El camino al infierno XXX

domingo, 17 de abril de 2011

Los días que siguieron fueron días tranquilos, sumidos en una apacible rutina a modo de premio y descanso por los sucesos del último mes. Esta rutina discurría entre charlas banales e interesantes, tazas de te a media tarde y discusiones filosóficas y teológicas a la luz de la hoguera, o un concurso de réplicas mordaces con las que Bheril y Celebrinnir se desafiaban a conseguir perturbar el impretérito gesto de Iranion, ya fuera con un ceño fruncido, una mueca de desdén o una sonrisa furtiva.

Celebrinnir, por su parte, no podía sentirse más dichosa dadas las circustancias. Por primera vez desde que fuera enviada a Quel´danas en calidad de novicia del culto, no había disfrutado jamás de una compañía fraternal tan cercana y estimulante. Tampoco recordaba, en cualquier caso, que hubiera compartido aquella sencilla intimidad con nadie, tan solo con su padre cuando era una niña, o con Nevena en los años en que todavía ambas eran criaturas. Pero no era lo mismo, no tenía ni atisbo de comparación la alegría de una niña pequeña y despreocupada con la tranquilidad de espíritu y el optimismo de una mujer adulta que ha visto los rostros de la guerra y de la muerte y que pese a todo, puede sonreir. Iranion era para ella ese hermano que siempre había envidiado a Leriel, que había cautivado a Nevena conquistando así el corazón de su única hermana. Con su gravedad y solemnidad, siempre atento y de gesto serio, Celebrinnir sentía por primera vez lo que suponía, habían sentido en el pasado Leriel y Nevena, aquella cercanía en la distancia, todo lo cerca que él permitía estar. En cuanto a Bheril, siempre tenía una sonrisa bailándole en el rostro, alguna historia divertida que contar o sencillamente la amabilidad de una taza de te.

No les habló, sin embargo, de aquello que había sentido durante el ritual, ni de los temblores que todavía asaltaban sus manos, ni de las pesadillas. Tampoco de la tristeza que había anidado en su corazón. Sabía que aquellas circustancias les preocuparían y no quería romper aquel espejismo de paz, tan frágil como una pompa de jabón trémula en el aire. Sin embargo algo perturbaba la paz de su espíritu, una pregunta que temía formular y de la que temía la respuesta, pero que no podía olvidar. Tanto Iranion como Bheril se habían mostrado circunspectos a la hora de tratar los sucesos de los últimos días, como si tuvieran la verdad en la boca y la paladearan con la lengua, con un caramelo que uno no se decide a escupir. Corría el riesgo de que pronunciar aquella incógnita significara el fin del espejismo pero no era una niña pequeña que desea vivir siempre en su pequeño mundo de ilusión. Se encontraba más fuerte, podía pensar con claridad y empezaba a cansarse de aquella languidez y falta de actividad sabiendo que Abrahel seguía suelta por Azeroth.

Con eso en mente decidió al fin asentar los pies en el suelo y comenzar a planificar lo que sería a partir de entonces. Y una tarde, mientras tomaba el té en compañía de Iranion en el interior de la tienda, decidió que había llegado el momento.

Habían estado charlando de algún asunto banal cuando Bheril se asomó al interior de la tienda y dedicó una sonrisa a Celebrinnir, que sostenía su taza con las dos manos y soplaba un poquito para enfríar la infusión.

- Hola, Niré.- saludó poniéndose cómodo.- Ten cuidado no te quemes

- En ello estoy.- respondió ella devolviéndole la sonrisa.- Hola, Bheril

Celebrinnir dio un sorbo pequeñito de te de las islas y se estremeció de placer. Iranion miró a su compañero, que se asomaba tras uno de los mástiles de madera y suspiró. Nunca parecía participar de los juegos de sus dos acompañantes, aunque supieran a ciencia cierta que tras su rostro impretérito a veces incluso sabía sonreir.

