no lo hay- llegó la voz tranquila y paciente de Iranion como un susurro- Todo está en nuestras manos. Antes pensaba que se me había castigado... que todo era una burla del destino. Y se me ha castigado, me he castigado con mis acciones, y cuando he caído me han llegado bendiciones de las que soy absolutamente inmerecedor.

"Eso es mentira" pensó con rabia Celebrinnir.

- Creo que en este mucho hay muchas fuerzas disputándose nuestras almas y no sé las reglas del juego, Bheril- continuó él-  pero hace lo que puede por que encontremos el camino.

Bheril dijo algo, pero había empezado a hablar en voz muy baja y lo que llegó hasta ella era una frase incompleta.

- ... Que me digas... que todo está en manos de uno... o que el sol brilla para todos, que tenga que ver a Niré así... que tenga que verte a TI así...

- Eso tiene que ver conmigo- sentenció Iranion con aquel tono de penitente resignado que empezaba a ser patéticamente frecuente en él y que no admitía réplica- No con Belore, ni con nadie más...

También Bheril detectó que estaba en un callejón sin salida en cuanto Iranion ostentaba su culpa como argumento y no insistió. El silencio que reinó a continuación destilaba una tensión incómoda y violenta. Desde el interior de la tienda, Celebrinnir se aseguró de que no había nada de beber a mano y se lanzó al salvamento de aquel desencuentro junto a la hoguera.

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