El camino al infierno XV

lunes, 11 de abril de 2011

Ya se apreciaba el leve resplandor que precede al amanecer cuando sobrevoló por fin las murallas de la Ciudad de Shattrath y tomó tierra con el dracoleón en la pequeña plaza cerca de la tienda de campaña que habían montado para su estancia en la ciudad sagrada. Habían elegido el Bajo Arrabal por estar más transitao por todo tipo de gentes y allí podían pasar desapercibidos con mayor probabilidad. Solo corrían riesgo de ser descubiertos si ascendían al Bancal de la Luz o a las Grada Arúspice.

Iranion desmontó del dracoleón y cogió a Celebrinnir, que seguía dormida, en brazos. Hubiera querido gritar: las runas le ardían en la piel y los ojos le brillaban como si de un demonio se tratara, pero la alzó con suavidad y con suavidad la depositó sobre una manta en el interior de la tienda. Habían traído cojines y mantas, y los utilizó para acomodarla lo mejor que supo y para taparla en su sueño. Respiró hondo y se arrodilló junto a ella para inspeccionarle el rostro. Aquel olor que no era un olor seguía en ella como una emanación débil pero no se apreciaban marcas en la cara demacrada y sucia, ni runas. Con un suspiro le tomó las manos e inspeccionó las cicatrices finas como telas de araña en las muñecas. Los antebrazos estaban arañados y las uñas rotas. Apretó los dientes: el rastro de Abrahel y aquellas marcas le hacían temer hasta qué punto podría haber llegado la sayad para atormentarla. Para atormentarle a él...

Cuando Bheril llegó, Iranion había abierto un poco la toga de su pariente para comprobar la extensión de sus lesiones y poder limpiarla. Parecía incómodo en aquella tesitura, pero estaba resuelto a hacer las cosas como Bheril decía que debían hacerse: ocupandose.

- Ayúdame.- fue lo único que dijo, y no hizo falta más.

Bheril se sacó los guantes y dejó el arma en un lateral de la tienda antes de acercarse y arrodillarse junto a ambos.

- He ido a la enfermería.- susurró para no despertarla- Podemos llevarla allí.

Con cuidado pero con firmeza Iranion desató el cordón que cerraba la toga inferior.

- Necesitamos un sacerdote o un paladín- dijo entre dientes- Estoy captando algo en ella, Bheril.

Su compañero asintió. Con cuidado y entre los dos consiguieron desembarazarla de la toga y de la prenda de lino más fino que llevaba debajo. Bajo la tela, el cuerpo no estaba tan sucio, aunque tenía algunos arañados en los muslos que se asemejaban mucho a los de los brazos. Un rastro de sangre algo más denso asomaba en el costado, proviniente al parecer de la espalda.

- Está herida.- dijo Iranion, pero no esperaba una respuesta.

Hizo un gesto a Bheril y con infinito cuidado para no despertarla, entre los dos consiguieron tumbarla de espaldas. Haciendo gala de un pudor en todo caballeroso, la cubrieron hasta la cintura con la manta. Iranion tomó entonces una gasa limpia y empapada en agua y la deslizó suavemente por la espalda cubierta de sangre seca. Las palabras le golpearon como un rayo y le quitaron el aliento.

HOLA IRANION

Retrocedió bruscamente como si hubiera sufrido un desmayo y se apoyó en el suelo sin apartar la vista de los cortes. Bheril no se había dado cuenta, pero al ver la reacción de su compañero siguió la dirección de su mirada. Entrecerró los ojos y de inmediato los abrió todo cuando le permitían sus párpados.Iranion respiraba con dificultad, con un gesto de rabia invadiendo su rostro y llevándose cualquier rastro de frialdad.

- Por todos los...-dijo Bheril, y las palabras murieron en sus labios. Desenrolló las vendas rápidamente y se las tendió a Iranion.- Tápalo.

Iranion respiró profundamente y recupero su posición, aunque el fuego de sus ojos delataba cualquier cosa salvo compostura. Con los labios apretados y los brazos como si fueran de cartón, terminó de limpiar las heridas y vendó el torso concienzudamente.

- No podemos llevarla así a la enfermería.- susurró Bheril.

Ajustando las vendas, Iranion respondió entre dientes.

- Pues alguien tendrá que venir a verla.

Cuando las ominosas letras desaparecieron bajo las vendas de tejido abisal, se dejó caer hacia atrás un instante y respiró hondo. Bheril se acuclilló junto a él.

- Has percibido algo.- dijo, y no era una pregunta- Suya´Edhel también. Ya ha tenido bastantes problemas. ¿Qué es? ¿Una de esas piedras, es un residuo de algo?

Iranion tragó saliva y señaló con un dedo el bajo vientre.

- Está aquí.- la voz le huyó de la garganta, carraspeó- Como un... diablillo... no lo sé, es débil. Pero es clara.

Bheril frunció el ceño.

- ¿Cómo que un...?

- Es...- la voz de Iranion parecía ahogada, muy a la par con la palidez de su rostro- Es una presencia, Bheril.

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