- ¿Puedo hacer algo por tí?- inquirió Bheril cruzando los brazos sobre uno de los barrotes y apoyando la cabeza.

Ella levantó la vista de su taza sin prisa y le miró con una sonrisa tranquila que dirigió a ambos.

- Podríais decirme desde cuando lo sabíais y por qué no me lo dijisteis.

Bien, la pregunta estaba hecha. No sabía como reaccionarían, si se enfadarían o si rehuirían la respuesta. Ella no quería que lo tomasen como un ataque, de modo que puso toda su voluntad en permanecer tranquila. Como había supuesto, Bheril negó incómodo con la cabeza.

- Iranion notó algo... pero no estaba seguro.- dijo, como si no quisiera contar algo que no le correspondía a él.

Para su sorpresa, Iranion también habló, tranquilo.

- No sabía lo que era- explicó- Noté algo y quise que el paladín lo comprobase.

No parecía una evasiva, ni tampoco una mentira. Las marcas de su rostro permanecían tranquilas, de modo que tampoco estaba tenso. O decía la verdad o era un mentiroso formidable. Asintó lentamente, por ahora iban bien. Formuló la siguiente pregunta con el tono más casual que pudo conseguir.

- ¿Y qué va a pasar ahora?- preguntó, dando un segundo sorbo a su taza de te.

Iranion se puso en pie para estirar las rodillas y sacudió con desinterés su pantalón.

- He avisado a Leriel- dijo- quiero que te consiga un permso para que puedas recuperarte con tranquilidad en la Grada Arúspice.

"No, un momento".

No podía recurir a la Grada Arúspice, no después de haber desertado de sus filas para unirse a los Aldor. Celebrinnir frunció el ceño, deseando que lo que se temía no estuviera sucediendo en realidad.

- ¿Y vosotros?

Fue tan sutil que podría haber parecido casual.

- Vamos a hacer que ese demonio desee haberse quedado en el Torbellino.- había incluso el punto justo de rabia en su voz.

Estaba sucediendo.

- ¿Solos?- preguntó tal vez demasiado deprisa, pero también él asintió demasiado deprisa. Había estado esperando aquella pregunta.

"Ah no, Iranion. Esto no funciona así."

- Quiero ayudar.- sentenció ella con firmeza, alzando el mentón.

Si era cuestión de orgullos, Iranion le llevaba décadas de ventaja. Echó los hombros hacia atrás, irguió la orgullosa frente en una estudiada pose de autoridad y sus ojos relampaguearon.

"No te atreverás.."

- Lo harás desde aquí.- se atrevió- Quiero que te quedes con Leriel. Si necesitamos tu ayuda, te la pediremos.

Su tono fue la réplica exacta del que había visto de niña que usaba con Leriel cuando no deseaba que se le discutiera una decisión. Fue como una bofetada en la cara. No, peor. Como una azotaina. La indignación ascendió desde su estómago y le mantuvo la mirada con firmeza pero rabiando por dentro. La temperatura en la tienda descendió algunos grados.

"Relájate, Niré"

Bheril, tal vez más consciente de lo que sucedía más allá de las palabras y evidentemente incómodo, apretó los dientes y se volvió hacia Iranion.

- Um..- carraspeó, dubitativo, haciendo una inclinación cortés hacia Celebrinnir- ¿Nos disculpas un momento?

La voz de Bheril le obligó a apartar la mirada. Dio el sorbo de te más casual que se hubiera dado en el mundo de la diplomacia internacional.

- Claro.

Casi arrastró a Iranion fuera de la tienda. Les oía susurrar, pero no distinguía las palabras. Podía oir el tono más conciliador de Bheril, al que respondía terquedad de Iranion. Casi podía adivinar lo que decían: Bheril intentaba convencerle de que recapacitara su decisión e Iranion se negaba en rotundo a cualquier replanteamiento, aduciendo las causas de la tan manida culpa. Apretó los dientes, sus manos apretaron la taza que sujetaban hasta que el té comenzó a temblar en ondas en el interior. No podía ser verdad, no podían estar pensando en dejarla allí ¡No era una criatura que pudieran dejar de lado con la excusa de su propio bien!

