El camino al infierno XXIV

miércoles, 13 de abril de 2011

Como si alguien le hubiera golpeado tan fuerte que le hubiera arrebatado el aliento, quedó inmóvil en su conmoción, con los labios entreabiertos y la mirada perdida. La fina piel blanca de la frente se frunció despacio, muy despacio, y las delicadas cejas pelirrojas se arquearon en un gesto de conmoción.

"No le digas a nadie que te has dejado follar por un demonio"

Alguien le preguntó si estaba bien, pero en su mente volvió a oír las palabras de Aelaith, el fuego de su piel, el deseo insaciable. Las caricias de sus manos ardieron como si se las hubiera marcado con un hierro al rojo. La había sentido entrar en su interior, podía recordar el brusco tirón separándole las rodillas, la fuerza y la rudeza, y ahora lo entendía todo. Ahora entendía aquel remanente del ansia constante que jamás se desvanecía, la debilidad creciente.Ahora entendía lo que Iranion había dicho en el sueño. De la misma sangre, hermanos.

Familia.

Asintió sin ser consciente de lo que hacía, aturdida. Alguien la obligó a recostarse con suavidad, murmurando con voz cálida, y se dejó llevar como una muñeca sin voluntad. De pronto no podía hablar, ni tan siquiera podía pensar. Solo podía revivir una y otra vez el ominoso encuentro con Aelaith, sintiendo como su cuerpo traicionaba el asco hacia sí misma que la inundaba. Se encogió sobre si misma para que no pudieran apreciar la reacción de su piel ante el recuerdo. En su mente volvía a sentirse indigna, mancillada, sumergida en inmundicia. Quería arañarse la piel para borrar el rastro de las caricias, quería raspar hasta desollarse por completo, no importaba, solo quería borrar el rastro de su cuerpo. Y ahora era demasiado tarde...

Tenía que haber saltado aquella noche, tenía que haber matado a aquella criatura aunque aquello significara también su muerte. Un demonio en sus entrañas, la corrupción máxima, su alma sucia, mancillada ante la mirada de Belore. Condenada, condenada por siempre. Algo le atenazaba el corazón, como un cascarón de sombra engullendo cualquier atisbo de esperanza que hubiera podido albergar sobre su recuperación. Sintió que le faltaba el aire, que alguien le había arrebatado el suelo bajo los pies...

Alguien le sujetó las muñecas para aplacar el violento temblor que la había invadido. El tacto era gentil pero firme y la trajo de vuelta al presente. Seguía en la tienda, estaba recostada en su lecho e Iranion estaba con ella, mirándola con la preocupación en sus ojos y los dientes apretados por la rabia. Tras él, aguardaba Rodrith Albagrana en silencio. La razón se abrió paso en su mente, le hizo ser consciente del modo en que Iranion la veía. Se obligó a respirar hondo, no podía delatarse más ante él y descubrir su debilidad.

- Todo va a ir bien, Niré.- murmuró Iranion en su oído  y ella asintió- Sé fuerte.

Se obligó a reaccionar. Asintió con gestos rígidos, sacudió las muñecas para librarlas de la presa de Iranion, y las retorció contra su regazo, pero el temblor permaneció allí. La visión se enturbió, la imagen parpadeó en sus ojos. Cerró los párpados y volvió abrirlos: la imagen aparecía desdibujada. Su cuerpo se rebelaba, quebrándose,incapaz de soportar la tensión.

"Otra crisis no, por Belore. Ahora no"
Respiró hondo, se obligó a si misma a seguir las mismas pautas que había marcado para Bheril e Iranion durante las sesiones de hipnotismo en el Alto Aldor. El aire parecía temblar en sus pulmones con cada inspiración, escapárse de los labios entreabiertos. Su corazón bien habría podido atravesar la piel de su pecho y perderse en las angostas calles del Bajo Arrabal, tal era el frenesí que la embargaba. Debía tranquilizarse, era imprescindible si no quería sacudirse cual títere en el suelo ante los ojos de Iranion y Rodrith Albagrana. Inspiró, obligó al aire a permanecer en su pecho durante diez latidos interminables y lo dejó ir. El ritmo de su corazón se aplacó un tanto.

"Relájate, por lo que más quieras"

Se obligó a pensar en lo que había dicho Albagrana, tras anunciarle que su matriz albergaba un demonio que parecía crecer a un ritmo creciente. Había dicho que podía sacar aquello de su cuerpo, purificarla con la Luz, que solo necesitaba un día para preparar el ritual, que no todo estaba perdido...

No fue consciente del momento en que Rodrith se despidió, asegurando que volvería al día siguiente con todo lo necesario para el ritual. Iranion se quedó junto a ella, silencioso y vigilante como un lobo, hasta que por fin el agotamiento pudo con ella y se sumió estado de duermevela inquieto.

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