El camino al infierno XVII

martes, 12 de abril de 2011

Al día siguiente:

Despertó de pronto y fue consciente al mismo tiempo de la arpillera que cubría el suelo sobre el que yacía, los cojines sobre los que descansaba la cabeza y la manta cálida que la cubría. Estaba recostada de lado, ovillada sobre sí misma y cuando abrió los ojos vio ante si la lona blanca de lo que parecía ser una tienda de campaña, aunque la imagen era borrosa. Oyó el rumor conversaciones lejanas en común, en orco y en otras lenguas que no entendía. Desorientada, comenzó a volverse y al instante percibió una presencia junto a ella.

- Niré- inquirió la figura temblorosa y fluctuante que se inclinaba sobre ella- Niré ¿Cómo te encuentras?

Algo malo sucedía con sus ojos, la imagen temblaba y se ondulaba como si los bordes no estuviean definidos. Parpadeó repetidas veces, pero el efecto no se desvaneció.

- Niré- insistió la figura, y reconoció el cabello rubio y la voz cálida- ¿Sabes quién soy?

Lo sabía: Bheril tenía aspecto cansado y parecía genuinamente preocupado. Recordó entonces lo sucedido antes de sumirse en aquel sueño sin sueños del que acababa de despertar y lo que significaba empezó a abrirse paso entre las brumas de su mente. Había fracasado, pese a todos sus esfuerzos Iranion la había encontrado. Se había convertido al fin en el puñal que tanto temía, en una carga.

- No estoy soñando.- murmuró, y no era una pregunta.

Bheril no contestó, se limitó a mirarla a los ojos con compasión. Poco a poco, su alma empezó a resquebrajarse. Tanto dolor no era posible. Dos lágrimas brotaron de los ojos temblorosos de Celebrinnir que, sin una palabra más, se ovilló sobre sí misma dándole la espalda y comenzó a llorar bajito. Cediéndole el espacio y la soledad que sabía que necesitaba, Bheril se puso en pie apretando los dientes y salió de la tienda sin hacer ruido.

Cuando volvió a entrar, Celebrinnir estaba dormida.

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