Cuando volvieron a entrar, Bheril trataba de parecer impasible e Iranion se irguió cuan alto era, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada altiva.

- ¿En qué crees que puedes ayudarnos?- inquirió, como si fuera un instructor evaluando el nivel de un aprendiz. La temperatura de la tienda bajó todavía unos grados más.

"No puede ser verdad"

No quería sonar tan fría, pero el orgullo había brotado de nuevo del cuarto trastero de su alma.

- Soy sacerdotisa de Belore por derecho propio desde hace casi cien años.- enunció despacio, con cuidado, por si hubieran pasado algo por alto, mirando a los ojos a Iranion y sin dejarse arredrar por su arrogancia- He servido a la Luz desde que era una niña y hasta alcanzar uno de los rangos más altos entre los Aldor, pese a ser una sin dorei, al servicio de los Sha´tar. Soy maestra en el combate con varias armas y con la Luz. Combatí en Quel´danas con el Sol Devastado hasta la recuperación de la Fuente del Sol. He pasado largos años estudiando a la Legión Ardiente en las bibliotecas más antiguas del mundo conocido, su origen, sus fortalezas, sus debilidades y luchando contra ella en el Valle de Sombraluna y en la Península del Fuego Infernal. Estoy al cargo de tres destacamentos de purificación del Templo de Karabor y , por encima de esto, Belore me ha encontrado digna de mantenerme en este mundo y con sus dones pese a mis flaquezas ¿Y tú me preguntas cómo puedo ayudar?

El gesto de Iranion era de pura obstinación.

- Te lo estoy preguntado.

El suspiro de Bheril fue audible para todos. Celebrinnir entrecerró los ojos, decidida a no dejar que su desdén la dejara en evidencia.

- Tengo el conocimiento y la fuerza necesaria para devolver a esa puta al vacío abisal.- insistió- No sois los únicos con cuentas pendientes con ella.

Iranion negó con un gesto breve y conciso. Los argumentos chocaron contra su arrogancia como si fuera un escudo invisible.

- No.- rotundo- Si quieres ayudarnos lo harás desde aquí.

"No puedo creerlo"

Pero la comprensión se abrió paso en su mente y sus ojos se estrecharon. Inspiró.

- Vais a dejarme aquí diga lo que diga.- dijo, y no era una pregunta.

Pensó que Iranion volvería a sentenciar alguna de sus verdades inamovibles, pero fue Bheril quien dio un paso al frente y la miró con gesto suplicante. No, ni siquiera eso. También él intentaba que la niña pequeña entendiera la lección.

- Niré ¿Cómo te ha ocurrido esto? - inquirió.

"Ah, tu también, Bruto, hijo mío".

- Yo no sé nada de la Legión Ardiente,- continuó el guerrero, gesticulando con las manos- solo sé luchar. Tú has participado en el combate y la purificación de Karabor, y a pesar de todo lo que eres y de... te han tocado. Y al tocarte a tí, ha sido como si golpearan nuestras piernas. Si tocaran a mi hermana... no sé de qué sería capaz. Y a partir de ahí vendrían los errores. Para que podáis ayudarnos, necesitamos que ante todo estéis a salvo y nos apoyéis, en tu caso, con el conocimiento y la sabiduría de tu experiencia. ¿Puedes garantizar tu propia seguridad si vienes con nosotros?

Celebrinnir miró con descaro las marcas verdes y ahora relampagueantes en el rostro de Iranion.

- ¿Podéis vosotros garantizar la vuestra?

Fue Iranion quien respondió esta vez.

- Sí, podemos.

"Ya, claro"

- Yo puedo garantizar la suya.- de nuevo la traición de Bheril.

No, no traición. Su lealtad.

- Nos hemos enfrentado a ella- continuó Iranion sin descruzar los brazos- y hemos salido íntegros. Está buscando a aquellos que nos importan para golpear. Porque en un enfrentamiento no se atreve a dar la cara aún. Si te expones, eres un objetivo, y va a seguir intentando tocaros a ti y a todo lo que nos rodea, por eso queremos que permanezcáis aquí. Porque centrados en vosotros no podemos darle caza y terminar con esto de una vez.

"Ah, ahí está"
- Bien - asintió lentamente para sí, comprendiendo.- Ya lo has dicho.

La rabia descendió de nuevo por su estómado y se quedó allí, convertida en un bloque de hielo.

"Así hablaba el hierro al imán: Te odio más que a nada, porque atraes sin ser demasiado fuerte para sujetar".

- Tu puedes ayudarnos mucho, Niré, ya lo has hecho- continuó Iranion- Sin tener que abandonar la ciudad...

"Se desvanece la magia. Ya no deseo volar, vuelvo a echar raíces en la tierra que conozco."

Celebrinnir alzó una mano pidiéndole silencio.

- Déjalo, Iranion, ya has dicho lo único que podías decir.- dejó la taza de te ya frío en el suelo- Ahora necesito descansar.

Fue Bheril quien, para su dolor, tomó la palabra.

- No seas manipuladora. Si quieres venir, demuestra que puedes y no vas a ser un estorbo.

No podía ser verdad, sencillamente no podían estar dándole la espalda de aquella manera.Negó con la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo, las excusas tan frágiles, tan baratas...

- No, Bheril- suspiró- Ya ha quedado bastante claro que esto queréis hacerlo solos y que cualquiera que quisiera ir con vosotros sería un estorbo, independientemente de sus capacidades.

Bheril contuvo un gesto de exasperación.

- No se trata de tus capacidades, se trata de que eres un objetivo y esas capacidades no han impedido que te pase lo que te ha pasado. Niré, razona más allá de la vehemencia de tu corazón.

Tuvo que apartar la mirada, no podía soportar sus reproches.

- No se trata de que queramos. En esta situación, lo que uno quiera importa bien poco. Se trata de lo mejor par atodos los implicados. Eso es lo que buscamos. No se trata de... excursiones ni estupideces del estilo. Ni siquiera de confianza.

"Ha vuelto el tiempo de la fría razón, nada me perturba."

Iranion dio un paso al frente.

- Puedes ayudarme mucho, Niré.- sus palabras sonaban a sentencia- Eres sacerdotisa, puedes ayudarme a... a fortalecerme ante ciertas cosas... Pero no me pidas que te lleve, no me ayudarías con eso... me debilitarías. Aquí me fortaleces... y puedes fortalecerme por lo que ha de venir.

Celebrinnir apretó los dientes, sin atreverse a mirarle a los ojos para que no delataran el dolor que le inflingían sus palabras. Bheril suspiró y salió de la tienda sin decir nada más. Ella siguió mirando por una ventana que no existía, dignamente, con las manos descansando sobre el regazo.

Iranion dejó escapar un suspiro impaciente y decepcionado.

- Será mejor que descanses , mañana hablaremos.

Abrió la lona y entonces le llegaron las palabras, flotando desde los labios fríos de Celebrinnir.

"Ya no pediré nada especial de ti. Y no soñaré contigo, ni te recordaré apenas."

- Tu padre estaría orgulloso de tí.

Le vio detenerse acusando el golpe y sintió un deje de satisfacción y una punzada de culpabilidad, pero cuando recobró el movimiento y dejó la tienda, la lona se cerró tras de él con la gravedad de un telón.


Fin del acto primero.

"Si me necesitas, ya sabes dónde estoy: los árboles no caminan"

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